Capítulo 27
¿Cómo sabes que un amor es verdadero?
Delany
La pregunta de Nicté se repitió en mi cabeza una y otra vez.
«¿Qué has aprendido?».
Bien, primero que nada, debía preguntarme: ¿de qué me di cuenta en ese viaje, además de lo que significa tener un...? «Ya cállate» me reprendí.
Me encontraba reprimida, de eso ya no había duda y todo porque hice lo posible por moldearme para complacer a mis padres, a Josh...
—Abran sus ojos y respondan —indicó la mujer.
—Quien soy —dijo de pronto Samuel desde una Elaine sonrojada—. Logré encontrarme conmigo mismo sin miedo a ser juzgado y ahora..., ahora estoy listo para mostrarme al mundo tal como soy.
—Que el sexo satisface el cuerpo, más no reconforta el alma... ni la sana —confesó Ethan a mi lado con sus ojos clavados en mí.
—Que para complementarme no necesito un hombre... conmigo es suficiente —aseguró Gretta con una media sonrisa en mi dirección, a lo que asentí. Me alegró saber que ya era consciente de ello.
—Me di cuenta de que soy única e irremplazable —soltó Elaine desde el cuerpo de mi hermosa amiga Zoe, mas la mirada triste en Santiago mientras hablaba, fue lo que desconcertó a ambos hermanos.
—Que la mentira es un hoyo negro y que el verdadero amor no conoce... cuerpos, sino almas —exclamó la verdadera Zoe, desde el cuerpo de Samuel, donde las lágrimas la acechaban.
—Todo esto es muy extraño, pero prefiero no preguntar nada —Santiago soltó un gran suspiro y después continuó—: He aprendido que, forjar mi propio camino y ser yo mismo mi mayor estereotipo, está bien.
El nudo en mi garganta amenazó con extinguir mi voz, más deseé ser libre, así que usé todas mis fuerzas para lograr desmoronar esa barrera en mi laringe.
—Que soy yo la que me define y que no solo soy hermosa, sino fuerte y valiente también, y quien no logre comprender eso, entonces... no merece mi tiempo, porque la vida es una fracción de segundo.
—Gracias —exclamó Nicté con una radiante sonrisa.
Entonces el cielo se iluminó y un rayo cayó en el centro del círculo, justo en donde se encontraba la fogata. Una sensación de calor me invadió y en menos de un segundo una luz cegadora nos rodeó, lanzándome por los aires.
La sensación de estar flotando se apoderó de mi cuerpo y pronto todo comenzó a girar sin control alguno. La luz se extinguió y en su lugar las estrellas llenaron mi campo de visión; el frío sustituyó el calor y fue entonces en ese momento en el que escuché una voz a lo lejos:
«Regresarán después del ocaso, cuando sus cuerpos se hayan alineado y sus almas liberado. Regresarán después del ocaso, cuando sus cuerpos...».
—¡Reaccionen! —gritó Santiago y mis ojos se abrieron.
Mi respiración se aceleró: no estaba mirando las estrellas, la fogata seguía en perfecto estado, todos estábamos sentados en el mismo círculo y nuestras manos entrelazadas con las de nuestros compañeros de al lado.
—¿Qué fue eso? —soltó Ethan a mi lado... izquierdo.
«Espera... Ethan».
Mi corazón estuvo a punto de explotar, podría haber jurado que estaba sufriendo de taquicardia.
—¡Oh por todos los Dioses! —exclamó Zoe, quien se encontraba al lado de Gretta con sus manos entrelazadas, no Samuel, sino Zoe, carajo.
Me puse en pie al instante y Ethan me imitó. Los ojos de los hermanos estaban desorbitados.
—¡¿En qué momento cambiaron de lugar?! — escuché que cuestionó Santiago.
Sin pensarlo me lancé a los brazos de ese cuerpo que me aprisionó durante los últimos días. Ethan me atrapó en el aire y con firmeza sujetó mis caderas.
Eso era extraño. Volví a mi cuerpo, sí, pero ya me había acostumbrado en cierta manera al de él. Sentí como me sonrojé y pareció que Ethan sabía muy bien lo que pasaba por mi cabeza porque me bajó al suelo.
—¡Ejem! —carraspeó Ethan, al tiempo que rascaba su nuca—. Esto es...
—¡¿De qué demonios hablas?! —espetó Gretta unos metros más allá.
—¡Gretta, soy yo...! — Zoe trató de tranquilizarla, mas la hermana se negó a escucharla.
—¡No me toques! —gritó, zafándose de mi amiga y en ese preciso instante el dolor cruzó su rostro y estuve segura que también su interior.
