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Capítulo 25


¿Qué prefieres?, ¿pedir perdón, o permiso?

Delany

Mi corazón se sentía completo y la conversación que tuvimos la noche anterior se repetía en mi cabeza una y otra vez.

El Cenote Ik Kill era precioso, con enredaderas en las paredes, el agua cristalina y el canto de algunas aves resonaba en lo alto.

Santiago no me quitó los ojos de encima en ningún momento, al igual que Ethan, aunque por razones completamente distintas.

Ethan me retó en todo momento a ir por él: se agachaba para provocarme con ese sensual traje de baño que me permitía apreciar su lindo cuerpo; se abría de piernas, incitándome a devorarlo frente a todos y me mandaba besos, burlándose de mí.

—Esa chica te volara los sesos, viejo —exclamó Santiago a mi lado mientras contemplaba cómo su amigo me guiñaba uno de esos hermosos ojos.

—Vamos, Santiago, no me tortures más y levántame el castigo para poder devorarla.

—¿Aquí?, ¿justo ahora?

—¿Se te ocurre algo más excitante?

—Estás loco, pueden volver a arrestarlos... Te importa una mierda lo que te diga, ¿cierto?

—Así es.

—Te doy diez minutos —Volteé en su dirección, incrédula—. El tiempo ha comenzado a correr —insistió.

Ethan salió del agua y se dirigía al baño, donde lo sorprendí por detrás para llevarlo a un cubículo libre.

—¿Qué haces? ¿Cómo escapaste de Santiago? —pregunto entre risas nerviosas.

—Me ha obsequiado diez minutos —susurré al escudriñar sus ojos al tiempo que mi mano entraba en su panty hasta alcanzar su humedad.

—Delany, no creo que...

Mis dedos dentro de él le impidieron continuar y en su lugar aferro mis brazos en un intento de sofocar sus leves gemidos.

—Te quiero aquí y ahora —jadeé a milímetros de sus labios—. ¿Sí? —Mis dedos acariciaron su clítoris y su entrecortado aliento se escapaba por sus labios ligeramente abiertos.

—Sí —respondió, incapaz de decir algo más.

Una puerta de abrió y ruidos de personas se escucharon. ¡Cielos, eso era lo más excitante que había hecho!

—Necesito sentirte —susurré a su oído, preparándome para entrar en él.

Solté el nudo en el costado de su panty con el fin de darme libre acceso. Con un solo movimiento entre en él y lo llevé contra la pared.

—¡Aaah! —gimió y no pude evitar taparle la boca.

—No hagas ruido —jadeé.

¡Carajo! Era tan excitante hablarle entre susurros mientras teníamos sexo ilegal.

Gruñidos, gemidos y rasguños eran lo que encerraba ese pequeño cubículo.

—¡Del...! —su gruñido fue capturado por mis labios y mi cuerpo por sus piernas tensas alrededor de mi cintura.

Su respiración acelerada ntrecortadofue demasiado ruidosa para un momento así, mas nos importó un carajo. Mis embestidas se intensificaron y sus uñas se aferraron a mi espalda, justo en el instante en que sus gemidos chocaron contra mi cuello como evidencia de que habíamos alcanzado la gloria.

Su aliento entrecortado se fusionó con el mío y con delicadeza salí de él para perderme en sus ojos.

—Baños públicos se agrega a la lista.

—Vas a acabar conmigo, Del.

Besé sus labios, no fue nada muy elaborado, sino más bien simple y cálido.

Acomodamos nuestras escasas prendas y salimos del cubículo. Cinco jóvenes nos observaron con una mueca divertida, no era necesario que nos lo dijeran: habían escuchado todo. Una de ellas me guiño un ojo antes de salir del baño y vislumbré un mohín en el rostro de Ethan. «¿Está celoso?», me pregunté en el momento en que aferró mi mano de manera posesiva.

Varios pares de ojos nos contemplaban y las sonrisas disimuladas no tardaron en aparecer, haciéndome sentir que todos conocían nuestro secreto.

—¡Guau! Delany... —Zoe soltó una risotada y Elaine no tardó en unírsele—. Chicos, cuando hacen algo ilegal, se supone que deben tratar de no dejar huella, pero esto... —Señaló mi espalda.

Demonios. Líneas rojas surcaban mis hombros como evidencia de nuestro encuentro. Zoe, desde el cuerpo de mi amigo, me guiñó un ojo y levantó el pulgar en mi dirección.

Mis comisuras se elevaron al instante y el rubor en el rostro de Ethan se acentuó.

—Lo siento —dijo sin apartar la mirada de mí—. Seré más... cuidadosa.

—¿Saben qué?, creo que es momento de irnos. El fin de darles esos diez minutos ha sido para que no se le ocurra coger en la camioneta.

Preparamos todo para emprender el camino de regreso al hotel y después de algunos minutos ya nos encontrábamos en la camioneta con algunas cervezas en una pequeña hielera.

—Santiago, no inventes...

—Las hemos comprado para ustedes, yo soy el conductor designado, no tomaré —interrumpió Santiago a su hermana antes de que siguiera con su reproche.

—Ya, eso espero —murmuró Gretta.

—¡Ethan! —gritó Santiago alarmado apenas nos habíamos subido a la camioneta—. ¡Manos arriba! No quiero que se vayan tocando en el camino —advirtió.

—Prometo que no le haré nada que no desee —contesté.

—Es en serio —aseveró el hermano.

—Bien, tranquilízate, viejo.

El camino comenzó y las barbaridades de mi amiga también, sin embargo, en algún punto deje de escucharla y me enfrasqué en contemplar cómo su mano acariciaba el dorso de la de Gretta con armonía entre cada roce y eso me llevó a preguntarme lo que sucedería si volvía a su hermoso cuerpo de... mujer.

Ethan tomó mi mano con cierta duda, mas un apretón de mi parte bastó para tranquilizarlo. Eso era nuevo para él, mas no fue necesario ser muy inteligente para ver que lo estaba intentando, no porque no le naciera hacerlo, sino que se encontraba fuera de su zona de confort y no había acto de amor más extraordinario que ese.

Mis labios encontraron los suyos y se unieron en un beso suave en busca de conectar con el alma del otro.

—¡Eh! Les juro que los bajo de mi camioneta aquí mismo —rugió Santiago.

—Tranquilo, no hemos hecho nada —aseguré a la vez que levantaba mi cerveza y mostraba mi mano libre.

—Pero podríamos —exclamó Ethan pasando su lengua por mi mandíbula.

—Delany... —Santiago negó con la cabeza y al arrepentirse por lo que sea que quería decir sus comisuras se elevaron—. Ethan no pudo encontrar mujer más a fin.

Eso fue gracioso, dadas las circunstancias, no obstante, algo en mi pecho comenzó a avivarse hasta calentar mi corazón.

Me acomodé en el asiento y Ethan se recargó en mi pecho para comenzar a trazar figuras en mi clavícula con sus dedos.

—Del —susurró para que solo yo pudiese escucharlo—, ¿quieres ser mi novia?

Su pregunta me sorprendió. «¿En serio me ha preguntado eso?», es decir, era lindo, aunque después de todo lo que habíamos hecho parecía algo tonto y, aun así, cortés de su parte.

¡Me estaba pidiendo ser su novia! Una boba sonrisa surcó mi rostro y mi corazón enloqueció ante la idea de empezar una relación más allá de ese momento, incluso después de las vacaciones.

—Sí —acepté.

Pasados diez minutos de organización, nos encontrábamos a las orillas del pueblo a punto de ingresar en un sendero en medio de la selva. Después de llegar al hotel y entregar la Volkswagen, esperamos en el lobby hasta la llegada de nuestro nuevo guía, Itzae, quien abrió la marcha como conductor del primer Jeep Performance, mientras Ethan decidió llevar el segundo.

El calor era abrumador a esas horas de día y los nervios por que algo saliera de entre la espesa vegetación, no ayudaron en lo absoluto. Todo era verde, no importó hacía donde volteara, incluso el cielo había permanecido nublado y en su mayoría oculto por los grandes árboles.

Mi lugar como copiloto no solo me dio una vista de primer plano del sendero, sino del mismo Ethan, quien me hacía fantasear con ese short falda color blanco y su blusa negra de tirantes; se veía genial.

Durante el camino irregular no pude evitar ver sus senos brincar a la par del vehículo... ¡Carajo! Fue ahí donde comprendí lo perturbador que podía llegar a ser para los hombres presenciar eso.

Mi mente comenzó a jugar y como consecuencia mi respiración se aceleró. «Contrólate» me reprendí.

—Del, nena, Gretta me ha comentado el incidente que tuvieron anoche —se mofó Zoe en el asiento trasero.

Ethan se sonrojó ante su comentario y Elaine río.

«Demonios, ¿ya todos lo sabían?».

—¡Cállate, Zoe! —dije sin poder delatar mi buen humor.

—Ethan, ¿qué has hecho con mi reprimida amiga? —continuó Zoe.

—La he llevado a conocer las estrellas —aseguró con una sonrisa pícara, apartando por un segundo la mirada del camino para guiñarme un ojo.

—Así que mi regalo ha sido acertado, ¿eh?

—No tienes ni idea —exclamó Ethan.

—Ya lo han dejado claro —Zoe soltó una sonora carcajada.

No tardamos en bajar la velocidad hasta detenernos bajo una enorme palapa. El guía bajó del Jeep y el resto lo imitamos.

—Bien. A partir de aquí debemos caminar —indicó Itzae—. Estamos a unos tres kilómetros, así que llegaremos a las 4:30 de la tarde.

—Entonces... a caminar —nos animó Santiago después de ajustar las correas de su mochila.

Me coloqué los lentes de sol y comenzamos el trayecto.

—¿Por qué si hay sendero... no venimos en los vehículos? —preguntó Elaine desde una Zoe con la respiración entre cortada y el sudor surcando su rostro.

—Porque a partir de donde dejamos los Jeeps, comienza el área natural protegida y solo es habitada por el grupo originario —explicó Itzae—. Está prohibido el acceso de vehículos o como podrán ver, la elaboración de infraestructura y vías de comunicación.

»El aprovechamiento de recursos es regulado y solo ellos tienen acceso, sin embargo, debido a la riqueza cultural que representa su estancia en el sitio, han permitido brindar su cultura como una fuente de conocimiento y en este caso, turístico.

—¿Turístico? —repitió Gretta.

—Sí. Aunque aquí encuentran la mayoría de los recursos que necesitan, no se han salvado de integrarse al sistema económico actual, por lo que ofrecen su gastronomía y artesanías al ámbito comercial.

—Hemos escuchado que ellos son parte de la elaboración de la bebida Bluances —comentó Ethan a mi lado.

—Socios, no colaboradores —lo corrigió el guía—. Esta área natural tiene una biodiversidad impresionante, además de contar con ocho especies endémicas de fauna y cinco de flora; entre estas cinco, está el fruto ya'xcab'ki, usado durante mucho tiempo por esta civilización para la elaboración de licor y comidas.

»Un mixólogo molecular del pueblo, comenzó a trabajar con ellos y cuando lograron obtener una bebida lista para el mercado, las ofertas, principalmente estadounidenses, llegaron. Como podrán imaginar, solo buscaban hacerse con el producto, así que un abogado del mismo país los asesoró y la patentaron.

»Personas de la comunidad y otras partes del país estuvieron apoyando, pero no fue hasta que un norteamericano donó una cantidad considerable, que se logró comenzar con la edificación de la empresa Blue-ki. Blue, que como ya sabrán es azul en inglés, en honor al norteamericano que donó y al abogado que los previno, y azul como la característica más peculiar de la bebida; y Ki porque en la lengua nativa, significa apetitoso o delicioso, así fue como definieron el fruto las personas de este lugar.

—¡Guau! —exclamó Santiago en un jadeo a causa de la fatiga.

—Pero la bebida aún no es lanzada al mercado, ¿cierto? —inquirí.

—No, aún no —su comentario solo avivó mi curiosidad—. Hoy tenemos luna azul, un fenómeno que ocurre solo una vez cada tres o cuatro años; para las personas de esta civilización, es sin duda un momento especial y en honor al color de la bebida y como el bautismo y bendición de la luna, lo lanzarán mañana, después del ritual de hoy —Ante sus palabras levanté la vista del camino y lo contemplé—. Así que no pudieron venir en un mejor momento —aseguró Itzae.

Ethan ý Elaine intercambiaron una mirada conmigo y yo no supe si sentirme alegre por poder presenciar tan importante ritual o, miedo por estar en el origen de lo que había provocado todo ese desastre.

—Sé que mi pregunta sonará absurda, pero, ¿cómo conoces todo eso?, es decir, por algo eres un guía turístico, sin embargo..., hay algo en la manera de expresarte cuando hablas de ellos que me hace pensar... —Itzae sonrió y con orgullo, respondió a la pregunta a medias de Ethan.

—Yo soy un integrante de esa hermosa comunidad.

Ante su confesión todos nos detuvimos sorprendidos.

»Lamentablemente han convertido nuestras pequeñas comunidades en un circo: primero trataron de colonizar nuestra cultura y pensamiento y después de comprarlo o, en el peor de los casos, robarlo —explicó, reanudando la marcha.

»Con el paso del tiempo nos reconocieron como núcleos del conocimiento y cultura, y ahora nos han vuelto un espectáculo; eso fue lo que me impulsó a salir de mi hogar para prepararme y asegurarme de que el conocimiento de mi gente no se robe o manipule. Soy un hombre que puede presumir que mantiene sus raíces intactas, entretanto el resto allá afuera ni siquiera es capaz de crearlas.

Todos guardamos silencio, ¿qué es lo que podíamos decir ante esas palabras?

—Hiciste bien. Culturas como estás deben ser protegidas de carroñeros oportunistas —coincidió Ethan.

—Es complicado: somos puntos llamativos para el colonialismo, que nos considera inferiores por nuestras características étnicas, así que siempre están al asecho, pero mi pueblo no bajara la cara ante cualquier amenaza —exclamó con fervor— ¡Bienvenidos a mi maravilloso hogar! —anunció al llegar a la entrada a un gran claro.

En los límites del lugar se alzaban las primeras edificaciones que habíamos visto en nuestro recorrido, niños corrían de un lado a otro y en el centro mujeres hincadas hacían de comer en la leña.

Un hombre de algunos setenta años vino en nuestra dirección. Itzae tomó sus manos y juntaron sus frentes para después intercambiar algunas palabras en su legua natal.

—¡Bienvenidos! —dijo en español el hombre—. Síganme —Los niños y jóvenes se agruparon a nuestro alrededor para darnos la bienvenida, mientras que las mujeres bajaban el rostro y nos recibían con calidez—. Si están de acuerdo, les pediremos que dejen sus pertinencias en una de las estancias y por este momento sean uno de nosotros.

—Claro que sí —aceptamos entusiasmados.

Nos separaron en hombres y mujeres, lo que me hizo sonreír. Nos asignaron una de las edificaciones hechas a base de hojas de palma y tallos de una especie que no reconocí.

—Pueden dejar sus cosas aquí —indicó Itzae—. Así como sus accesorios y vestimentas —Un segundo después nos hizo entrega de un conjunto de manta con unos huaraches hechos de lo que parecía ser piel. Dejé mis gafas de sol, mi reloj, billetera y demás. La manta era fresca y cómoda.

Zoe observó a Santiago cambiarse y levantó un pulgar en mi dirección, dándole el visto bueno, lo que me arrancó una sonrisa.

Una vez afuera distinguí que Ethan llevaba un vestido de manta con flores pintadas, el cual le llegaba hasta la mitad de la pantorrilla. A pesar de que el diseño era holgado, se veía estupendo.

Se recogió el cabello en un moño alto y sus pendientes habían sido sustituidos por unos tejidos hermosos con abalorio.

—Han llegado en el mejor momento, no solo porque es la hora de la comida, sino porque, como ya les mencioné en el camino, hoy hay luna azul, así que podrán apreciar parte del procedimiento que se realiza con el cacao y el maíz para hacer una de las bebidas más deliciosas que encontrarán aquí; además, hoy los platillos que les presentaremos son una de las variedades gastronómicas más grandes del país.

En el centro del claro se alzaba un horno de piedra, del cual sacaron una gran bola de lo que parecían ser hojas de plátano. Mujeres hincadas alrededor de los comales torteaban, mientras algunas otras esparcidas en varias fogatas, cocinaban diferentes platillos.

Todos ofrecimos nuestra ayuda y fue así como las «mujeres» se integraron en la realización de platillos, entretanto «nosotros» tomamos una y seguimos a Itzae. Me pregunté si Ethan había tan siquiera entrado a una cocina alguna vez.

Todo eso era asombroso, sin duda alguna debíamos dejar que ellos nos enseñaran cómo aprovechar los recursos, estaba segura de que si así fuera, no estaríamos a punto de acabar con el planeta.

Conforme nos adentramos en la selva, fuimos encontrando áreas destinadas al cultivo de maíz, frijol, calzaba, entre otros. Según nos explicó Itzae, además de contar con zonas de aprovechamiento forestal, plantíos de palmeras, u alguna otra especie que utilizaban con frecuencia, emplearon un sistema de rotación de cultivos, al igual que sistemas policíclicos, eso me pareció fascinante: era asombroso su manera de pensar no solo en ellos mismos y por el contrario, tratar a la naturaleza como un ente, incluso por encima del ser humano.

—Aquí se cultiva el ya'xcab'ki.

Cientos de cañas con unas extrañas hojas en forma de estrellas en el tallo y en las copas unos mechones de enredaderas, de las cuales pendían decenas de frutos color azul marino. Había desde pequeños brotes en una zona, plantas medianas en otra y así sucesivamente hasta llegar a las maduras, que alcanzaban una altura de alrededor de cinco metros.

Era una vista hermosa, entonces comprendí por qué Itzae buscaba proteger su hogar: sin duda gente allá afuera haría lo que fuese necesario para tener ese paraíso, lástima que no con el fin de conservarlo para su aprovechamiento, sino para extinguirlo, como el resto de los lugares que el dinero había llegado a tocar. 

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