Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

28. Un amanecer compartido

Capítulo 28

—¿Qué hora es?

Escucho mi voz mientras estiro el brazo para buscar a Aren en el otro lado de la cama, todavía medio dormida y con los ojos cerrados.

—Aren...

No obtengo respuesta.

—Aren, ¿estás ahí? —insisto.

Como mi pregunta vuelve a quedarse suspendida en el aire, me yergo de la cama y levanto la persiana de la habitación del moreno, dándome cuenta de que he estado sola durante todo este tiempo.

Extrañada debido a su ausencia, camino hacia la puerta y me dirijo hacia la cocina de la casa. Pero, antes de salir de la habitación, un olor a café recién hecho entra por mis fosas nasales.

Cuando mis pies descalzos tocan las baldosas de la cocina, Aren ya está despierto y me recibe con una sonrisa de oreja a oreja en la cara.

—Buenos días.

El chico se acerca a mí y deposita un pequeño beso en mis labios.

—Buenos días —repito, soñolienta—. ¿Has hecho café?

—Sí, para ti —me acerca una taza, más sonriente y feliz que nunca—. A ver si te gusta.

Yo le doy las gracias mientras bebo un sorbo.

—Está muy rico —le hago saber.

—También he hecho napolitanas caseras —me informa sin dejar de sonreír, sacándolas del horno y colocándolas en la encimera—. Es mi primera vez, así que no sé si estarán buenas.

—¡¿Qué?!—mis ojos se abren debido a la sorpresa, ya que no me esperaba verlo en esta faceta de cocinero—. ¿A qué hora te has levantado para hacer todo esto?

De repente, estoy más despierta que nunca.

—Eso no importa.

—¡Claro que sí! —exclamo—. Me siento fatal. Podría haberte ayudado.

—No te preocupes por eso.

—¡Claro que me preocupo!

—Mar, es algo que quería hacer por ti desde hace muy tiempo —silencia mis quejas con total sinceridad—. Así que acepta mi desayuno sin sentirte mal.

Me deja sin palabras.

—Está bien —accedo finalmente.

—¡Por fin me haces caso en algo! —se lamenta con una sonrisa de medio lado en la cara—. Eres muy testaruda, ¿eh?

—¡Oye! —le doy un pequeño golpe en el hombro—. No soy testaruda —me cruzo de brazos.

—No es nada malo —me aclara rápidamente—. De hecho, me gusta —asiente varias veces con la cabeza, mirándome de arriba a abajo con cierto deseo.

Su mirada me pone nerviosa, pero decido ignorarlo para seguir defendiendo mi postura.

—Pero es que no lo soy.

—¿Ah, no? —me dice mientras coloca los últimos croissants en una bandeja, listos para ser comidos durante el desayuno.

—No.

—¿Entonces por qué te has cruzado de brazos cuando te lo he dicho?

Ni si quiera me había dado cuenta.

—Pues porque... —intento buscar una excusa, pero no soy capaz y termino riéndome de la situación—. Vale, tal vez sea un poco testaruda —admito finalmente.

Aren se acerca a mí entre risas y deja un beso en la comisura de mis labios. Yo lo correspondo y decido pasar cariñosamente mis brazos alrededor de su cuello. Ahora que puedo, quiero tenerlo cerca de mí.

—Ya lo sabía, Mariana —dice mientras estamos abrazados.

Mi ceño se frunce al escucharlo. El moreno me observa atentamente, sabiendo a la perfección lo que ha causado en mí pronunciando esas palabras.

—¿Cómo que Mariana?

—¿No te gusta? —me agarra de forma juguetona por la cintura, sin dejar de mirarme a los ojos.

—Pensé que ese nombre había quedado en el pasado —replico, chasqueando la lengua.

—¿Acaso Mariana no es tu nombre?

—Ya sabes a lo que me refiero.

—Pues no, testaruda. Ilumíname —sigue picándome para ver hasta dónde puedo llegar.

Me quedo mirándolo en silencio, sin saber si continuar con su juego de piques o no. Aren espera pacientemente mientras me acaricia el pelo, y su sonrisa me transmite que desea una respuesta por mi parte.

—Pensé que ya no me odiabas —comienzo a decir después de unos segundos—. Ese nombre lo utilizabas antes, cuando no me soportabas y me veías solo como la mejor amiga de tu hermana. Por eso me resulta raro que lo sigas utilizando —continúo explicando.

—Es que todavía no te soporto —se pone serio de repente.

—¿En serio? —elevo una ceja, poco convencida de su respuesta.

—Para nada.

—¿Nada de nada? —pongo morritos, fingiendo estar apenada.

Acto seguido, Aren llena mi cara de pequeños besos que me causan miles de cosquillas en el cuerpo, para acabar besándome la boca sin la intención de ir más allá. Nunca lo había visto actuar de manera tan dulce y me resulta raro, pero tampoco me voy a quejar de ello.

—¿Desayunamos?

El moreno señala los croissants recién cocinados. Yo los miro, deshago el abrazo y me dirijo hacia ellos.

La verdad es que tengo bastante hambre y huelen muy bien, así que rápidamente cojo uno de la bandeja y me lo llevo a la boca sin esperar a que Aren haga lo mismo.

—¡Qué bueno está! —exclamo cuando he masticado el primer bocado—. ¿De verdad lo has hecho tú?

—¿Cómo me haces esa pregunta? —me mira, ofendido— ¿Acaso estás dudando de mis habilidades como cocinero?

—Es que está demasiado bueno y me ha sorprendido —le doy mi aprobación sincera.

—¿No crees que yo sea capaz de cocinarlos?

—No lo sé... —finjo duda.

—Pues sí, los he hecho yo —me confirma mientras se lleva también uno de los croissants a la boca—. Cuando era pequeño, mi madre me apuntó a un curso de repostería junto con Kaira —me explica—. Recuerdo que la primera receta que nos enseñaron fue a hacer croissants y desde entonces no la he olvidado. La verdad es que disfruto mucho mientras cocino.

Aren se sienta en una de las sillas de la cocina, acompañado por su taza de café y todavía con el pijama puesto. Verlo en esa faceta es como un sueño para mí, algo que jamás pensé que sucedería, pero que efectivamente está ocurriendo ahora mismo delante de mis propios ojos.

—Vaya, no lo sabía —le hago saber mientras me siento a su lado.

—Hay muchas cosas que no sabes sobre mí.

—¿Ah, sí?

—Claro —se encoge de hombros con cierta chulería.

—Ni tú de mí —contraataco con una gran sonrisa en la boca—. Demasiadas, de hecho.

—¿De verdad?

—Así es —me mantengo firme en el sitio.

—¿Como qué? —se interesa de repente, centrando toda su atención en mí y mirándome fijamente—. Venga, dime alguna curiosidad sobre ti.

Me quedo en silencio, pensativa.

—Tengo tantas que ahora mismo no se me viene ninguna a la mente —intento salir del paso.

El moreno levanta una ceja, escéptico, sin dejar de mirarme en ningún momento. No se está creyendo nada de lo que le estoy diciendo.

—¡No me mires así! —me quejo—. Ya sabes que me cuesta pensar bajo presión, y más si me estás mirando con esos ojos.

—¿A qué ojos te refieres? —finge no saber de lo que estoy hablando.

—Pues... ¡a los que me están mirando ahora mismo! —lo acuso con el dedo de forma dramática, causando su risa—. Me ponen muy nerviosa y no me dejan concentrarme.

—Ahora va a ser mi culpa que no tengas una gran agilidad mental...

—¿Perdona? —mis ojos se abren como platos al escucharlo—. ¿Me estás llamando tonta?

—No. Te estoy diciendo que no tienes un gran agilidad mental —me guiña un ojo con diversión, claramente bromeando—. Es un chiste —añade rápidamente al ver que no estoy sonriendo.

Me mantengo seria y con la mirada fija en el moreno, quien se acerca a mí y me abraza mientras me pide disculpas repetidas veces con arrepentimiento.

—¡Ya sabes que es broma! —me da pequeños besos por toda la cara—. Eres muy lista, y lo peor de todo es que lo sabes.

Sigo sin decir nada. Me gusta que me haga cumplidos.

—Sí, lo sé —me limito a responder.

Aren se ríe al escucharme.

—¿Y qué más soy? —le pregunto, todavía con una expresión desagradable en la cara.

—¿Ves? —me observa con admiración—. Siempre sabes qué hacer para salirte con la tuya —asiente varias veces con la cabeza, asombrado.

