Capítulo 28
¿En silencio o, a gritos?
Delany
Después del tenso almuerzo, nos despedimos de la comunidad.
—¡Son bienvenidos cuando gusten! —anunció Kante.
—¡Muchas gracias! —exclamé, intercambiando un gesto de despedida.
Ethan se alejó con Itzae y entablaron una conversación muy animada y la curiosidad por saber de lo que se trataba me mataba, mas me recordé que eso ya no era asunto mío y, por el contrario, debía ponerme al corriente con lo que sí me incumbía.
La mañana era fresca y húmeda bajo aquellas nubes ligeras que impedían el paso de los rayos del sol. «¡Cielo santo, hacía mucho tiempo que no me sentía así de hermosa y confiada en mí misma!», pensé mientras sustituía el lindo vestido de manta por el short falda y la blusa de tirantes que Ethan escogió para mí.
Zoe se recuperó, o al menos lo aparentó; había cambiado sus lágrimas por rímel en sus pestañas y sus sollozos por un labial rojo intenso y una sonrisa deslumbrante. Caminó en dirección a Gretta, quien tenía unos enormes círculos negros bajo los ojos.
—Nuestro avión sale mañana al mediodía, si quieres que hablemos de lo nuestro, llámame —Zoe le extendió un papel con lo que supuse era su número telefónico—. Si no lo haces... te deseo un buen viaje y que encuentres lo que buscas.
Sin más, besó el dorso de la mano de Gretta y le regaló una sonrisa pícara. Esa era la Zoe que yo conocía.
Mi amiga llegó hasta mi lado en el preciso instante en que Ethan e Itzae se unieron a nosotros.
—Bien. Es momento de regresar —anunció nuestro guía.
Mujeres de la comunidad nos hicieron entrega de un pequeño cesto a cada uno, dentro de ellos había frutas de todo tipo e incluso ya'xcab'ki, eso me hizo sonreír.
El camino se volvió un tanto incomodo y fue Samuel quien rompió el silencio en nuestro pequeño grupo:
—Entonces, ¿cuál es el plan para hoy?
—¿Qué les parece ir al spa y después a la estética más cercana y quizás, por la noche ir al club? —propuso Zoe.
A esas alturas no pensaba negarme a cualquier cosa que me pidiera esa hermosa y fuerte mujer.
—Me parece genial —acepté.
—No se diga más, eso haremos —aseguró Samuel.
Ethan abrió la marcha junto a Itzae, con quien siguió hablando.
Pronto llegamos a las Jepps. Ethan tomó asiento frente al volante de una de las camionetas e instantáneamente, Gretta y Santiago subieron con él, mientras que en la otra se acomodaron mis amigos y Elaine, por lo que solo me quedó ir junto a Ethan como copiloto. No me molestó en lo absoluto, mas no había hablado con él desde nuestro encuentro de la noche anterior en la choza; sabía que teníamos mucho que discutir, sin embargo, no tuvimos tiempo o el espacio adecuado para hacerlo.
El Jepp comenzó a moverse y yo busqué la manera de romper el silencio que se extendía a lo largo del trayecto. Ethan tomó mi mano y eso me sobresaltó por un instante. Una hermosa sonrisa surcó su rostro, haciéndome sonrojar y eso bastó para mitigar la sensación amarga de hacía unos minutos.
Cuando llegamos al hotel Ethan le entregó a Itzae un papel y esté le proporcionó algunos datos, después se estrecharon la mano y nuestro guía nos deseó un buen viaje para el día siguiente.
—Del... —comenzó a decir Ethan—. Necesitamos hablar.
—Lo sé.
—Pero también debo hablar con ellos —dijo señalando a sus amigos—, así que, ¿qué te parece si en un rato te busco?
—De acuerdo.
—¿Dónde estarás? —inquirió con una mueca pícara que hizo que algo entre mis piernas se acalambrara.
¡Carajo! Si Ethan me excitaba desde mi cuerpo, con el suyo... ¡Uf!
Aún no podía creer que todo eso estuviese pasando de verdad, que por fin hubiese recuperado mi cuerpo.
—Iremos al spa y de ahí a buscar una estética...
—Una estética, ¿eh?
—Sí, Zoe quiere despedirse del lugar como se debe.
—Ya. Entonces, yo te busco —me disponía a preguntarle cómo demonios me encontraría si no tenía teléfono para contactarme, sin embargo, se alejó de mí.
—¡Anda, nena! —me apremió Zoe, tomándome de la mano—. ¡Tenemos una cita en el spa en una hora!
—¿Cuándo hiciste la cita? —pregunté sorprendida.
—Durante el camino. Hay algo llamado atención online, ¿sabes?
Sonreí.
Tomé una rápida ducha fría y abrí la maleta, no obstante, estaba llena de las cosas de Ethan. «Maldición».
La costumbre se había apoderado de mí. Tomé mi verdadera maleta para encontrarme con aquel hermoso conjunto de lencería negro que compré cuando fui a buscar la tanga de elefante.
Eso me hizo reír, además de recordarme mi promesa, aquella de correr con este conjunto por la playa cuando recuperara mi cuerpo.
—Tengo una deuda contigo, naturaleza —murmuré con una enorme sonrisa.
Después de humectar mi piel, escogí un traje de baño negro y un pareo blanco con encaje. Por primera vez en un mucho tiempo observé mi verdadero reflejo.
«Soy hermosa, ¿cómo es que antes no lo vi?».
Enchiné un poco mis pestañas y coloqué algo de máscara. ¡Como extrañaba mis labiales! Escogí un rojo quemado y lo pasé con suavidad por mis labios, regalándome un beso. Tomé mi sombrero de playa, gafas de sol y bolso.
—¡Guau, Delany!, estás preciosa —exclamó Samuel al atravesar la puerta que unía nuestras habitaciones.
—Lo sé, Sam.
Samuel llevaba unas bermudas blancas, una camisa sin botones, unos beat shoes azules y un elegante sombrero.
—Zoe noes espera afuera —informó.
—No la hagamos esperar entonces. Por cierto, te vez fabuloso, Samuel.
—Gracias.
Salimos de la habitación y me encontré con una despampanante mujer de piel morena. Zoe llevaba un traje de baño blanco y un pareo de medio cuerpo del mismo color. Su cabello lo acomodó en un moño alto.
Me acerqué a ella y con un movimiento rápido nalgueé su hermoso trasero.
—Te ves espectacular, Zoe.
—Tú no te quedas atrás, nena —dijo tomando mi mano para hacerme girar.
Durante nuestro camino hasta el spa nos robamos miradas de asombro, deseo, admiración y sí, también de envidia.
—Buenos días, cariño, tenemos una reservación a nombre de Zoe Restrepo.
—Buenos días, señoritas, joven, permítanme un momento —pidió la recepcionista, quien revisó la agenda—. ¿Una estancia para tres personas con el paquete dorado?
—Correcto —confirmó mi amiga.
—Muy bien, le informo: su paquete incluye el acceso al sauna individual —explicó la joven al hacernos entrega de una bolsa con el logo del hotel—. En la puerta de enfrente encontrarán casilleros con el número asignado a cada uno en la bolsa que les he otorgado —indicó, antes de proporcionarle a Zoe una carpeta con toda nuestra información del paquete y de las áreas que podíamos disponer—. Pueden dejar ahí su ropa y cosas y en seguida irá una de mis compañeras para guiarlos.
—Muchas gracias —dijimos al unísono.
El lugar era bastante elegante y también algo ostentoso. La habitación en la que entramos tenía techos altos y era en su totalidad blanca, además de contar con cubículos de vidrio esmerilado a modo de vestidores.
Cada quien entró en uno, donde sustituimos nuestra ropa por una bata y sandalias que venían en la bolsa que nos brindaron al entrar. Guardé mis cosas en la misma y la dejé en el casillero número seis.
—¿Listos? —preguntó Zoe en el preciso momento en que una joven de baja estatura atravesaba la puerta.
—¡Bienvenidos!, mi nombre es Julieta y yo los guiaré durante su estancia —anunció con una voz aguda—. Síganme por favor.
Hicimos lo que indicó hasta llegar a una habitación con luz tenue, dentro de esta había tres camillas y junto a cada una de ellas, una joven.
Sin más tiempo que perder, nos recostaron en las camillas y nos colocaron una diadema absorbente para apartar el cabello de nuestro rostro. La suave espuma entró en contacto con nuestra piel y a partir de ahí, duramos una hora con dedicación especial a nuestro cutis.
—Por favor acompáñenos —pidieron las jóvenes cuando terminaron de aplicar una fresca pasta sobre nuestros rostros.
En la habitación de al lado se encontraban tres tinas llenas de espuma con olor a lavanda. Nos retiraron las batas y nos ayudaron a entrar. El agua era tibia, perfecta para combatir los 33° centígrados del exterior. Un antifaz de gel fresco cubrió nuestros ojos y pronto comencé a sentir como la joven levantaba mi pierna y comenzaba a exfoliar mi piel.
—Chicas, debo decirles algo —anunció Samuel en la tina de en medio.
—¿Qué? —lo apremió Zoe.
—Bueno, soy gay —Una risotada proveniente de Zoe fue lo que resonó en toda la estancia—. Así que ese papucho de Santiago te ha hecho incluso cambiar de sexualidad —se mofó mi amiga.
No logré evitarlo, reí ante las palabras de Zoe e incluso las jóvenes que nos atendían reprimieron la risa.
—Lo cierto es que, una parte de mí siempre lo supo, pero jamás me atreví a experimentarlo porque mis padres me habrían sometido a un exorcismo —confesó Samuel entre risas tristes.
—La verdad es que ya lo sospechábamos —admití.
—¿Qué?, ¿cómo que lo sospechaban? —inquirió.
—Cariño, jamás te conocimos una novia y a las mujeres que se te insinuaban, ni siquiera las mirabas, además, ¿recuerdas a Luis? —Zoe soltó una carcajada antes de continuar—: te habías pasado de tragos cuando Del y yo vimos cómo se te paró mientras lo escaneabas.
Nuestras risotadas contagiaron a nuestro amigo e incluso a las jóvenes que exfoliaban nuestra piel.
—Ya. Pues ya lo he dicho —Samuel soltó un suspiro—. ¡Soy gay! —gritó eufórico.
—Me alegro por ti, Sam —dije con una enorme sonrisa.
El tiempo pasó entre risas, anécdotas y vino tinto, y pronto nos separaron a cada uno en un sauna, una pequeña habitación tapizada con madera y con una puerta corrediza del mismo vidrio esmerilado.
El antifaz de gel y mi traje de baño eran lo único que me acompañaba. Me sentía relajada, tanto que hubiese podido quedarme dormida ahí mismo.
Escuché como la puerta se abrió y un segundo después la voz de la joven que me atendía:
—Disculpe la interrupción, solo para comentarle que el paquete incluye reflexología en el sauna.
—De acuerdo —acepté, aunque no recordaba haberlo visto en el programa.
La joven tomó mi pie izquierdo y empezó a masajear la planta de mi pie, sin embargo, sus movimientos me provocaron cosquillas, por lo que retraje la pierna, mas volvió a tomar mi tobillo y comenzó a plantar besos en mi espinilla.
—¿Qué demonios crees que haces? —espeté al mismo tiempo que me quitaba el antifaz.
Mi corazón se detuvo.
Ethan solo llevaba una toalla alrededor su cintura.
—Te dije que yo te buscaba, ¿no?
Tragué grueso y mi corazón enloqueció.
—Sí.
Tomó mis rodillas con decisión y las separó con un movimiento firme. Algo muy, muy dentro entre mis piernas se removió. Ethan besó mis muslos y un leve gemido se me escapó.
—¡No te muevas! —ordenó, y eso solo hizo que algo más que el sudor corriera por mi cuerpo.
—¡Ethan, es un lugar público! —jadeé—. ¡Nuestras sombras se verán afuera!
—Eso lo vuelve más excitante, ¿no crees? —dijo al tocar mi sexo por encima de la fina tela del traje de baño—. Pero si quieres que pare, solo dilo.
—¡Aaah! —gemí.
—¿Quieres que me detenga, Del? —Los dedos de Ethan apartaron la tela y se introdujeron en mí.
¡Madre mía!
—¡No, sigue! —gemí, aferrando su mano para que no se apartara.
—¡Oh, Del! Te deseo, pero tienes razón, estamos en un lugar público —exclamó con suficiencia, antes de alejarse de mí.
—¿Qué haces? —me quejé.
Ethan sonrió y eso solo provocó que el deseo aumentara. Me puse de pie y me abalancé contra él.
—¡No, Ethan, a mí no me vas a hacer eso! —dije justo en el momento en que lo llevé contra la pared.
Su sonrisa se desvaneció y sus ojos se oscurecieron. Con movimientos lentos tomé el cordón de mi top y dejé mis senos al aire. Los labios de Ethan se abrieron un poco en un intento de respirar mejor, entonces aferré la toalla de su cintura y tiré de ella para dejarla caer, liberando así a la bestia.
—No pienso hacerte todo el trabajo —garanticé.
Dirigí sus manos hasta mis caderas y pasé mis brazos por sus hombros.
—Maldición, Del, me vas a volver loco —gruñó al hacerme girar.
Ethan se dejó caer en la banca, arrastrándome con él.
—¡Aaah! —jadeé.
—Pasa una pierna a cada lado de mí —ordenó y eso me excitó aún más.
Hice lo que me indicó para quedar sentada con él a mi espalda. Sus experimentados dedos se internaron en mi panty y comenzaron ese delicioso roce, llamando a mi humedad.
—¡Mmm!
—¡Del eres tan receptiva...!
Sin previo aviso hizo a un lado mi braga y entró en mí de una sola estocada. Un gruñido de su parte elevó mi excitación.
¡Maldición! Extrañaba mi cuerpo y por fin logré sentirlo duro dentro de mí...
Ethan aferró mis caderas para acelerar sus movimientos y descolocar cada parte en mi interior.
—¡Ethan! —chillé a punto de correrme.
—¡Aaaah, Delany! —gruñó en el instante en que ambos nos venimos. Ethan abrazó mi cintura y descansó su frente sudorosa sobre mi espalda.
—¡Eh, ustedes dos, se van a deshidratar! —gritó Zoe al otro lado del vidrio esmerilado.
¡MIERDA!
Risotadas por parte de Samuel y lo que parecieron ser más personas fue lo que me hizo caer en la cuenta del ruido que hicimos.
—¡Maldición! —murmure, a lo que Ethan respondió con una carcajada.
—¿Sabes, nena?, esto habría funcionado si no fueras tan ruidosa —se mofó mi amiga al otro lado.
El calor ascendió hasta mi rostro y como pude me aparté de Ethan.
—Ya, gracias, lo tendré en cuenta para la próxima —aseguré.
—No le hagas caso —susurró Ethan ayudándome a abrochar mi top tras mi cuello para después pegar sus labios a mi oído—. Me gusta oírte gemir.
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