¿Cuál es la cita perfecta?
Delany
—Ethan, no creo que...
—Mis sentimientos por ti, Delany... —suspiró e hizo una pausa para encontrar las palabras más adecuadas—. Estoy seguro de que lo que siento por ti es tan cierto como que el sol saldrá mañana.
—Solo llevamos unos días de conocernos, ¿cómo podrías saber eso?
Lo confieso: quería que me diera una respuesta que dejara de hacerme sentir estúpida por pensar, al igual que él, que esto era lo correcto, de lo contrario, ¿por qué nosotros habíamos intercambiado de cuerpos?, ¿por qué coincidimos en ese sitio?, ¿por qué nosotros entre tantos millones de personas éramos los que estábamos ahí, copleándonos el uno al otro?, eso debía significar algo, ¿cierto?
—Estoy convencido de que así es, Delany, porque cuando estoy contigo la tormenta en mi interior se disipa y puedo ver con claridad. Solo tú traes esa paz a mi alma.
Quería creer que sus palabras eran una señal y más porque hubiese mentido si decía que el sentimiento no era recíproco, sin embargo, la duda acechó, lista para atacar al ser consciente de que había pasado poco tiempo desde que nos dimos cuenta de la existencia del otro, y la idea de querer a alguien en tan pocos días parecía algo imposible, pero ¿acaso no lo era toda esa situación?
—Ethan... —comencé a decir otra vez.
—Entonces permíteme demostrártelo, dame la oportunidad de demostrarte que la naturaleza es sabía, y que no se equivocó al unir nuestros destinos —dijo con fervor, extendiendo su mano para acariciar mi mejilla.
Ethan se inclinó en mi dirección dejando solo unos pocos centímetros entre nosotros a la espera de que aceptara su beso y con ello, aunque no lo dijera en voz alta, también su petición.
¿Qué podía perder? «El corazón», gritó mi subconsciente. En ese caso, sería un placer que el ladrón fuera él.
Borré la pequeña distancia entre nuestros labios y el beso que le siguió fue diferente a cualquier otro que mi boca hubiese probado. Esa vez fue... reconfortante.
Ethan pegó su frente a la mía y aguardó ahí unos segundos, compartiendo el mismo aliento conmigo.
—Gracias —susurró.
Tomó el control remoto y presionó play a la película para acomodarse a mi lado. Yo lo atraje hacía mí y continuamos con nuestra cálida cita.
Mi cabeza se encontraba embotada, aún no estaba segura de lo que había pasado, sin embargo, lo que era un hecho, era que dentro de dos días las vacaciones se terminarían y nosotros seguíamos sin resolver nuestro pequeño problema.
«¿Pequeño?».
¡Carajo! Cada vez me sentía más tranquila, más cómoda, más natural.
Quizás después de todo, no fuera tan malo quedarme en ese cuerpo.
—No, ya no quiero —dije después del octavo chupito de aquel licor azulado.
—¡Oh, vamos, nena! No te irás de aquí a menos que sea directo a su cama —aseguró Zoe demasiado ebria.
«¿Cómo demonios es que sigue en pie?».
Ese tal chico, Ethan, había ido a la barra a pedir una segunda botella. Debía admitirlo, era prohibidamente sexy y ese era justo el problema.
Elaine, la chica que lo acompañaba, luchó por mantener los ojos abiertos y fue hasta que estuvo a punto de quedarse dormida, que se puso en pie y sin decir nada se retiró.
—Parece que ya sabemos quién ha perdido —anunció Ethan cuando llegó a la mesa, observando cómo se iba su acompañante.
—Yo me retiro de tu competencia —anuncié—. No beberé ni un sorbo más.
—¡Ya deja eso, Del! Josh no está aquí —se quejó Zoe.
—¿Quién es Josh? —inquirió Ethan, confundido.
—Nadie —me apresuré a decir.
—Su prometido, perdón, ex...
—Zoe, ya basta —la cortó Samuel.
—Bien. Lo lamento —se disculpó mi amiga al tiempo que levantaba los brazos en señal de rendición—. Solo digo que deberías de relajarte un poco, ese tipo te volvió... aburrida y parece que también algo frígida.
—¿Qué has dicho? —espeté.
—Yo no la vi tan frígida en el escenario —aseguró Ethan a mi lado.
—No soy frígida —exclamé y lo fulminé con la mirada.
—Zoe, creo que es momento de irnos —informó Samuel para tomar a lmi amiga por la cintura e intentar llevarla con él.
—No, no, espera —murmuró quitándose de encima las manos de Samuel—. A lo que me refiero es que, Josh te volvió así en contra de tu voluntad: te marchitó, nena, no eres la misma desde que él llego a tu cama, ya no hablemos de a tu vida.
—Cállate, Zoe —solté con lágrimas en los ojos.
