13. Una conversación necesaria
Capítulo 13
Los rayos de sol que traspasan la persiana medio cerrada consiguen despertarme y me veo obligada a abrir lentamente los ojos.
Cuando me acostumbro un poco a la claridad, busco mi móvil palpando sobre la mesilla de noche y, una vez en mi mano, compruebo la hora. Son las once de la mañana.
Me revuelvo en la cama, con intención de seguir durmiendo ya que hoy no tengo clase, pero me percato de un dato muy importante que hasta ahora había ignorado.
Esta no es mi almohada, debido a que la mía está bastante desgastada debido al uso.
Ni mi cama, porque el colchón es más duro.
Ni mi habitación, pues yo siempre cierro la persiana del todo y nunca entra la luz mañanera como lo está haciendo ahora.
Asimilando toda esta información con mis neuronas todavía dormidas, mi cuerpo se levanta de un salto de la cama cuando me doy cuenta de que no estoy en mi casa y me golpeo levemente el codo con la mesilla que está a mi lado por culpa de la sorpresa.
Observo a mi alrededor con los ojos muy abiertos, buscando algún rastro de Aren por la habitación. Sin embargo, parece que el chico se ha marchado y me ha dejado durmiendo tranquilamente en su cama.
Suspiro con fuerza.
Menos mal que se ha ido.
Salgo de la cama cautelosamente y me dirijo hacia la puerta para recoger mis cosas ir de la habitación de Lucas y marcharme. Pero la cabeza me duele tanto que tengo que sentarme en la cama durante unos minutos hasta conseguir que el malestar desaparezca lo suficiente como para verme capaz de caminar como una persona normal.
Menuda resaca me espera.
Cuando reúno las fuerzas necesarias para abrir la puerta y salir a la zona del peligro, un tranquilo silencio inunda el piso. Esto me hace llegar a la conclusión de que no hay nadie en casa y, si lo hay, está todavía durmiendo tras la noche de ayer.
Automáticamente me relajo al pensar que no voy a tener que encontrarme con nadie y dar explicaciones innecesarias sobre qué hago aquí.
Sintiendo el frío de pleno noviembre en mis piernas desnudas, entro en la habitación de Lucas y cojo mi vestido negro, además de las medias transparentes que lo acompañaban, y mis zapatos de tacón para vestirme en la habitación en la que he dormido.
No sé qué hacer con la camiseta de Aren, así que la doblo y la guardo de mala manera dentro de mi bolso. Mientras tanto, busco en el escritorio algún papel para informarle de que me la he llevado a casa para lavársela, pero que se la voy a devolver.
Podría ser más fácil y práctico comunicarnos por WhatsApp, pero no quiero tener contacto directo con él. Al menos, hoy no.
Intento darme prisa, ya que puedo ser sorprendida por alguno de los miembros del piso en cualquier momento, así que me lavo la cara, me peino y meo con rapidez mientras mi mente no deja de reproducir todo lo sucedido en la noche anterior.
Abrumada por los recuerdos que poco a poco voy rememorando, tengo que dar marcha atrás para ir en búsqueda de mi bolso situado en el escritorio de Lucas y cuando este está colgado en mi hombro, me encamino hacia la entrada del piso a paso rápido.
Pero antes de que mi cuerpo pueda atravesar el umbral que lleva hacia el pasillo de la entrada, escucho que una puerta se abre y una María con resaca me observa desde el interior de su habitación.
—¿Mar? —su voz afónica me sobresalta.
—Hola —murmuro dándome la vuelta, muerta de la vergüenza.
—¿Qué haces aquí? —me pregunta rascándose la cabeza.
—Bueno... —me tomo unos segundos para pensar—. Se puede decir que surgieron complicaciones durante la noche que me hicieron acabar aquí —me limito a responder con una sonrisa incómoda.
—¿Pero estás bien? —se preocupa abriendo mucho sus ojos y saliendo de su habitación para poder escucharme mejor.
—Sisí, perfectamente —le hago saber, agradecida por su preocupación—. ¿Y tú? ¿Qué tal la noche de ayer? —intento ser amable, aunque lo único que quiera ahora mismo es marcharme a mi casa.
—Fue bien —una sonrisa juguetona se escapa de sus labios y la delata.
Parece que no soy la única con cotilleos salseantes y Laura también tiene muchas cosas interesantes que contarme.
—Me alegro —le sonrío de vuelta—. Mmm... tengo que irme —explico colocándome la cinta del bolso en el hombro, claramente nerviosa—. Perdón si te he despertado con el ruido.
—¡Qué va!—sacude la cabeza—. Fui yo la que me levanté para vomitar, pero creo que se me han ido las ganas —admite tocándose el estómago.
Mi risa suena en la estancia y veo a María agachar la cabeza, avergonzada tras su confesión. A pesar de que no hemos hablado mucho, se nota que es una persona demasiado adorable.
—¿No quieres algo para desayunar antes de irte? —me ofrece mientras no dejo de jugar con mis pies, rezando porque que nadie más entre por la puerta.
Más bien, rezando porque Aren no entre por la puerta.
—No, tranquila. Ya tengo desayuno en casa —miento.
—Está bien —se encoge de hombros con una sonrisa amistosa—. Pues ya nos veremos, Mar.
—Sí, cuídate de esa resaca —me despido girando mi cuerpo hacia la entrada para marcharme.
—¡Espera! —me detiene antes de que pueda dar un paso.
—¿Qué pasa? —la miro con curiosidad, quedándome congelada en el sitio.
—No sé si ya la habrás visto, pero tienes una nota pegada en la parte trasera del bolso —me informa.
Doy la vuelta a dicho accesorio y veo que tiene razón. Hay un pequeño post-it pegado en él del que no me había percatado antes.
—Gracias, la verdad es que no lo había visto —confieso arrancándolo con cuidado para guardarlo en su interior y no perderlo.
María asiente con la cabeza y volvemos a despedirnos, pero esta vez consigo cruzar la puerta, cerrarla detrás de mí y subirme en el ascensor.
Una vez en la calle, camino hacia la parada de autobuses y tengo la maravillosa suerte de que uno de ellos llega al mismo tiempo que yo. De modo que saco mi cartera para pagar con mi tarjeta de descuentos y, cuando estoy dentro, me acomodo en uno de los asientos finales mientras saco mi móvil y mis auriculares del bolso para ponerme a escuchar música.
Mi mano roza un trozo de papel y recuerdo la nota pegada en mi bolso, el cual está a punto de explotar. Más curiosa que nunca, veo la oportunidad perfecta para leer su contenido.
Cuando la saco, una letra cuidada y pequeña se materializa ante mis ojos.
"Hoy tenía clase práctica y por eso me he ido. Hay comida en los estantes de la cocina por si tienes hambre. Salgo a las doce, así que espera por mí y te llevo a casa".
Mi corazón da un vuelco al leer sus palabras y tengo que contener la respiración para no ponerme a chillar en el autobús.
¿Por qué tiene que ser tan amable conmigo justo ahora? Su actitud hace que me sienta muy confundida y tenga ganas de golpear mi cabeza contra un mueble hasta conseguir que estos estúpidos pensamientos desaparezcan de mi mente.
Esto que estoy sintiendo no puede ser real. Nada de lo que ha ocurrido ayer puede ser real. Aren es la persona más irritante que he conocido nunca, pero después de los momentos que compartimos anoche no puedo verlo con los mismos ojos que antes.
No puedo dejar de pensar en él y en el hecho de que me moría de ganas de besarle, de tenerlo cerca de mí y de charlar durante horas sobre cualquier cosa.
Sacudo la cabeza con fuerza, retirando esa idea alocada entre las posibilidades e intentando encontrar una respuesta coherente a todo lo que estoy sintiendo.
No. Definitivamente es la tontería del momento. Yo no siento nada por Aren ni nunca lo sentiré, simplemente encontré apoyo en él en un momento delicado de mi vida y me he confundido creyendo que podía ser algo más que una amistad. Pero no es así. Aren y yo solo somos una clase extraña de amigos. Nada más.
Además, ahora tengo que centrarme en temas más importantes como Guille y en cómo voy a poder hablar con él en la facultad como si nada hubiese pasado, cuando en realidad sí que ha pasado. Nos hemos besado y luego me ha rechazado.
Joder, ¿cómo las cosas han podido salir tan mal?
Hundo mi cuerpo en el asiento del autobús mientras la música de mis auriculares me transporta a otro lugar lejos de aquí, ayudándome a no pensar en que mi vida al completo está patas arriba y ni siquiera sé cómo empezar a ordenarla.
***
La semana pasa y cuando me quiero dar cuenta, ya estamos a miércoles. Y lo más impactante de todo es que no he salido de mi habitación desde que llegué el viernes de la casa de Aren.
Porque sí, he mentido acerca de que estaba enferma para no tener que cruzarme con Guille en la facultad ni con Aren en la reunión de Pecezuelos.
Esta confesión puede hacerme quedar como una cobarde, pero realmente no sabía cómo enfrentarme a dichas situaciones y decidí que huir de los problemas era la mejor solución a corto plazo, y la única que podía beneficiarme.
A veces una tiene que velar por su salud mental, ¿no?
Por esa razón, Laura me ha estado enviando cada tarde todos los avances de las clases de ese día, creyéndose que tenía la gripe de verdad y sintiéndose mal por mí por no poder vernos. Pero hoy mi amiga está tardando más de lo habitual en contactar conmigo.
Cojo mi móvil y compruebo si me ha enviado algún mensaje avisándome acerca del retraso.
Ni uno.
¿Le habrá pasado algo?
Preocupada, le escribo por WhatsApp preguntándole si está bien. Veo que se conecta al instante, pero no me responde y vuelve a desconectarse.
¿Estará enfadada conmigo porque se ha enterado de la verdad de que no estoy enferma?
Vuelvo a mirar mi móvil, esperando encontrarme con un mensaje de su parte. Sin embargo, solo obtengo la nada.
Estoy empezando a preocuparme.
Escucho que alguien timbra en mi casa, pero no estoy esperando a nadie, así que me mantengo en mi cama intentando distraerme mientras deslizo mi dedo por la red social Tiktok.
La persona que se encuentra detrás de la puerta timbra de nuevo y, como ninguna de mis compañeras de piso está en casa, me veo en la obligación de levantarme para ver de quién se trata.
Antes de que llegue a la entrada, el timbre vuelve a sonar y resoplo con fuerza.
—¡Ya voy! —exclamo un poco enfadada por la falta de paciencia—. ¿Quién es? —pregunto asomando mi ojo por la mirilla, pero alguien la está cubriendo y no me deja ver quién está detrás—. ¿Quién es? —repito con una voz cansada.
—¿Quién va a ser? ¡Soy yo!
—¿Laura? —mi mano gira el pomo y una Laura feliz me recibe con una sonrisa de oreja a oreja cuando abro la puerta—. ¿Qué haces aquí? —parpadeo varias veces.
—Quería hacerte compañía en tu aislamiento —me dice sin dejar de sonreír—. ¿Me dejas pasar? —señala el interior de mi piso.
Yo asiento con la cabeza, todavía sorprendida porque mi amiga se encuentre aquí sin que se lo haya pedido.
—¿Ya te encuentras mejor de la gripe? —inquiere sin saber muy bien a dónde dirigirse, así que se queda quieta en el recibidor—. La verdad es que te veo bastante bien —indica mientras me mira de arriba a abajo.
—Sí, hoy me he levantado mejor que otros días —fuerzo un poco mi voz para que suene afónica y se crea que he estado enferma de verdad—. Ven, vamos a mi habitación —la guío hacia mi cuarto y cierro la puerta detrás de nosotras una vez dentro.
—¿No hay nadie en casa? —se interesa, dejando la funda de su ordenador encima de mi cama y sentándose en ella con total confianza.
—Mis compañeras de piso tienen la mayoría de sus clases por la tarde, así que suelo estar sola en casa durante estas horas —explico, encogiéndome de hombros—. Te acabas acostumbrando y a veces se agradece la soledad, me ayuda a concentrarme.
—Entonces hoy el silencio nos viene de maravilla —establece y yo le lanzo una mirada interrogante mientras empiezo a ordenar la ropa sucia que está encima de la silla de mi escritorio. No me esperaba su visita y por eso mi habitación no está tan ordenada como me gustaría.
—¿Para qué?
—Para explicarte lo que dimos en las clases de hoy sin ningún tipo de interrupción —me sonríe con picardía mientras saca su ordenador de la funda.
—Es cierto, ¿qué tal hoy en la facultad? —caigo en la cuenta.
—Bastante mal. Sin ti las horas se me hacen eternas, te lo juro —dramatiza tumbándose en la cama y fingiendo un desmayo.
—No creo que sea para tanto —sonrío sentándome a su lado cuando acabo de recoger lo desordenado.
—Te prometo que no estoy exagerando —niega con la cabeza varias veces mientras incorpora su cuerpo de la cama—. Además, Guille está muy pesado últimamente... —mi amiga se tapa la boca antes de acabar la oración, dándose cuenta de que la ha cagado.
Mi cara cambia al escuchar el nombre del chico y aparto la mirada, incómoda.
—Lo sabes, ¿no? —pregunto con los ojos fijos en la pared de mi habitación.
—Sí, lo sé —me confirma—. Me lo contó Guille el propio día.
—Lo suponía... —suspiro, sintiéndome más expuesta que nunca—. ¿Y te ha dicho algo más sobre el tema? —hago contacto visual con mi amiga, que me observa con atención.
Laura duda antes de hablar.
—Yo solo sé que tenéis que hablar —dice de forma contundente, como si ya hubiera hablado sobre esto antes—. Sois amigos, no podéis evitaros solo porque no sois capaces de comunicaros como dos personas adultas —me regaña.
—No he podido hablar con él porque no quiera, si no porque he estado enferma —le recuerdo.
Aunque sea mentira.
—Bueno, pero ahora estás mejor, ¿no? —me mira con una expresión extraña.
—¿Sí? —elevo una ceja, dubitativa.
—Eso significa que puedes ir al plan organizado por Alicia para este fin de semana, ¿no? —pone una voz de niña buena, intentando persuadirme.
—¿Al de la casa del pueblo marítimo?
—Exacto —sonríe sin dientes, pestañeando dulcemente.
—No creo, prefiero quedarme en casa y mejorarme del todo —rechazo el plan al instante, ya que no solo me encontraría con Guille, sino también con Aren, y tendría que enfrentarme a ambos en un mismo día.
No, ni de broma pienso ir.
—Mar, es una fiesta para celebrar el éxito de nuestro primer evento, ¡no puedes faltar! —exclama con indignación.
—No es mi culpa haberme enfermado.
—Pero de aquí al sábado ya estarás como nueva —insiste.
—No lo sé, puedo empeorar —busco excusas que puedan sonar convincentes para escaquearme.
—¡Pero si me acabas de decir que ya estás bien! —eleva el tono de voz.
—¡Pero eso nunca se sabe! —la imito y grito más alto que ella.
Laura se cruza de brazos, harta de mis negativas.
—¿Sabes? —llama mi atención después de unos segundos en silencio—. Estaba muy orgullosa de ti porque Guille me contó que fuiste tú la que tomó la iniciativa, pero ahora... —me mira con decepción—. Ahora creo que retiro lo que he pensado.
—¿Por qué? —pregunto, ofendida por sus palabras.
—Porque claramente estás escapando de tus problemas —indica con obviedad.
—No estoy escapando de mis problemas —me coloco el pelo detrás de la oreja, a la defensiva.
—Sí lo estás haciendo, y no entiendo por qué —expone sin dejar de mirarme—. Mar, has superado uno de tus miedos. ¿Por qué no sigues adelante con el gran proceso que has hecho en vez de quedarte en casa y retroceder?
Ni yo misma lo sé.
—Porque no sé si me siento preparada para otra decepción —confieso sin pensarlo más de dos veces.
Tal vez sí lo sé.
Mi amiga se sorprende al escucharme.
—¿De qué decepción hablas?
—De haber sido humillada por Guille tras justamente superar uno de mis miedos —respondo al instante, desahogándome.
Laura chasquea la lengua, conteniéndose para no hablar más de la cuenta.
—Por eso te digo que tienes que hablar con él, porque su última intención era que te sintieras humillada —me asegura—. Hazme caso. Tenéis que solucionar las cosas.
—¿Y tú crees que él quiere solucionarlas? —empiezo a estar más convencida sobre la iniciativa de mi amiga tras conocer que Guille puede estar arrepentido de sus acciones.
—Obviamente —me responde sin dudar ni un segundo.
—¿Y va a ir al plan de Alicia? —me intereso.
—Sí, creo que todos los integrantes de Pecezuelos vamos a ir —me hace saber—. Solo faltas tú, aunque confío en ti y sé que acabarás viniendo también —ladea la cabeza, guiñándome un ojo de forma divertida.
Entonces el recuerdo de Aren aparece en mi mente y si ya no tenía dudas sobre acudir, me echo de nuevo para atrás de forma instantánea.
No puedo más con tanto secretismo. Tengo que informar a Laura sobre las novedades y conocer qué es lo que opina ella sobre lo que me está sucediendo.
—Bueno, además de Guille no quiero ir porque... —empiezo a decir en voz muy baja, sin saber cómo expresarme.
—¡Mira! —me interrumpe enseñándome una foto en su móvil. Como era de esperar, no me ha escuchado por culpa de mi tono de voz y su repentina emoción—. Esta es la casa de los abuelos de Alicia. ¡Es una pasada!
Asiento con la cabeza, apreciando el gran jardín que se encuentra detrás de la casa y donde podríamos llevar a cabo una barbacoa si nos lo propusiésemos.
—Lo mejor de todo es que está cerca del paseo marítimo y Alicia dice que suele haber mucha gente joven por ahí. ¿Qué opinas? —me deja su móvil para que pueda ver las fotos con mayor detenimiento.
—Tengo que pensármelo —declaro mientras observo las fotografías por encima.
—Vale. Tienes hasta el sábado para pensártelo. Sin presiones —levanta las manos en son de paz—. Pero quiero que sepas que a mí me encantaría que vinieras.
—Lo sé —esbozo una sonrisa sincera.
—Y mucha más gente de la que crees, también —suelta mientras centra su atención en el ordenador.
Mi sonrisa se ensancha al escucharla, y no puedo evitar pensar en si por casualidad Aren entra dentro de ese grupo de personas que ha mencionado.
Definitivamente me he vuelto idiota.
***
Me mantengo en silencio durante el trayecto a la casa del pueblo marítimo de Alicia, escuchando a Laura cantar las canciones a pleno pulmón, mientras Guille me lanza miradas disimuladas desde el espejo retrovisor.
Estoy decidida a hablar con él sobre lo sucedido. Creo que es algo que ambos necesitamos para aclarar malentendidos y no estropear una buena amistad que se ha ido forjando con el tiempo. Por eso hoy estoy aquí, y también porque me merezco disfrutar de buenos momentos sin pensar en dramas que realmente no deberían estar afectándome.
Cuando Alicia nos abre el portón de su casa, Guille aparca su coche en una de las plazas vacías y sacamos nuestras mochilas del maletero mientras observamos con atención el paisaje tranquilo en el que nos encontramos.
—La casa de mis abuelos tiene cinco habitaciones, así que al ser solo doce creo que seremos capaces de repartirnos de una forma adecuada —nos informa Alicia a la vez que nos va haciendo un pequeño tour por la casa.
A pesar de tener una apariencia antigua, se nota que el lugar está muy bien conservado. Su ubicación es perfecta si lo que quieres es vivir en un sitio tranquilo, pero a la vez con un ambiente turístico cerca. Además, es más grande de lo que me esperaba comparado con las fotos.
—Como sois los primeros en llegar, os otorgo el privilegio de poder elegir vuestras habitaciones antes que el resto —nos dice después de estar charlando sobre todo durante un buen rato.
Luego, la coordinadora de Pecezuelos nos guiña un ojo, divertida.
—Qué buen gesto, Alicia —le agradece mi amiga con cierta ironía—. Y yo que creía que te caía mal...
—No hagas que me arrepienta de mi decisión —su voz suena amenazante, aunque claramente ambas están de broma.
Laura se ríe y señala la habitación que se encuentra en frente de nosotros.
—¿Esa es una buena habitación? —inquiere.
—Sí, al estar situada en el pasillo apenas se escucha ruido del resto de la casa —contesta abriendo la puerta de la habitación de par en par para que podamos observarla mejor—. ¿Qué pasa? ¿La quieres?
—La queremos —Laura me mira y me agarra de la mano—. Hazle saber al resto que esta habitación es de Mar y mía.
—Está bien —accede Alicia con una sonrisa en sus labios—. ¿Y tú, Guille?
—Yo dormiré en una de las habitaciones del principio con Mauro y Carlos —establece el chico de ojos verdes cargando su mochila en los hombros.
—¡Genial! —parece estar contenta con la elección—. Pues ven, acompáñame que te la enseño en profundidad —establece haciendo que Guille la siga hacia dicha habitación.
Así, Laura y yo nos quedamos a solas.
—¿Estás segura de que quieres dormir conmigo? —le pregunto mientras dejo caer mi mochila encima de la cama, cansada de cargar con ella durante todo este tiempo.
—¿Por qué dudas sobre ello? —eleva una ceja.
—Pues porque, no sé si lo recuerdas, pero María también viene a pasar el fin de semana aquí —expongo como si no fuese algo obvio.
—Lo sé, pero la noche es larga —replica, ganándose mi atención—. Quiero decir, en principio dormiré aquí, pero no sé lo que la noche me puede deparar.
—¿Estás insinuando que acabarás durmiendo con María? —la miro juguetonamente—. Dormir o algo más, ya sabes —añado con picardía, y Laura me pega un pequeño manotazo.
—Lo mismo te puedo decir a ti.
—¿A mí? —inquiero de forma desinteresada, abriendo mi mochila para empezar a quitar lo que llevo dentro de ella.
—Sí, igual no soy yo y eres tú la que acaba durmiendo en otra habitación que no es esta —contraataca provocando que mis mejillas se tiñan de color rojo.
—¿Qué dices? ¡No! —niego rotundamente—. Ya sabes que eso no va a pasar —sacudo la cabeza con convicción.
—¿Y por qué no? —parece interesada en mi respuesta.
—Pues porque... —me tomo unos segundos para pensar—. Porque no y punto —me decanto por decir, logrando que Laura suelte una gran carcajada.
—Qué gran argumento de peso —se mete conmigo.
—¿De qué estáis hablando?
La chica de pelo rojo entra en escena y Laura corre a saludarla con un abrazo cariñoso. Yo opto por hacerlo desde mi sitio y darles su espacio.
—Pues estamos hablando de que...
—De nada —la corto.
Mi amiga me lanza una mirada de pocos amigos, pero no añade nada más sobre el tema para no molestarme.
—¿Con quién viniste? —comienzan a hablar entre ellas.
—Me trajo Aren —mis ojos se dirigen inconscientemente hacia María tras escuchar ese nombre y, como si lo hubiéramos invocado, el moreno aparece detrás de su amiga.
Yo retiro la vista tan pronto como percibo que nuestras miradas pueden llegar a cruzarse.
—Hola —nos saluda a todas, aunque noto su mirada fija en mí. Yo murmuro un "hola" en bajo mientras sigo deshaciendo mi mochila—. Tenemos que elegir las habitaciones —se dirige a María sin dejar de mirarme.
—¿Ahora mismo? —contesta la chica de pelo rojo. Aren asiente con la cabeza—. Vale, pues nos vemos luego —se despide de nosotras.
Laura le da un pequeño beso en los labios antes de marcharse. Mientras tanto, Aren se mantiene quieto, esperando a su amiga mientras no deja de pasear la mirada por la habitación en la que me encuentro.
—Parece que el amor está en el aire, ¿no lo crees? —me dice tumbándose en la cama con una expresión de enamorada en la cara cuando los dos amigos se han ido.
—Sí, ya lo veo —respondo todavía un poco impactada tras haber visto a Aren después de una semana—. Se nota que ha pasado algo entre vosotras, solo hay que miraros a la cara —puntualizo, muy alegre porque Laura haya decidido dar el paso y empezar a verse con María.
—Que estemos así de bien es solo consecuencia de hablar las cosas con claridad —deja caer como una indirecta.
Yo suspiro, cansada.
—Después de la cena hablaré con él —declaro—. Me he dado cuenta de que yo tampoco quiero perderlo como amigo.
—¿Como amigo? —abre los ojos.
—Sí —contesto enseguida—. O eso creo.
Mi amiga pone una cara interrogante, sin creerse nada de lo que le estoy diciendo. Pero por mi cabeza circulan tantos pensamientos distintos que ya no soy capaz de identificar si esa atracción que antes sentía por Guille sigue realmente ahí o no.
Solo queda descubrirlo cuando volvamos a dirigirnos la palabra.
***
Cuando terminamos de cenar, todos nos quedamos bebiendo vino mientras charlamos al aire libre en la mesa del jardín.
A pesar de estar en pleno otoño, el aire no es del todo frío y conseguimos estar a gusto.
No tengo pensado emborracharme, ya que mis antecedentes me indican que no es lo mejor que puedo hacer, pero el vino me ha puesto contenta y no puedo evitar reír con frecuencia de los comentarios que dicen mis amigos.
En una de esas carcajadas provocadas por Laura, me cruzo con la mirada de Aren, sentado en el otro lado de la mesa y mi corazón comienza a palpitar con fuerza ante el contacto visual inesperado.
Él esboza una sonrisa de lado al verme retirar la mirada y dirigirla a cualquier parte del lugar menos a él. A su vez, yo me coloco el pelo de diversas formas para fingir que no me ha afectado ni tampoco me he puesto nerviosa.
Mientras intento disimular lo mejor que puedo, una mano me toca en el hombro y me veo obligada a girarme. Se trata de Guille.
—¿Podemos hablar? —me pregunta acercándose a mi oreja para que pueda escucharlo con claridad.
Yo asiento con la cabeza y me levanto de la mesa sin decir nada más, sintiendo la mirada penetrante del moreno sobre mí como un rayo láser mientras me alejo.
Guille y yo entramos dentro de la casa y nos quedamos quietos en medio de la cocina, callados.
Ninguno de los dos se atreve a ser el primero en hablar.
—Quería pedirte perdón por lo del otro día —su voz resuena en la estancia vacía mientras se escuchan los gritos del resto de fondo.
—Yo también quería pedirte perdón —confieso, apoyándome contra la encimera—. Me sentí tan humillada que no dejé que te explicaras —él me mira fijamente—. Creo que mi reacción fue un poco exagerada...
—No exageraste para nada —sacude la cabeza, quitándome ese pensamiento de la cabeza—. Yo debí ser claro desde el primer momento. Mi intención nunca fue que te sintieras así.
—Está bien. Los dos nos equivocamos y no pasa nada —destenso mis músculos al ver que Guille está realmente arrepentido y quiere volver a tenerme en su vida—. Somos seres humanos, no somos perfectos y ninguno fue consciente de las consecuencias de sus actos.
Guille esboza una pequeña sonrisa tras escucharme.
—No sé por qué me sigo sorprendiendo cuando te escucho hablar, si ya debería saber que eres una persona muy sabia —suelto una carcajada.
—No lo creo —le quito importancia.
—De verdad que lo eres —se queda mirándome con una sonrisa de lado en la cara.
Sin embargo, como en otras ocasiones, no me pongo nerviosa.
—Aún así, creo que te mereces una explicación sobre mi comportamiento —insiste.
—Guille, no hace falta —le interrumpo dulcemente—. Por mí, sabiendo que tu actitud no fue intencionada, ya está todo solucionado.
—Pero te mereces esa explicación que quería darte ese día y no fui capaz.
—No pasa nada, yo...
—Mar, quiero contártelo —me interrumpe—. Lo necesito.
Yo me quedo en silencio y asiento con la cabeza, comprendiendo la situación y que es algo importante para él. Tal vez para sentirse mejor consigo mismo, o simplemente para desahogarse con alguien.
—Primero, quiero que sepas que lo de la atracción es cierto. Me atraes desde el primer día que te vi y no quiero que pienses que lo dije para complacerte —se sincera. Esta vez sí que logra sonrojarme con su piropo—. Pero ahora mismo no busco una relación afectiva con nadie después de lo sucedido el año pasado.
—Comprendo —escucho con atención—. ¿Lo pasaste mal?
—Puede decirse que sí. Me ilusioné mucho con una chica, y creo que todavía no estoy preparado para volver a pasar por lo mismo —me explica con la voz más grave de lo normal—. Esto fue lo que tenía pensado contarte aquella noche antes de que te marchases.
—Definitivamente debería haberme quedado. De ser así, habría comprendido mejor las cosas —me arrepiento de mi comportamiento.
—Lo hecho, hecho está —me anima con su sonrisa—. Pero bueno, lo único que quiero sacar en claro de esta conversación es que tú y yo volvamos a ser amigos —deja caer—. ¿Qué te parece? ¿Crees que seremos capaces?
Guille parece asustado mientras espera por mi respuesta.
Yo no digo nada y rodeo mis brazos alrededor de su cuerpo para fundirnos en un abrazo. El chico me corresponde con rapidez y nos quedamos así, abrazados durante unos segundos, sintiendo nuestra amistad más fuerte que nunca.
—Claro que sí —murmuro contra su cuello.
—¿Que estáis haciendo? —Paula nos interrumpe y ambos nos separamos instintivamente el uno del otro.
Percibo que Aren se encuentra detrás de ella y nos observa con una expresión interrogante.
¿Por qué nos está mirando así?
—Estábamos hablando —contesto al instante, pasando la mano por mi cuello—. ¿Ya os vais a la discoteca? —cambio de tema.
—Sí, eso teníamos pensado —Paula se dirige al fregadero, olvidándose del tema. Sin embargo, Aren sigue mirándome con una ceja levantada—. ¿Tú también te quieres ir ya? —me pregunta.
—Estaría bien —le lanzo una mirada rápida a Guille, que apoya mi decisión.
—Pues larguémonos de aquí cuanto antes —dice la rubia con una sonrisa en los labios.
Guille y Paula comienzan a hablar entre ellos y yo aprovecho el momento para dirigirme de nuevo hacia el jardín y avisar a Laura del plan ideado.
Durante el camino, mi cuerpo roza levemente con el de Aren debido a que se encuentra en el umbral de la puerta, y yo no puedo evitar agachar la mirada.
—Mariana —llama mi atención cuando paso por su lado, en un tono de voz tan bajo que solo yo puedo escuchar—. Tú y yo tenemos que hablar —establece fijando sus ojos marrones en los míos.
No digo nada y continúo caminando hacia el jardín, comportándome como si no hubiera pasado nada fuera de lo normal.
Pero...
¿Por qué de repente hace tanto calor?
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
Antes de nada, ¡gracias por el apoyo! 💘
El capítulo de hoy ha sido dividido en dos, debido a que era demsiado largo. Esperad el siguiente para más pronto de lo habitual.
De nuevo, gracias por todo y nos leemos ✨
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro