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3. Una noche extraña

Capítulo 3

Las horas pasan y no soy capaz de dormirme. Siempre he tenido complicaciones para conciliar el sueño en casas ajenas, pero dicha capacidad empeora cuando sé que al huésped de la casa no le caigo bien. Como es el caso actual.

Nada más llegar, Aren me ofreció dormir en el sofá de su piso universitario. Me trajo una manta de su habitación y entró en ella sin decirme nada más.

Cuando cerró la puerta y escuché voces dentro de su cuarto, supe que alguien iba a pasar la noche con él y yo se lo había estropeado. Pero no me sentí mal. Se lo merecía por haberme tratado como una niña pequeña. Fue una especie de venganza no planeada.

Dando vueltas en el sofá para intentar conciliar el sueño de cualquier forma, empiezo a oír unos ruidos procedentes de su habitación.

No me lo puedo creer.

¿Acaso Aren está follando con su ligue cuando claramente sabe que hay una visita durmiendo en el sofá de su salón?

Irritada, cojo mi móvil situado en la mesa de en frente y abro el chat de WhatsApp de Kaira.

"Para escuchar a tu hermano gemir, preferiría haberme quedado arrestada", escribo con rapidez y muy enfadada. Sé que no me va a leer a estas horas, ni tampoco lo pretendo, pero necesito desahogarme con alguien.

Como no doy dormido, necesito distraerme de la realidad y tengo el móvil entre las manos, abro Instagram para cotillear un poco. Introduzco el nombre de Aren en el buscador y me sale de primero en la búsqueda. No nos seguimos, ni tampoco tengo la intención de hacerlo, pero soy muy curiosa y quiero ver su perfil tras habernos reencontrado.

Qué le vamos a hacer.

Me sorprende que no tenga apenas publicaciones, debido a que parece el típico chico que sube cada día una foto en el gimnasio, pero no es así. Bloqueo el móvil decepcionada, ya que no puedo descubrir mucho sobre su vida.

Dando otra vuelta en el sofá, pienso en poner una música suave para no escucharlo gemir en, prácticamente, la habitación de al lado, pero algo me detiene.

—¿A ti también te han despertado los gemidos? —pregunta una voz de una persona no identificada que ha entrado en el salón.

Tiene la linterna del móvil encendida y me percato de que se trata de un chico. Un chico sin camiseta y unos simples bóxers puestos.

—Es habitual —sigue hablando mientras se dirige hacia la cocina para abrir la nevera y sacar una botella de agua—. ¿Tienes sed?

Yo no sé qué responder. Un desconocido semi-desnudo me está preguntando en una casa ajena si tengo sed y, aún por encima, a oscuras.

¿Qué demonios se debe responder en una situación como esa?

—¿No? —digo vacilante en un tono de voz muy bajo.

El chico se ríe tras mi contestación. Estoy empezando a tener miedo. Quiero irme de aquí tan pronto como sea posible.

—Perdón, no me he presentado —se disculpa acercándose hacia mí—. Soy Lucas, uno de los tres integrantes de la casa. ¿Tú eres...?

Caigo en la cuenta de que es él el que debería estar asustado, no yo. Yo soy la que ha invadido su sofá sin pedir permiso, así que no debo sorprenderme al verlo en calzoncillos en su propia casa. Tiene todo el derecho del mundo a hacerlo.

—Soy una conocida de Aren —establezco sin entrar en más detalles.

—Una conocida, sí... —se ríe, como si no me creyese—. Estás esperando a que acabe de follar con la que está ahora para ser tú la siguiente, ¿no?

Mi cara de asombro no puede verse debido a la oscuridad, pero estoy abriendo mucho la boca tras escuchar tremenda salvajada.

—¿QUÉ? ¡NO! —niego rotundamente incorporándome en el sofá.

El chico, conocido ahora como Lucas, se alumbra la cara y me doy cuenta de que se está quedando conmigo. Tiene el pelo corto y rizo, y una sonrisa muy bonita. Me tranquilizo un poco tras verle la cara y comprobar que se trata de un chico de la misma edad de Aren. Ya no parece que esté hablando con el hombre del saco.

—¿Entonces qué eres de él para estar durmiendo en nuestro sofá? —indaga adoptando un tono de voz más serio. Supongo que quiere confirmar si realmente no soy una ladrona que ha entrado a su casa por la ventana.

—Soy amiga de su hermana Kaira —explico haciendo hincapié en el nombre de mi amiga, por si acaso—. Aren tenía que hacerme un favor, y por eso estoy aquí.

Lucas se mantiene unos segundos en silencio. Se ha aproximado más y situado a los pies del sofá, alumbrando la estancia por completo y, por lo tanto, viéndome la cara por primera vez. Me fijo por el rabillo del ojo en que me observa de arriba a abajo disimuladamente, pero aparta la mirada cuando yo se la devuelvo.

—Eso tiene más sentido... —habla rompiendo el silencio—. Él no suele dejar a chicas fuera de su habitación, pero si eres amiga de su hermana lo entiendo.

Suspiro.

¿Él también va a tratarme como una niña pequeña por ser tres años menor? Estoy empezando a hartarme de esa tontería. En el pasado podía entenderlo, pero ya tengo 19 años. Soy de todo menos una niña pequeña.

—¿Cómo te llamas? —me pregunta de repente.

—Mariana —respondo un poco nerviosa por la interacción inesperada—, pero todos me llaman Mar —añado sin intentar parecer muy idiota—. ¿Y tú?

Mierda.

Mierda.

Y más mierda.

¿Para qué le pregunto su nombre si me lo acaba de decir hace unos minutos? Definitivamente soy un asco relacionándome con gente nueva. Siempre tengo que acabar haciendo el ridículo.

Él, en cambio, no le da tanta importancia a mi metedura de pata y suelta una risita tras mi obvia pregunta.

—Me caes bien, Mar —declara con una media sonrisa—. Cuando Aren tenga que volver a hacerte un favor, me avisas y me presento en condiciones.

Lucas se señala el cuerpo, dándose cuenta de que ir en calzoncillos en un primer encuentro puede resultar un poco raro, y se marcha hacia su habitación con la botella de agua en las manos. No sin antes lanzarme una última mirada.

Yo me mantengo inmóvil en el sofá, con el corazón latiendo fuertemente dentro de mi pecho. No sé qué acaba de suceder, pero creo que le he caído bien.

Con la satisfacción de haber hecho algo correcto en el día, cierro los ojos y me quedo dormida con una sonrisa en los labios.

***

—¡Mariana! ¡Despierta!

Los gritos de Aren me despiertan del profundo sueño en el que me encontraba sumergida. Tardo un poco en reaccionar, pero mi cara adopta una mueca de fastidio cuando vuelve a gritarme que me levante.

Qué buena forma de empezar el día con un dolor de cabeza.

Mientras me incorporo al mundo sin muchas ganas de empezar un nuevo día, me doy cuenta de que Aren no es el único que se encuentra en la estancia. Un chica rubia y muy guapa me está observando en mi horrible despertar.

Me levanto del sofá de un salto y me peino el pelo enredado con los dedos mientras ella me sigue mirando.

Madre mía, menuda imagen debo estar dando...

—Voy a llevar a Paula a la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación —expone Aren con su tono de voz habitual cuando ve que ya estoy despierta y no necesito más gritos—. Por lo que me comentaste ayer, tú vives cerca, ¿no?

Yo asiento con la cabeza.

—Puedes dejarme ahí también, tengo una presentación a las doce —aclaro, causando una sorpresa inesperada en la chica.

—¿Tienes clase hoy? —inquiere mi viejo conocido. Yo vuelvo a asentir con la cabeza—. Y aún sabiéndolo, ¿saliste de fiesta ayer? —me espeta. Ahora el que está sorprendido es él.

Se nota que no nos hemos visto en mucho tiempo. La Mar que Aren solía conocer no saldría nunca de fiesta sabiendo que tiene clase mañana, pero esa Mar calculadora ha cambiado. Ahora sabe que a veces hay que dejar las responsabilidades a un lado para permitirse disfrutar de nuevas experiencias.

—¿Qué pasa?—contesto mientras doblo la manta que me había prestado y, cuando está preparada, se la doy—. ¿No se puede salir ahora entre semana o qué? —agrego con retintín.

Sé que Aren quiere contestarme con algún comentario fuera de lugar, pero como no estamos solos, se controla apretando la mandíbula con fuerza. Sin decir nada, coge la manta de mis manos y la lleva a su habitación, mientras yo sonrío triunfantemente.

La chica rubia me mira con una pequeña sonrisa en la cara y yo me avergüenzo al instante de mi comportamiento infantil. Va perfectamente vestida, como una súper modelo.

Instintivamente, mis ojos inspeccionan mi cuerpo y me doy cuenta de que, al contrario que ella, yo sigo con la misma ropa de ayer. No puedo ir a clase así, todo el mundo me vio con esa ropa. Repetir look en la misma semana está prohibido no, prohibidísimo.

—Venga, vamos, que llegamos tarde —establece Aren cogiendo las llaves del coche.

Solo quedan veinte minutos para las doce y sé que no vamos a parar por mi casa ni de broma, ya que vamos muy justos de tiempo.

¿Qué puedo hacer?

—¿Podrías dejarme alguna de tus sudaderas? —mi voz suena sin que lo haya pensado lo suficiente, ocasionando que Paula y Aren detengan su paso antes de abrir la puerta de la entrada.

Veo que Aren me lanza una mirada aniquiladora, pero yo lo ignoro.

—Es que llevo la misma ropa que ayer y me gustaría cambiarme, aunque sea, la parte de arriba —explico con un poco de vergüenza.

Su cara de odio no cambia pero Paula, quién está a su lado, saca de su bolso una especie de blusa blanca y se acerca a mí para dármela.

—Es la talla S —me informa cuando está en mis manos—. Siempre llevo una de sobra por si acaso, así que no la necesito.

—¿En serio? ¿Me la dejas?

—Sí, claro —confirma con una sonrisa genuina.

Yo emito un "gracias" tímido y me dirijo rápidamente hacia el baño para cambiarme y lavarme por encima. Cuando termino, veo que la cara de Aren no ha cambiado, es más, la vena de su cuello se ha hinchado mientras yo no estaba.

—¿Ya podemos irnos? —pregunta con una sonrisa muy falsa cuando Paula lo está mirando y yo intento contener la risa que está a punto de brotar de mis labios ante la graciosa imagen.

Aren me escucha y suspira con pesadez para no decir nada.

Agradezco, a pesar de los gemidos escuchados anoche, que su ligue esté presente. Debido a que si estuviéramos solos, sé con certeza que Aren ya me habría arrancado la cabeza por estar burlándome  de él. Pero soy demasiado débil y no puedo evitar entrar en su estúpido duelo de egos.

—Sí, ahora sí —digo uniéndome a ellos y cerrando la puerta de casa tras de mí al ser la última en salir.

Como siempre.

***

Cuando Aren detiene el coche y comienza a despedirse de Paula con un beso muy largo, yo cierro la puerta trasera con toda la fuerza posible. Es mi sutil manera de recordarles que todavía sigo presente y quiero ahorrarme ver ciertos comportamientos privados.

—¡Más despacio bestia, que la vas a romper! —me recrimina el moreno desde dentro del coche, para luego seguir besándose con su ligue, novia, o lo que sea.

—Lo de "bestia" podías habértelo ahorrado —murmuro frunciendo los labios.

Paula parece ser más lista y captar la indirecta, ya que sale del coche tras escuchar el portazo. Una vez fuera, se despide de él con la mano y Aren se marcha sin ni siquiera decirme adiós, pero tampoco me preocupa.

Espero no volver a encontrármelo en mucho tiempo, aunque sé que no tendré esa suerte. Le debo todavía el dinero de ayer, los malditos doscientos euros de la multa.

Paula y yo nos miramos en silencio. No sé si caminar juntas hacia la entrada de la facultad es buena idea, pero lo hacemos.

—Te la devolveré lo antes posible —le confirmo cuando estamos llegando a la entrada y se acerca el momento de la despedida.

—No te preocupes. Tú envíame un mensaje a Instagram y me la devuelves cuando puedas —me tranquiliza de nuevo con una gran sonrisa.

Veo a Guille y a Laura acercarse a paso rápido cuando entro en su ángulo de visión. Estaban esperándome en el mismo sitio que ayer y una sonrisa se dibuja en mi rostro.

—Bueno, nos vemos —intento despedirme con amabilidad para reunirme con mis amigos, pero ella sigue caminando hacia la misma dirección que yo.

—¡Mar! Estás bien, ¡qué alivio! —exclama Laura nada más estar a su altura, y me da un fuerte abrazo—. ¿Por qué no me respondiste a los mensajes? ¡Estábamos muy preocupados!

Guille me mira, corroborando que el preocupados de Laura es cierto. Y algo dentro de mí se remueve al pensar en el hecho de que él también se había detenido a pensar en mí.

—Perdonad, es que... —intento comenzar a explicar la situación, pero Guille me detiene.

—¿Por qué venías caminando con Paula? ¿Os conocéis?

La chica rubia que esta mañana me ha prestado su blusa para venir a clase se encuentra detrás de mí, observándome sin entender lo que está ocurriendo. Guille la agarra de la mano y la arrastra con cariño hacia su lado, provocando que la confusión de ambas incremente.

¿Qué hace ella aquí y por qué Guille parece conocerla?

—Bueno... —dudo antes de hablar.

Laura, que seguía abrazándome sin enterarse de nada, se separa de mí, y cuando ve a Paula comienza a gritar de la ilusión.

—¡Paula, volviste!

La chica le sonríe y ambas se abrazan en un periodo muy breve de tiempo, pero nada comparado con el abrazo que Laura me había dado segundos atrás.

¿Quién es ella y por qué los dos son sus amigos? ¿Acaso ayer por la noche la habíamos conocido y yo no logro acordarme de ella debido a la borrachera?

—No, no nos conocemos —responde la rubia por mí al que parece ser su amigo del alma—. ¿Nos presentas?

No sé por qué ha mentido, pero yo no me quejo. La verdad es que en casa de Aren no fuimos presentadas oficialmente y se agradece la formalidad.

—Sí, claro —responde Guille mirándonos a las dos—. Paula, esta es Mar, una nueva estudiante de SICUE como Laura. Mar, esta es Paula, mi famosa compañera de piso.

Cuando escucho la palabra "compañera de piso" todo encaja y respiro profundamente. Paula se acerca a mí y me da dos besos como saludo, yo se los correspondo.

—Encantada —me dice como si nunca nos hubiéramos visto y este fuera nuestro primer encuentro. Yo le sonrío con cierta incomodidad, ya que no me gusta mentir a mis amigos—. ¿Y por qué "famosa"? ¿Qué andas diciendo por ahí de mí? —le riñe a Guille mientras le propina un pequeño codazo.

—Pues la verdad, que ayer nos dejaste abandonados por tu nuevo ligue —se queja tocándose el brazo, como si le hubiera dolido el golpe.

Ahora recuerdo a la perfección la conversación de ayer, y la llamada de Guille. Parece ser que Aren es el chico por el cual Paula rechazó acudir a nuestra quedada de ayer.

—Bueno Guille, no te celes —se queja Laura con toda la confianza del mundo, provocando la risa de Paula.

No sé cómo es capaz de dirigirse así a alguien al que acaba de conocer, pero la admiro. Ojalá yo pudiera ser igual de abierta que ella sin parecer una estúpida en el intento.

—Estabas contando la razón por la que no respondiste a mis mensajes —apunta mi amiga retomando el tema. Yo la miro, sin saber muy bien qué responder ahora.

¿Debo contar la verdad?

Claramente Paula no quiere que Guille y Laura sepan que nos conocíamos, así que debo acortar la parte en la que me quedo a dormir en la casa de Aren y lo escucho follar en la habitación de al lado. O simplemente no mencionar nada sobre Aren, lo cual me parece la mejor opción.

Explico mi aventura en la comisaría omitiendo la parte en que el hermano de mi mejor amiga pagó la fianza por mí, y Laura y Guille se quedan mirándome con admiración cuando termino.

—¿No pasaste miedo cuando te dijeron que solo tenías esa noche para pagar la fianza?

—Claro, casi me cago encima.

Paula también está escuchando mi relato. Ella sabe que no he contado la verdadera versión, pero no dice nada al respecto.

—Normal... —se compadece Laura antes de entrar en la clase—. Es que parece una situación de película.

—Lo siento por interrumpir la conversación —se disculpa Paula con su voz dulce—, pero tengo que irme a mi correspondiente grupo —expone la rubia de ojos verdes con mucha pena—. ¡Nos vemos luego!

Todos nos despedimos de ella.

Sin esperármelo, justo cuando cruzamos el umbral del salón de actos para empezar la clase, Guille pasa su brazo por mis hombros como si de una serpiente se tratase.

—La verdad es que ayer fuiste muy valiente —comienza a decir ante mi sorpresa—. Laura y yo fuimos arrestados juntos y tú, en cambio, estabas sola —establece con un brillo en los ojos mientras me mantiene agarrada con fuerza—. Te admiro por haber soportado toda la presión por ti misma.

Laura nos mira con una sonrisa tonta desde su sitio y yo no sé qué responder. Todo ha ocurrido demasiado rápido y ha sido muy inesperado, incluso más que la puta detención de anoche.

De verdad Guille acaba de agarrarme y hablarme tan cerca sobre... ¿mi valentía?

—G-gracias... —contesto secamente, asimilando la situación. Él vuelve a sonreírme y se separa de mí para acompañar a Laura y sentarse en las butacas de madera de clase.

No. Mar, no puedes estar sintiendo lo que estás sintiendo.

Pero por más que me lo repita, no puedo evitarlo. Guille me atrae desde el primer momento en que lo conocí, y cualquier contacto con él provoca que miles de escalofríos me recorran todo el cuerpo.

¿Qué puedo hacer para no sentirme así?

—Qué pena que Paula no venga en nuestro grupo —se lamenta Laura mientras saca su ordenador portátil, distrayéndome de mis tonterías.

Guille se encoge de hombros y yo me quedo pensativa por un rato. Lo más raro es que no es por lo que acaba de ocurrir, sino por un dato poco relevante para ellos que acaba de captar mi atención por completo.

—Pero... ¿Paula tiene nuestra edad? —indago empezando a atar cabos.

—Claro —contesta Guille—. Solo que ella va en el grupo C y nosotros en el B. ¿Creías que era mayor que nosotros?

Niego con la cabeza por inercia, pero sí lo creía. Su aspecto es el de una chica de 20 años, por lo menos. Pero, además, pensaba que era así por Aren. Él nunca se ha liado con una chica de la edad de su hermana.

Pero si Paula tiene mi edad eso significa que, efectivamente, Aren se está liando con una chica de la edad de su hermana.

AREN. SE. ESTÁ. LIANDO. CON. UNA. CHICA. DE. LA. EDAD. DE. KAIRA.

Intento contener mi emoción cuando veo que el profesor acaba de entrar en el aula, pero mis manos se dirigen hacia mi móvil para enviarle un mensaje a mi mejor amiga con la noticia que acabo de descubrir.

Esto sí que supone un giro interesante de los acontecimientos.

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