El silencio que siguió fue demasiado incómodo para todos los presentes.
Zoe se levantó y rodeó la mesa hasta llegar a mí. Reprimí las lágrimas y no dejé de mirar al frente, sin embargo, mi amiga tomó mi rostro y me obligó a contemplarla.
—Tienes que probar otros penes, nena. En algún lugar, hay uno para ti.
Su comentario me arrancó una sonrisa y para demostrar que solo se preocupaba por mí, plantó un beso tierno en mi frente.
—Lo consideraré —farfullé.
—Quien sabe, quizás sea el de él —volvió a decir Zoe.
Sabía que su comentario había sido imprudente, por lo que se alejó tan rápido como le fue posible. Me puse en pie de inmediato, dispuesta a ir tras ella, más no fue necesario, porque apenas avanzó dos pasos perdió el equilibrio y cayó de bruces. Eso atrajo la atención de los presentes.
—¡Mierda! —maldijo Samuel, quien se apresuró hasta ella y la ayudó a levantarse para comenzar el camino hacia la salida.
—Así que... Ese idiota no sabía complacerte —susurró Ethan, adoptando un tono grave.
Puse los ojos en blanco.
—¡Ash! —tomé mi bolso y me dispuse a seguir a mis compañeros, mas Ethan me tomó por la cintura y me apretó contra él.
Con su mano libre acarició mi mejilla y pasó su dedo pulgar por mis labios.
Los músculos de mi vientre se tensaron y logré sentir como mis bragas se humedecieron.
—¿Qué dices si desmentimos lo que tu amiga ha asegurado? —sugirió a milímetros de mis labios.
Su erección empujó contra mí, haciendo que mi cerebro hiciera corto circuito y sin lograr reprimirlo, un jadeo se me escapó.
Ethan me llevó hasta el fondo de la estancia, donde las sombras predominaban y al igual que nosotros, parejas buscaban algo de privacidad.
«Esto está mal», murmuró una voz en mi cabeza embotada. «No, eso no es cierto, soy libre y merezco disfrutar el momento, eso no es ningún delito, ¿verdad?».
No escuché la respuesta porque Ethan se dejó caer en un sillón y me arrastró con él, haciéndome quedar a horcajadas sobre su regazo.
Sin perder tiempo comenzó a besar mi cuello, entretanto sus manos recorrían mis nalgas para después llegar a mis muslos.
—Qué bueno que traes falda —masculló, metiendo su mano por debajo de esta para llegar hasta la fina tela de mi panty.
Como acto reflejo solté un jadeo y empujé mis caderas contra su miembro. Ethan emitió un gruñido con los dientes apretados.
—Espera o harás que esto se consuma demasiado pronto —jadeó.
Pronto sentí como sus dedos hicieron a un lado mi braga y los introdujo en mí.
—¡Aaah!
—Parece que ya estás lista —susurró a mi oído.
Escuché que bajó su bragueta y fue ahí cuando un rayo de luz atravesó la niebla de mi cerebro.
—No, alto —exclamé, apartándome de él.
Ethan gruñó ante mi reacción y yo no fui siquiera capaz de sostenerle la mirada. Di media vuelta y me alejé mientras rodeaba cuerpos ebrios hasta llegar al exterior, donde por fin logré respirar.
La cabeza me daba vueltas, así que me dejé caer en una banca cercana.
«¿Qué demonios iba a hacer? ¡Por Dios, Delany, es un lugar público!, ¡no eres una cualquiera!».
Lo cierto era que muy en el fondo de mí entre pierna, aún sentía ese cosquilleo, deseosa de haberlo hecho.
«Maldición, solo debí pedirle que me llevara a su habitación», me reprendí.
Mi celular vibró y un mensaje de mi madre apareció:
Madre: Déjate de tonterías, Delany. Vas a regresar de esas vacaciones y te disculparás con Josh, él te ama y es quien puede asegurar tu futuro.
¡A la mierda!
Tomé aire y entré de nuevo en el club. El ambiente era más el de un burdel a esas alturas de la noche y ebriedad.
Estaba harta de que mis padres quisieran controlar mi vida y aún más de que defendieran a ese pedazo de imbécil que según ellos, necesitaba para ser alguien en la vida.
Busqué a Ethan ansiosa por tenerlo cerca y mandar todo al infierno. Mi sexo rugió cuando lo vi... más mi corazón se afligió al darme cuenta de que ya no estaba solo: una rubia despampanante acariciaba su pecho y vi cómo Ethan le susurró algo al oído, lo que la hizo reír como estúpida.
No tardaron en pasar a mi lado sin siquiera notarme.
«Solo es uno más del montón».
El coraje, la frustración e impotencia fueron sustituidos por un doloroso sentimiento de soledad y rechazo.
Di media vuelta y volví al exterior donde comencé a correr como pude hasta llegar a mi habitación. Zoe se encontraba dormida cual oso en su hibernación.
«Gracias al cielo».
Entré al baño y lo primero que vi fue mi reflejo en el espejo. Con la vista borrosa a causa de las lágrimas tomé el desmaquillante y comencé a remover el disfraz sobre mi piel, ya sin poder reprimir más el llanto.
Estaba harta de ser un juego sexual para los hombres, de que vieran un trasero lindo y no una mente brillante. Me encontraba cansada de ser admirada y no tomada en cuenta.
Me lavé el rostro y dejé mi ropa tirada por el suelo, entré en mi cama, permitiéndome que las lágrimas brotaran cual manantial.
«Anhelo sentirme amada, valorada... deseada, pero con respeto».
Me incorporé en medio de la penumbra. Mi respiración era acelerada y mi pecho se encontraba oprimido. Por fin sabía cómo es que Ethan terminó en la cama con Karla: yo lo dejé ir.
«¿Cómo es que incluso mis amigos me vieron marchitarme y yo no fui capaz de darme cuenta?».
Un movimiento detrás de mí me indicó que al igual que yo, Ethan se había despertado.
—También lo has recordado —afirmó al verme sentada entre las sombras.
—Sí —Masajeé el puente de mi nariz.
—Soy un idiota...
—Eras —corregí al instante. Me giré para vislumbrar el arrepentimiento en su rostro y para que él lograra contemplar la sinceridad en el mío.
Habíamos cambiado mucho y yo por fin me había dado cuenta de lo equivocada que estaba al reprimirme de aquella manera. Por fin era libre. Era estúpido que me dejara dominar por cosas sin sentido.
Después de todo, quizás Ethan tuviese razón: la naturaleza era sabía y tal vez, solo tal vez, eso no fuera una casualidad, sino un plan divino del... más allá o, de donde sea que proviniese el destino.
Lo ojos de Ethan se humedecieron y eso hizo que una parte de mí se alertara. Me acerqué a él con cuidado y con toda delicadeza lo atraje en mi dirección. No dije nada, presentía que lo único que necesitábamos era la compañía del otro.
Besé su frente y volvimos a recostarnos. Tracé pequeños círculos sobre su cadera y pasados unos minutos, Ethan logró tranquilizarse.
Sin darme cuenta mis manos navegaron por sus glúteos y no fue hasta que él se río, que reaccioné.
—Lo lamento —me disculpé avergonzada, no sabía qué había pasado, aunque sospechaba que se debía a la fusión con nuestra nueva anatomía.
—Continúa —Eso hizo que una corriente adictiva me recorriera.
No quería que se sintiera presionado por mí, así que me abstuve de hacerlo, mas fue él el que pasó una pierna en torno a mi cintura en un intento de acercarse a mí.
—Creo que deberíamos descansar...
—Sí —jadeó sin detener sus movimientos de cadera contra mi viril miembro.
¡Demonios! Éramos como adolescentes con las hormonas alborotadas.
Un deseo me golpeó bruscamente. Giré para llevar a Ethan bajo mi cuerpo, donde me rodeó con sus piernas y yo comencé a besar su cuello. Pronto su ropa se volvió estorbosa. Me deshice de toda prenda que cubría su piel y con besos ansiosos recorrí sus senos y me llevé conmigo varios de sus jadeos.
Besé su vientre y sentí como se contrajeron sus músculos. La piel de sus muslos era tersa y adictiva. Pronto su mano aferró mi cabello, rogándome para que acabara con esa tortura y eso fue lo que hice. Con toques suaves, mi lengua comenzó a navegar por entre sus piernas y sus gemidos llenaron la habitación, suplicando por más. Introduje dos dedos en él, ejerciendo ese delicioso movimiento de vaivén; mi lengua se volvió voraz y mi presa arqueó la espalda.
Sin ninguna delicadeza entré en él con un movimiento fuerte. Un gruñido de mi parte y un gemido de él, se fusionaron. Nuestros cuerpos se sacudieron hasta encontrar la coordinación perfecta, mas mi miembro rugía por más.
—¡Más rápido! —rogué.
El ritmo aumentó y ese momento exquisito en que el cuerpo pierde el control, se acercó; sentí como Ethan comenzó a moverse con ansias de más, por lo que abracé su cintura para impedir que escapar de mí hasta que mis embestidas fuertes y rápidas nos llevaron a la gloria.
—¡Maldita sea, Del! —chilló y no logré reprimirme más.
Sus piernas temblaban en torno a mi cintura y su centro contraído exprimió hasta mi último aliento, mientras que sus labios suaves y húmedos me trasportaron al mismo paraíso.
«¿Hay algo mejor que el sexo en la madrugada con la persona a la que le pertenece tu corazón?, no lo creo».
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