Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

24. Un mal inicio de año nuevo

Capítulo 24

El fin de diciembre llega y con él, la fiesta de Nochevieja.

Mi familia y yo nos hemos reunido en casa para charlar y cenar marisco, y cuando ha llegado la hora de las campanadas, lo hemos celebrado con champán y muchos abrazos de por medio.

No sé por qué pero estas fechas suelen ponerme muy triste. Tal vez por la ausencia de algunos seres queridos en la mesa o porque el transcurso de un año siempre es nostálgico, ya que es inevitable no detenerse a rememorar todos los recuerdos vividos.

De todas formas, a pesar de lo anteriormente mencionado, fin de año también es un día bonito y divertido. De hecho, ahora mismo me encuentro junto al resto de mis amigas esperando por Kaira debajo de su casa. Cuando mi mejor amiga termine de arreglarse y baje al portal, nos iremos todas juntas a alguno de los pubs de mi pueblo.

—Mar, ¡te queda genial ese vestido rojo! —exclama Valeria cuando me levanto de las escaleras y todas pueden apreciar mi atuendo.

—¡Tú también estás muy guapa! —la halago de vuelta, avergonzada tras escuchar el cumplido—. Todas lo estáis, de verdad —añado mirando a Helena y a Raquel.

—¿Y yo? ¿Os gusta cómo voy vestida? —Kaira aparece detrás de nosotras y nos agarra a todas para darnos un abrazo grupal.

—¡Estás guapísima! —contestamos casi todas al unísono.

—Uf, me estáis sonrojando... —se hace la humilde, deshaciendo el abrazo—. Pero acepto el halago viniendo de unas diosas como vosotras —se ríe mientras nos observa de arriba a abajo.

Kaira intenta bajar el escalón de la entrada de su casa como una supermodelo, pero falla en el intento y se tropieza consigo misma. Gracias a Valeria, este accidente no se convierte en una tragedia y la rubia solo se despeina un par de bucles que hay en su pelo.

—¿Has bebido algo de champán en tu casa? —Raquel eleva una ceja, inquisitiva.

—No voy a decir que sí, ni que no —contesta Kaira, encogiéndose de hombros—. Yo lo dejo a vuestra interpretación.

—Entonces la respuesta es claramente que sí —intervengo, causando la risa del resto.

—¡No seas mala! —se abalanza sobre mí y me abraza—. ¿A dónde queréis ir? David me ha dicho que a estas horas no habrá nadie en la discoteca —cambia de tema.

—¿Y debemos fiarnos de tu novio? —duda Helena.

—Claro que sí —responde Kaira, ofendida ante la duda.

—¿Entonces a dónde vamos ahora?

—Pues a donde está todo el mundo.

Todas miramos a Raquel con confusión, sin saber de qué está hablando. La chica suspira y niega con la cabeza, no creyéndose que no sepamos la respuesta.

—Tenemos que ir a la fiesta privada de Kevin.

—¿El tío con el que te liaste el otro día? —inquiere Helena, poco convencida.

—Sí, ese mismo —nos confirma con una sonrisa traviesa—. Está organizando una prefiesta en su casa y me dijo que estábamos invitadas.

—Porque quiere volver a liarse contigo —vuelve a apuntar Helena.

—Da igual la razón. Estamos invitadas y eso es lo más importante de todo.

—No vamos a ir —sentencia Kaira.

—¿Por qué?

—Pues porque estará mi hermano —mi corazón comienza a palpitar con fuerza al escuchar su nombre, a pesar de que ya lo sabía—. Y también Yago —me mira directamente a mí, preocupada.

—Es verdad... —se lamenta Raquel—. Mierda, no había caído en eso —me dice, casi disculpándose por la idea.

Todas mis amigas se quedan calladas. Parece que el ánimo ha decaído tras el recordar el incidente ocurrido en el restaurante, y yo lo último que quiero es eso. No me apetece que la noche se estropee por un imbécil que no conoce sus límites.

—Vamos a ir a esa fiesta privada —suelto de repente.

—¿¡Qué?! —Valeria me observa con los ojos muy abiertos—. ¿Estás hablando en serio?

—Sí, ¿por qué no? —expongo con seguridad—. Me da exactamente igual que esté el idiota de Yago. Tú misma has dicho que Kevin nos ha invitado a la fiesta, ¿no? —le pregunto a Raquel. Ella asiente con la cabeza—. Pues ya está. Vamos.

