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Después de un tiempo

Una pequeña nevisca acompañaba a Konoha en la actualidad. Era un poco extraño el hecho de que nevara en octubre, pero aún así había que estar bien abrigados, aunque el frío no era extremo, pero había que cuidarse de contraer una gripe.

La invasión del Kyubi había sido hace casi media vida, era increíble lo rápido que se podía ir el tiempo.

Afortunadamente, la piedra de los caídos no había acumulado más nombres desde hace bastante tiempo. La alianza se mantenía en pie y bastante sólida también.

Como cada 10 de octubre, la pelirosa y el rubio acudían al cementerio por la tarde, era el momento del día en donde la pelirosa terminaba su turno en el hospital y podía dirigirse a casa.

Tanto ella como el rubio no habían podido estar en casa por la mañana y parte de la tarde, eso había generado que sus hijos se quedaran solos... afortunadamente Ino, junto a su hijo, se ofrecieron para cuidarlos hasta que volvieran.

–¿Nunca has sentido tristeza por saber que es la misma fecha de tu cumpleaños?– preguntó.

–Creo que no lo veo de esa forma, Sakura-chan– decía. –Ellos sacrificaron sus vidas para salvarme y para salvar a la villa. Siempre estaré orgulloso de ello– dijo.

La pelirosa se agachó y dejo un ramo de flores frente a la piedra de los caídos. Uzumaki Kushina y Namikaze Minato. La habanero sangriento y el relámpago amarillo.

–Naruto– dijo.

El rubio la miró.

–¿Qué pasa, Sakura-chan?– preguntó.

–¿Crees que yo hubiese sido del agrado de ellos?– mencionó.

Naruto la miró un poco confundido y con un poco de incredulidad. Pero sonrió para ella, esa sonrisa que, por más que los años pasaran, siempre iba a generar en él.

–Mi padre confío en ti cuando te pidió cuidarme, Sakura-chan, yo creo que a él le agradaste– decía. –Y mi mamá...–

La pelirosa lo miró, esa pequeña pausa no le gustaba en lo absoluto.

–¿Eso significa que a ella no le habría agradado?– preguntó.

El rubio notó el pequeño tono de tristeza en su voz y solamente pudo reír, ganándose una mirada fulminante por parte de la pelirosa.

–¿Qué?, ¿por qué te estás riendo?–

La mirada de Sakura lo hizo detener su risa al instante, le encantaba cuando se enojaba, pero había un límite, esa mirada daba miedo.

Bastante miedo.

–N-no, de nada, Sakura-chan– decía, para después suspirar. -¿Recuerdas la ocasión en la que te hablé sobre cuando conocí a mi madre?- preguntó

La pelirosa comenzó a hacer memoria al escuchar eso y solo asintió.

–Recuerdo que también me hablaste sobre como se conocieron tus padres y sobre su muerte– decía. –¿Pero por qué me lo preguntas?– dijo.

Sakura solo miró la pequeña sonrisa que se formó en el rostro del rubio. Era una sonrisa fácil de describir, parecía melancólica... felíz por recordar algo.

–Esto no te lo conté en ese momento porque no sabía que tú sentías algo por mí– decía. –Antes de despedirse de mí, mi madre me dió varios consejos que seguir...– comentó.

La pelirosa lo miraba y escuchaba expectante mientras que, a su vez, lo tomaba del brazo para acercarse más a él.

El rubio comenzó a contarle todos los consejos que su madre le había dicho, cada uno de ellos los había seguido medianamente al pie de la letra.

–Pero hubo uno en particular que hasta ahora, estoy seguro que cumplí y seguí a la perfección– dijo.

La pelirosa, aún mirándolo, preguntó.

–¿Cuál fue?–

El rubio sonrió y la miró. Verde y azul se encontraron.

–Me dijo que, si podía, que encontrase a una mujer como ella– decía. –Una mujer fuerte, segura de sí misma, que se preocupara por los demás... de un carácter fuerte, pero amable con los demás– dijo.

La pelirosa, mientras procesaba todo lo que escuchaba, no podía quitar su mirada de esos ojos. Esos mismos ojos azules que intimidaban, pero no de una manera en que buscasen infundir temor... pero, a diferencia del pasado en donde venía descubriendo lo que sentía, ahora sabía por qué.

–Creo que esa descripción encaja completamente contigo, Sakura-chan...– decía. –Yo creo que a mí madre le hubieses agradado mucho– concluyó.

El rubor en las mejillas se hizo presente en la pelirosa, al mismo tiempo que una sonrisa se podía observar en su rostro.

Sakura miró de nuevo hacía la piedra de los caídos e hizo una reverencia ante ella.

–Me hubiese encantado y también habría sido un honor conocerla, Kushina-san– dijo.

Después de reacomodar su postura, la pelirosa tomó nuevamente del brazo al rubio. Él solamente la atrajo un poco más hacía su cuerpo.

Antes no lo sabían, pero hace ya bastante tiempo habían descubierto que necesitaban del calor de ambos.

Disfrutaban, como si fuera la primera vez, el estar así.

Disfrutaban de ambos.

...

–¡Llegamos!– decía Sakura al entrar en su hogar.

Ino asomó su cabeza por detrás del sofá y saludó.

–Hola a ambos– decía.

Sakura la abrazó después de que la rubia se levantase.

–Gracias por cuidar a los niños hoy, Ino– dijo.

–Si tú o Sai necesitan algún favor o sobre cuidar a Inojin, saben que pueden contar con nosotros– dijo el rubio.

–Lo tendré en cuenta– respondió Ino.

La pelirosa miró a sus alrededores y notó algo extraño. No estaban los tres por ningún lado.

–¿Y en dónde están ahora?– preguntó.

–Cierto, me olvide de eso, estábamos jugando a escondernos antes de que ustedes llegaran– comentó. –¡Bien, niños, el juego terminó, sus padres ya llegaron!– dijo.

Un jóven apareció desde la cocina.

–Hola tía Sakura, tío Naruto– saludó el jóven Inojin.

El rubio sacudió el pelo del jóven Yamanaka, mientras que la pelirosa apretó uno de sus cachetes. Vaya que los niños crecían muy rápido.

Por las escaleras que llevaban hacía la segunda planta de la casa, se podían escuchar dos voces y de pronto, aparecieron... un jóven rubio con sus ojos de color verde, y una pequeña niña con ojos de color azúl y su cabello rosado.

–¡Mamá, papá!– dijeron al unisono.

Ambos levantaron a los niños en sus brazos, aún no pesaban prácticamente mucho... pero el tiempo pasaba muy rápido. Sería triste cuando ya no pudieran levantarlos más.

–Nosotros también los extrañamos–

Ambos Yamanaka solamente podían sonreír al mirar esa escena, hasta que Ino habló.

–Bien, ya es hora de que nosotros nos marchemos– decía.

El jóven Yamanaka tomó de la mano a su mamá y comenzaron a caminar hacía la puerta, acompañados por la pelirosa y su familia.

–¿No quieren quedarse a comer antes de irse?– preguntó Sakura.

Ino miró hacía su costado y solamente pudo observar a Naruto jugando con sus hijos en una pequeña guerra con bolas de nieve.

–Hoy es su cumpleaños, otro día podemos quedarnos– decía. –Disfruta el resto del día con ellos...– Ino se acercó a ella y susurró. –Pero si quieres disfrutar la noche con él, sabes que puedes llevar a mis sobrinos a pasar la noche con Inojin, así no los molestan– concluyó mientras alzaba sus cejas.

La pelirosa solamente se sonrojo levemente con ello...

–Yo... lo tomaré en cuenta– dijo finalmente.

Ino miró por encima de Sakura y habló.

–¡Nos vemos!–

–¡Nos vemos, Ino!– dijo el rubio.

–¡Adios, tía Ino!– hablaron los pequeños al unisono.

La pelirosa se despidió de su amiga y, una vez más, apretó una de las mejillas del pequeño Yamanaka. Algo que parecía irritarle un poco.

Al mirar de nuevo hacía su familia... no podía estar más encantada con ello, pero hubo algo que llamo su atención y además de que ya le había comentado al rubio de que no lo permitiera.

–¡Cuántas veces les he dicho que no salgan de la casa sin ponerse nada para cubrir sus pies!– exclamó.

Al estar caminando hacía ellos para regañarlos, la pelirosa apenas pudo esquivar tres bolas de nieve que iban a impactar en ella.

–Oh...– decía. –¿Así que quieren pelear, eh?–

Ambos rubios y la pequeña pelirosa solamente se quedaron estáticos ante ese tono de voz... ¿debían correr?, no hubo tiempo para pensar cuando observaron a la pelirosa correr hacía ellos con una bola de nieve entre sus manos.

–¡Corran, niños!– decía Naruto. –¡Su mamá es realmente fuerte cuando va en serio!– concluyó.

Sakura solo pudo reír, mientras corría, ante ese comentario.

Eran buenos momentos en familia y había ocasiones en que deseaba, de todo corazón, que el tiempo se detuviera. Pero no era posible, desafortunadamente no era posible.

Y vaya que pasaba rápido el tiempo.

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