—Por favor, hay mucho de que hablar, así que, si no les molesta, debemos dejar de gritar —intervino Nicté—. Sentémonos y les explicaremos todos —dijo la mujer, quien tomó la mano de Gretta y la llevó junto a su hermano.
Zoe luchó por controlar las lágrimas que empañaban sus ojos, por lo que Samuel se apartó de Santiago con el rostro encendido y la tomó de la cintura para ayudarla a sentarse de nuevo.
Elaine jugó con sus manos en su regazo y clavó la vista en el suelo frente a ella, mientras que yo y Ethan volvimos a sentarnos.
—¿Quieres decirme que mierdas sucede? —murmuró Santiago a su amigo.
—La naturaleza es sabia, ella jamás se equivoca, por ello es que las grandes fábricas no existen por su obra, mas el ser humano es demasiado ingenuo para darse cuenta de las advertencias que les da y aún con eso, nos ama y es precisamente por eso que se empeña en hablarnos y enseñarnos el camino de la luz.
—Con todo respeto...
—Por eso fueron elegidos por ella misma —interrumpió Nicté a Santiago—. La naturaleza buscaba establecer contacto con ustedes a través de sus almas, más no lograron escucharla y por ello intervino antes de que fuera demasiado tarde.
»Sus amigos cambiaron de cuerpo con el fin de ver sus vidas desde una perspectiva diferente, porque estaban demasiado cegados como para ser tan siquiera capaces de deshacer el vendaje sobre sus ojos.
Todos dirigimos la mirada hacia Santiago y Gretta, quienes nos observaban desconcertados y también algo molestos.
—¿Por qué no lo dijeron? —espetó Santiago.
—Porque no podíamos —explicó Ethan—. Lo intentamos, pero era imposible. Perdón.
—Han liberado sus almas, no por mí, ni por la propia naturaleza, sino porque ustedes le han dado la paz, aquella que tanto les rogaba mientras se enfocaban en ahogarla —continuó diciendo Nicté.
—Espere... No, no, no... ¿Quiere decir que...? —Santiago frunció el ceño y clavó la mirada en Elaine—. Si Elaine, no era Elaine, entonces, ¿con quién me he estado... —ni siquiera fue capaz de terminar la pregunta, mas todos sabíamos lo que trataba de preguntar.
—Yo —contestó Samuel—. Y debo agradecerte porque me ayudaste a descubrir quién soy en realidad y lo me gusta...
—No, no, no, no digas nada... —lo cortó Santiago, quien se puso tan rojo que me atreví a jurar que el fuego había quemado su rostro.
Ethan reprimió una risotada y yo no logré entender cómo podía reírse en un momento así. Golpeé su hombro en un intento de reprenderlo, no obstante, eso solo hizo que su carcajada saliera a la luz de la luna.
Santiago lo empujó, haciéndolo caer de espaldas.
—¡Vamos, amigo! —se quejó Ethan entre risas—. No podíamos decir nada.
—¡Pues no lo sé, jamás te vi intentarlo! —soltó, enfadado.
—Yo se lo pedí —Intervino Elaine al tiempo que se ponía en pie—. Yo le pedí a Samuel que mantuviera el numerito por mí: no quería... perderte —la mirada entre ambos se intensificó, más cuando Elaine intentó tomar el rostro de Santiago, este detuvo sus manos con delicadeza y las apartó.
Santiago hizo ademán de hablar, sin embargo, no salió ninguna palabra de su interior y en su lugar, negó con la cabeza y se alejó.
—Gretta, traté de decírtelo, pero... —Zoe se quebró y la hermana solo limpió sus lágrimas y siguió a su hermano.
—Deben descansar y en el caso de ellos, procesar todo; mañana será otro día y podrán abordar el tema con más calma —recomendó Nicté—. Les mostraré donde pueden quedarse y después iré con ellos.
Sus palabras parecieron tranquilizar tanto a Zoe como a Elaine.
Nos levantamos y seguimos a Nicté hasta que le asignó una pequeña choza a Elaine, Zoe y Samuel y otra a nosotros dos.
«Esta mujer sabe lo que hace».
—Gracias —dije con toda sinceridad.
La mujer tomó mis manos y juntó su frente con la mía.
—Escucha a tu alma y no permitas que nadie más la opaque —asentí.
Entré en la pequeña choza para darle privacidad a Ethan, por alguna razón presentí que buscaba hablar con Nicté.
—Gracias —escuché que dijo con voz ronca al otro lado de la pared de tallos tubulares.
—Ethan, el amor te sanará, pero recuerda que también es bueno aceptar el dolor y renacer, solo así mejoran las personas.
—Solo necesito saber algo: ¿ella es la correcta?
Mi corazón se volvió loco y mi oído se agudizó a la espera de la respuesta de aquella mujer.
«¿Qué es lo que deseo que diga?, ¿que sí?, ¿qué no? ¡Vamos, Delany, no trates de engañarte, quieres un sí de respuesta!».
—Eso no lo sé, me temo que tendrás que descubrirlo tú mismo, más recuerda: no existen personas correctas e incorrectas, mas sí personas que deciden ser felices, o bien, desdichadas.
Ethan soltó una risa nerviosa.
—Entiendo.
—Que descansen y que los Dioses los acompañen.
—Gracias. —Ethan entró en la choza y me contempló con intensidad. Mi corazón nubló mis sentidos y los nervios corrieron por mi cuerpo cual pólvora—. Esto es extraño —admitió.
—Sí, lo es.
—Delany...
—Bésame.
—¿Qué? —exclamó confundido.
Fui en su dirección y sin pensarlo dos veces lo tomé por la nuca y lo besé con intensidad.
—Delany... —jadeó, apartándose solo un poco, lo justo para poder hablar.
—Calla, te deseo, aquí y ahora.
¡Madre mía! Por fin volvía a saborear ese cosquilleo muy en el fondo entre mis piernas.
Mis palabras tuvieron un efecto inmediato en él, porque no tardé en sentir como se endureció su miembro contra mi vientre.
—No se diga más entonces. Ahora sabrás de lo que soy capaz —amenazó con voz grave que provocó ese calambre en mi vientre que tanto extrañaba.
Ethan me tomó por los hombros y me giró, pegándose a mi trasero. Su cálido aliento me hizo cosquillas en mi cuello y yo incliné la cabeza a un lado para darle libre acceso a él. Sus manos no tardaron en tomar mis senos y apretarlos ligeramente, provocando que empujara mi trasero contra su erección aún más.
Sus manos comenzaron a buscar con desesperación como quitarme el hermoso vestido que le habían brindado ahí. Entonces unos toques en la puerta me hicieron soltar un gruñido de frustración.
—¡Demonios! —maldije por lo bajo.
Ethan se tensó y me liberó en contra de su voluntad para controlar su tan preciado miembro, mientras yo iba al encuentro de quien sea que hubiese interrumpido nuestro momento. Apenas la abrí, una Zoe hecha un mar de lágrimas, se arrojó a mis brazos.
—He intentado consolarla, pero ha insistido en quererte cerca —explicó Samuel.
Abracé a esa hermosa morena que entregó el corazón a la persona menos indicada.
—¡Ay, Zoe!
Ethan me regaló una sonrisa triste.
—Les daré espacio —anunció, dirigiéndose a la salida.
—Elaine estaría encantada con tu presencia —exclamó Samuel en el último segundo, a lo que Ethan asintió.
En la choza solo había una pequeña cama hecha con madera y arcilla, cubierta con un tapete entretejido con algo que parecía ser cuero de animal, fibras vegetales y de algodón.
Entre Samuel y yo dirigimos a Zoe a la cama y la ayudamos a recostarse. Mi amiga aferró mi mano y me arrastró con ella, así que sin decir nada me acomodé a su lado y la abracé para comenzar a acariciar su cabello encrespado.
—Tranquila, Nicté les explicará todo y estoy segura de que mañana podrán hablar con calma...
—No quiero verla mañana —sollozó—. Ella espera a un hombre que la complazca, no a mí.
—Zoe, cariño, solo necesita tiempo, eres una mujer hermosa y maravillosa, estoy convencida de que Gretta lo verá —Besé su frente en el preciso momento en que Samuel se recostó al otro lado de ella y la abrazó también. Los minutos trascurrieron y sus sollozos decayeron—. Te propongo algo: mañana es nuestro último día, así que, ¿qué opinan si vamos al mar y nos despedimos de estas vacaciones como se debe?
—Sería una buena idea. Mar, algo de sol y una gran botella, ¿qué dices, Zoe? —dijo Samuel, buscando animarla.
—Suena bien —admitió mi amiga un poco más tranquila—. Nena...
—¿Qué pasa?
—¿Qué harás cuando volvamos?
Sabía a lo que se refería: no tenía trabajo y mi departamento se encontraba lleno de invitaciones, adornos, regalos y un hermoso vestido blanco; además, estaba el tema de Ethan.
—No lo sé, pero ya lo veré después.
«Debo hablar con Ethan, saber qué pasará con... nosotros».
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