31. Un sentimiento real
Capítulo 31
La médica examina a Aren con concentración, mientras este pone una mueca de dolor cuando la profesional presiona suavemente la parte exterior de su nariz y alrededor de ella.
—¿Te duele si te toco aquí?
—Un poco —traga saliva—, pero es soportable —añade tras mirarme de reojo.
Está conteniéndose el dolor para no hacerme sentir mal.
—Levanta la cabeza un momento —le ordena la mujer. Aren obedece de inmediato—. No veo ninguna obstrucción ni signo de hueso roto —establece tras observar dentro de las fosas nasales del chico con una pequeña linterna.
—¿Eso qué significa? —no me contengo e intervengo en la consulta médica.
La profesional me mira antes de responder.
—Significa que la nariz no está rota —nos confirma. Aren y yo expulsamos el aire por nuestra nariz a la vez, aliviados—. Se trata de una fractura menor que en un par de semanas habrá desaparecido.
Antes de acabar la oración, le tiende una bolsa de hielo que el moreno acepta con desesperación y coloca en su nariz adolorida.
—Ahora está hinchada, por eso es importante que le apliques hielo durante un par de días —se quita los guantes, tirándolos en la basura—. No creo que sangre más, pero si lo hace, acude a consulta de inmediato.
—Está bien —Aren asiente lentamente con la cabeza y se levanta de la camilla de la consulta.
—¿Y para aliviar el dolor? —pregunto.
—Un ibuprofeno cada ocho horas será más que suficiente —me responde a la vez que se sienta en la silla detrás de su escritorio—. No se preocupe, señorita, su novio estará bien —suelta de repente.
Noto una oleada de calor en mis mejillas. Aren aprieta los labios para no partirse de risa delante de ella.
—No somos pareja. Yo solo... estaba...
—DE MOMENTO — Aren me interrumpe e intenta poner cara de interesante, de no ser por la bolsa de hielo que le tapa casi toda la cara—. Es que todavía no se lo he pedido de manera oficial —sonríe como un niño pequeño.
Me levanto de la silla como un resorte, avergonzada.
Es cierto que todavía no le habíamos puesto una etiqueta oficial a lo nuestro, pero decirlo delante de una desconocida no era lo adecuado. Y menos si es una médica que le está observando una fractura que yo misma he causado.
—Ya, ya —la médica no puede evitar reírse ante la situación.
—No le haga caso...
—Espero que su nariz tenga una pronta recuperación. Cualquier pregunta o duda, ya sabe dónde estoy —da por finalizada la consulta.
Yo percibo una sonrisa divertida mientras lo dice, y maldigo a Aren desde mis adentros. Me está haciendo pasar mucha vergüenza y, a pesar de que que tiene la nariz fracturada, él parece muy contento.
—Muchas gracias, doctora Méndez —le agradece el moreno, ya que yo sigo asimilando lo que acaba de pasar—. Tenga un buen día.
—Lo mismo digo —añado rápidamente.
—Igualmente, chicos.
Los dos nos dirigimos hacia la puerta de color blanco y la cerramos detrás de nosotros.
—¡Aren! —me quejo cuando estamos en el pasillo del hospital—. ¡No me pongas en estos aprietos en público!
—Ha sido buenísimo —se descojona.
—¿Que le hayas mentido a la doctora solo para hacerte el gracioso?
—Perdona, yo no he mentido a nadie —me aclara, quitándose la bolsa de hielo para que pueda verle bien la cara—. Lo decía de verdad. Sigo queriendo que seas mi novia.
—Sí, después de casi romperte la nariz con una puerta de discoteca... —bromeo, creyendo que él también está de broma.
—Lo digo en serio.
—Aren, tu nariz está hinchada como una pelota de fútbol por mi culpa —le toco la cara con suavidad para observarle mejor.
Sin poder evitarlo, cierro los ojos al ver la sangre seca. Es cierto que al llegar el hospital fue directo al baño para limpiarse; pero, aún así, sangró tanto que todavía quedan algunas manchas.
—Ponte el hielo ahora mismo —le ordeno.
—Sí, mamá.
Me paro en seco.
—Dadas las circunstancias, no creo que llamarme mamá sea lo más adecuado... —digo un poco incómoda.
—Tienes razón —se ríe cuando retomamos camino hacia la salida—. Hay una palabra que puede definirte mejor —vuelve a retomar el tema de antes.
Aren me agarra de la mano y me impide avanzar. Siento su calidez de inmediato y mi cuerpo reacciona con desesperación a su tacto.
—Sé que no es el momento, pero te aviso de que te pediré que seas mi novia —me informa. Nunca lo había visto tan serio—. Así que ve preparando tu respuesta.
Lo miro, con las mejillas sonrojadas por esta confesión inesperada y con mucho amor en el pecho. Sí, amor. La idea de perder a Aren me aterroriza porque le quiero. Por eso intento alejarlo de mí antes de que él lo haga conmigo. Tengo miedo de avanzar y sentir algo que nunca antes había sentido por alguien; porque sé que al final de la historia, él me romperá el corazón.
—Supuestamente yo estaba enfadada contigo —le recuerdo.
—Lo sé, por eso ahora tengo la nariz así —se señala la cara, pero sin dejar de sonreír en ningún momento—. También sé que tenemos que hablar sobre ello.
—¿Ahora?
—Creo que la entrada de un hospital no es el mejor lugar para hacerlo —responde de forma obvia. Yo asiento con la cabeza—. Estamos cerca de la discoteca, ¿no? —pregunta de repente.
—Sí, menos mal. No tardamos nada en venir a que te revisasen la nariz.
—¿Sigues borracha?
Arqueo una ceja.
—Son las cuatro y media de la madrugada —digo mirando el reloj de mi muñeca—. El pedo se me ha bajado hace un par de horas. ¿Por qué lo preguntas?
—¿Sabes conducir?
—Sí, tengo el carnet —respondo confundida—. ¿A qué vienen estas preguntas? —empiezo a sospechar.
—Mi coche está aparcado cerca de la discoteca.
—¿Y qué pasa?
Aren se mete la mano dentro del bolsillo interior de la chaqueta y me tiende las llaves de su coche. Yo permanezco quieta, hasta que me doy cuenta de lo que me está proponiendo. Después, retrocedo un paso.
—¿Quieres que conduzca tu coche? —pestañeo varias veces, incrédula.
—Exacto.
—¿Por Barcelona?
—Claro. Estamos en Barcelona —se burla de mi pregunta—. ¿Te impone conducir por la gran ciudad?
—No es que me imponga, es que nunca he conducido por aquí.
—Siempre hay una primera vez para todo —me guiña un ojo, juguetón.
—¿Eso es una indirecta?
—No, pero si quieres que lo sea, lo es —se acomoda la bolsa de hielo mientras lo sigo hacia el lugar donde su coche está aparcado.
Me quedo en silencio, pensando en la gran propuesta. Aren detiene un poco su paso para situarse a mi lado y caminar juntos.
—¿Qué te pasa?
—¿Estás seguro de esto? —estoy preocupada—. Igual destrozo tu coche o atropello a una persona, y yo no quiero ser una asesina.
—No vas a ser una asesina —se ríe al escucharme, divertido—. Vas a conducir bien, no te preocupes.
Sus palabras me relajan, pero sigo pensando que es una mala idea. Sé conducir, pero Barcelona es muy grande y puede pasar cualquier cosa imprevisible en la carretera. No quiero hacerle más daño físico del que ya le hecho.
Ni tampoco a su coche.
—¿Cómo lo sabes? Si nunca me has visto conducir.
—Simplemente lo sé.
—¿Tanto te fías de mí?
—Sí —responde sin dudar ni un segundo—. ¿Y tú de mí?
—Quiero no fiarme de ti —me confieso—. Pero sí, me fío demasiado.
Aren se acerca a mí y me agarra de las manos, deteniendo el paso. Nos miramos sin decir nada y, como siempre, sonreímos de inmediato.
—Entonces confía más en ti misma y deja atrás el miedo —coloca sus llaves en la palma de mis manos—. ¿Te atreves?
Me da la sensación de que su pregunta va con segundas intenciones y no está hablando solo de conducir. Por esa razón, le quito las llaves del coche con determinación, sin apartar la vista durante todo el intercambio.
—Sí, me atrevo.
La sonrisa de Aren se expande hasta que ya no puede ser más grande. Le hace ilusión que vaya a conducir su coche, y yo también me siento orgullosa de mí misma por arriesgarme a hacerlo.
—¿A dónde quieres que te lleve? ¿A tu casa?
—¿A casa? ¡Qué va! —niega con la cabeza—. Todavía es muy pronto.
—¿Entonces a dónde quieres ir? —frunzo el ceño.
—A la farmacia. Tengo que comprar más bolsas de hielo para esta preciosa nariz —me la enseña con una sonrisa radiante.
Ahora está menos hinchada, pero es muy seguro que un moretón aparezca en un par de días tras el golpe. Sin embargo, es mejor eso que una operación por rotura.
—Está mucho mejor —intento animarlo—. ¿Te duele?
—Ahora ya no.
De nuevo, me detengo en medio de la calle. La zona está vacía, ya que es de noche, y hace un poco de frío. Aren me mira y yo le cojo de la mano, para luego apretársela dulcemente ante su sorpresa.
—Lo siento.
Al principio el moreno pone una mueca de no entender, pero después se da cuenta de que me estoy disculpando por lo sucedido en la discoteca.
—Disculpas aceptadas.
Me sonríe y da la vuelta a su mano, de modo que nuestras palmas se acarician.
—Sé que no lo has hecho a propósito, así que no pasa nada. Ha sido un accidente y los dos estamos bien, que es lo importante.
—¿Tú estás bien? —me preocupo.
—Yo estoy perfectamente —mete la cabeza por debajo de mi brazo y da una vuelta, como si estuviese bailando—. ¿Y tú cómo estás?
—Yo me siento bien al saber que tú estás bien.
Aren pone cara de ternura al escuchar mi respuesta. Yo me tapo los ojos, avergonzada, y comienzo a caminar hacia adelante antes de que pueda decir algo al respecto.
—¡No camines tan rápido! —exclama entre risas—. ¡Recuerda que estoy lisiado!
—Si nos detenemos a cada paso que damos, jamás llegaremos al coche —le advierto—. Que, por cierto, ¿dónde coño está?
—Juraría que lo había aparcado por esta calle... —duda. Yo me giro y lo miro con cara de pocos amigos—. No lo recuerdo muy bien.
—¿Cómo que no te acuerdas?
—No... —se queda pensativo, mirando hacia todos los lados—. Igual se lo llevó la grúa.
—¿Perdón?
—Te juro que estaba aparcado en frente de este bar, y ahora ya no está.
—Aren, dime que estás de broma.
Me quedo paralizada; quiero tragar saliva pero no puedo. Lo miro y veo que una sonrisa crece en los labios del chico hasta convertirse en una carcajada
—¡Eres idiota! —me quejo.
—Te tendrías que haber visto la cara —se ríe con sorna—. El coche está en frente de ti.
Lo señala con la mano y me doy cuenta de que tiene razón. Ha estado delante de nosotros durante todo este tiempo.
—Es que es de noche y no lo he visto bien —intento justificarme.
Asiente con la cabeza, sin creerme en absoluto.
—Además, no soy muy fan de los coches —añado, ocasionando su risa.
Abro la puerta del coche y me introduzco dentro de él. Aren hace lo mismo y los dos suspiramos con alivio cuando estamos dentro del vehículo. Pensaba que este momento no llegaría jamás y echo la cabeza hacia atrás en el asiento.
Me quito la chaqueta de pelo para conducir mejor y mis brazos se quedan desnudos.
—No me había dado cuenta del frío que hacía fuera hasta que he entrado en el coche —me acurruco a mí misma.
Aren se queda callado y una sudadera del chico aparece de repente en mi regazo.
—Si quieres, póntela —me ofrece mientras busca algo en la parte de atrás—. De todas formas, voy a encender la calefacción.
Yo la acepto y me pongo su sudadera de color granate antes de empezar a conducir. Huele a él y respiro profundamente su olor sin que me vea.
—Me gusta mucho cómo hueles —no me contengo y se lo suelto sin más—. ¿Qué colonia usas?
—Eso es un secreto —se hace el interesante.
El chico tiene otra sudadera en sus manos. Mientras yo lo miro, se quita la camisa manchada de sangre y se la cambia por ropa limpia.
—Bueno, ya lo averiguaré.
—¿Cómo?
—Cuando vaya a tu casa, probaré todas tus colonias hasta encontrarla —chasqueo la lengua.
—Eso si te dejo entrar en mi casa —dice situándose cerca de mí—. No todo el mundo es bienvenido.
—Yo no soy "todo el mundo", y lo sabes.
—Tienes razón.
—Además, estoy a punto de conducir tu coche. No te conviene prohibirme la entrada a tu casa ahora mismo —lo amenazo.
—Es verdad, quiero sobrevivir —bromea—. Al menos, esta noche.
Me coloco en el asiento del conductor ante la atenta mirada del moreno. Tengo que acercar el asiento porque soy más baja, y subirlo un poco por el mismo motivo. Después, sitúo los tres espejos retrovisores a mi altura y, por último, me pongo el cinturón de seguridad.
Escucho la risa de Aren a mi lado, y lo fulmino con la mirada.
—Deja de juzgarme.
—No te estoy juzgando —me asegura.
Sin embargo, suelta otra risita cuando compruebo (de nuevo) que todo está en su lugar.
—¿Entonces por qué te ríes?
—Porque nunca antes te había visto tan concentrada —pone su mano sobre mi regazo—. Todo va a ir bien, confía en ti.
Sé que lo hace para tranquilizarme, pero tener su mano sobre mi muslo me pone todavía más nerviosa. Me entran ganas de abalanzarme sobre él y besarle, pero sé que tenemos que hablar sobre lo sucedido antes de eso.
—Vale, sí. Lo haré bien —me digo a mí misma.
Aren aparta su mano y se queda quieto en el asiento, esperando a que yo arranque el coche.
—Allá vamos —dice cuando estamos en marcha.
—Allá vamos —repito.
Estoy cagada de miedo.
Después, giro el volante y salimos de la calle en dirección a la farmacia.
***
—Ya tienes tus bolsas de hielo, ¿ahora a dónde quieres ir? —pregunto cuando Aren entra por la puerta y se sienta en el asiento del copiloto.
El moreno mira la hora.
Son las seis menos cuarto de la mañana y todavía seguimos vivos.
Creo que es un milagro.
—¿Tienes sueño? —me pregunta.
—No. Toda esta situación me mantiene muy despierta —me río por no llorar—. ¿Y tú? ¿Estás cansado?
—Yo también estoy muy despierto.
—Vale —asiento con la cabeza—. ¿Tienes algo planeado?
—¿Te apetece ver el amanecer desde la playa?
—Me encantaría —contesto con los ojos clavados en los suyos—. Pero creo que será mejor que descanses en tu casa. Todavía queda mucho para que amanezca.
—Da igual. Esperamos en el coche.
—¿En serio?
—En serio. Tú puedes dormir hasta que llegue la hora.
—¿Pero no quieres irte a tu casa? —insisto—. Tal vez es lo mejor para tu nariz.
—Ya no me duele. El hielo ha hecho su efecto.
—Pero tienes que descansar.
—No estoy cansado —me rebate.
—Aren —llamo su atención. Él me mira con los ojos muy abiertos—. Es que no quiero causarte más problemas —confieso en voz baja.
Todavía me siento culpable por lo sucedido.
Aren niega con la cabeza y me coloca un mechón de pelo detrás de la oreja. Es un gesto lento. De algún modo siento que es algo íntimo, muy íntimo.
—Olvídate de todo por un momento y déjate llevar por lo que sientes —me dice mirándome a los labios—. Quiero ver el amanecer contigo.
—Y yo contigo —no dudo en responder.
—Pues no hay nada más que hablar.
La tensión entre los dos es evidente, pero ambos sabemos que debemos hablar sobre el malentendido de la discoteca antes de seguir avanzando en lo que tenemos.
Aunque yo me muera ahora mismo por besarle.
—Indícame el camino —le ordeno—. Esta vez soy yo la que te llevo a la playa.
Parece captar la referencia, ya que el chico comienza a reírse. Yo pongo el coche en marcha y giro el volante hacia donde él me indica.
—Conduces mejor de lo que pensaba.
—Vaya, ¿eso se supone que es un cumplido o un insulto?
—Un cumplido, Mariana, un cumplido —me sonríe de lado con picardía—. Gira a la izquierda.
Yo también sonrío.
—Estoy muy orgullosa de haberme atrevido a conducir tu coche.
—Normal. Lo estás haciendo muy bien —dice con sinceridad.
Un sentimiento de satisfacción recorre mi cuerpo. Nunca me ha gustado conducir, pero saber que lo hago bien me reconforta. Sobre todo si me lo dice una persona tan exigente como Aren.
—¿Puedo poner música?
—¿Qué canción quieres que ponga? —coge su teléfono móvil y abre la aplicación de Spotify.
De reojo puedo ver que tiene numerosas playlist, y me pregunto si habrá creado alguna de ellas pensando en mí.
Porque yo sí lo he hecho con él.
—Mmm... —pienso mientras conduzco—. No sé si te gustará, pero yo soy muy fan de ella.
—A ver, sorpréndeme.
—Britney Spears.
—¿Britney Spears? —se ríe con mucha fuerza.
—Sabía que no te gustaría —niego con la cabeza, decepcionada.
—No es eso. Solo me ha sorprendido —me aclara—. A mí también me gusta Britney. Bueno, algunas canciones de ella.
—No te creo.
—¿No me crees?
—Claro que no —me mantengo firme—. No te pega nada escuchar pop inglés. Es que en absoluto —me niego en rotundo.
—¿Ah, no?
Aren teclea en su móvil y la canción "Baby One More Time" comienza a sonar dentro del coche. Yo no me espero nada, hasta que escucho al moreno cantar el tema a pleno pulmón.
—¡¿Qué?! —abro mucho los ojos. Lo está dando todo con la canción—. ¿Y yo cómo no sabía esto?
—Canta conmigo —me obliga.
No puedo resistirme y los dos comenzamos a cantar juntos como si de un concierto privado se tratase.
"My loneliness is killing me (And I)
I must confess I still believe (Still believe)
When I'm not with you I lose my mind
Give me a sign, hit me baby one more time".
Aren se queda callado tras cantar el estribillo. Me está mirando con la boca abierta y yo no entiendo qué está pasando.
—¿Desde cuándo cantas tan bien?
—¿Yo? —me río.
—Sí, tú.
—Pues no lo sé —me encojo de hombros—. De pequeña iba al coro, pero desde entonces no he hecho nada profesional. Solo canto cuando estoy sola en casa.
—Pues a partir de ahora quiero me cantes más —me suplica.
—Me da vergüenza.
—¿Y si yo canto contigo?
Me lo pienso durante unos segundos.
—Si tú cantas conmigo, sí —acepto su propuesta.
Aren lo celebra mientras busca otra canción, ya que esta está a punto de terminar. Me sorprende cuando empiezan a sonar los acordes de mi canción favorita "Fire for You" del grupo Cannons.
Además, es una canción que me recuerda mucho a él.
—¡Es mi canción favorita! —exclamo con entusiasmo—. ¿Cómo lo sabías?
—No lo sabía.
Los dos nos miramos y siento una conexión inexplicable entre ambos. De repente, todos mis miedos desaparecen y solo tengo clara una cosa.
Sé muy bien lo que quiero.
—¿Qué haces, Mar?
Me desvío del trayecto marcado hacia una carretera cualquiera, y aparco el coche en el primer sitio que veo.
El moreno me observa como si me hubiese vuelto loca y, cuando menos se lo espera, lo beso.
Es un beso suave, ya que su nariz todavía está hinchada y no quiero hacerle daño. Aren me corresponde el beso con la misma delicadeza. Cuando nos separamos, veo que está muy sorprendido.
—Perdón, es que siento que la canción ha sido una especie de señal divina —me justifico de manera atropellada—. Sé que tenemos que hablar sobre Chiara, pero no pude contenerme. Contigo, pierdo la poca cordura que tengo.
No sé lo que estoy diciendo.
Estoy muy nerviosa.
"Fire for You" todavía sigue sonando de fondo.
—Creo que te quiero.
Me quedo en silencio.
Esas palabras salen de la boca de Aren como si fuesen parte de mi imaginación.
Sigo sin decir nada por miedo a estropearlo.
Es demasiado bonito para ser real.
—¿Qué...?
Cuando Aren se acerca y me besa de nuevo, me confirma que no me lo he imaginado. Esto es real.
Aren me ha dicho "te quiero".
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
¡Hola a todos y todas! ¿Qué tal estáis?
Antes de un nuevo año, un nuevo capítulo :) ¡Espero que disfrutéis de él!
Ya queda muy poco para que termine la historia... 😢
¿Creéis que Mar se ha vuelto loca por fiarse de Aren? ¿Creéis que su explicación sobre lo ocurrido (si llega) será verdadera? Yo lo único que tengo claro es que el amor deja a todo el mundo atontado jajajaja 😅
Dejadme vuestras opiniones en los comentarios. Me encanta saber lo que pensáis 💘
Como siempre, gracias por leer y nos leemos ✨
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro