Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 4

¿Prefieres ocultar los celos o desquitarte con besos?

Delany

Cuando me encontré más tranquila y todo regresó a su lugar, llegué al restaurante italiano, donde acordé verme con Karla; tal como suponía, ya se encontraba en la mesa reservada.

Mientras seguía a la joven que me guiaba hasta mi cita, el impulso de hacer que Karla odiara a Ethan para que no volvieran a verse jamás, me invadió, mas me recordé que él había confiado en mí lo suficiente como para dejarme venir con la chica que al parecer le agradaba.

Quité esa idea absurda de mi cabeza y sonreí amablemente en el momento en que tomé asiento frente a la rubia con vestido blanco semiajustado y un escote demasiado pronunciado para mi gusto.

Eran más que claras las intenciones de Karla, lo que me hizo sonreír cuando pensé que no lograría su cometido conmigo esa noche.

—Hola —saludó con una sonrisa coqueta.

—Hola, Karla —Mi formalidad, marcó un límite entre nosotras y por su rostro extrañado, supe que lo notó.

Se removió en su asiento y volvió a sonreír.

—Buenas noches —saludó el mesero al tiempo que nos ofrecía la carta.

Había probado algunas comidas italianas, sin embargo, la lasaña era mi debilidad, aunque temí que si la ordenaba podía parecer algo... «Espera, no soy Delany», y tampoco buscaba conquistar a esa mujer frente a mí, así que..., ¡al diablo con las apariencias!

—Lasaña —pedí, antes de cerrar la carta y devolvérsela.

Carpaccio, por favor.

«La rubia conoce de esto», resonó una voz en mi cabeza, no obstante, ese platillo era uno de los que más detestaba.

—Por supuesto, enseguida regreso. —Apenas unos segundos después llegó a nosotros un sommelier.

—Buenas noches, señorita, caballero. Si me permiten, con base en su cena... puedo sugerirles este vino tinto —ofreció antes de mostrarnos una de las botellas de su gueridón—. O si prefieren algo más suave... —continuó—, este es el indicado.

—¿Cuál nos recomienda usted? —inquirí.

—Este, caballero —aseguró mientras colocaba la primera botella ante mí.

—Qué mejor que el recomendado por el experto —exclamé y sonreí a modo de agradecimiento.

—En ese caso..., este es el afortunado —El hombre tomó dos copas y vertió un poco de vino en ellas para ofrecérnoslas después.

—Gracias —dijimos al unísono. Acto seguido, se retiró y quedamos por primera vez solas.

Bebí un sorbo del vino y al instante agradecí al sommelier.

—Entonces, Karla... dime, ¿de dónde eres? —La rubia levantó su mirada, desconcertada.

—Ya tuvimos esta conversación ayer —anunció, confundida.

«Mierda».

—Lo lamento. Si soy sincero, no recuerdo gran parte de lo que sucedió ayer y me apena mucho decírtelo, pero me parece justo que lo sepas.

—Ya. Bueno, después de todos esos tragos que te tomaste, lo extraño sería que sí recordaras algo —Ese comentario atrajo mi atención.

—¿Tan mal he estado?

—Pues... después del concurso, tú y tu... prima, en conjunto con el resto de tus amigos, se bebieron la botella del premio, que según dijo el conductor, es un licor nuevo: lo mejor que tenían y, por tanto, más fuerte...

—Espera —la corté y fingí una sonrisa—. ¿Un concurso?

—¡Vaya!, entonces sí que estabas demasiado ebrio —exclamó al mismo tiempo que se ruborizaba.

Carpaccio para la señorita y... lasaña para el caballero —anunció el mesero con una amable sonrisa—. ¿Algo más que pueda ofrecerles?

—Muchas gracias, estamos bien —aseguré.

—Buen provecho. —El hombre asintió en nuestra dirección y se retiró.

—Pero... háblame de ti, Karla —sugerí para quitar la presión de mí: quería contestar las menos preguntas posibles o podría meterme en asuntos que no estaba segura de querer conocer.

La rubia me escudriñó con esos ojos cual zafiros y después de terminar su bocado, se dispuso a hablar:

—Bueno... Soy Médica veterinaria y zootécnica y trabajo en el zoológico de Guadalajara...

«¡Guau!, el mundo es demasiado pequeño», pensé, porque justo ahí era donde vivía Ethan y... yo también.

Cuando terminamos de cenar sabía que le gustaban los perros, por lo que tenía dos labradores; que su abuela murió, que sus padres se acababan de divorciar, que su compañera se casaría y que su color favorito era el morado, entre otras cosas. Yo solo podía pensar: ¡Dios, como habla esta chica!

Al salir del restaurante la acompañé hasta la habitación veintisiete del edificio C, donde el silencio y la tensión se instalaron.

—Me la he pasado genial, Ethan.

—Yo también, Karla.

—¿Gustas pasar? —ofreció después de abrir la habitación y lanzarme una sonrisa pícara.

—Lo siento, debo irme: he quedado con Delany para ir por un trago —improvisé en un intento de sonar educada.

—Ya.

—Pero si gustas, puedes pasarme tu número telefónico y quién sabe... quizás nos podamos ver después en Guadalajara.

—Me encantaría —Karla entró en la habitación y tomó un post it del tocador, mientras observaba cómo escribía su número para entregármelo después.

—Gracias. Que descanses, Karla. —Sin previo aviso, la rubia se abalanzó en mi dirección y plantó un ardiente beso sobre mis labios, del cual estuve a punto de apartarme, hasta que recordé que podía joderlo todo. Sus labios eran suaves, no obstante, su aroma, su cuerpo... No eran excitantes para mí—. Lo siento, debo irme —murmuré, alejándome un poco.

—¿No puedes quedarte solo unos minutos más? —jadeó a milímetros de mi cuello y plantó dulces besos hasta llegar a mi lóbulo.

¡Carajo!, eso fue demasiado incómodo.

—Están esperándome —insistí para que se detuviera.

Sus caricias llegaron hasta mi entrepierna, mas mi miembro no se endureció. Me sentía indefensa, asustada y supongo que eso bastó para matar la erección que Karla buscaba ansiosa.

«¡Lo siento mucho, Ethan, este es mi límite!».

Tomé a Karla por los hombros con toda la dulzura que fui capaz y la aparté. Mi rostro estaba encendido: eso era bastante vergonzoso, me sentía extrañamente acosada.

«¡Maldición! ¿Por qué Zoe no se encuentra en este cuerpo?», ella habría sabido qué hacer: era una hermosa y sensual mujer homosexual.

—Perdón, tengo que irme. Que pases buenas noches.

Me alejé tan rápido como pude. Estaba segura de que, si ese hubiera sido el verdadero Ethan, habría entrado a esa habitación sin dudarlo. Esa idea hizo estremecer en mi pecho. Necesitaba un trago. Corrección: necesitaba un gran trago.

Saqué mi móvil y mandé un mensaje a Ethan, quien me había dado su número telefónico antes de mandarme con esa rubia.

Delany: Te espero en el club.

No pasó ni un minuto cuando mi celular vibró con su respuesta.

Ethan: Voy para allá.

—Un manhattan —pedí al barman, quien en seguida me lo preparó.

—¡Nena! —me llamó una alcoholizada Zoe, desde el cuerpo de Samuel. La gente a nuestro alrededor nos observaba y soltaron risitas—. Esto tiene que terminar cuanto antes —farfulló para después reírse como consecuencia del alcohol. A su lado Samuel desde una Elaine bastante exasperada, puso los ojos en blanco—. Casi le dan por el culo hoy —susurró Zoe divertida.

—¿De qué habla? —le pregunté a Samuel, quien tomó asiento a mi lado.

—Santiago me ha besado, se le pasaron los putos tragos y Elaine nos encontró. Me pidió que no la cagara, al parecer está colada por él —confesó mi amigo mientras movía su pierna y jugaba con sus manos de forma nerviosa—. He buscado no quedarme solo en ningún momento, mas Santiago se las ha arreglado y cuando menos lo esperaba, me acorraló contra la pared. ¡Lo sentí duro pegado a mí, demonios! —Samuel controló sus nervios y continuó—: corrí y no paré hasta que me encontré aquí a Zoe, tal parece que esa amargada de Gretta ha inspirado sus fantasías y ahora se encuentra confundida.

—Entiendo. Bueno, entonces ahora somos dos a los que casi nos violan hoy —confesé con una gran sonrisa para después beber de mi copa martinera.

Mis amigos me observaron expectantes, con esa mirada que te incita a hablar y eso fue justo lo que sucedió: les conté a cerca de mi cita con Karla.

—Espera, ¿me estás diciendo que has rechazado las siete citas con galanes, contando a Ethan, y la primera que aceptaste fue la de una rubia calenturienta? —exclamó Samuel, incrédulo.

—Eso es justo lo que he dicho.

—Que afortunada —se lamentó Zoe.

—¿Qué va a pasar si no logramos volver a nuestros cuerpos? —inquirió de pronto Samuel.

Zoe y yo intercambiamos una mirada cómplice en busca de una respuesta, no obstante, ninguna de las dos logró trasmitir nada a la otra. «Quizás el cambio de cuerpos ha afectado nuestra telepatía», ja,ja. Me terminé mi bebida y ordené una más.

—No lo sé —confesé al fin en un suspiro—. Pero debemos intentarlo. Karla ha dicho que hubo un concurso.

—¿Cómo que un concurso? —exigió Zoe. Mi amiga frunció el ceño como quien intenta recordar algo.

—No estoy muy segura, aunque al parecer lo ganamos —suspiré, frustrada—. Debemos recordar lo que ha pasado para así saber por dónde comenzar a buscar.

—¡No puede ser, ahí viene Elaine! —susurró Samuel, nervioso—. ¡Me matará en cuanto se entere que no me he dejado coger por su galán! ¡Vamos Zoe, ven conmigo! Si preguntan: ella se sintió mal y tuve que sacarla de aquí —murmuró mientras arrastraba a mi amiga con él.

—¡Buenas, buenas! —saludó una Delany bastante alegre—. Un whisky con hielos, cariño —pidió al barman, quien se lo entregó en seguida con una enorme sonrisa.

—¿Sabes a dónde fue Samuel? —preguntó Elaine al tiempo que escudriñaba nuestro alrededor.

—Zoe se sintió mal, la ha llevado a dar un respiro —expliqué, tal como me pidió mi amigo.

—Bien, iré a buscarlos —anunció Elaine antes de alejarse al lado contrario del que se habían ido Zoe y Samuel.

—Entonces..., ¿cómo nos fue? —inquirió Ethan con una sonrisa pícara.

Saqué el post it de mi bolsillo a la vez que bebía un sorbo de mi manhattan.

—Su número, tal como te lo prometí —murmuré en cuanto deslicé el papelito hacía él.

—Genial. —Por el rabillo del ojo vi cómo me observa, así que me giré para enfrentarlo.

—¿Qué? —espeté, lo que hizo que su sonrisa se ensanchara.

—Espero a que me confieses que tal estuvo el beso...

—No hubo beso —mentí.

—Sí, sí se han besado; lo que aún trato de descifrar es si solo fue eso: un beso.

—¡He dicho que no ha habido ningún maldito beso! —repetí, fastidiada.

—Ya. Pues el labial en tus labios y cuello dice lo contrario —indicó y se volvió hacia la barra.

—¡Demonios! —maldije por lo bajo.

Tomé mi teléfono y lo usé a modo de espejo, sin embargo, la poca luminosidad me impidió distinguirlo con facilidad.

—Permíteme ayudarte —se ofreció. Tomó una servilleta y la pasó por la comisura de mis labios, así como por mi cuello—. ¡Vaya, sí que es ardiente!

Su comentario no me sentó nada bien: un pinchazo en mi pecho hizo que me apartara de él al instante y me inclinara sobre la barra para terminar mi bebida.

—¡Vamos, Delany!, solo estoy bromeando.

—Es médica veterinaria y zootécnica, le gustan las papas fritas, los perros, el color morado, hacer pilates —le informé, pasando por alto su comentario—, le encantan los girasoles...

—Para, Delany.

—También le gusta la música clásica...

—¡Detente! —gritó y eso fue justo lo que hice. Ambos nos contemplamos sin importar los ojos curiosos que nos ojeaban, hasta que el barman interrumpió nuestro silencio.

—De parte del caballero de aquella esquina —anunció mientras colocaba ante él otro whisky con hielos y señalaba a su pretendiente; nuestras miradas volaron hasta el sujeto y tenía que admitirlo: era bastante atractivo.

—Gracias —contestó Ethan en una mueca.

—Felicidades, ahora también te puedes coger a los hombres —Las comisuras de los labios de mi interlocutor se alzaron y formaron una radiante sonrisa, lo que solo acrecentó ese sentimiento de coraje y celos en mi interior. ¡Maldita sea!

Me terminé mi bebida de un solo trago y me di vuelta con dirección a la pista.

—¿A dónde vas? —En respuesta le enseñé el dedo medio al tiempo que me internaba entre el montón de cuerpos sudorosos y enérgicos.

El fantástico cuerpo de Ethan y ese maldito rostro de lujuria pura bastó para conseguirme pareja al instante: una joven de cabello rizado y caderas de muerte se pegó a mí y comenzó a bailar.

Hubiese mentido si decía que me gustaba, no es que no fuera hermosa esa chica, sino que era extrañó sentirla frotarse contra mí. La verdad era que quería... ¿qué?, ¿celarlo? Mis ojos buscaron a Ethan y no tardaron en ubicarlo en el mismo sitio donde lo había dejado.

Su estúpida sonrisa no se inmutó ni siquiera cuando los labios de la joven comenzaron a trazar el camino de mi cuello a mi boca. Los ojos de Ethan estaban fijos en los míos, mientras ardía de deseo, declarándome la guerra...

Ethan se puso en pie y comenzó a avanzar en mi dirección. Mi respiración aumentó y no fue por las caricias de esa ebria chica. Justo cuando creí que me diría algo, empezó a bailar pegándose no a un hombre, sino a una sensual morena con el cabello trenzado; los besos no tardaron y sus manos comenzaron a explorarse mutuamente con sus ojos clavados en los míos y sus labios abiertos ligeramente por los jadeos.

Los celos carcomieron mi interior e invadieron hasta la última célula de mi cuerpo. Me alejé de la joven, cabreada y fui directo a la barra.

—Tequila —gruñí al barman.

«¿Qué es lo que me pasa?».

—Parece que necesitas más que un trago, viejo —exclamó el barman cuando colocó tres chupitos frente a mí.

—Gracias.

—¿Te estás divirtiendo? —se mofó Ethan a mi lado.

—Idiota —escupí antes de beberme el primer tequila.

—¿Sabes?, te ves más sexy cuando estás celosa.

—¿Sabes?, la estupidez no tiene cura. Lo siento mucho, deberás resignarte a vivir así el resto de tus días.

—Ya. Entonces brindemos —proclamó mientras tomaba uno de los dos chupitos llenos sobre la barra.

—¿Por qué brindamos? —continué con su juego absurdo y tomé el último shot para girar hacia él, sonriente.

—Por tus celos —Todo rastro de mi sonrisa se esfumó al instante y la suya se ensanchó. Arrojé el maldito tequila sobre él.

Ethan respingó sorprendido ante mi reacción y logré ver cómo se mordía la lengua para levantar la mirada en mi dirección un segundo después.

—¡Idiota! —espeté. Dejé el chupito sobre la barra y salí a toda prisa del club.

¡Maldito, estúpido!

Entré en el elevador deseosa de llegar a la habitación y refugiarme de aquellos ojos que me hacían enloquecer, no solo de celos, sino de deseo, aunque no quisiera aceptarlo. En el último momento Ethan entró en el ascensor y sin decir nada iniciamos el recorrido hacia el piso cuatro.

No paré de mirar el letrero digital sobre la puerta, donde indicaba que estábamos por llegar a la planta tres cuando presionó algo en el tablero y el elevador se detuvo. Ni siquiera me dio tiempo a reaccionar, porque Ethan me llevó contra la pared del ascensor. Con una de sus manos acarició mi mejilla y su pulgar navegó hasta mis labios y yo lo chupé.

«¿En serio, Delany?», no sabía por qué lo había hecho, pero fue excitante ver su mirada oscurecerse. De pronto Ethan se pegó a mí y yo ahogué un gemido, entonces se alejó un poco con una sonrisa triunfante.

—Idiota.

—Cuidado, Delany, no me retes o podrías terminar enamorándote de un... idiota.

Sentí cómo nuestros alientos a alcohol se fusionaban y ambos observamos los labios del otro, lo que me hizo sentir incómoda al ver de esa manera a mi propio cuerpo.

Eso debía verse ridículo, él era en ese momento quince centímetros más bajo que yo, eso sumado a que me encontraba acorralada y confundida en el cuerpo de un hombre...

—Buenas noches, aquí el departamento de mantenimiento y seguridad. Les recuerdo que el botón de emergencia debe ser utilizado exclusivamente para eso. Por favor, presiónelo de nuevo para que el ascensor pueda seguir su trayecto —resonó una voz desde las bocinas en la parte superior del cubículo y pude jurar que se estaban divertido con nosotros.

El calor ascendió a mi rostro cuando Ethan se dio media vuelta y sin decir nada, presionó otra vez el botón y el elevador se sacudió para reanudar su camino hasta llegar al piso cuatro, donde las puertas se abrieron, dejándome salir.

—Buenas noches, Delany —se despidió en un tono burlesco.

—Vete a la mierda, idiota.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro