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Capítulo 35

¿Qué prefieres ser: ave u oveja?

Delany

Todo estaba tal como lo había dejado: la sala se encontraba abarrotada de cajas envueltas en papel de bodas, invitaciones desperdigadas por la mesa y un vestido blanco como la nieve en su respectiva bolsa, eso sin contar los arreglos por todo el suelo.

—¡Guau! —exclamó Ethan a mis espaldas.

—Sí...

Suspiré. Entramos en el desordenado departamento y cerramos la puerta.

—¿A qué hora vendrán Zoe y Samuel? —preguntó Ethan.

—Después del trabajo, cerca de las 5:00.

—Bien, entonces, ¿por dónde empezamos?

Ethan se tomó el día con el fin de ayudarme a empacar mis cosas y desocupar el departamento para entregarlo. A la mañana siguiente arreglaría los pendientes en la empresa y por la tarde, llegaríamos a casa de mis padres, a tiempo para la cena.

—No lo sé —admití—. Qué te parece por mi habitación.

—¿Quieres que la juntemos o, que la desorganicemos? —preguntó al acercarse seductoramente.

Me reí y comencé el camino hasta mi cuarto. El lugar era austero y cómodo, solo tenía un pequeño tocador, un armario, un librero y algunas fotos.

Me acerqué hasta la pared donde colgaba un cuadro en el que estaba junto Josh. Me veía cansada, fastidiada... infeliz.

—¿Cómo es que no me di cuenta de lo miserable que era? —pregunté en voz alta.

—Es que apropiaste la felicidad del resto como tuya —exclamó Ethan rodeándome por la espalda—. ¿Él es Josh?

—Sí.

—Yo estoy más guapo —aseguró con suficiencia.

—Cierto, tú eres más guapo —rectifiqué. Giré para quedar de frente a él—. Y más embriagante —murmuré a su oído.

Me escabullí fuera de su alcance y cuando se disponía a atraparme, interpuse las cajas desarmadas entre nosotros.

—Ya entendí —Las tomó y comenzó a armarlas.

Tres horas más tarde, solo faltaba recoger todo lo relacionado con la boda.

—De verdad me gustaba el vestido —me lamenté.

—Quizás puedas usarlo después —soltó Ethan y eso hizo que el rubor aumentara en su rostro.

Mi corazón latió desenfrenadamente, era la segunda vez que hacía un comentario en referencia a contraer matrimonio con él.

Sonreí.

—Quizás, en un futuro —puntualicé.

Dejamos el tema de lado y comenzamos a tirar las invitaciones, así como las envolturas de los regalos, que resultaron ser vajillas, licuadoras, sartenes...

¡Por todos los cielos! ¿Por qué demonios regalaban eso en una boda? Debíamos legalizar que los obsequios fueran para la pareja como tal, no para que la mujer atienda al hombre.

—Creo que podemos poner un restaurante —propuso Ethan cuando terminamos de llevar la última vajilla al lado de la puerta, desde donde comenzaríamos a trasladar todo al auto.

—Sí.

—¡Nena! —saludó Zoe en la entrada del departamento.

Mis amigos vinieron a mí y me estrecharon en un fuerte abrazo, al igual que a Ethan.

—¡Vaya, parece que ya han terminado de empacar! —exclamó Samuel, observando a su alrededor.

—Sí, solo falta subir las cosas.

—Bien, hemos traído nuestras camionetas para ayudarlos.

No tenía demasiadas cosas, sin embargo, no podía llevarlas todas a la Ciudad de México, así que les regalé la mayoría a Zoe y Samuel y el resto las dejamos en el departamento de Ethan, el cual era más grande y elegante que el mío.

Cuando terminamos, Ethan invitó a mis amigos a cenar en su departamento, así como a los hermanos.

En punto de las 9:00 de la noche todos nos encontrábamos en la sala a la espera de las pizzas que habíamos encargado.

Al inicio la atmosfera fue tensa, pero con el paso de los minutos y en especial, con las cervezas, ese sentimiento se disipó.

—¿Dónde está Elaine? —inquirió Zoe.

—No ha podido venir —se apresuró a decir Santiago.

—¿No ha podido o, no ha querido? —cuestionó Samuel.

—Lo cierto es que, ha dejado de hablarme —confesó Santiago.

—¿Por qué? —pregunté sorprendida.

—Creo que no me ha perdonado por no darme cuenta que Elaine, no era... Elaine —exclamó y levantó la cerveza en dirección a Samuel.

—Bueno, tiene derecho de estar molesta, ¿cómo es que no notaste la diferencia? —se atrevió a decir su hermana—. No me mal entiendas, Samuel, eso solo que conocemos a Elaine desde hace años...

—¿Y tú cómo no te diste cuenta que Ethan, no era Ethan en esa ducha? —contratacó Santiago.

Estuve a punto de ahogarme con la cerveza.

«Así que le platicó a su hermano». Eso era extraño, yo no habría dicho nada a nadie.

Llamaron a la puerta y me ofrecí a abrir.

—Buenas noches, traigo un pedido de tres pizzas a nombre de Ethan Urreiztieta.

—Es aquí, ¿cuánto le debo?

—Ya han sido pagadas por transferencia.

—De acuerdo, muchas gracias.

Coloqué las pizzas en la mesita de centro en el preciso instante en que Samuel volvió a hablar:

—Santiago, cariño, si necesitas consuelo, siempre estaré para ti, sabes que tienes un lugar muy especial en mi corazón.

Ethan, siendo... Ethan, se carcajeó y terminó por contagiarnos a todos.

—Gracias, Samuel, lo tendré en cuenta —contestó Santiago entre risas.

Cenamos entre risas y anécdotas por parte de todos, y cuando la hora de irse llegó, les prometí a mis amigos ir tan pronto como pudiese. Me despedí de Santiago y Gretta, quienes me dieron la bienvenida a la empresa.

Cerré la puerta y al instante sentí la mirada ardiente de Ethan, mas la pasé por alto y comencé a recoger la basura. No tardó en ayudarme.

—Delany, ¿quieres que veamos una película? —preguntó en el momento en que le hacía un nudo a la bolsa.

—Claro, ¿cuál quieres ver?

—No lo sé, pero, ¿qué te parece si te pones cómoda y yo escojo una?

—De acuerdo —acepté dubitativa.

Fui a la habitación, donde sustituí mi vestimenta por una playera amplia de Ethan. Me lavé la cara y arreglé mi cabello en un moño alto.

Me sentía estresada y todo era por la maldita cena con mis padres del día siguiente, ¿cómo era posible que mi propia familia, donde se suponía era mi mejor refugio, me hiciera sentir de esa manera?

Sabía que Ethan lo notaba y deduje que fue por ello que estaba haciendo eso. Una cálida sensación se instaló en mi pecho.

—¡Ven, siéntate conmigo! —pidió Ethan, quien estaba listo para reproducir la película que había escogido, la cual resultó ser de acción.

La historia de un hombre que pierde a su esposa, le matan el perro, el último regalo de su amada, y comienza a acabar con todo aquel que protege al asesino de su mascota.

Ethan en serio estaba entretenido con la película y sentir su mano entrelazada con la mía hizo que una sensación intensa de gratitud por ese hombre, creciera considerablemente.

Sin pensar muy bien en lo que me disponía a hacer, me coloqué a ahorcajadas sobre su regazo. Eso lo sorprendió.

—¿Qué pasa, Del? —inquirió preocupado, parecía que en realidad sentía el torbellino de sentimientos en mi interior.

Lo besé con lentitud, saboreando cada centímetro de su labio superior a la vez que acariciaba su rostro. Entonces, el deseo me invadió, un deseo más allá de lo carnal... Mi alma anhelaba sentirlo cerca.

Sabía que Ethan era consciente del cambio en el ritmo en comparación a todas las veces anteriores.

—Delany... —susurró, apartándose un poco—, ¿qué sucede?

—No quiero sexo hoy, Ethan, quiero hacer el amor.

De acuerdo, se había escuchado más ridículo que en mi cabeza. Esperé que se riera, sin embargo, no lo hizo y en su lugar me sentí patética. Bajé la mirada y me disponía a irme y decirle que me disculpara, que había sido solo una tontería, no obstante, Ethan acarició mi pómulo y volvió a besarme con delicadeza.

Sus manos quitaron con lentitud toda prenda de mi cuerpo y yo hice lo mismo con el suyo. Sus labios plantaron delicados besos en mi cuello y pecho, mientras que sus brazos rodeaban mi cintura. Esa vez no hubo prisa alguna por terminar y él me lo demostró, porque se tomó su tiempo para recorrer mis senos y volver a mi boca.

Sentí su erección empujando debajo de mí, al mismo tiempo que me arrancaba un suspiro.

Con toda la delicadeza que pudo, tomó su miembro y lo direcciono hasta mi centro, donde se deslizó con lentitud, haciendo que un calor reconfortante invadiera cada rincón de mi cuerpo. Ethan aferró mi cintura con una mano, entretanto la otra sujetaba mi nuca.

Nuestra sincronía fue perfecta y suave, como las notas de una melodía instrumental bien ejecutada. Esa vez el clímax llegó y no busqué intensificarlo con movimientos salvajes, sino que permití que recorriera cada célula de mi cuerpo.

—¡Te amo, Delany! —jadeó Ethan cuando se vino y por primera vez esas dos palabras acariciaron mis labios:

—Te amo.

No lo dije por compromiso, o por satisfacer su corazón, sino porque le nacía al mío y fue justo en ese sitio y en ese momento, en que nuestros corazones latieron al compás del mismo firmamento.

Tal como planeamos, en punto de las 4:00 de la tarde compramos algo para comer y emprendimos el viaje hacia Aguascalientes, rumbo a mis padres. La música sonaba en el interior del vehículo y las espesas nubes grises se aglomeraban encima de nosotros, parecía que pronto llovería.

Observé a través de la ventana cómo cambiaba el paisaje y de pronto Ethan tomó mi mano.

—Todo estará bien, Delany —dijo y me regaló un ligero apretón.

Comenzaba a creer que mientras habíamos cambiado de cuerpos, creamos un lazo más allá de lo comprensible: no necesitaba decir lo que pasaba por mi cabeza, él simplemente lo intuía.

—Lo sé —Sonreí.

—Además, llevo una botella de champagne y nadie puede caer mal cuando regala una —aseguró.

Reí por lo bajo y besé el dorso de su mano.

Lo cierto era que, me encontraba nerviosa, no obstante, si algo había aprendido en esas últimas semanas eso era que no pensaba renunciar a mi felicidad por satisfacer las carencias del resto. Esa noche me liberaría de mi más grande temor: complacer siempre a mis padres.

Le indiqué a Ethan qué camino tomar y cuando se aparcó frente a la casa, él fue el primero en bajar.

—Te prometo algo: si las cosas no salen bien, te sacaré de aquí de inmediato —prometió antes de tomar mi mano y ayudarme a bajar.

—Gracias, guapo, pero estoy bien... Estaré bien.

Llevaba puesto un vestido floreado semiajustado con una chaqueta color mezclilla y unos lindos zapatos de tacón con cintillas. Me quité de encima pelusas imaginarias, tomé la mano de Ethan y nos dirigimos a la puerta.

Toqué el timbre y tal como esperaba, abrió mi padre al instante. La casa de mis padres era demasiado acogedora, de colores cálidos y muebles rústicos.

—¡Delany! —dijo a modo de saludo para abrazarme con afecto.

—¡Papá! Es un gusto verte —exclamé devolviéndole el gesto—. Padre, él es Ethan, mi pareja.

Mi padre abrió mucho los ojos y me observó con desaprobación.

«¡Dios, ¿no puede disimular un poco?!».

—Un placer, señor —Ethan extendió la mano, sin embargo, mi padre lo ignoró. Cerré los ojos y solté un suspiro.

—¡Adelante! —invitó mi padre con voz tensa.

Una mano firme en mi cintura me animó a entrar.

—¿Dónde está mi madre? —inquirí con una sonrisa forzada.

—Iré por ella. Tomen asiento, por favor, en seguida vuelvo. 

Mi padre desapareció por las escaleras y yo dejé caer mi cabeza sobre mi mano en una señal clara de frustración.

—Tranquila, preciosa, no pasa nada, vamos a superar esta noche, ¿de acuerdo? —me alentó Ethan, acariciando mi espalda.

Los tacones anunciaron la proximidad de mi madre y eso hizo que mi corazón de acelerara.

—¡Delany, mi amor! —exclamó al pie de la escalera.

Me puse de pie y fui hacia ella.

—¡Mamá, te ves hermosa! —La abracé y besé su mejilla—. Feliz cumpleaños —murmuré al entregarle la pequeña cajita del collar que le había comprado antes de emprender el viaje.

—Del, cariño, ¿quién es el joven que te acompaña?, ¿ya tienes guardaespaldas? Te lo dije Ángel, nuestra hija llegaría a ser importante al lado de Josh...

—No, madre —la corté. Regresé junto a Ethan, tomé su mano y lo arrastré de regreso con mi madre—. Él es Ethan, mi pareja.

Taquicardia, eso fue lo que padecí en este momento, donde mi madre escaneó a Ethan y frunció los labios.

—Es un placer conocerla, señora —dijo Ethan, volviendo a ofrecer su mano, la cual fue ignorada por segunda vez en la noche.

—Sí, lo sé —exclamó mi soberbia madre.

—Delany, ¿por qué no nos sentamos y hablamos? —propuso mi madre, pasando junto con mi padre a nuestro lado en dirección a la sala.

Mordí el interior de mi mejilla en busca de mantener la calma y no abrir la boca, pero me temí que no aguantaría mucho.

«Esto se acaba hoy». 

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