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Capítulo 34

¿Cuál es tu juego favorito?

Delany

En punto de las 3:00 Ethan llamó a la puerta de mi nueva oficina.

—Debemos irnos, Delany —anunció.

—Bien, ha sido un placer, Armando.

—El placer es mío, señorita Delany. Terminaré el plano en el transcurso de esta semana con mi equipo y les mandaré la cotización cuanto antes —se comprometió el arquitecto.

—Perfecto —exclamó Ethan.

Armando salió de la oficina y me quedé sola con Ethan, quien me estudio con esos lindos ojos.

—¿Qué sucede? —inquirí.

—Eres espectacular: inteligente, hermosa, humilde... —murmuró al tiempo que se acercaba a mí—. Debemos irnos o no lograré resistirme a ti.

Su comentario me acaloró, sin embargo, tomé su mano y lo arrastré al elevador, sabía que no era el mejor lugar para dejarnos llevar.

—¡Vamos, tengo hambre! —dije regalándole una sonrisa pícara.

—¿Acaso me tienes miedo, Delany? —susurró a mi oído cuando subimos al ascensor.

—¿Miedo, señor? —jadeé con el fin de provocarlo—. ¡Terror!

Las puertas se abrieron y nosotros nos apartamos al instante. Mi rostro estaba encendido, mientras que Ethan respiraba con dificultad y mantenía su mandíbula tensa.

Bajamos del elevador y nos dirigimos a la salida, donde el Audi nos esperaba. No tardamos en ser tragados por el flujo de vehículos.

—¿Qué se antoja comer? —Su pregunta me robó una sonrisa juguetona.

—A ti —confesé y un segundo después mordí mi labio inferior.

Ethan suspiró con dificultad y aferró el volante bajo sus manos.

—Delany, no juegues conmigo en este momento porque desde que te vi en ese traje he fantaseado con quitártelo y si sigues, te juro que te comeré justo aquí, en medio del tráfico, y yo no tengo inconveniente en ir por segunda vez a la cárcel por tener sexo en áreas públicas, ¿y tú?

Sus palabras me robaron el aliento y provocaron cosquillas en mi entrepierna, por lo que me removí en mi asiento.

—¿Por qué no lo descubrimos?

Sabía que estaba jugando con fuego, pero maldición, era imposible resistirme a él.

—Bien, dejaremos que el hambre crezca e iremos al centro comercial para que compres algo de ropa.

Divisé cómo su miembro se endureció y sonreí de satisfacción, lo que solo dio comienzo a ese jueguito adictivo. Ethan alargó la mano hasta mi muslo para comenzar a acariciarlo. Contuve la respiración e hice uso de todas mis fuerzas para mantener el control.

El vehículo se detuvo frente a un semáforo en rojo y Ethan aprovechó para subir su mano con lentitud. Mi cuerpo me traicionó y mis piernas se separaron un poco para facilitarle el trabajo, no obstante, se apartó, metió la velocidad y el auto volvió a avanzar.

La sonrisa de Ethan creció y la mía se había esfumado.

Llegamos al centro comercial y el Audi se detuvo en el estacionamiento subterráneo. En cuanto el auto se apagó, tomé una banda elástica y me sujeté el cabello en un moño bajo mientras Ethan contemplaba cada uno de mis movimientos.

Entonces me incliné sobre sus piernas y él ahogó un jadeo; estaba a solo un centímetro de su miembro, sin embargo, me quité el pendiente con destreza y me levanté.

—Se me cayó —dije mostrándole el arete—. ¿Vamos?

Bajé del vehículo y desde afuera observé que Ethan sonreía y me sostenía la mirada, eso me puso nerviosa. Con movimientos lentos bajó del auto, se abotonó el saco y fue en mi dirección.

¡Ay por Dios, ¿en qué me había metido?!

—Vamos —Tomó mi mano y me llevó al elevador.

Ethan tomó mi cintura y su contacto me hizo estremecer, pero no se comparó a cuando comenzó a bajar su mano hasta mi nalga.

Contuve un jadeo, mas al encontrarnos al fondo, nadie pareció darse cuenta. El elevador se detuvo y bajaron la mayoría de personas, solo quedó una señora de algunos sesenta años. Me desplacé a un lado, hasta quedar enfrente de Ethan, donde pegué mi trasero a su miembro y me removí ligeramente.

Ethan aferró mi cintura con una de sus manos y yo dejé caer mi bolso para inclinarme de manera seductora por él y pegarme aún más a su entrepierna. La señora a nuestro lado nos lanzó una mirada desaprobatoria y salió del elevador en cuanto este se detuvo.

Mi carcajada resonó entre aquellas paredes plateadas y Ethan pronto se contagió.

Bajamos en la siguiente planta donde encontramos tiendas de todo tipo.

Después de una larga discusión por no dejar que me pagara la ropa, compré algunos trajes, ropa interior, deportiva, porque estaba dispuesta a retomar mi rutina, además de ropa casual y al menos dos pares de zapatos para cada tipo de atuendo.

—¿Ya llevas todo? —preguntó Ethan sonriente.

—No.

—¿Qué te falta? —inquirió, desconcertado ante el montón de bolsas.

Me acerqué hasta él y susurré a su oído:

—He perdido los calzones.

Ethan ahogó una risotada y observó a nuestro alrededor a la espera de que nadie me hubiese escuchado.

—Los perdiste, eh —repitió, escudriñando mi entrepierna en busca de saber si era cierto lo que decía o no—. ¿Por qué no los buscamos?, no puedes andar así.

—¿Y en dónde comenzamos a revisar? —jadeé.

Me había quitado la fina tela cuando entré al baño, carajo, jamás creí que yo haría eso, fue tan excitante. 

Sentí como su miembro se endureció. ¡Demonios!

Ethan tomó parte de las bolsas y aferró mi mano libre para arrastrarme con él hasta un pasillo poco concurrido, donde encontramos un cuarto de limpieza demasiado amplio.

—Creo que aquí es un buen sitio para comenzar a buscar tu ropa interior —exclamó, al tiempo que ponía pestillo a la puerta.

—No creo que estén aquí, pero no lo sabremos si no los buscamos, ¿cierto?

Ethan soltó las bolsas y me llevó contra la pared con desesperación. Las cosquillas en mi vientre se expandieron cuando comenzó a deshacerse de mi cinturón y metió la mano en mi pantalón.

—¡Aaaah!

—¡Shhh!

Con avidez me deshice de su cinturón y bajé la bragueta.

¡Demonios estaba tan duro!

Ethan reprimió un gruñido en cuanto mi mano entró en contacto con su miembro y con un movimiento rápido bajó mis pantalones, dejándome expuesta. Me quitó la prenda y sin perder tiempo fui levantada, quedando entre la pared y su cuerpo.

Los besos en mi cuello comenzaron a descender por mi clavícula.

—Ethan... quiero comida rápida —jadeé en doble sentido y eso lo hizo sonreír de verdad.

Debíamos darnos prisa, en cualquier momento alguien podría llegar y querer entrar. Eso lo volvió aún más excitante.

Ethan comprendió lo que trataba de decir y de un solo movimiento entró en mí.

—¿Qué tan rápida, Del? —que me hablara al oído bajito durante el sexo, me excitaba demasiado.

—Rápida —fue lo único que logré decir en un gemido.

Los movimientos aumentaron conforme los jadeos se intensificaron, mis piernas se contrajeron alrededor de su cintura y Ethan aferró mis nalgas.

Sin piedad alguna se movió en mi interior y eso me hizo gemir y desarreglar su impoluto traje.

Un gran gemido proveniente de ambos nos llevó al cielo. Los músculos en mi interior se contrajeron y terminamos viniéndonos juntos.

Ethan me bajó con cuidado y besó con suavidad mis labios.

—Delany, ¿quieres hijos? —preguntó mientras terminaba de acomodar su traje.

Su pregunta me tomó desprevenida y sí, también me asustó.

—Ethan... humm... No está en mis planes tener hijos —decidí ser sincera.

—Entonces debemos ir con un ginecólogo para ver lo de un método anticonceptivo, no puedo estar cargando condones a todas partes, además, contigo es imposible tener tiempo para ponérmelo —Su respuesta me hizo sonreír y, sobre todo, me tranquilizó. Por un momento creí que quería formar una familia en un futuro cercano.

Ajusté mi cinturón y Ethan abrió la puerta.

Un hombre mayor que se disponía a entrar nos contempló confundido.

¡Mierda!

—Somos del departamento de... sanidad —improvisó Ethan—. Solo queríamos asegurarnos de que todo estuviera en orden.

—Sí, ya hemos levantado el reporte y... todo parece estar en perfectas condiciones.

El hombre sonrió y le guiñó el ojo. Ethan tomó mi mano y avanzamos con paso rápido.

—Departamento de sanidad —repitió el hombre a nuestras espaldas, mofándose.

Me fue imposible no reírme, entonces Ethan jaló el pedacito de encaje que sobresalía de una de mis bolsas del traje.

—¡Vaya, creo que hemos encontrado los calzones perdidos! —exclamó Ethan al levantar la prenda en medio del pasillo atestado de gente.

Las personas a nuestro alrededor se rieron.

—¡Ethan, dame eso! —advertí, aunque sabía que no lo haría—. ¡Dámelo!

Intenté quitárselo y él se echó a correr al tiempo que hacía hondear la prenda por encima de su cabeza como si de una puta bandera se trataste.

¡Maldita sea, Ethan! «¡Te voy a matar!».

Estaba a punto de lanzarme sobre él, cuando un oficial se le acercó.

—Señor, esto es un centro comercial, le pediré que se retire ahora mismo y deje de hacer un espectáculo —lo reprendió.

Mi sonrisa se ensanchó y deshice el camino hasta él, pavoneándome.

—Lo lamento, no volverá a suceder —le dije al oficial, quien no se resistió a regalarnos una sonrisa.

Le quité la prenda de las manos y la regresé al bolsillo de mi traje para continuar el camino hacia los elevadores.

—¿Quieres que te la quite? —gritó a mis espaldas.

Di media vuelta y seguí caminando de reversa.

—Inténtalo —lo reté.

Ethan se echó a correr y yo no perdí tiempo. Apresuré el paso hasta los ascensores y entré en uno en cuanto se abrieron las puertas. Presioné el botón de cerrar con desesperación, más Ethan logró entrar en el último segundo, sin embargo, fue el oficial el que casi se estrelló contra la puerta.

¡Maldición!

Para nuestra fortuna solo había un hombre en el interior del elevador, así que en cuanto llegamos al estacionamiento, Ethan tomó mi mano y me arrastró con rapidez hasta el auto.

En cuanto el vehículo encendió, el oficial bajó de un ascensor, no obstante, Ethan aceleró y salió del centro tan rápido como pudo. No fue hasta que estuvimos en la avenida principal, camino a casa, que las risotadas se hicieron presentes.

¿Qué me había hecho ese hombre?

El rose de su mano sobre la mía extinguió mis risas. Ethan entrelazó sus dedos con los míos y se llevó mi mano a sus labios.

—Gracias —dijo, desviando una milésima de segundo los ojos del camino.

—¿Por qué? —inquirí confundida.

—Porque yo quería sanar tú corazón y sin darte cuenta tú me has salvado.

—Y tú no solo me sanaste, sino que me has liberado —aseguré.

Los días trascurrieron y los padres de Ethan pasaban todo el tiempo juntos: veían el atardecer en el jardín, platicaban de los buenos años de antaño... Con el paso de los días el señor Sergio dormía más y era en esos momentos en que su esposa e hija lloraban la perdida de alguien que aun luchaba por verlas una vez más. Emma iba a la Universidad y compartía el mayor tiempo posible con sus padres, mientras tanto, Ethan ponía en orden todo lo referente a la empresa y buscaba pasar al menos un momento al día con su padre; y yo terminé con la primera parte del proyecto de la escuela, dentro de una semana más estaría listo y Ethan ansiaba mostrárselo a su padre para recibir su aprobación.

Hacía tres días les había dado la noticia a Zoe y a Samuel, quienes se sorprendieron por el cambio tan drástico de domicilio, sin embargo, me animaron a seguir lo que el corazón y alma me pidieran.

Dentro de dos días iba a ser el cumpleaños de mi madre, a quien no había informado que me mudé, que me despidieron y que tenía una nueva pareja.

Ethan terminó su llamada y tomó asiento a mi lado, en la sala.

—¿Estás bien? —inquirí tomando su mano.

—Necesito ir a Jalisco a ver algunos asuntos de la sede de allá.

—Ethan...

—¿Qué pasa, Del?

—Dentro de dos días es el cumpleaños de mi madre y... me gustaría presentarte con mis padres.

Ethan se acomodó en el sillón para quedar de frente a mí.

—Sería un placer, preciosa —sonrió con nerviosismo y yo bebí un sorbo de mi té—. ¿Qué pasa, Delany?

—Ethan, mis padres no saben que me despidieron, tampoco que me he mudado y como supondrás, menos que he comenzado otra relación que no sea con Josh.

—Ya veo. ¿Qué es lo que te preocupa exactamente?

—Mis padres... pueden ser algo imprudentes y controladores, temo por lo que pueda salir de sus bocas.

—Delany, yo te amo y tus padres no cambiarán mis sentimientos por ti.

—No, Ethan, es que no lo entiendes, ellos son capaces de encerrarme cuando se enteren que no he regresado con Josh, que ya no trabajo con él y que me he mudado tan lejos...

—Delany, no caigas en sus rejas otra vez. Eres una mujer fuerte y no necesitas de un hombre a tu lado para salir adelante. Eres libre, cariño, no permitas que nadie te vuelva a arrebatar eso porque es lo más valioso que existe. 

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