Capítulo 9
¿Te deprimes o te vas de vacaciones?
Delany
Cuando desperté me di cuenta de que Gretta no se encontraba en la habitación. Salí de la cama y fui directo al baño, donde después de ganar la batalla contra el miembro de Ethan, me lavé los dientes y el rostro.
El sonido de una puerta al abrirse me sobresaltó y con todo el valor que fui capaz de reunir, salí del baño para enfrentarme a los ojos de Gretta, no obstante, fue el rostro de Elaine el que me recibió.
—No preguntes nada —ordenó mi amigo, abochornado.
Simulé que corría el cierre de mi boca y tomé asiento a su lado, en la cama donde había pasado la noche.
—¿Te gustó? —pregunté sin poder reprimir la risa.
—¡Por Dios, Delany! —se alejó en dirección del balcón en un intento de apaciguar su bochorno, lo que solo intensificó mi carcajada.
—Ya. Lo siento, te prometo que este secreto se irá conmigo a la tumba —aseguré mientras salía con él a la fresca mañana.
—¿Secreto?, sí, claro. Un secreto que también conocerá Zoe, Elaine, Ethan y quién sabe cuántos más —gruñó con frustración.
—Si te hace sentir mejor, no lo mencionaré. —Samuel río incrédulo.
—Quizás tú no, pero Zoe no lo pasará por alto en ningún momento —exclamó, y era cierto, nuestra amiga podía ser algo bocona algunas veces—. Aunque... respondiendo a tu pregunta —continuó después de un largo silencio, entonces vislumbré una chispa en sus ojos, ese tipo de chispa que alertaba mi curiosidad.
—Suéltalo —exigí, desesperada por conocer la razón de su sonrisa.
—Sí, sí me gustó. —Las comisuras de mis labios se elevaron, sin embargo, no me dejó decir nada—. No me malinterpretes, fue incómodo porque sin importar que mi cuerpo sea el de una chica, aquí —me explicó tocando su sien—, soy un hombre; aun así, tengo que admitir que ese chico supo hacerme olvidar eso por un instante y... lo disfruté, más no quiero repetirlo, ¿entiendes?
—¿Por qué? ¿Temes que te seduzcan tanto sus cautivadores movimientos que te hagan dudar de tu sexualidad? —me mofé.
—Basta. Lo digo enserio, Del.
—Ya. Lo lamento.
—Quiero ser yo quien se lo diga a Zoe —indicó unos minutos más tarde.
—Por supuesto, eso sí, me parece que debes ir a la habitación treinta y cinco y hablar con Elaine: estuvo intranquila anoche.
—Sí...
—Nos vemos en la recepción.
—Bien.
Mi amigo Salió de la habitación y yo me quedé ahí, hurgando en mi interior en un intento de descifrar el comando que el silencio de Ethan había dejado. El mismo silencio que me impidió dormir lo suficiente como para evitar las ojeras.
Necesitaba verlo, saber qué ocurrió: si se había quedado dormido, o mi comentario lo había asustado. No perdí más tiempo en darle vueltas al asunto, sino que fui directo a su habitación.
¡Madre mía! Se veía tan sexy...
Fui hasta su cuarto para hablar de aquel mensaje y al final, terminé encima de su regazo para maquillarlo, con mi miembro rugiendo entrar en él por muy extraño que eso se escuchara.
Entonces me di cuenta: Ethan no se había quedado dormido, simplemente no quiso comprometerse.
Un combo que contenía mariscos en distintas presentaciones es lo que ordenamos. El hotel tenía horarios establecidos para el funcionamiento de los restaurantes, por lo que justo en la hora en que despertamos se encontraban fuera servicio, así que adelantamos nuestro recorrido por el pueblo para ir a comer algo.
Ethan se encontraba con su «cita», por lo que eso nos dejó a nosotros seis en una mesa llena de mariscos y, aunque todos conversábamos, lo cierto era que me sentía algo sola: Santiago no paró de susurrarle cosas a quien creía que era Elaine, entretanto la verdadera, atrapada en el cuerpo de mi amiga, no dejaba de estar pendiente a cada uno de sus movimientos; por otro lado, Gretta no me dirigió la mirada, no hablemos ya de la palabra, lo que una Zoe, desde el cuerpo de mi amigo, tomó como una oportunidad para acercarse a ella. Me pregunté qué estaría haciendo Ethan en esos momentos, mientras yo veía ese caos.
Las horas se arrastraron cual caracol y el silencio en el que me sumergí solo dio oportunidad a mi cabeza para divagar en torno a Ethan; lo sabía, era estúpido e ilógico que comenzara a sentir algo por alguien que ni siquiera conocía, lo que me llevó a plantearme que probablemente sufría del síndrome de Estocolmo.
«Tranquilízate, Delany, ya comienzas a pensar idioteces».
Aprovechamos el tiempo para recorrer las calles a los alrededores del centro, donde encontramos desde artesanías, dulces tradicionales y bebidas. Cuando nuestros pies reclamaron por tantas horas de caminata, llegamos a la plaza principal y nos dejamos caer en las bancas para apreciar el ocaso.
El móvil de Ethan sonó, emocionando a mi estúpido corazón, sin embargo, terminó por marchitarse cuando en la pantalla apareció el nombre de «Emma». Me levanté al instante y me alejé del grupo al tiempo que me debatía entre si debía responder o no. Mi cabeza me dijo que no, al menos no sin el permiso de él; no obstante, mi corazón rogó por descubrir quién era ella.
«Quizás es su novia. ¡Vamos, Delany!, no especules sin prueba alguna». Es probable que solo buscara una excusa coherente y podía decir que la encontré, así que acepté la llamada. «Solo es por mi seguridad, no quiero que mis sentimientos avancen con la persona equivocada, otra vez», me recordé.
—¿Ethan? —contestó una voz aliviada al otro lado del teléfono y la mía se quedó atascada en mi garganta—. ¡Ethan, responde!
—Hola, ¿qué pasa?
—¿Qué pasa?, ¿es en serio?, ¿sabes acaso lo furioso que está papá?, ¿o lo preocupada que esta mamá? —al escuchar eso la sensación de traición me abandonó y en su paso la curiosidad me invadió de nuevo—. ¡Di algo, carajo! ¿Dónde demonios estás?
—Yo... —Si Ethan no le dijo nada a su propia familia, no debía ser yo la que lo hiciera—. Lo siento, estoy ocupado. Debo irme.
—¡Eres un maldito egoísta...!
—Lo lamento —«no puedo decir nada». Presioné el botón rojo y di por finalizada la más extraña conversación que había tenido hasta ese momento.
—¿Todo bien, viejo? —inquirió Santiago, quien se había acercado.
—Sí.
—Otra vez Emma, ¿eh? —Asentí.
—Deberías llamarlos y arreglar las cosas. ¡Ya sé, ya sé! —se apresuró a decir—, no es tan sencillo. Quizás solo debes dar el primer paso y el resto será más fácil. —Volví a asentir porque no sabía qué más hacer—. De lo contrario, podrías arrepentirte de por vida.
Santiago se alejó y yo me quedé ahí, confundida. «¿Por qué no le dirías a tu familia dónde estás?, ¿qué podía ser tan terrible como para que Ethan no quisiera hablar con su propia familia?, ¿qué esconde?».
Después de una hora de caminata nos detuvimos en una nevería, donde ordené un helado de fresa, tanto para no levantar más sospechas, como para recordar a Ethan, a quien conforme más conocía, más... Ni siquiera era capaz de decirlo en mi interior porque si lo hacía, por alguna extraña razón sentía que todo se volvería real y mi miedo se oponía a eso.
El móvil volvió a sonar y en mi bandeja de entrada apareció un mensaje de él, tal parecía que lo invoqué.
Móvil de Delany: ¿Dónde están?
Móvil de Ethan: En el jardín principal del pueblo.
Móvil de Delany: Bien, voy en camino.
Una boba sonrisa que no logré reprimir se ensanchó en mi rostro.
—¿Tú que dices, Ethan? —interrogó un Samuel dirigido por Zoe. Mi cara hizo que un coro de risas recorriera el grupo—. Zoe ha propuesto que mañana vayamos a hacer snorkel con el grupo A de los turistas: según el itinerario realizarán la actividad para ver estrellas de mar, arrecifes y el museo marítimo, de ahí los llevan a comer y después les dan un recorrido en turibús con bebidas incluidas —explicó.
—Me parece genial.
El paquete vacacional que habíamos pagado incluía no solo alimentos y bebidas de libre acceso, sino actividades a las que podíamos ser acreedores una vez durante nuestra estadía, siempre y cuando apartáramos nuestro lugar, puesto que eran muy demandados.
Sí, era un paquete vacacional caro, sin embargo, dicho plan estaba destinado a mi luna de miel, porque «¿qué mejor que la Riviera Maya para pasar los días más felices de tu vida?», al menos eso decía el maldito folleto. Al estar la reservación a mi nombre y pagada, decidí posponerlo y modificar algunos aspectos para que pudieran venir mis amigos conmigo. Josh enfureció.
«¡Que se joda!».
Decidimos sentarnos en una de las palapas que se encontraban en la plaza principal. Samuel, dirigido por una enérgica Zoe, nos pidió nuestras credenciales para comenzar a realizar la reservación, y justo en ese momento, llegó el hombre que no solo había comenzado a hacer temblar mi corazón, sino también mi entre pierna.
La voz de Elaine le explicó el acuerdo al que habíamos llegado y después de dar a conocer su aprobación, le hizo entrega a Zoe de mi credencial.
Cuando todos se inclinaban sobre el cuerpo de Samuel para estar al pendiente de la llamada, Ethan tomó asiento en el lugar más alejado posible y no tardé en llegar a él.
—¿Qué tal nuestra cita? —inquirí, evaluando cada gesto de su rostro en busca de cualquier indicio que me advirtiera lo que sucedía.
Ethan echó la cabeza hacia atrás y soló un largo suspiro, después del cual, giró su rostro en mi dirección.
—Del, si todos los hombres que te pretenden son como ese idiota... entiendo porque me has rechazado.
—¡Vaya! ¿Tan mal te fue? —Ethan río con tristeza, mas no dijo nada—. Tú... eres un idiota diferente —afirmé apenas en un murmullo.
—¿Qué has dicho? —exclamó sorprendido a la vez que se enderezaba con la mirada expectante en mi dirección.
—No voy a repetirlo.
—No importa, te he escuchado y no puedes retirarlo.
—No planeaba hacerlo —le aseguré.
—¡Eh! —exclamó Santiago con el fin de atraer nuestra atención—. ¿Restaurante chino o tailandés?
—Chino —respondimos al unísono, eso hizo que el trazo de una sonrisa se dibujara en mi rostro.
—Bien, entonces tenemos una cita los siete a las 8:00 de la noche en el restaurante chino —nos informó.
—¡Genial!, mas son las 6:00 y no sé ustedes, pero yo necesito un trago —anunció Zoe, quien tomó la mano de Gretta y la llevó consigo en dirección a una licorería cercana.
El silencio nos envolvió, haciendo el calor más evidente en especial por la abrazadora mirada de Elaine, quien rostizaba a mi amigo y a Santiago, los cuales mantenían una conversación en susurros cómplices.
—Parece que el sexo ha ido genial —interrumpió Elaine, atrapada en el cuerpo de Zoe.
Santiago se apartó de Samuel y frunció el ceño ante las palabras de una «desconocida».
—Hum...
—A estado bien —lo interrumpió Samuel en un intento de mantener la situación bajo control, en cambio fue todo lo contrario, mas Santiago no lo notó.
—¿Bien? —cuestionó el amigo de Ethan, ofendido.
Tanto el rostro de mi amigo y el de Elaine se encendieron, aunque por razones completamente diferente.
Ethan reprimió una risotada e intercambió conmigo una sonrisa cómplice.
—¡Aquí está! —anunció Zoe al colocar una botella de tequila sobre la mesa.
«Bendita seas, Zoe».
El alcohol corrió por nuestras venas al instante y los semblantes desdichados se esfumaron conforme los efectos de la ardiente bebida se iban manifestando.
Pasada una hora de probar los dulces tradicionales, comprar algunos recuerdos, y riendo por cualquier estupidez, decidimos emprender el camino de regreso al hotel y alistarnos para la cena.
—Entonces... ¿me dirás que pasó con ese galán? —curioseé, porque mentiría si digo que no me intrigaba saberlo.
Ethan ralentizó el paso y cuando nos encontramos a una distancia prudente del resto, habló:
—Me ha llevado a navegar en un velero, hay que admitirlo: fue divertido. Me invitó champagne y... tienes que saberlo —titubeó mientras me lanzaba una mirada que no logré descifrar—. Por un momento creí que era el candidato perfecto para ti —confesó—. Me dolió pensarlo —admitió con una sonrisa triste. «¿Le dolió?, ¿qué quiere decir eso?»—, sin embargo, no tardó en cometer no uno, sino muchos errores. Para no hacerte el cuento demasiado largo, llegué a una conclusión: ser una mujer hermosa se ha convertido en un peligro, incluso me atrevo a decir que hasta en una maldición...
—Sí, tienes razón, aunque una mujer no solo puede ser hermosa, hay demasiadas cualidades que nos definen...
—Eso lo sé y no lo pongo en duda, es solo que... —Negó con la cabeza en un intento de acomodar sus ideas—. Creo que... Había visto las cosas desde una perspectiva muy diferente, quizás por eso sucedió todo esto... para darme una lección.
No respondí. Si Ethan tenía razón y el propósito de eso era enseñarnos algo, ¿qué es lo que se supone que debía aprender?
Faroles de papel rojo y blanco con grabados chinos decoraban todo el restaurante y el olor tan característico de la comida invadía cada rincón del sitio.
—Por aquí —Seguimos a un joven hasta una mesa redonda con siete espacios, donde se encontraba una estructura metálica con diseño delicado, en la cual descansaba una nota con el nombre de «Santiago Hernández».
Pronto el mesero nos entregó las cartas y esperó nuestras órdenes.
No tardamos mucho en comenzar la cena, donde ingerí una generosa porción de arroz con camarones, pollo agridulce, deliciosos rollitos de primavera y algo de vino tinto joven, mientras que Zoe, atrapada en el cuerpo de Samuel, se encargó de lo que solo ella sabía hacer: animar el ambiente; contó algunas anécdotas vergonzosas que hemos vivido los tres, chistes y dio comienzo a un debate de cuál era el sitio más excitante para tener sexo. Los ascensores ganaron.
Mi teléfono sonó desde el bolsillo del short de Ethan y en la pantalla se leía «Josh». Mi corazón se aceleró y mi usurpador no lo pasó por alto, porque las comisuras de sus labios se elevaron en una sonrisa burlona.
—¿Bueno?... —El ceño fruncido de Ethan provocó que mi ansiedad aumentara—. Espera, no te he escuchado bien —exclamó al tiempo que tomó mi mano y me arrastró con él hasta la salida del restaurante, donde activó el altavoz.
—Seré más claro, Delany: estás despedida. La imagen de una prostituta solo daña el perfil de la compañía y del ahora proyecto mío. Tienes quince días para recoger tus cosas. A tu correo te llegará la carta de renuncia que tendrás que firmar... —Mi vista se nubló por un momento.
«¿Despedida?».
No me quedé a escuchar el desenlace de la llamada, sino que me dirigí a cualquier parte donde pudiese asimilar toda esa situación.
Al final terminé sentada en la playa.
Llevaba casi tres años trabajando en esa empresa, fue ahí donde desarrollé una idea rentable y el lugar en el que conocí al «amor de mi vida», quien me ayudó a potencializar mi propuesta y convertirlo en nuestro proyecto que acababa de quitarme, ¿y todo por qué?, ¿por un maldito baile?
Saqué el teléfono de Ethan y entré a Instagram, ni siquiera tuve que buscarlo, al instante me encontré con videos de ambos, bailando. Facebook, TikTok todas las malditas redes sociales estaban repletas de esa mierda.
Lágrimas surcaron mi rostro y la impotencia me invadió. Estaba enojada con Ethan por comenzar esta estúpida situación, no obstante, aún más con el maldito destino o con quien sea que hubiese ocasionado ese desastre.
«Cierto, aunque ahora sonríes más», me recordó una voz en mi cabeza.
Sí, era verdad: no fue hasta que ese hombre llegó a mi vida, que la mía comenzó a tener trazos más definidos y con colores.
Me levanté ante la incapacidad de seguir un minuto más inmóvil y comencé a caminar por el linde del océano mientras disfrutaba del agua contra mis pies, recordaba mi niñez: cuando mis padres me llevaban al mar y juntaba esas pequeñas y singulares conchitas para llevarlas a casa conmigo, colocarlas sobre mi buro, y esperar algún día encontrar dos iguales; nunca sucedió.
Cuando me encontré más tranquila y por alguna extraña razón, también me sentía libre, me volví a dejar caer sobre la fina arena para apreciar la hermosa luna frente a mí, en conjunto con la seductora danza de las olas.
Minutos más tarde, Ethan se dejó caer a mi lado y no pronunció palabra alguna, lo cual agradecí.
«¿Enojada? ¿Agradecida?», intentaba descifrar mis sentimientos, mas una batalla había comenzado en mi fuero interno y a pesar de eso, un deseo inmenso se apoderó de mí: decirle lo que mi corazón y entrepierna gritaban, pero... ¿cómo le dices lo que sientes a alguien que está acostumbrado a escuchar lo mismo de cualquiera que se le atraviesa?
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