Capítulo 32: Se acerca el día
Un par de días después
Era curioso lo que un cocinero de ramen pudiese vivir. El pasar toda una vida preparando comida para ninjas o para un civil lo había llenado de bastantes anécdotas, de bastante experiencia en el trato con las personas. Pero había una anécdota que hasta el día de hoy se alegraba de haber hecho.
Su restaurante de ramen se había hecho bastante famoso desde el final de la guerra, naruto, el ingrediente de ramen era el más pedido. Las madres siempre lo pedían para sus hijos con las palabras de: "Comelo, así creceras grande y muy fuerte", era bastante irónico como había cambiado la opinión de los civiles respecto a su cliente más frecuente.
Incluso con muchos shinobis que venían a comer, siempre ordenaban el mismo ingrediente, "porque les daría fuerzas para su misión".
Aún recordaba la primera ocasión en que el rubio entró a su local, o bueno, recordaba como él, Teuchi, lo había invitado a pasar y comer un tazón de ramen. Esa mirada tan alegre que vió jamás la borraría de su memoria, pero después de haberle dicho que ese tazón corría por parte de la casa... vaya sonrisa enorme que consiguió.
Nunca supo en verdad cuánto había pasado desde que ese pequeño Naruto había comido algo, era tan solo un niño quien, como todos, tenía el mismo derecho a disfrutar de una buena comida caliente solo para él.
Recordaba lo días pasar, clientes habituales, entre ellos Naruto, pero hasta que la gente comenzaba a decirle y advertirle que el dejar entrar a ese niño le haría bajar sus ventas.
El viejo Teuchi podía recordar claramente el rostro de ese shinobi, claro que el comentario no iba con mala intención, pero el juzgar a un niño de esa forma... jamás sería lo correcto. Claro que tuvo que arriesgarse.
Afortunadamente el negocio había prosperado y su cliente más habitual también. Siempre era bueno tenerlo disfrutando un tazón de ramen, pareciera que esa mirada de felicidad y esa sonrisa enorme nunca se iban. Y jamás se arrepentiría de haberlo dejado comer, siempre con invitación de la casa, ahí.
Ahora su negocio prosperaba más que nunca, quizás por Naruto, lo cual era lo lógico, y siempre estaría agradecido por ello... ¿o quizás era una recompensa?, no todas las personas se arriesgan con su negocio por un cliente. Sea como haya sido, Naruto era, sin duda, uno de los clientes a los cuales le tenía un enorme aprecio.
-¿En qué piensas, Papá?-
Teuchi sonrió un poco.
-En como las cosas han cambiado bastante- decía. -Que rápido pasa el tiempo- comentó.
Ayame se quedó extrañada ante eso, no era tan común escucharlo en ese tono reflexivo.
-¿A qué te refieres con eso?- preguntó
-En unos días va a ser la boda de Naruto, pensaba en la primera vez que comió aquí- dijo.
-¿Cómo fue?- preguntó.
Teuchi suspiró un poco.
-Él siempre se paseaba por fuera del local... siempre tenía la intención de caminar y entrar, pero se detenía, daba la vuelta y se iba- decía. -No lo sé, siempre pensé que eso era raro en un niño. Hasta que entonces fue un día en que lo ví observando y lo invite a entrar...- hizo una pausa.
Ayame lo miró. Parecía... nostálgico, pero con un poco de tristeza en su mirada. No entendía muy bien.
-No podría decir con exactitud si había comido en horas... o en días, no lo supe- decía. -Pero su mirada al estar comiendo... y esa enorme sonrisa al finalizar su comida es algo que siempre va a estar conmigo- dijo.
Ayame hizo un poco de memoria ante eso. Siempre estaba solo.
-Naruto siempre venía solo, no recuerdo haberlo visto con alguien más- decía. -Salvo hasta sus últimos años en la academia ya que venía con Iruka-sensei- dijo.
-Siempre fue menospreciado por los demás, esa era la razón del por qué siempre venía solo- decía. -Nunca supe el por qué, pero las cosas ahora son muy distintas. Todos lo adoran y lo respetan, incluso se va a casar- dijo
Ayame miró nuevamente el rostro de su padre, emitía mucho orgullo con esos ojos. Sabía que Naruto había sido importante para él y ahora sabía por qué. Un niño que, a pesar de todo lo que paso, jamás desistió y ahora es respetado... incluso gracias a eso el restaurante está prosperando.
Como cambian las cosas.
...
Por la tarde, Iruka se encontraba mirando la lista de sus alumnos, al mirar hacía el salón, no podía parar de pensar en como había sido la vida estudiantil de Naruto y Sakura. Eran muy diferentes en ese aspecto.
-Sakura siempre fue una alumna ejemplar y muy brillante. En cambio Naruto, bueno...- pensó.
Y es que la pelirosa había sido una de las mejores, junto a Sasuke e Ino en cuanto a teoría y los jutsus de graduación... pero Naruto había sido el peor. Era muy raro el como las cosas solían cambiar, incluso en la actitud de ambos.
Hace un par de años que Naruto trataba de olvidar sus sentimientos por Sakura, aún recordaba la ocasión en que el rubio había regresado de su misión y se le informó de lo decaída que había estado Sakura. Hasta ese momento pensaba que era por Sasuke.
Por el lado de Sakura, bueno, siempre se sintió atraída por Sasuke, incluso Iruka lo notaba TODO el tiempo. Pero era bastante curioso el como los sentimientos de alguien podían cambiar.
Claro que le alegraba el hecho de que ambos estuvieran a punto de casarse, pero si Naruto le hubiese dicho eso hace unos años atrás, bueno, no lo habría creído.
-¡Iruka-sensei!-
Eso lo sacó de sus pensamientos y miró hacía la puerta.
-Konohamaru, ¿qué estás haciendo aquí?- preguntó.
El jóven Sarutobi mostró una cámara de video y sonrió.
-Quería grabarlo enviando sus felicitaciones o sus mejores deseos para Naruto y Sakura- decía. -Ese va a ser mi regalo para su boda- concluyó.
Iruka se rió un poco y aceptó. No podía decir que se sentía cómodo frente a una cámara, pero lo intentaría.
...
Esa misma tarde, en el país del viento...
Los invitados tenían planeado llegar un día antes de la boda, aunque muchos preferían llegar unas horas antes.
Gaara y sus hermanos habían ido a Konoha para una reunión con los demás kages hace ya unos cuantos días. Había sido divertido, pero ahora iba como un amigo de Naruto, así que el manto de Kazekage podía quedarse guardado por el momento.
Gaara le había tomado la palabra a Iruka cuando lo encontró en Ichiraku en su anterior visita, al principio el jóven pelirrojo no sabía qué regalo llevar a la jóven pareja, pero Iruka le dijo que a Naruto lo único que le importaría era que él estuviera presente, como su amigo y, pensándolo bien, Iruka tenía razón.
Naruto... vaya camino que habían recorrido tanto el Uzumaki como Gaara, el jóven pelirrojo, al igual que el Uzumaki, había sido un jinchuriki, alguien quien había sido menospreciado y odiado en su hogar, incluso sufriendo un intento de asesinato.
Gaara siempre creyó haber crecido sin nadie quien lo amara, su padre, Rasa, lo había convencido de que por su culpa había muerto su madre y que seguramente ella lo odiaría también, eso había sido algo que siempre devastó al jóven de la arena.
Su padre, además de que en su momento fue el cuarto Kazekage, había usado a Gaara como contenedor del Shukaku. Era bastante diferente el paralelismo que tenía con Naruto.
El relámpago amarillo de Konoha había usado a su hijo como jinchuriki para prevenir futuros ataques como la invasión del Kyubi en donde falleció, mientras que Rasa había usado a su propio hijo con fines puramente militares y de poder para la villa.
Sus hermanos en su momento se habían alejado parcialmente de él, el jóven pelirrojo los hacía temblar de miedo solamente con su presencia, y no fue hasta la cuarta gran guerra ninja que, por medio de su mismo padre, supo que su mamá había hecho un jutsu el cual siempre le protegería... su madre siempre lo había amado y, también a su vez, lo había protegido desde el inicio.
No podía estarle más agradecido a Naruto. El rubio le había mostrado que siempre había caminos diferentes, alternativas distintas... en su batalla, después de que Suna invadió Konoha, el jóven pelirrojo había tenido mucho por reflexionar cuando se ordeno la retirada ya que su gente se había enterado que Orochimaru fue el que orquesto todo.
Naruto había sufrido mucho, demasiado y entendía lo que era ser un jinchuriki. Entendía ese dolor de ser menospreciado y repudiado por tu propia gente... entendía la soledad y el odio. Pero, a diferencia de Gaara, Naruto había soportado todo eso y siempre decidió hacer el bien, siempre decidió salvar y ayudar a los demás.
Había aprendido mucho de él y, de cierta forma, Naruto hizo cambiar a Gaara. Era raro en sí, parecía que el rubio siempre tenía ese poder de cambiar a las personas con las que se encontraba, era una cualidad que, sin duda, y en tiempos donde los conflictos abundan, era bueno tener a una persona así.
Una persona que siempre veía por los demás y no por intereses propios, que siempre veía por lo que era correcto.
El pelirrojo en verdad esperaba que Naruto se convirtiera en Hokage, tenía piel para serlo, aunque quizás era muy pronto, pero le alegró tenerlo como compañero en la guerra y, sin duda, le alegraría tenerlo de compañero como kages.
-¿En qué estás pensando, Gaara?- preguntaron sus hermanos.
El pelirrojo sonrió.
-En el pasado- comentó.
-¿Quién diría que Naruto se va a casar?- preguntó Kankuro. -No sé por qué se te pasó contarnos la última vez, Temari, deberías ser más cuidadosa con eso- dijo.
Un pequeño rubor apareció en las mejillas de la jóven de la arena. No podía responder a eso, al menos no con la verdad.
-Yo creo que Shikamaru tiene algo que ver con eso- decía Gaara. -La última vez que estuvimos allá, regresaste muy sonriente, Temari- concluyó.
Kankuro podía ser muy despistado a veces, pero Gaara no, eso lo sabía muy bien.
-¿Él?, puff, por favor- decía.
Kankuro no sabía qué estaba pasando.
-Bueno, yo pienso que la razón de tu distracción fue por él- dijo Gaara.
Temari lo miró disimuladamente, a veces odiaba que fuera tan observador.
Pero de repente algo dentro de Kankuro hizo click.
-Acaso... ¡¿él te gusta?!- preguntó.
Después de escuchar eso, Temari le propinó una buena cachetada y salió de la habitación en donde estaban. No quería ser descubierta... bueno, al menos no del todo, su reacción y su rostro la desenmascararon fácilmente.
El jóven pelirrojo solamente sonrió después de eso. Vaya vida le esperaba a Shikamaru.
Había que partir hacía Konoha mañana por la mañana para así poder llegar un día antes.
Iba a ser un largo camino.
...
Tsunade había recibido la invitación personalmente de Naruto hace un par de semanas atrás.
El viajar a lo largo del mundo le había dado una nueva perspectiva de este, claro que había recorrido un poco cuando aún no se convertía en Hokage, pero no era comparado a lo que era en la actualidad.
La brisa de cualquier lugar que visitaba se sentía... diferente, ligera, sin problemas. Era una sensación que no había logrado sentir en bastante tiempo. A decir verdad, aún le sorprendía bastante el como las cinco naciones se habían aliado, era algo que, al menos para su apogeo junto a los demás sannin, era algo impensable e incluso de estúpido si lo pensabas.
Vaya par de años que habían pasado.
Al principio se le había cuestionado sobre su decisión de abandonar la aldea nuevamente. Había sido una decisión completamente personal y, al menos desde su punto de vista, muy acertada.
El trabajo como Hokage requería el quemarse las pestañas día y noche. Incluso por días. No era que no pudiera manejarlo, pero ya no se sentía demasiado complacida por hacer algo así. En el hospital era casi lo mismo, pensar que ser el jefe de un hospital podía ser relajante era netamente de idiota.
Además de que incluía más papeleo.
Ese había sido su impulso de irse, podía viajar y ayudar con lo que sabía hacer, a ello Shizune se ofreció también y Sakura se había quedado a cargo en el lugar de Shizune, ya que la pelirosa aún era muy joven para mantener un puesto como el de Tsunade. Y no era que dudase de su alumna, sino que prefería mantenerla al margen de ese estrés... al menos por unos años más.
Sakura... vaya camino que había recorrido.
Aún podía recordar cuando llegó a ella, una jóven genin con ambición de superarse y de no estancarse. Recordaba la mirada de determinación y sus palabras seguras de "no querer seguir siendo un estorbo para los demás".
Había sido un arduo entrenamiento, en ocasiones demasiado brusco para alguien como ella, pero vaya agallas que tenía. Resistió, aguantó y superó cada obstáculo que le puso, ciertamente le recordaba a ella misma.
Un espíritu inquebrantable, dispuesto a luchar y a jamás rendirse. Al menos su compañerismo con Naruto la había impulsado para obtener eso... y claro que la desesperación por avanzar también.
La legendaria sannin no pudo evitar sonreír un poco al recordar lo que pasaría en unos cuantos días más. En verdad era de no creerse. ¿Quién pensaría que al final esos dos terminarían casándose?
No podía estar más que felíz por ambos, y claro que le alegraba que al final Sakura no haya seguido eligiendo a Sasuke.
Como su maestra, siempre había querido que ella evolucionara en todo sentido, no podía juzgar al Sasuke actual porque, bueno, trataba de enmendar lo que hizo, pero al del pasado... podría decirse que, si al menos hubiese dependido de ella, hubiese ido personalmente a romper cada hueso de su cuerpo.
Afortunadamente Tsunade se encontraba dentro de país del fuego. Iba a ser un viaje de un día y medio, dos quizás.
Le daría tiempo de sobra de volver a establecerse en la aldea y visitar a la pelirosa y el rubio.
Era mejor comenzar el viaje de vuelta.
...
Había terminado un día más.
La pelirosa había estado moviendo unas cuantas pequeñas cosas al lugar que había conseguido con el rubio casi al centro de la villa. Claro que aún no se mudaria del todo hasta que pasara el tan esperado día, pero el lugar iba tomando forma.
En sí, la jóven pelirosa no sabía cómo sería la vida viviendo junto al rubio, había visto como era su apartamento cuando iba de misiones o cuando al rubio le daba pereza limpiar... pero había quedado claro entre ambos que eso cambiaría cuando se mudaran juntos.
Le sorprendía las tantas cosas que había llevado ella, ya que parecía que ocupaba lo de dos personas y claro que algunos regalos de sus padres también, Naruto por su parte, bueno, solo habían sido pocas las cosas que llevo, él siempre vivió solo y por ende solamente ocupaba lo de una persona, aunque él fue de bastante ayuda (y sus clones) al momento de llevar algunas cosas por parte de la pelirosa.
Había sido todo un problema con las llaves de repuesto. Ambos se habían quedado con una, y otra se había quedado fuera, debajo de una maceta que adornaba la entrada... claro que esa siempre era usada por el Uzumaki, casi siempre se le olvidaba la llave de repuesto que le pertenecía en su apartamento.
Al final, con todo lo que se había llevado, se podía ver un cómodo espacio para dos personas, afortunadamente habían dos habitaciones y una habían decidido en dejarla como una tipo oficina, ahí al menos la pelirosa podía acabar su trabajo pendiente o el que decidiera terminar en casa. Las listas de pacientes y papeleos se habían vuelto un poco más comunes en su vida.
Al sentarse en un no muy grande, pero espacioso sofa en la sala, algunos pensamientos llegaron a ella.
Sabía que la decisión que había tomado era la correcta. Había entregado mucho tiempo en tratar de que Sasuke se fijara en ella, pero la cúspide de eso llegó cuando la quiso asesinar en su primer encuentro casi tres años después.
A partir de ese momento habían surgido dudas, pero todo eso se despejó cuando tiempo después la quiso asesinar nuevamente en el puente samurái.
Lo que le había dicho a Sasuke cuando partió de nuevo en su viaje era cierto. Siempre había estado ciega por ello, claro que ahora le alegraba que el Uchiha estuviese haciendo el bien, pero todos esos actos la habían hecho abrir los ojos. Y menos mal que los abrió a tiempo.
Aunque hubo otro recuerdo que llegó a su mente, y fue la primera vez que tanto ella como el rubio decidieron preparar una cena en el nuevo lugar que habían conseguido.
Había sido un día bastante cansado, llevar cosas de aquí para allá y después acomodar terminaba cansando mucho.
–El día se pasó bastante rápido– comentó el rubio.
La pelirosa suspiró y asintió.
–Al menos ya terminamos de traer lo que pesaba más– dijo.
Ambos se sentaron a descansar en el sofa que había en la sala.
–Sakura-chan–
La pelirosa lo miró.
–¿Qué pasa?– preguntó.
–Ya es un poco tarde, ¿no tienes hambre?– mencionó.
Y vaya sincronización que tuvieron ambos estómagos cuando comenzaron a rugir.
–Creo que yo traje un poco de cosas para preparar algo– dijo el rubio.
El jóven Uzumaki se levantó y miró en la nevera que había llevado de su apartamento (aunque ahora tenían dos, una de ambas se tenía que ir), y efectivamente, había un poco de cosas para poder hacer una comida.
A la pelirosa le sorprendió un poco cuando lo miró moverse para comenzar a cocinar. No sabía que él podía cocinar.
–Yo... creo que no sé cocinar– dijo.
Retiraba lo dicho.
El rubio solamente rascó su nuca, pero lo intentaría. No era que la pelirosa fuera mejor en las artes culinarias, pero tenía un poco práctica en ello.
–Yo lo haré, no te preocupes– dijo.
La pelirosa se levantó y y fue hasta donde estaba el rubio.
–No es que no sepa, Sakura-chan, bueno, creo que no soy el mejor cocinero– decía. –Pero podría ayudarte, no sobreviví solo a base de ramen cuando era niño– dijo.
La pelirosa lo miró y le dió un beso en su mejilla. El rubio solamente sonrió y se sonrojó.
Le encantaba eso.
–Bien, veamos que podemos hacer con lo que tenemos– dijo
Claro que la cena que les salió no había sido la mejor, pero era disfrutable y la compañía de ambos lo hizo aún mejor.
No se lo había comentado nunca al rubio, pero le gustaba mucho su consideración al lavar los platos y limpiar todo él, quizás no era tan vago en ese aspecto después de todo. También era entendible, siempre había vivido solo y esa costumbre de hacerlo le jugaba muy bien a su favor.
La pelirosa no podía negar que la vida viviendo sola había sido una buena experiencia, mejor de lo que imaginó, pero cuando estaba con el rubio, ahí, arreglando los últimos detalles respecto a unos cuantos muebles, tampoco podía negar que esa vida también le gustaba, quizás más que la vida viviendo sola.
Volviendo en sí, la pelirosa sonrió tras recordar eso, era un recuerdo bastante preciado para ella.
Aunque el cansancio se estaba haciendo notar. Afortunadamente había traído ropa anteriormente por los días en que ella o el rubio se quedaban para terminar detalles, por ahora era mejor quedarse a dormir ahí, ya era bastante noche y la verdad era que le daba un poco de pereza caminar de vuelta a su apartamento.
El gran día sería pronto.
Solo había que esperar.
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