—Bueno, ¿y qué quieres que haga? —me encojo de hombros—. Es lo que mis profesores me enseñan en mi carrera universitaria.

—¿Te aprenden a ser una manipuladora?

—Sí, algo así —bromeo, sonriendo de forma traviesa—. Lo malo es que aún estoy en mi tercer año, así que a veces cometo errores.

—Comprendo —capta mi ironía al instante.

Los dos nos miramos sin decir nada, pero sintiendo una enorme conexión entre nosotros. Es tan fácil pasárselo bien y hacer bromas con alguien que tiene el mismo sentido del humor que tú.

Sin embargo, es tan difícil coincidir así con alguien que me entran unas ganas repentinas de llorar al darme cuenta de que yo sí lo he conseguido.

—Entonces, ¿qué más soy? —insisto.

—Pues... además de ser lista, eres muy guapa.

—¿De verdad?

—Sí —susurra cerca de mi boca, encendiendo un deseo sexual en mí que hace tiempo pensaba que estaba apagado—. Demasiado guapa.

—Tú tampoco estás mal.

—Lo sé.

—Creído... —pongo los ojos en blanco.

Me levanto de la silla para ir en busca de más azúcar. Aren aprovecha el momento para imitarme y arrinconarme contra la encimera, introduciendo su lengua en mi boca. Tardo un momento en asimilar lo que está ocurriendo, pero rápidamente le devuelvo el beso.

Mi cuerpo está completamente pegado al suyo. Abro mis piernas para dejar que el moreno se introduzca entre ellas, causando que un calor repentino se apodere de mí tras lo que he hecho.

Ninguno de los dos detiene el ritmo del beso. Es intenso y se nota que ambos teníamos ganas de que esto sucediese, por eso no me contengo más y atrapo su labio inferior entre los dientes, tirando ligeramente de este. Aren gruñe en mi boca y puedo sentir que una de sus manos se desliza tímidamente dentro de mi ropa interior.

El corazón bombea con fuerza dentro mi pecho y la temperatura de la habitación se ha disparado a un nivel estratosférico. Este sentimiento se incrementa cuando el moreno empieza a jugar con la tira de mi braga, con la intención de bajarla y dejarme desnuda delante de él. Contengo la respiración mientras subo la mano hasta su cuello y profundizo aún más el beso.

Pienso que ha llegado el momento tan esperado hasta que el timbre de la casa nos sobresalta, causando que Aren retire su mano de la zona peligrosa y nos separemos el uno del otro como si lo ocurrido no hubiera pasado.

—¿Me escondo? —entro en pánico.

Aren se lleva la mano a sus labios, los cuales se encuentran rojos e hinchados tras nuestro beso, mientras me mira como si hubiese perdido la cabeza.

—No.

—¿No? ¿En serio? —me revuelvo en mi sitio, sin saber muy bien qué hacer—. Pero entonces Lucas y María me van a ver.

—¿Y qué pasa?

—Pues... que igual no quieres que me vean contigo.

—¿Estás loca? —niega varias veces con la cabeza, sin dar crédito a lo que estoy diciendo.

—Yo solo te lo estoy preguntando —me excuso.

—Mar, te he hecho hasta el desayuno —se limita a responder, todavía con la voz algo agitada—. ¿Realmente crees que no quiero que me vean contigo?

—No lo sé.

—¿De verdad no lo sabes o solo lo estás diciendo para que dichas palabras salgan por mi boca?

—No lo sé, en serio —admito con sinceridad.

—Joder... —inclina la cabeza, frustrado—. ¿Me vas a hacer decirlo en voz alta?

—¿El qué?

Lo miro sin entender de lo que está hablando. Me he tenido que perder en alguna parte de la conversación porque no tengo ni idea de a lo que se refiere. Por primera vez no estoy haciéndome la tonta para escuchar aquello que quiero salir por su boca, simplemente no sé qué quiere decirme.

—Creo que no te entiendo —sigo diciendo.

Aren aparta la mirada y la dirige hacia el suelo. Escucho las voces de Lucas y María en el salón de la casa. No nos queda mucho tiempo hasta que lleguen a la cocina, así que el moreno debe apresurarse si quiero saber ahora mismo lo que me estaba a punto de decir.

—¿Aren?

Consigo que el chico eleve los ojos y me mire a la cara.

—Me da igual que me vean contigo porque quiero que mis amigos sepan quién es mi novia —suelta de repente.

Justo en el mismo momento Lucas, María y una tercera persona entran por la puerta de la cocina, interrumpiendo nuestra conversación.

Novia.

Aren ha dicho que soy su novia.

—¿Mar? ¿Qué haces aquí?

Mi amiga Laura se abalanza a mis brazos nada más verme. Pero yo no soy capaz de reaccionar a lo que está pasando porque me he quedado petrificada en el sitio, con la boca abierta y los ojos perdidos en un punto fijo de la cocina, reproduciendo una y otra vez las palabras de Aren.

—¿Has dormido aquí? —me da un codazo amistoso que me devuelve a la realidad.

—¿Qué haces tú aquí? —cambio de tema.

—Pues he venido a la casa de mi novia María —me recuerda mientras me guiña un ojo de forma descarada—. Pero no has respondido a mi pregunta. ¿Qué haces tú aquí?

—Vamos, no la agobies —María me mira con comprensión, sabiendo que lo estoy pasando un poco mal con el interrogatorio.

—No la estoy agobiando —se queja la chica de pelo corto.

—Un poco sí —Lucas interviene en la conversación—. Pero a mí también me interesa saber qué haces aquí, Mar —me sonríe maliciosamente.

—Qué cabrón... —murmuro en voz no tan baja para que me escuche.

—Te he escuchado.

—Era lo que pretendía.

Una sonrisa malvada se escapa de mis labios.

—¿Queréis croissants?

Aren alza la voz, aclarándose la garganta antes de hacerlo. Yo le agradezco con la mirada que haya intervenido, ya que los tres se dirigen hacia la bandeja y comienzan a devorar el desayuno restante que quedaba encima de la mesa, olvidándose de mí por completo. Él me sonríe.

No me siento preparada para contárselo y creo que Aren ha captado la indirecta, por eso me ha ayudado a ocultarlo. Me parece demasiado pronto y me gustaría que nuestra relación avanzase un poco más para que nuestros amigos lo sepan.

—¿Dónde los has comprado? Están buenísimos —Lucas halaga a su compañero de piso.

—Eso —Laura lo apoya, comiéndose el último de todos.

—Los he hecho yo.

Todos nos quedamos en silencio. María, Lucas y Laura se miran entre ellos, para luego observar de arriba a abajo a Aren y acabar con sus ojos fijos en mí.

—¿Qué pasa? ¿Por que me miráis así? —me pongo a la defensiva.

Los tres se vuelven a mirar con una expresión de sospecha en la cara. Sé lo que están pensando y la verdad es que no puedo culparlos por ello. Si yo estuviese en su lugar, habría llegado a la misma conclusión.

—¿Qué estáis celebrando? —pregunta Lucas.

—¿A qué te refieres? —el moreno le responde con otra pregunta.

—Que tú nunca desayunas, y menos algo con tanta preparación como esto —le explica, elevando una de sus cejas—. ¿A qué se debe que hayas cocinado?

—Debe haber pasado algo muy especial...—deja caer María, lo cual me sorprende—. Bueno, todos tenemos nuestra vena cotilla, y más si salgo con la persona más cotilla de todas —se justifica.

—¡Oye! ¡Yo no soy cotilla! —se queja Laura.

—Un poco sí.

—Nos estamos desviando del tema —Lucas vuelve a hablar—. ¿Qué ha pasado en tu vida para que hayas preparado este desayuno mientras Mar se encuentra en nuestra casa?

—¿Se lo has preparado a ella? —añade mi amiga de la universidad.

Aren me lanza una mirada de súplica. Se siente acorralado y no sabe qué responder. Nuestros amigos nos han pillado y no podemos hacer nada por ocultarlo.

—No es tan difícil de adivinar, ¿no?

Las palabras salen por mi boca sin que pueda evitarlo. Hasta yo misma me sorprendo de lo que he dicho.

—¿Estáis... juntos? —Laura nos lo pregunta a ambos, mientras el resto nos mira expectantes, esperando por una respuesta.

—Se puede decir que... —empiezo a decir.

—Sí. Nos estamos dando otra oportunidad —Aren completa mi oración con una sonrisa de oreja a oreja mientras me mira.

Yo no puedo evitarlo y sonrío con él, sintiendo que mi cuerpo se vuelve liviano y mi cabeza se traslada a las nubes. Nunca antes había sentido nada parecido. Aren me transmite paz y calma, la sensación de que todo va a salir bien si él está a mi lado.

Supongo que en eso consiste enamorarse y por eso no lo había descubierto hasta ahora.

—¡Enhorabuena! —Laura salta a mis brazos de la emoción.

—¿Desde cuándo?

Escucho que María le pregunta a Aren mientras Laura no deja de abrazarme y decirme lo feliz que está por mí.

—Desde ayer —contesta Lucas por nosotros—. Ya me lo agradeceréis.

—Sh... —le mando callar.

—¿Qué te tenemos que agradecer?

Pero el moreno es más rápido que yo y consigue escuchar lo que dijo su amigo y compañero de piso.

—¿Puedo decírselo?

Lucas me pide permiso y yo asiento con la cabeza.

—Yo fui el que convenció a Mar para que viniese a hablar contigo —me descubre delante de todos, pero a Aren no parece importarle—. Si no, ¿por qué crees que no hemos pasado aquí la noche? Sabía que vendría a verte después de nuestra charla.

—¿Por eso insististe en que durmiésemos en mi piso? —pregunta Laura, asombrada.

—Así es.

—Madre mía, lo tenías todo planeado —me río, casi sin creérmelo.

—Es que parecíais dos almas en pena, en serio, creo que sufrí vuestra separación igual o más que vosotros —nos confiesa sacudiendo la cabeza hacia los lados—. Tenía que hacer algo si quería veros felices. No podíais estar más tiempo así.

—¡Qué monada! —María abraza a Lucas, conmocionada con la historia—. Si cuando quieres, eres un angelito.

—Yo solo quería ver a mi amigo feliz —sonríe de forma inocente.

—Lucas, creo que estás exagerando un poco.

La voz grave de Aren se hace presente en la sala y yo lo miro con una expresión interrogante.

—¿Eso qué quiere decir? ¿Que no sufriste por mí?

—Bueno, tanto como sufrir... —se rasca la cabeza, incómodo.

—Que no te engañe, estaba fatal —su amigo lo corta y Aren le lanza una mirada amenazadora—. Es cierto, no me mires así.

—Sí, se te notaba más apagado que de normal —María le da la razón.

—Me estáis haciendo quedar mal...

—Qué va, me gusta saber lo mucho que sufriste cuando estuvimos separados.

—Tú también lo pasaste mal —me recrimina—. Te recuerdo que necesitabas tanto hacer las paces conmigo que te presentaste en mi casa a las once de la noche.

—Y tú me pediste que me quedase a dormir contigo porque no podías pasar un día más sin mí.

El contraataque parece ser victorioso porque Aren me acerca a él y me deposita un tierno beso en  los labios, causando los gritos ensordecedores de mis amigas, la cuales probablemente no se esperaban lo sucedido.

—¿Por qué gritáis? —no puedo evitar reírme ante la situación.

—Pues porque sois muy shippeables —me hace saber Laura. Ella sí que no deja de sonreír desde que ha conocido la noticia—. Además, nunca te había visto en esta faceta de "novia cariñosa", así todo esto me sorprende un poco.

—Vete acostumbrándote.

Le saco la lengua mientras abrazo a Aren, provocando más gritos por parte de mi amiga. El moreno comienza a acariciarme la espalda por debajo de la camiseta que llevo puesta. Él también está sonriendo todo el tiempo. Supongo que está contento porque ya no siga conteniéndome.

Ya era hora.

—Pero una cosa —me pongo seria de repente, ganándome la atención de todos los presentes—. No se lo digáis a nadie más —les advierto.

—¿Por qué? —inquiere Lucas—. ¿No queréis que lo sepa más gente?

—No, de momento.

Observo que Laura se revuelve en su sitio y la conozco demasiado bien para saber lo que eso significa.

Se ha ido de la lengua.

—¿A quién se lo has dicho? —le pregunto directamente.

—¿Qué? ¿Yo? —me mira como si hubiese perdido la cabeza—. A nadie...

—Laura.

—A Guille hace un rato por mensaje. Pero a nadie más, te lo prometo —me confiesa sin que insista demasiado.

—Está bien —me río.

—¿No te enfadas conmigo?

—La verdad es que me has hecho un favor, porque yo se lo habría acabado contando en el momento en que lo viese —me encojo de hombros, reconociendo la verdad.

—¿En serio? —Aren me mira con los ojos muy abiertos, sin creérselo—. Tienes un concepto muy extraño de guardar un secreto, Mar.

—Es muy amigo mío y sé que no se lo dirá a nadie más —me limito a responder.

—Es cierto. Guille sabe guardar secretos —Laura me apoya.

—Si a mí me da igual, es solo que me ha hecho gracia.

Aren me agarra de la mano y entrelaza delicadamente sus dedos con los míos. María y Laura están hablando entre ellas y Lucas se ha marchado a su habitación. El interrogatorio ha terminado y es momento de volver a estar juntos para hablar de todo lo que ha quedado pendiente sobre nuestra relación.

Cuando estoy a punto de sugerirle que nos marchemos, Aren sitúa su boca cerca de mi oreja.

—¿Nos vamos a dar una vuelta por Barcelona? —me pregunta.

Su aliento con olor a café y menta choca contra mi piel. Yo sonrío y me muerdo de forma inconsciente el labio.

—Contigo iría a cualquier parte.

El moreno eleva una ceja, sorprendido tras lo que he dicho. Creo que no se esperaba que esas palabras saliesen por mi boca o, por lo menos, no tan temprano.

—Es broma —intento suavizar la situación.

Pero la verdad es que lo he dicho completamente en serio.

***

Llego a mi casa después de estar un día completo fuera de ella.

Son las doce y pico de la madrugada y Aren me acaba de dejar con su coche en el portal, despidiéndose con un tórrido beso que casi me deja sin respiración.

Nos hemos pasado todo el día juntos, visitando lugares de Barcelona que no conocía y disfrutando de la compañía mutua. Creo que no había hablado tanto en mi vida, pero es que la conversación era tan fluida e interesante, que resultaba imposible quedarse callada.

Jamás me había sentido tan cómoda con alguien.

Mientras subo en el ascensor, me miro en el espejo y sonrío como una tonta. Todavía sigo sin asimilar todo lo que ha pasado. Aren y yo hemos hecho las paces, así como hemos hablado de nuestra relación y definido que nos dejaremos llevar por lo que sintiésemos en cada momento.

Pero yo estoy segura de una cosa: Aren me gusta mucho. Y creo que a él también le gusto mucho.

Cierro la puerta de mi habitación detrás de mí y corro a tumbarme en la cama, enviándole un mensaje a Aren para que sepa que me lo he pasado muy bien con él y que me encantaría volver a repetirlo.

Después dejo el móvil a un lado y cierro los ojos. Sumida por la oscuridad de la noche, no puedo dejar de pensar en la sonrisa del moreno y en todo lo que me hace sentir con su simple presencia. Con tan solo pensarlo me entran miles de cosquilleos por el cuerpo.

Eso es a lo que yo llamo "el efecto Aren".

Mi móvil vibra y lo cojo pensando que puede ser él, pero el mensaje que aparece en la pantalla borra mi sonrisa por completo.

Es de Paula.

"Me he enterado de que estás saliendo con Aren. Creo que te estás equivocando".

Mi cuerpo se levanta inmediatamente de la cama. Mi corazón comienza a ir a mil por hora. No estoy entendiendo nada.

Leo el mensaje que me ha enviado varias veces, pensando que se trata de una mala compresión lectora, pero no. Cuanto más lo leo, más consciente soy de sus palabras.

"¿Qué quieres decir con eso?", le escribo.

Veo que se pone en línea, escribe, deja de escribir, se desconecta. Vuelve a conectarse y se mantiene un buen rato así hasta que comienza a escribir otra vez.

Me muerdo las uñas mientras observo la pantalla de mi móvil. Ya no escribe y no sé qué hacer para que me conteste.

"Paula, ¿qué pasa?".

Espero unos segundos. La respuesta de la rubia no tarda en producirse.

"Da igual, no me hagas caso. Buenas noches".

Y se desconecta como si nada mientras yo me mantengo mirando el mensaje con la mirada perdida, y un montón de dudas por resolver.

─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───

Sé que hay errores pero no quería dejaros más tiempo sin un capítulo :) espero que os guste.

Ya queda poco para que termine la historia. ¿Qué pensáis que está ocurriendo? 🙃

Gracias por leer, votar, comentar y, sobre todo, por vuestra paciencia.

Como siempre, nos leemos

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro