Capítulo 32
¿Cierto o no que el dinero todo lo puede?
Ethan
En el segundo en que la puerta se cerró, mi llanto emanó. Fue ahí en el silencio de aquella maldita habitación, donde las lágrimas más dolorosas surgieron desde el fondo de mi alma, tan silenciosas como me fue posible para no alertar al hombre que invirtió años de su vida en mí, quien me vio crecer y aún en su lecho de muerte se disculpaba por no haber sido «un buen padre», cuando la realidad era que yo no había sabido ser un buen hijo.
Lloré porque en ese instante me di cuenta de que dentro de algunas pocas semanas ya no tendría a ese hombre a mi lado y sobre todo, porque ese sería el único momento que me podía brindar para hacerlo, donde estaría solo y no preocuparía a Delany o a mi familia; unos preciados minutos en los cuales podía desmoronarme para reconstruirme de nuevo con materiales más resistente, listo para lo que pudiese venir en el futuro próximo.
Diez minutos más tarde la puerta de la habitación se abrió y por ella aparecieron Delany y el Doctor Emmanuel.
—Joven Urreiztieta, ¿en qué puedo ayudarle?
—Quiero llevar a mi padre a casa.
El Doctor me escudriñó en busca de una respuesta.
—Está en todo su derecho de llevárselo a otro sitio, sin embargo, me veo en la necesidad de informarle que su estado es delicado. Ethan, si su padre vuelve a tener un ataque epiléptico y no es atendido de manera inmediata, podría no volver a despertar.
—Mi padre no quiere estar aquí, desea pasar sus últimos días en casa... —mi pecho se oprimió, no obstante, me obligué a controlarme—, y morir allá.
—Comprendo. Buscaré que empiece con el papeleo pertinente para que lo pueda trasladar, aunque debo recomendarle que busque asistencia personal...
—Claro que sí, incluso le agradecería mucho si pudiera indicarme lo que necesita para que lo consigan y adapten su habitación.
—Por supuesto.
El Doctor me hizo una lista detallada de lo que necesitaría para poder tener a mi padre en las mejores condiciones dentro de casa e incluso se ofreció a pasarse por las mañanas, antes de entrar a su trabajo, para comprobar que todo estuviese en orden.
El cansancio comenzó a disgregarse por todo mi cuerpo para invadir hasta el último rincón y lo único que evitó que me durmiera, fue Delany, quien me ofrecía un vaso de café, el cual acepté: lo necesitaba.
—Santiago me ha llamado, acaban de tomar el avión. Llegarán alrededor de las 10:00, le he explicado que sacaras a tu padre del hospital y quedó de llegar a tu casa.
—Gracias.
Era una sola palabra cargada de cientos de emociones. No había manera de agradecerle que estuviese en mi lado en ese momento. Acaricié su pómulo y deposité un beso tierno en su frente.
Mi padre despertó pasadas las ocho del mañana y apenas le informé que pronto nos iríamos a casa, Beatriz, mi asistente, llegó, así que salí de la habitación.
—Buenos días, joven Urreiztieta, me alegra mucho que volviera. He traído su teléfono —farfullo haciéndome entrega de la cajita del dispositivo—. El señor Rodrigo ha llamado, dijo que necesita hablar con usted cuanto antes. Los Kolbe buscan establecer la fecha para su reunión en Monterrey y...
—Beatriz, para por favor —la interrumpí. Una punzada en mi cabeza comenzó a intensificarse a causa del cansancio y el estrés que me suponía pensar en la empresa—. Cancela todas las citas pendientes y las de hoy, y pospón para mañana a partir de las 10:00 aquellas dentro de la Ciudad, el resto para la semana siguiente.
—De acuerdo.
—Mientras tanto, hoy necesito que te coordines con Francisco y me consigan esto —indiqué, entregándole la lista que el Doctor me había facilitado—. Consigue a alguien que acondicione la habitación que mi madre te indique y que instalen todo lo necesario.
—Entendido —dijo, alejándose por el pasillo hasta desaparecer.
Beatriz iba en ropa deportiva, algo inusual en ella, aunque también el hecho de verla en esas circunstancias lo era.
En cuanto estuvo listo el móvil, llamé a mi madre.
—Ethan, ¿qué pasa?
—Tranquila, todo está bien —escuché un largo y profundo suspiro al otro lado del teléfono—. Madre, mi padre quiere ir a casa.
—¿Qué?, no puede...
—Lo sé, pero necesito que me escuches: no quiere morir aquí y si ese es su deseo, eso haré.
—Ethan, si tu padre...
—Sé que es riesgoso y justo por eso he mandado comprar todo lo necesario...
Le expliqué a mi madre lo que haría y al final aceptó que, si así mi padre lograba estar más tranquilo sus últimos días, entonces era lo mejor.
—Saldré para allá cuanto antes.
Delany platicaba animadamente con mi padre a cerca de lo próxima que estaba a terminar su maestría. Los contemplé unos segundos y no pude sentirme más dichosos al tener frente a mí a mi padre y la mujer de mis sueños. Entonces deseé poder grabar aquel momento, memorizar cada detalle en él, porque nunca sabes cuando será la última vez que verás a alguien.
Una linda sonrisa de parte de esa hermosa mujer me hizo reaccionar y ser consciente de que era muy afortunado de tenerla. Algo debí de haber hecho bien para tener el honor de conocerla, aunque aún no sabía qué.
Después de horas de papeleo, mi madre firmó los documentos necesarios y subió a la ambulancia con mi padre, mientras que yo tomaba asiento tras el volante del carro de Emma.
—Santiago dice que ya se encuentran en casa —anunció mi hermana desde el asiento trasero, a lo que asentí y comencé a conducir detrás de la ambulancia.
Había demasiadas cosas por resolver, tantos pendientes que mi cabeza se encontraba al borde del colapso, a punto de perder el control, así que permanecí en silencio durante todo el trayecto.
En la casa todo era un caos: técnicos iban de aquí para allá buscando instalar el equipo necesario, Beatriz no dejaba de hablar en cuanto cientos de pendientes de la empresa y mi móvil del trabajó comenzó a sonar anunciando mensajes, correo, llamadas...
Los paramédicos bajaron a mi padre y lo acomodaron en una silla de ruedas, aún era capaz de caminar, no obstante, no había necesidad de fatigarlo. Firmé recibos, comprobantes y algunos documentos más. Mi cuerpo actuaba de manera automática y mi rostro se mantuvo impasible cuando en el fondo me encontraba a punto de explotar.
Necesitaba descansar.
—Beatriz —la llamó Santiago al ver que más que una persona era un zombie—. Dale el día de hoy, mañana irá a la oficina y se pondrá al corriente, no ha dormido en más de treinta y seis horas.
—De acuerdo, lo lamento. Organizaré todo y el día de mañana le presentaré un resumen de todos los asuntos que necesitan de su atención...
—Gracias —la interrumpí al tiempo que tomaba la mano de Delany y me dirigía al interior de la casa.
Zoe y Samuel se acercaron a nosotros y abrazaron a su amiga y a mí en señal de apoyo, lo cual les agradecí.
Dos enfermeras estarían al cuidado de mi padre y si mi madre o hermana lo requerían, también para ellas, eso me quitó un gran peso de encima.
Lorena, una agradable mujer que se encargaba de cocinar y atendernos, salió al encuentro todos, no obstante, me sentía abrumado, con demasiada presión en cada fibra de mi cuerpo.
Esquivé a los presentes y fui directo a la cocina, consciente de que todas las miradas estaban puestas en mí. Me serví un gran vaso de agua fría y me la bebí en un intento de aclarar la niebla espesa en mi cabeza.
—Viejo, ¿estás bien? —inquirió Santiago mientras se recargaba en la encimera, a mi lado.
—Necesitó dormir o terminaré volviéndome loco.
—Bien. Ve a descansar, yo me aseguraré de que los técnicos terminen de instalar todo y estaré al pendiente, si algo se ofrece, te lo haré saber.
—De acuerdo. Ofréceles la habitación de invitados a Zoe y a Samuel —indiqué.
—Entendido.
—Gracias, viejo.
—Descansa bien porque tenemos mucho trabajo por hacer —dijo en un intento de animarme al recordarme que no estaba solo.
Delany tenía unas ojeras demasiado marcadas, así que apenas le propuse ir a descansar, aceptó. La conduje escaleras arriba hasta mi habitación. Ni siquiera me molesté en decir nada, simplemente me deshice de la ropa sin fijarme donde la dejaba y me metí en la cama.
—Del, acuéstate conmigo —le pedí y no tardó en acurrucarse entre mis bazos.
Presioné un botón en la consola sobre la mesita de noche y las cortinas bajaron, dejando la habitación en completa oscuridad—. Cariño sé que debemos hablar...
—Tranquilo, descansa, ya tendremos tiempo para eso —susurró a punto de quedarse dormida.
En ese momento las vacaciones parecieron ser solo un sueño, habíamos vuelto a la realidad de manera abrupta. Sabía que mi padre pronto se iría y ni siquiera dando hasta el último centavo que teníamos, podríamos evitarlo, eso me hizo cuestionarme si todo por lo que él luchó había valido la pena.
No dejaría que la empresa decayera en honor y respeto al esfuerzo de mi abuelo y mi padre, no obstante, las cosas tendrían que cambiar porque si algo ya no estaba dispuesto a hacer, eso era a desperdiciar mi vida a cambio de algo tan vano como el dinero solo para satisfacer mi avaricia. En cambio, había cosas por las que quería luchar y disfrutar.
Delany y yo teníamos mucho de qué hablar, preguntas por hacer y respuestas que dar, sin embargo, en ese momento solo tenía algo claro: que la amaba, que era afortunado por tenerla entre mis brazos y que me esforzaría por seguir merecerla.
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