—¿Estás segura de tu decisión? —Kaira se cerciora antes de ponernos en marcha.

Yo asiento con la cabeza, más convencida que nunca.

—¿Dónde vive Kevin?

***

Aren me sujeta y me atrae hacia él con firmeza, pegando mi cuerpo contra el suyo. Sus cálidos labios entran en contacto con los míos y hunde su lengua dentro de mi boca, ocasionando que el beso ente ambos se vuelva más intenso.

En un momento dado el chico tira levemente de mi pelo y yo no puedo evitar gemir en voz baja, sorprendida por el nuevo movimiento del moreno. Al escuchar mis jadeos, Aren detiene el beso para mirarme con el ceño fruncido desde las alturas.

—¿Eso que acaba de salir por tu boca es un gemido? —el chico no puede contenerse la risa y una carcajada sonora se escapa de su boca.

Me maldigo a mí misma por ser tan poco oportuna, incluso para gemir.

—Joder, Aren —le regaño—. Siempre tienes que estropear el momento con tus tonterías... —bufo.

El moreno deja de reírse al escucharme y una expresión preocupada aparece en su cara.

—¿Crees que lo he estropeado?

—Pues sí.

—¿Lo dices en serio? —me mira, asustado.

Yo pongo los ojos en blanco antes de agarrarlo del cuello y acercarlo a mí para volver a besarlo. Como él ha jugado sucio conmigo, yo también quiero devolvérsela. De modo que bajo las manos hacia el límite de su pantalón negro de traje y comienzo a bajar de la cremallera lentamente.

—Uy... —se muerde los labios, exasperado—. Estás jugando con fuego, Mariana —me detiene la mano y la coloca a mi costado, lejos de él y de su pene.

—¿Por qué? —sonrío inocentemente.

El chico chasquea la lengua y echa la cabeza hacia atrás antes de contestar.

—Por favor, no me pongas esa cara porque me entran ganas de empujarte contra la pared y follarte duro.

—¡Aren! —le llamo la atención.

—¿Qué pasa? —se encoge de hombros—. Hay que llamar a las cosas por su nombre.

—Pero eso suena demasiado... brusco —busco la palabra adecuada.

—Pues si lo prefieres puedo decir que me entran ganas de hacerte el amor —ladea la cabeza, sin dejar de mirarme a los ojos—. ¿Te gusta más esa opción?

—No, tampoco —niego con la cabeza, riéndome—. Esa es demasiado pastelosa —finjo tener un escalofrío de desagrado.

—¿Entonces qué expresión prefieres?

—¿Ninguna? —ofrezco dicha posibilidad.

—El gemido que has soltado antes no ha dicho lo mismo.

—No me lo recuerdes —oculto mi cara con las manos debido a la vergüenza—. Ha sido sin querer, ¿vale? —me defiendo.

—Aunque haya sido sin querer, me ha dado a entender que tú también tienes ganas de lo mismo que yo —me guiña un ojo, divertido.

—No hablemos de eso ahora... —me alejo de él.

—¿Por qué? ¿Te ha molestado que diga eso?

—No, qué va —murmuro en voz baja, agachando la cabeza—. Es que ahora mismo estoy bastante...

—Bastante... ¿qué?

—Bueno, ya sabes —intento no decir la palabra con todas mis fuerzas.

—No, no lo sé —juega conmigo—. ¿Cómo estás ahora mismo?

—Aren, lo sabes perfectamente —lo regaño.

—No, dímelo.

—Pues que estoy cachonda —lo admito sin pensar demasiado—. Estoy bastante cachonda y ahora mismo no me apetece hablar de sexo —completo la oración de antes.

—¿Ves? No ha sido para tanto —se ríe de mí.

—¡Cállate!

Todavía sin dejar de reírse, Aren coloca mi cara entre sus manos y me da un beso cariñoso en la mejilla. Sin embargo, yo se la giro y el moreno acaba dándomelo en los labios. Se queda unos segundos quieto, sorprendido por lo que acabo de hacer, pero luego me sigue el rollo y dirige sus manos hacia mi trasero para comenzar a manosearlo.

Intento detenerlo para que la situación no se ponga más subida de tono de lo que ya está, pero en ese momento Aren me agarra del cuello y me besa como nunca antes me había besado. Yo me quedo sin palabras, pero le devuelvo el beso y comienzo a respirar agitadamente.

—¿Te he dicho lo mucho que me pones con ese vestido? —me susurra en la oreja, dejando un lametón por el camino.

—Sí, ahora mismo, pero ya lo sabía —sonrío, sujetándolo del pelo y empotrándolo contra la pared.

El chico gruñe al verme en mi faceta dominante y me besa con más pasión.

Sin embargo, esto dura poco porque Aren me agarra de los muslos para subirme en sus brazos y tirarme encima de la cama que está a nuestro lado. Yo vuelvo a gemir debido al placer, y el chico aprovecha para colocar una de sus manos muy cerca de mis partes íntimas.

No me lo puedo creer. Va a suceder.

Voy a perder mi virginidad con Aren en medio de una fiesta.

Cuanto más pienso en ello, más bruscos y deseosos se vuelven nuestros restregamientos. Y cuando pienso que su mano va a introducirse dentro de mi tanga para masturbarme con sus dedos, alguien toca en la puerta y Aren se detiene en el acto.

Los dos nos quedamos callados, esperando que alguien abra la puerta y nos pille a ambos, pero dicha persona no vuelve a molestarnos.

—Creo que... —despega su cuerpo del mío, levantándose de la cama. Parece aturdido y no sabe qué hacer con sus manos—. Creo que deberíamos bajar a la fiesta.

—Sí, claro —le doy la razón—. Llevamos demasiado tiempo aquí y nos estarán buscando —me rasco la cabeza, sin saber qué más decir.

Carraspeo varias veces, aclarándome la garganta, mientras Aren se coloca el traje que lleva puesto. Yo me levanto de la cama de mala gana y hago lo mismo pero con mi pelo, el cual se encuentra revuelto y desordenado tras lo sucedido.

—Te he manchado la cara con mi pintalabios —le advierto cuando vuelvo a respirar con normalidad.

Supongo que ninguno de los dos es capaz de hablar de lo que ha ocurrido o, más bien, de lo que ha estado a punto de ocurrir si no nos hubieran interrumpido.

—Da igual —él me mira y se encoge de hombros—. Ya me lo has hecho antes, en nuestro primer beso —dice ante mi sorpresa.

—¿Te acuerdas de eso? —me alejo un poco, asombrada ante lo que acabo de escuchar.

—Claro.

Yo asiento con la cabeza, sin decir nada más.

—¿Por qué te sorprendes tanto? —inquiere.

—Pues porque estabas borracho y pensé que no te acordarías de algo como eso, yo qué sé —fijo la mirada en el suelo, nerviosa.

—Fue un momento demasiado memorable como para olvidarme de él —me hace saber, divertido—. Además, ¿cómo puedes hacerme esa pregunta? Si tú estabas más borracha que yo —se mete conmigo.

—Porque yo aunque beba me acuerdo de todo al día siguiente —me quejo.

—Yo también —nuestros ojos se encuentran de imprevisto y ambos retiramos la mirada, avergonzados—. Siempre me acuerdo de todo.

—Ya —sonrío hacia mis adentros—. ¿Quieres que te limpie un poco la cara? Para que la gente no sospeche nada, ya sabes —me ofrezco, cambiando de tema.

—Vale, sí —accede sin dudarlo—. Pero, ¿cómo vas a hacerlo? —añade cuando se da cuenta de que no tenemos ningún baño cerca.

—Tengo toallitas en mi bolso —cojo el bolso situado en el suelo y lo abro.

—¿Qué llevas ahí adentro? —me mira horrorizado cuando ve cómo saco todo lo que tengo dentro de él, ya que no puedo encontrar el paquete de toallitas higiénicas.

—Lo esencial —me limito a responder.

—¿Un pintalabios es algo esencial para ti? —se burla de mí.

—Sí, para reparar el desastre que has hecho con tu boca, por ejemplo.

Después de buscar durante un rato dentro del bolso, encuentro las toallitas y comienzo a limpiarle la comisura de sus labios con una de ellas.

—Un desastre muy divertido, por cierto —agrega con retintín.

—Sí, lo que tú digas... —sigo frotando, pero esta vez en la zona del bigote.

Solo que Aren no tiene ningún pelo porque está completamente afeitado.

—¿Tanto me has manchado? —se queja mientras eleva una de sus cejas.

—Ya está, tranquilo.

Lo miro por última vez antes de guardar la toallita en el bolso. No puedo tirarla hasta encontrar una papelera dentro de la casa de Kevin, así que tendré que asegurarme que no mancha nada de valor.

—Perfecto —camina y se mira en el espejo del final de la habitación—. ¿Tú vas a bajar así? —me pregunta de repente, girándose hacia mí.

—¿A qué te refieres?

—No es por mal, pero tu maquillaje perfecto parece ahora el de un payaso.

—Ah, mierda —caigo en la cuenta y saco el mismo labial de antes del bolso—. Gracias por el cumplido, ¿eh? —le agradezco con ironía.

—De nada.

Yo sacudo la cabeza y me dispongo a volver a aplicarme el labial, pero Aren me lo saca de las manos mientras me mira con una expresión de súplica.

—¿Qué pasa? —ruedo los ojos.

—¿Puedo intentar maquillarte yo?

—¿Qué? ¿Tú? —pestañeo varias veces, atónita—. Ni de broma.

—¿Por qué no?

—Porque entonces sí me pareceré a un payaso, y de los que dan mucho miedo —me niego rotundamente.

—¿Más todavía? —me sonríe con picardía—. Es broma —se apresura a aclararlo. Sabe que no es el momento adecuado para hacer chistes—. Venga, ¿qué te cuesta? Tal vez no lo sabes y soy un maestro del maquillaje.

—No lo creo.

—Oye, no me subestimes —se defiende, haciéndose el ofendido—. Si no te gusta, puedes borrarlo con una de tus toallitas mágicas. No va a ser una tragedia.

Yo suspiro, pensando seriamente en la posibilidad. Aren me mira con ojos de corderito mientras me quedo callada, deliberando una decisión.

—Está bien.

El chico me sonríe y destapa el pintalabios.

—¿Sabes por lo menos cómo funciona? —me aseguro antes de que se ponga manos a la obra.

—Claro, vivo con mi hermana y la he visto pintárselos varias veces —me recuerda—. Aunque lo parezca, no soy tan tonto, Mar.

Vaaaaale.

Aren acerca la barra de pintalabios a mi boca y comienza aplicarla lentamente sobre mis labios. Está tan concentrado mientras lo hace que no puedo evitar sentir ternura por él. ¿De verdad he encontrado a alguien que hace este tipo de cosas por mí?

—Ya he terminado —me mira desde lo lejos, comprobando que está todo listo—. Mírate en el espejo y dime qué opinas al respecto.

—Espero no encontrarme con nada demasiado fuera de lugar...

Yo me acerco hacia el espejo con algo de miedo, pero me llevo una agradable sorpresa cuando el pintalabios rosa está perfectamente aplicado encima de mis labios.

—¿Te gusta?

—Sí —lo miro con sorpresa—. Está muy bien.

—Lo sabía —se hace el chulo pero yo le doy un manotazo cariñoso.

—No te subas demasiado que todavía te falta mucho para mejorar —le bajo los humos rápidamente.

Aren niega con la cabeza mientras se ríe de lo que he dicho. Luego pasa sus manos por mis caderas y me abraza por detrás. Miles de escalofríos recorren mi cuerpo ante el contacto.

—Estás guapísima —susurra a mi oído.

—Tú también —no puedo evitar sonrojarme.

Nos quedamos mirándonos en el espejo durante unos segundos, en silencio. Probablemente preguntándonos a nosotros mismos cómo hemos acabado así, juntos y con tantos sentimientos de por medio.

—Creo que es mejor que nos marchemos —deshago el abrazo—. Mis amigas estarán preguntándose dónde me habré metido. Sobre todo la cotilla de tu hermana.

—Sí, los míos también —deja salir un suspiro, dándome la razón.

—¿Sales tú primero y yo después? —pregunto—. Para que nadie de la fiesta nos vea salir juntos, digo —aclaro al instante para que no haya malentendidos.

—Sí, me parece bien —Aren se dirige hacia la puerta—. Nos vemos abajo —me sonríe de lado antes de salir de la habitación.

Hoy está más atractivo que de normal, y eso que es bastante difícil.

—Nos vemos abajo —le sonrío de vuelta.

El moreno me mira por última vez y abre la puerta de la habitación, desapareciendo detrás de ella y dejándome sola en la estancia.

***

—¿Dónde te habías metido?

Kaira aparece en mi campo de visión y me observa con una expresión interrogante. Incluso parece algo molesta al respecto, pero siempre que bebe alcohol actúa de esta forma, de modo que no le doy demasiada importancia.

—Fui al baño y había mucha gente, así que tuve que esperar —miento descaradamente—. Luego me encontré con Helena y la acompañé a afuera para que pudiese fumar —esta vez digo la verdad—. ¿Y tú?

—Estaba con David y sus amigos —señala a su novio, el cual se encuentra en una esquina con sus correspondientes amigos. Yo lo saludo alegremente con la mano y el chico hace lo mismo—. Pero desde hace un rato te estaba buscando.

—¿Por qué? ¿Ha pasado algo? —inquiero mientras bebo de la copa.

—Creo que esa que está ahí es la chica que sale con mi hermano.

Mis ojos se dirigen hacia donde Kaira está señalando con la mano, para encontrarme con una chica rubia y alta que está hablando con Aren.

—¿Por qué lo crees? Solo están hablando —indico con obviedad.

—No, míralos bien y fíjate en sus posturas. Ella está claramente ligando con él, y mi hermano no parece oponerse.

Le hago caso y me fijo mejor en ellos. Es cierto que están charlando muy pegados el uno del otro, pero eso no significa nada. La música está muy alta y es difícil mantener una conversación si no hablas directamente en la oreja de la otra persona.

Aún así, no puedo evitar ponerme un poco celosa.

—Además, fíjate en ella. Es igual a Chiara, el prototipo de mi hermano.

Si ella supiese que el supuesto prototipo de su hermano es lo opuesto y está ahora mismo situado a su lado...

—Bueno, yo no lo tengo tan claro —decido contestar.

—De todas formas esa relación va a terminar tan pronto como Aren vuelva a Barcelona —establece sin ningún tipo de duda.

—¿Lo dices por la distancia? —contengo mi risa debido a la ironía de la situación, ya que la chica que verdaderamente está conociendo a su hermano se va a Barcelona también.

Es decir, yo.

—También, pero no principalmente.

Tras decir eso, una sonrisa maliciosa aparece en los labios de mi amiga y se me quitan al instante las ganas de reírme.

—¿Por qué sonríes de esa forma? —pregunto con algo de miedo—. ¿Qué has hecho? —me cruzo de brazos, sabiendo que esa sonrisa de Kaira nunca trae nada bueno.

—¿Por qué he tenido que hacer algo? —se hace la inocente.

—Porque te conozco —replico al instante—. ¿Qué has hecho, Kaira?

—Pues... —baja la cabeza, dudosa—. Puede que hace unos días le haya enviado un mensaje a Chiara.

—¡¿Que tú qué?! —exclamo con los ojos muy abiertos—. ¿Por qué lo has hecho? —echo la cabeza hacia atrás, frustrada.

—Sé que no debería haberme metido, pero es que me daba pena.

—¿Que te daba pena? —repito sus palabras. Estoy comenzando a sonar enfadada—. ¿Qué te daba pena exactamente? —pregunto, claramente a la defensiva.

—Que no volviesen a estar juntos por culpa de un malentendido de mi hermano.

—Kaira, ¿te estás escuchando? —le recrimino. Ahora sí que estoy enfadada con ella y no pienso ocultarlo—. ¿Y se puede saber qué le has dicho? —me intereso, cruzándome de brazos como una madre enfadada.

—He organizado un viaje para que Chiara venga a Barcelona a finales de enero.

—¿¡QUÉ!? —elevo mi voz debido a la sorpresa—. ¿Estás hablando en serio?

—Solo quiero que aclaren las cosas —intenta justificarse—. Ya te dije que es lo mejor que le pudo pasar a mi hermano. ¡No quiero que la pierda por una tontería!

—¿Y tu hermano lo sabe? —ignoro todo lo que ha dicho—. ¿Tu hermano sabe lo que has hecho?

—No... todavía —admite con vergüenza—. Pero seguro que le hace mucha ilusión. Él también es consciente de que Chiara es la chica que quiere y necesita en su vida.

—No me puedo creer que hayas hecho eso —sacudo mi cabeza, decepcionada—. ¡Y más a sus espaldas!

—Me lo agradecerá, lo sé.

—¡Tú no sabes nada! —le chillo a mi mejor amiga, cegada por la furia.

Ella me mira como si fuera una completa extraña, sin reconocerme, y lo peor de todo es que yo la estoy observando de la misma forma. Respiro hondo varias veces, intentando calmarme para actuar como una persona racional.

Hoy estoy cavando mi propia tumba.

—Perdón por haberte gritado —empiezo a decir, arrepentida—. Pero es que no entiendo por qué te estás metiendo en la vida personal de tu hermano.

—Pues porque me importa.

—Si de verdad te importase, no tomarías decisiones por él —le echo en cara.

—No estoy tomando decisiones por él —niega rotundamente—. Solo lo estoy ayudando.

—¿A qué?

—A que se asegure de tener un futuro, en vez de andar vagando por ahí sin un rumbo fijo.

—Pero tal vez eso es lo que quiere —intento hacerla entrar en razón—. Igual tu hermano no quiere un futuro planeado por sus padres, si no averiguar por sí mismo cuáles son sus deseos y aspiraciones.

—Mar, no voy a discutir esto contigo —me corta de mala manera.

—¿Por qué?

—¡Pues porque no es de tu incumbencia! Solo te lo he comentado porque eres mi mejor amiga, pero lo que haga con mi hermano no te interesa en absoluto.

—Sí lo hace —digo sin pensar—. Porque me parece injusto lo que está sucediendo a sus espaldas. Tu hermano se merece saber la verdad, todos lo necesitamos —añado para que no resulte demasiado sospechoso.

—Bueno, cuando llegue el momento sabré si le ha molestado o no —se limita a responder de forma muy fría—. Pero ya te he dicho que lo conozco y sé que cuando vea a Chiara, dejará a esa chica y a todas con las que se ha liado.

—Kaira...

—Me da igual lo que me digas, Mar. No voy a cambiar de opinión porque quiero que estén juntos y eso es lo que acabará pasando si se vuelven a ver —expone—. Mi hermano la necesita y ella también a él. Te guste o no.

Esas últimas palabras me molestan más de lo que deberían y me entran ganas de llorar, pero me contengo para que mi amiga no se dé cuenta de todo lo que hay detrás.

—Está bien. Es tu decisión —digo en un hilo de voz—. Pero no cuentes conmigo en este juego tan sucio que estás llevando a cabo.

Sin decir nada más, me alejo de ella y me dirijo hacia la barra que hay en la sala de estar. A su vez, busco al resto de mis amigas para no quedarme sola pero no hay ni rastro de ellas, al menos no en esta estancia de la casa.

Estoy a punto de subir las escaleras para seguir mi búsqueda arriba, cuando una mano me agarra del brazo con fuerza y me detiene el paso.

—No pensé que volveríamos a vernos.

Al girarme para ver de quién se trata, me llevo una decepción. Yago está delante de mí y me observa con los ojos entrecerrados y una mirada peligrosa.

—Lo que me faltaba para completar esta noche de mierda... —murmuro.

—¿Qué has dicho?

—Nada, que yo tampoco —miente.

—¿No te alegras de verme? —me pregunta de repente, invadiendo mi espacio personal.

—No mucho —retrocedo varios pasos.

—Pues yo a ti sí.

—Me alegro —no le hago caso y comienzo a caminar hacia las escaleras.

Sin embargo, él vuelve a detenerme.

—¿Te acuerdas de la bofetada que me diste el otro día?

—Sí, claro. ¿Qué pasa con ella?

—Pues que no puedo dejar de pensar en ese momento. Mi mente lo reproduce una y otra vez —me explica como si me importase lo que está diciendo—. ¿Tú sabes por qué? —eleva una ceja en un intento de parecer atractivo.

—Igual es el remordimiento por haber sido un gilipollas —me encojo de hombros.

—O que me gustó que me plantaras cara.

Yago se aproxima de nuevo hacia mí y me agarra de la cintura. Yo me separo bruscamente de él y lo miro con mala cara.

—¿Quién te ha dado permiso para tocarme? —pregunto, muy molesta por lo que acaba de suceder.

—¿No te ha gustado?

—No, en absoluto —pongo una mueca de asco—. Y ahora vete por ahí y déjame en paz.

Intento deshacerme de él, pero el chico sigue insistiendo.

—Venga, Mariana. Deja de resistirte... —me susurra en la oreja con una voz seductora—. Me estás poniendo muy cachondo y estoy deseando que esta vez me des algo más que una bofetada.

Su mano intenta volver a agarrarme de la cintura pero, antes de que pueda hacerlo, yo se la retiro de un manotazo y me alejo de él con repugnancia.

—¡Déjame en paz, puto acosador! —alzo la voz, llamando la atención de algunos de los presentes.

Yago retrocede unos pasos, asustado por mi chillido, pero luego una sonrisa maligna aparece en sus labios y comienza a reírse como un maniaco.

—¿De qué te ríes, idiota? —escupo las palabras, enfadada.

—Pues de ti —me observa desde las alturas—. ¿Crees que alguien de los que está aquí va a hacerte caso y venir a salvarte? ¿A una pringada como tú? No lo creo —se ríe, pero su expresión cambia radicalmente cuando sus ojos ven algo que se encuentra detrás de mí, bajando las escaleras.

—¿Qué está pasando aquí?

La voz de Aren nos sobresalta a ambos y, cuando el moreno avanza para situarse en medio de los dos, Yago no parece tan confiado como antes.

—Nada, yo... —intenta excusarse.

—¿Qué está pasando? —Aren se dirige directamente a mí y clava su mirada preocupada sobre la mía.

—Me estaba molestando, pero no pasa nada. Tengo la situación controlada —le sonrío para no empeorar más la situación.

—¿Y por qué te estaba molestando? —mis palabras no logran tranquilizarlo. De hecho, parece más furioso que antes—. ¿Qué te ha dicho? —pregunta sin dejar de mirarme.

—Solo tonterías —le quito importancia—. No te preocupes.

—Estaba bromeando —Yago abre la boca y Aren retira la mirada de mis ojos para fijarla ahora en su amigo—. Pero parece que ella se ha ofendido con una de mis bromas —se encoge de hombros, esperando que el moreno se ría, pero no lo hace.

—¿Qué le has dicho? —pregunta muy serio.

—Yo simplemente le he recordado la bofetada que me dio hace unos días, en el restaurante, pero ella se ha puesto a la defensiva nada más verme.

Aren nos mira a ambos, confundido.

—¿De qué estás hablando?

—¿No lo sabías? —su amigo se ríe con cierta amargura—. Sí, aquí donde la ves, la monja del pueblo me ha pegado una buena bofetada.

Yago le da un golpe amistoso a su amigo, esperando que se ría de la broma que ha hecho, esperando que se ría de mí. Pero Aren tensa la mandíbula y cierra sus nudillos con fuerza, sin ningún rastro posible de felicidad en su rostro.

—¿Cómo la has llamado? —habla lentamente, intentando asimilar lo que ha escuchado.

—Tío, ya sabes lo que se dice de ella por ahí —se justifica como si yo no estuviese presente—. No es mi culpa que los rumores sean ciertos y se haya ofendido por un chiste sin maldad.

—¿Un chiste sin maldad? —lo miro con una ceja levantada.

—Sí, sin maldad —miente descaradamente delante de su amigo—. Solo quería hacer las paces contigo, pero tú me malinterpretaste.

—¿Sabes? Paso de ti, de verdad —sacudo la cabeza, ignorando su presencia—. No pasa nada, no me importa lo que diga de mí. Es un pobre desgraciado, solo quiere atención y no pienso dársela —le explico a Aren, quien su mirada arde debido a la furia.

Está muy enfadado. Tanto que hasta me está dando miedo a mí.

—¿Qué más te ha dicho?

—Da igual, Aren. Ya está —coloco mi mano sobre su mejilla y comienzo a acariciarla con delicadeza—. No estropeemos esta noche por un idiota como él, por favor.

El moreno duda sobre quedarse o no durante unos segundos, pero mis súplicas consiguen que relaje su postura y acceda. Sin embargo, no nos damos cuenta de que Yago sigue a nuestro lado y ha presenciado ese acto de complicidad entre nosotros.

—Vaya, vaya... —nos mira, asintiendo con la cabeza—. Ahora lo entiendo todo.

—¿Qué es lo que tienes que entender? —Aren frunce el ceño, entrando en su juego.

—Que la defiendes porque te la estás follando —se cruza de brazos y eleva la barbilla con una actitud prepotente—. Sí, antes no lo entendía, pero ahora tiene sentido.

—¿Qué cojones estás diciendo? —lo amenaza con el dedo, manteniendo una distancia prudente con su amigo de la infancia.

—¿Cómo has conseguido meterte en sus bragas? —Yago se toca la barbilla, aparentando estar curioso—. Supongo que habrá sido bastante difícil.

—No sigas por ahí...

—¿O qué? —Yago lo reta, echando el pecho hacia afuera y acercándose a él—. ¿Qué me vas a hacer?

—Estás borracho —Aren lo mira con desprecio y lo aleja de un empujón—. No sabes lo que estás haciendo —niega con la cabeza, decepcionado.

—Claro que lo sé —dirige su asquerosa mirada hacia mí—. Quiero follármela —me señala—, pero antes me ha rechazado. Supongo que porque está contigo.

—¿Es eso cierto?

Aren me observa mientras espera por una respuesta, pero yo estoy paralizada en el sitio. Si digo la verdad, puedo ocasionar una pelea entre los chicos y estropear la fiesta de año nuevo.

Nadie de los presentes se lo merece, así que a pesar de que me gustaría contárselo, decido callarme y no entrar en el juego del chico.

—Vámonos, Aren —insisto—. Está muy borracho y solo está diciendo tonterías. Es mejor dejarlo solo —agarro a Aren de la mano para poder marcharnos.

—Sí, hazle caso a tu novia —se ríe mientras se tambalea debido a la borrachera.

—Tienes razón —Aren entra en razón al ver el estado deplorable en el que se encuentra su amigo y me corresponde el agarre—. Este tipo de gente no merece la pena.

Yo tiro de él hacia el lado contrario de la casa, pensando que todo ha terminado y que podremos disfrutar de la fiesta como si nada hubiera pasado.

Pero el idiota de Yago no ha tenido suficiente y se aproxima hacia nosotros. Noto que Aren se detiene de golpe y suelta mi mano, mientras su amigo lo rodea con el brazo amistosamente.

—Una pregunta... —canturrea en el oído del moreno.

Intento alejarlo de él, pero el chico es más fuerte que yo y se mantiene en su sitio. Aren lo observa con los labios apretados, los puños cerrados y con la mirada fija en el suelo, incapaz de mirarme a los ojos a pesar de estar a su lado.

—¿Qué se siente al haberse follado a una virgen?

No me da tiempo a reaccionar porque, cuando me quiero dar cuenta, Aren le ha pegado un puñetazo a su amigo y este se encuentra con la boca ensangrentada debido al golpe, observándolo con una expresión atónita.

No se lo esperaba para nada.

Ni yo tampoco.

—¡AREN! —llamo su atención cuando Yago decide contraatacar y se acerca al moreno para devolverle el mismo tipo de golpe en la cara.

Yago consigue darle y los dos amigos se enzarzan en una pelea de puños que intento detener con mis gritos, pero claramente no funciona. Sin embargo, el alboroto que causan llama la atención del resto de sus amigos, quienes corren a separarlos.

Preocupada, me acerco a Aren, pero está tan sacado de sí que apenas lo reconozco. Él me mira y puedo observar la vergüenza en sus ojos. Se avergüenza de que lo haya visto así, cuando en realidad yo he sido la culpable de que esto ocurriera.

Todo esto es mi culpa.

—¡Mar! —Kaira aparece detrás de mí—. ¿Qué está pasando? —pregunta mientras ve cómo su hermano tiene un labio partido y toda la cara magullada—. No me jodas...

Mi mejor amiga se lleva las manos a la cabeza, sin saber muy bien qué decir al respecto.

—¿Qué acaba de pasar? —escucho a Helena detrás de mí.

Yo no respondo.

Lo único que quiero es acercarme al moreno para saber cómo está, pero sus amigos me detienen y se marchan con él hacia afuera. Veo que Kaira los sigue y desaparece de mi campo de visión, dejándome con las ganas de imitarla y hacer lo mismo.

Pero yo no puedo hacerlo porque he sido la culpable. Yo he sido la causante de que Aren y uno de sus mejores amigos se hayan peleado, y ahora todos sus amigos me odiarán por ello. Incluido el propio Aren.

Helena me agarra de los hombros y me sacude, devolviéndome a la realidad.

—¿Estás bien? —me mira con preocupación—. He visto cómo intentabas detener la pelea. ¿En qué estabas pensando? —me regaña.

Yo me quedo en silencio, dándome cuenta de que Aren se ha ido y de que probablemente no sepa nada de él durante unas horas.

—Yo... —no sé qué contestar y me quedo en trance.

Raquel se une a nosotras con una expresión confundida. Tiene el maquillaje corrido y su ropa doblada. Veo que Kevin pasa delante de nosotras y corre hacia afuera.

—¿Qué acaba de pasar?

─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───

ESTO ESTÁ QUE ARDE 🔥

Si este os ha parecido un capítulo intenso, creo que el próximo lo será aún más 😳

¿Cuáles son vuestras opiniones de lo que ha pasado? ¿Y qué creéis que pasará a partir de ahora? Ya sabéis que me encanta leeros.

Gracias por vuestros votos y comentarios, ¡me ayudan a continuar!

Como siempre, nos leemos

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro