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Capítulo 6

¿Destino o casualidad?

Delany

—Entonces, ¿qué dices?

—Lo siento, no salgo con tipos como tú —respondí, arrastrando las palabras a causa de mi torpe lengua.

—¿Tipos como yo? —inquirió sonriente—. ¿Te refieres a atractivo y para tu buena suerte soltero?

No podía dejar de observarlo, era demasiado sexy y su sonrisa... era aterradoramente sensual, aunque su cuerpo fue lo que en realidad me subió de tono.

—Mis amigos me están esperando. —Me di media vuelta en cuanto mi cuerpo comenzó a reclamar su proximidad y regresé con Zoe y Samuel, quienes seguían en su debate sobre lo que les deparaba el futuro, según su horóscopo—. ¡Llegó el alcohol! —anuncié.

—Buenas noches —saludó el conductor, que después de quince minutos en silencio, volvió al escenario y la música cesó—. Como les hemos prometido: el día de hoy traemos para ustedes un concurso con el fin de animar el ambiente y... ¿por qué no?, también para que conozcan a más personas y quién sabe... quizás hasta a su alma gemela. —Después de varias risas y chiflidos, reanudó su discurso—: para esta dinámica, necesitaremos que cada mesa este completa, es decir, que hagan equipos de cinco integrantes.

—Parece que el destino se encuentra de mi lado —exclamó el joven con el que estuve unos momentos atrás en la barra—. Buenas noches, soy Ethan y ella es Elaine —se presentaron mientras tomaban asiento en nuestra mesa.

—Un placer... —Zoe y Samuel hicieron lo mismo y los aceptaron de inmediato. No tardaron en entablar conversación con esa tal chica Elaine al tiempo que Ethan me acaloraba con la mirada.

Por todo el salón se escucharon risas junto con el desplazamiento de personas, hasta que dos minutos más tarde todos habían tomado sus respectivos lugares.

—Bien. Ahora necesito que elijan a un hombre y una mujer, los cuáles serán sus representantes; ¡así que mándelos conmigo! —indicó el conductor.

—Yo digo que ustedes dos deben ir —propuso Zoe, con una sonrisa pícara.

«Oh, Zoe, te juro que te mataré».

—No... yo... —comencé a oponerme.

—¡Vamos, no seas amargada! —soltó Ethan, quien tomó mi mano y me arrastró tras él en dirección al escenario.

El sonido de una puerta al cerrarse me despertó.

Carajo, me quedé dormida en la tina, donde logré recordar parte de esa enigmática noche.

«Así que, sí rechacé a Ethan».

—¡Eh, viejo, lo he conseguido: todos irán al club! —anunció Santiago al otro lado de la puerta.

—Genial, gracias.

—¿Puedo preguntar qué demonios planeas hacer?

—Un espectáculo.

—No sé qué es lo que te está pasando, pero quiero que sepas que estás loco.

—Sí, gracias —dije entre risas sin darle mucha importancia.

Mi celular marcaba que eran las 8:00 p.m., así que tenía el tiempo justo para arreglarme.

Por primera vez me sentía con la confianza de revisar todas las cosas de Ethan y por lo que vi era algo vanidoso, aunque no me sorprendió, eso ya lo había descubierto antes de abrir su maleta, en la cual encontré desde cremas para el cuerpo y rostro, crema aclaradora, para la noche, para el día; cera para el cabello, gel, perfume, desodorante, gel de baño, champú, y un sinfín de productos que ni siquiera sabía para qué eran.

No pasé por alto que se encontraba depilado al cien por ciento, sí, hasta las bolas y más allá; eso me hizo reír, no obstante, me gustó: le permitió a mi mente comenzar a fantasear con todo lo que podría hacerle cómodamente.

Una vez humectada mi piel me puse la tanga de elefante para observarme al espejo y fue mi reflejo el que me devolvió una enorme sonrisa. «No puedo esperar para ver su cara». Me calé unas bermudas, sandalias, y una playera negra de algodón.

Después de que Santiago se fuera con el resto a hacer skate y divertirse un rato, yo me quedé escogiendo la canción perfecta, así como algunos pasos que darían vida a mi plan. Solo me faltaba lo más importante: el lugar y el señuelo.

Mi compañero de cuarto entró al baño y escuché que el agua de la regadera comenzó a correr.

—En seguida regreso —avisé antes de salir de la habitación.

Me interné en el elevador y bajé hasta la primera planta, donde avancé con paso veloz en dirección al edificio B, más específico: a la habitación dieciocho. Cuando llegué a mi destino saqué la nota que escribí y la coloqué en la hendidura de la puerta.

Club nocturno, 10:30 p.m.

Att: Tu bizcocho.

Bien, ahora solo quedaba esperar la hora para mi cita doble.

Ethan llevaba puesto un traje de baño negro y un pareo igualmente oscuro, el cual le llega hasta los tobillos y tenía una abertura en la pierna derecha.

«¡Uf!, tengo un hermoso y muy ardiente cuerpo».

Siempre me había sentido un poco acomplejada por algunos detalles que notaba en mí, sin embargo, en ese momento que lo contemplé desde otros ojos, me di cuenta de que estaba muy equivocada.

Bebí mi segundo shot mientras escuchaba como Ethan se reía de las barbaridades que decía Zoe en el cuerpo de Samuel, desde donde no le quitó los ojos de encima a Gretta.

Mi celular marcó las 10:25 p.m., así que me levanté y anuncié que iría al sanitario, por lo que nadie me prestó mucha atención, a excepción de Ethan.

A penas salí de su vista, me dirigí hacia el conductor que, para mi buena suerte, era el mismo que el de aquella velada en la que comenzó toda esa locura.

—Hola, buenas noches...

—¡Eh! Mi amigo de la otra noche. ¿Cómo nos fue, campeón? —saludó el hombre con algunas copas de más encima.

—Creo que bien —dije con una enorme sonrisa, aunque pronto se convirtió en un mohín cuando recordé a Karla.

—Ya lo creo —exclamó a la vez que palmeaba mi hombro—. Dime, viejo, ¿en qué puedo ayudarte?

—Verás, necesito que me des la oportunidad de utilizar el escenario —ante mis palabras el hombre me observó con curiosidad—. ¡Vamos!, será un espectáculo que no te costará nada, más que decirme que sí.

—Comienzo a pensar que eso de brindar espectáculos se te da más que bien —anunció, sonriente. «¿Qué carajos significa eso?». Le expliqué a grandes rasgos lo que planeaba hacer y después de pensarlo un momento, contestó—: De acuerdo, solo dale el nombre de tu canción al Dj y el resto es tuyo, viejo.

—¡Genial! —me acerqué al joven tras la mesa de mezclas y le indiqué la canción que necesitaba, así como el momento exacto en que debía ponerla.

Los nervios comenzaron a invadirme y estuve a punto de detener esa locura, cuando una voz me distrajo:

—Bizcocho —me llamó el joven de piel bronceada que nalgueé esa mañana. Llevaba puestos unas bermudas y camisa de encaje color lila junto con un par de sandalias blancas.

—Hola —saludé con una enorme sonrisa como consecuencia de los nervios.

Maldición, las manos habían comenzado a sudarme.

—Necesito que sepas que no quiero nada serio, no nombres, no número de teléfono, no...

—Perfecto —lo interrumpí en un suspiro aliviada: no sabía qué hubiese hecho si esa situación llegaba más lejos, «aún no estoy lista para que me den por detrás»—. De hecho, te he pedido que vengas porque me encuentro a punto de montar un show y quiero que participes en él.

—¿De qué va? —preguntó, dubitativo.

—De un sensual baile realizado por tu servidor —Me regaló una enorme sonrisa y cinco minutos más tarde, Fabián, el chico que aceptó mi seductora presentación, se encontraba sentado en una silla detrás de mí. Yo por otro lado, estaba en tanga con unas rodilleras para baile y un precioso antifaz.

Los murmullos a mi alrededor comenzaron a cesar y la intensidad de la luz entre las mesas descendió con la canción Pony de Ginuwine de fondo. Sí, vi durante horas videos y en una tarde logré obtener una coreografía espectacular dadas las circunstancias.

El silencio se instaló en la habitación mientras que la luminosidad sobre el escenario aumentó.

Cuando las miradas de todos los presentes fueron nuestras, comencé a acariciar el hombro de Fabián, al tiempo que acercaba la trompa del elefante a él con movimientos cautivadores. Los vítores y gritos de animación no tardaron en hacerse presentes.

Apenas comenzó la letra, giré y terminé a horcajadas frente a mi sexy homosexual, donde me aferré al respaldo de la silla para seguir con mis sensuales movimientos. La risa y el rubor en el rostro de mi acompañante aumentaron. «Será una cita inigualable y difícil de olvidar».

Sin previo aviso, di media vuelta y me puse en pie para contemplar a mi público, hacia el cual comencé a avanzar como todo hombre seguro de sí mismo: pavoneándome de lado a lado. Al ritmo de la música me acuclillé y empecé a rebotar sobre mis tobillos, para luego lanzarme hacia delante sobre mis rodillas e iniciar a hacer el pasito de Raw.

Los celulares comenzaron a grabar y entre la multitud vislumbré a Ethan y a mis amigos que, no paraban de reír, sin embargo, fueron los semblantes de Gretta y Santiago los que recordaría toda mi vida.

Quedé a gatas y con movimientos lentos me arrodillé para comenzar a abrir las piernas y dar sentones contra el suelo. Los nervios ya me habían abandonado y en su lugar la efímera sensación de victoria me invadió en cuanto vi cómo me devoraban aquellos ojos color miel; entonces me dejé caer hacia atrás con el fin de poder girar sobre mi rodilla y quedar con el público a mi espalda. De un salto me levanté de la forma más sexy que logré y me dirigí hacia Fabián, quien no paraba de reír y usar su mano como si de un abanico se tratase.

Tomé su hombro, coloqué mi pie en su rodilla, y al ritmo de la música hice movimientos adelante y atrás con mis caderas. Aferré su mano y lo ayudé a ponerse de pie para hacer que se tumbara en el suelo, donde me senté sobre su abdomen y comencé a simular que lo embestía, pero esta vez avanzando hasta su rostro, momento en el que Fabián me tomó por las caderas en un intento de sentirme más cerca, y los gritos de la multitud aumentaron.

El torbellino en mi interior me hizo estremecer y en el momento en que mis iris chocaron con aquellos ojos como el oro, el deseo de que fuera él quien estuviese entre mis piernas, me invadió. Le regalé un guiño con mi corazón sacudido por la enérgica sensación de haber triunfado. 

Llevada por el momento aprisioné las manos de mi rehén sobre su cabeza y con un movimiento rápido lo hice girar hasta quedar boca abajo. Le propiné una nalgada y un jadeo de su parte llenó la atmosfera junto con ovaciones por parte de los presentes. Apreté sus caderas con mis piernas para rodar con él y hacerlo quedar encima de mí, y así terminar por empujarlo con mi vientre en un sensual movimiento que lo hizo quedar sentado mientras que yo terminaba en el suelo viendo el techo, justo cuando la canción terminó.

Aplausos, gritos, vítores y demás se escucharon por todo el salón, no obstante, mis ojos solo tenían capacidad visual para una persona: Ethan, sin embargo, no lo encontré por ningún lado, hasta que la luz en mi escenario se extinguió y en su lugar aumentó en el otro extremo de la estancia junto con la canción Sex You de Bando Jonez.

Al instante todos los presentes se dirigieron hacia una Delany con el pole sport detrás de ella y con las manos aferradas a él por encima de su cabeza. De pronto giró y pegada al tubo comenzó a bajar hasta quedar en cuclillas, desde donde subió con un movimiento sexy e inició a caminar de reversa; acto seguido, pegó las manos al suelo y dio un pequeño brinco, con el cual se abrió de piernas. Empezó a arrastrarse por el suelo, rodar, mover las caderas y trepar el maldito tubo.

«¡Genial, ahora resulta que puede ser también teibolera! ¡GENIAL! ¿De dónde demonios has salido, Ethan?».

Tenía que admitirlo: calentó a todo hombre en el salón en el momento en el que se abrió de maneras que ni siquiera sabía que era capaz.

De pronto un joven subió al escenario y comenzó a bailar con él. Sus iris estaban clavados en mí cuando el sensual hombre pegado a su cuerpo lo besó y él aceptó el gesto sin dejar de contemplarme. Maldición, mis manos se calentaron justo cuando una sensación de celos corrió por mi torrente sanguíneo. ¿Me estaba celando?, claro que sí.

Un minuto más tarde el sujeto cautivado por sus movimientos, aferró su trasero, a lo que Ethan reaccionó al instante: se apartó y le propinó un golpe en la cara. Entonces todo fue un caos. Gritos, golpes y risas.

Tomé mi ropa, bajé del escenario hecha una furia, y corrí hacia Ethan, quien luchaba contra una joven más alta que él.

—¡Basta! —grité, no obstante, mi voz quedó ahogada por el alboroto.

Sujeté a Ethan y lo arrastré conmigo y al instante un golpe en mi mandíbula me hizo caer al suelo frío en medio de decenas de pies y sombras. Pronto divisé a Santiago entre la multitud tirando golpes y patadas. Me levanté y busqué a Ethan que no paraba de golpear al sujeto que se atrevió a tocarlo. Por un momento me dio risa, hasta que recordé que era mi imagen la que se encontraba en juego.

Me puse de pie y tomé a Ethan por la cintura, sin embargo, alguien más me tacleó y terminé sofocada en el suelo.

«¿Es enserio?».

Dos minutos más tarde, el personal de seguridad llegó y puso alto a la pelea, mientras nos arrastraban a Ethan y a mí fuera del club. 

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