Capítulo 21
¿Qué dice tu expediente?
Delany
Ethan tensó sus piernas en torno a mi cintura en un intento de sentirme más cerca. Nuestros labios comenzaron una lucha a la que los jadeos se le sumaron pocos segundos después.
—¡Del, por favor! —gimió en mi oído, provocando que mi miembro se endureciera más bajo la espléndida danza de las olas. Con apoyo de sus piernas comenzó a frotarse contra mi vientre y sus leves gemidos me suplicaban pecar de lujuria. El deseo de entrar en él y sentir su justa cavidad me volvió loca—. ¡Maldición, Del! ¡No me hagas esto!
Tomé mi miembro y lo direccioné hacia su sexo. En cuanto entré, una descarga de sensaciones me recorrió y comenzó a dar pequeños brincos. ¡Demonios!, era una sensación fascinante.
Anhelé que se moviera más rápido y con mayor brusquedad, sin embargo, lo único de lo que fui capaz fue de apretar sus muslos con el fin de pegarlo lo mayor posible a mí.
Ethan echó la cabeza hacia atrás y le dio libre acceso a mis gemidos para que chocaran contra la fina piel de su cuello.
—¡Aaah! —gemí.
—¿Te gusta? —que me preguntara eso solo hizo que me excitara más.
—¡Sí! —gruñí, al mismo tiempo que aferraba sus nalgas para indicarle que necesitaba que sus movimientos aumentaran conforme esa tan esplendida sensación comenzara a avecinarse.
—¡No voy a aguantar!
—¡Aguanta solo un poco! —chilló en el momento que empezaba a sufrir la adictiva tortura de esos espasmos tan deliciosos.
Eso bastó para que mi cuerpo se tensara y mis manos aferraran sus nalgas para empujarlo contra mi miembro en un intento de que incluso nuestras células se conectaran, porque a pesar de ser consciente de su cálida y tensa cavidad, necesitaba más de él.
Un último gemido, muy parecido a un grito, se fusionó con la noche y nos vació. Mi aliento chocaba contra sus senos mientras sus muslos temblaban a mis costados, haciendo inestable nuestro entrelazamiento.
A pesar de la difusa luz de la luna llena, alcancé a percibir el lujurioso brillo negro en los ojos del causante de mis gemidos. Su mirada era intensa y profunda, pero no importó cuánto anhele detener el tiempo y grabar ese momento a detalle en mi corazón, los segundos pasaron rápidamente e hicieron todo lo posible por llevarse nuestros jadeos junto con las olas que volvían a su origen.
Un haz de luz nos cegó al instante.
¡Mierda!
—¡Policía! ¡Salgan del agua de inmediato! —ordenó un hombre empleando todo su esfuerzo por no reírse.
—¡Carajo! —maldijo Ethan—. Del, creo que es momento de que... —una risita le impidió terminar la idea y entonces fui consciente de que mis manos aferraban sus nalgas y de que mi miembro aún danzaba en su interior.
—Ya. —Con un movimiento lento salí de él.
Aquella luz blanca nos impedía distinguir cuantas personas eran las que veían la escena.
«Por favor que solo sea ese afortunado hombre de la linterna».
Cuando el agua dejó expuesto parte de mi viril aparato reproductor, busqué cubrirlo con mis manos, en cambio Ethan se pavoneó con una enorme sonrisa como si de una sesión fotográfica se tratase.
—¡Quedan arrestados por la violación del Código Penal en materia de exhibicionismo y provocación sexual! —soltó el oficial—. ¡Tienen derecho a guardar silencio, todo lo que digan será usado en su contra frente a un Tribunal de Justicia en caso de ser necesario! —advirtió, bajando la linterna.
El alma se me cayó a los pies y la sonrisa de Ethan se esfumó al instante.
Seis personas nos contemplaban con una mueca divertida.
—¿Arrestados? —repetí incrédula.
—Gracias —dijo el oficial a una joven del servicio del hotel que le hizo entrega de dos batas —La chica me regaló una sonrisa coqueta que solo sirvió para aumentar el rubor en mi rostro. «Arrestada por tener sexo, esto sin duda es una broma de muy mal gusto»—. Aunque nos han deleitado con su numerito, debo pedirles que se cubran para que puedan acompañarme a la comisaria.
—Mis cosas... —comencé a explicar.
—Oficial Gutiérrez, recoja las pertenencias de estos jóvenes —ordenó el hombre a una de las oficiales.
—Entendido —la susodicha mordió su labio inferior en un intento de reprimir una carcajada.
Tomé la bata que me tendió el oficial. Apenas había terminado de cerrármela, cuando un hombre joven frente a mí me colocó unas frías esposas.
Eso fue sumamente bochornoso: todas las personas que nos encontramos en nuestro trayecto hasta el lobby nos escudriñaron deseoso por saber lo que ocurría. ¿Había algo más vergonzoso que ir esposados por tener sexo?
Subimos a la parte trasera de la patulla y sin decir nada, el vehículo comenzó a avanzar.
—Bueno, por lo que veo también puedo alardear en ser el primero con el que vas a la cárcel —dijo Ethan a mi lado, mofándose—. Quizás podamos hacerlo ahí y sumarlo a la lista —propuso entre risas.
—Ahora mi expediente estará manchado, aunque lo que en realidad me abruma es que... —una risotada se apoderó de mí—. La única vez que he ido a la cárcel y todo por... —no logré terminar la frase, pero mi compañero se contagió y los oficiales buscaron la serenidad en su interior para no perder el profesionalismo.
—Tranquila, Del, no iremos a la cárcel —aseguró Ethan en cuanto logró recuperar la compostura—. Solo tendremos que comunicarnos con Santiago para que venga a pagar la fianza que se fije y nos saque.
—Ya.
«El hombre con dinero sabe cómo resolver los problemas». Creí muchas cosas de Ethan desde que lo conocí, no obstante, que fuera el futuro dueño de una empresa, no, eso nunca me cruzó por la cabeza, mas sí era claro que tanto él, Elaine y los hermanos venían de familias bien acomodadas. Eso me hizo sentir incomoda.
Vi por el espejo retrovisor que el oficial frunció el ceño ante nuestra conversación, seguro que no pasó por alto el hecho de que me dirigiera a una mujer de «él», así como que Ethan se dirigiera hacia mí como si lo hiciera para con una mujer, siendo un gran ejemplar masculino ante sus ojos.
—¡Vamos, Del!, que no todo es malo.
—Ethan, ¿qué puede haber de bueno en esto?
—Que verte esposada me ha dado una idea —susurró mientras inclinaba su rostro en mi dirección.
El negro invadió sus ojos y mordió su labio inferior. La imagen de mí tendida en una cama, esposada a merced de Ethan, hizo que mi entrepierna luchara por elevarse cual rascacielos.
—¿Cuál? —jadeé.
—Tú gimiendo y retorciéndote, esposada a la cabecera de la cama.
El conductor carraspeó.
—Hemos llegado —anunció e interrumpió nuestra acalorada charla, aunque no nuestro lujurioso contacto visual.
—¡Arrestado por sexo! —se burló Santiago a penas nos vio aparecer por el pasillo.
—Aquí tienen sus cosas —indicó el oficial mientras nos hacía entrega de una bolsa a cada uno con nuestras escasas pertenencias, las cuales se resumían a mi celular, una pulsera, un reloj y los pendientes que Ethan llevaba encima.
—Gracias.
—Por favor recuerden que son libres de mantener una vida sexual tan activa como deseen, no obstante, no en lugares públicos.
—Créame, oficial, lo tendremos en cuenta —aseguró Ethan—. ¿De casualidad no tendrá unas esposas de sobra? —inquirió con una enorme sonrisa—, solo como precaución, en caso de que quiera portarse mal, como hoy.
—¡Largo! —soltó el oficial ahogando una sonora carcajada.
Sin duda, no nos olvidarían. Caminamos junto con nuestro rescatador en dirección a la salida.
—¡Ustedes dos...! —comenzó a decir Santiago, sin embargo, soltó un largo suspiro, seguido de una risa de resignación—. Son un caso perdido. Tienen suerte de que sus rostros no se alcancen a percibir.
Ethan y yo nos detuvimos de manera abrupta.
—¿Qué has dicho? —pregunté con el corazón en un puño.
—Ya veo —una risotada se apoderó de él—. ¿Acaso no se preguntaron cómo llegó la policía con ustedes?
—Explícate —exigió Ethan a mi lado.
—Tranquila, cariño —exclamó Santiago al tiempo que mostraba las manos en señal de rendición—. Por lo visto estaban demasiado ocupados como para darse cuenta de que se celebrara una boda en el salón sobre el peñasco. Algún observador los distinguió y comenzó a grabar, aunque parece que han causado envidia entre los invitados porque alguno de ellos llamó a la policía.
Saqué mi móvil de la bolsa plástica. Ni siquiera fue necesario buscarlo, estábamos en primera plana de cualquier red social, otra vez.
«¡Carajo!».
En el vídeo se alcanzaba a percibir que Ethan comenzaba a saltar ligeramente hasta arquear la espalda. Hice zoom a la imagen, más como había dicho Santiago, todo se veía lo bastante borroso, haciendo imposible la tarea de reconocer a los protagonistas.
«Gracias a Dios».
El vídeo terminó cuando la policía nos arrestó, momento en el cual, salimos del campo de visión de la cámara.
—¡Esto debe ser una broma! —exclamó Ethan.
—Viejo, ¿qué acaso no tienen una habitación?
—¡Vamos, cállate ya! —dije con una sonrisa al recordar los gemidos de Ethan que hacía solo unas horas me hicieron temblar.
El taxi terminó por llevarnos de regreso al hotel y gracias al rugido de nuestros estómagos, optamos por ir al buffet después de volver a cubrirnos con algo más que esas pulcras batas.
—Si no están muy ocupados —anunció Santiago mientras me guiñaba un ojo—. Mañana queremos ir al sitio arqueológico Chichen Itzá. Nos han ofrecido un paquete que incluye ir a ahí y al cenote Ik Kil, además del almuerzo en un buffet y por la tarde una pequeña excursión por la selva, será un recorrido hasta la aldea en la que habita el grupo originario: se realizará una exposición de platillos tradicionales y de su cultura. Por la noche regresaríamos al hotel. Es el penúltimo día que estaremos aquí, así que nos pareció buena idea programar esa actividad para mañana.
—Genial —solté al instante.
—De acuerdo —aceptó Ethan.
—Bien. La salida es a las 5:00 de la mañana, nos vemos en la recepción del edificio. Los dejo, tortolitos —se despidió.
Me percaté de las miradas furtivas que nos lanzaban algunos de los presentes, sin embargo, no presté atención porque hacerlo solo avivaría el incendio en mi interior, así que preferí fingir que no me daba cuenta.
—Crees que podemos encontrar información —afirmó mi acompañante.
—Sí. Tiene que haber más respuestas que las de esa supersticiosa mujer.
—Eso espero.
—Debemos encontrar algo: las vacaciones están por concluir y...
Ni siquiera fui capaz de terminar la frase. Esa situación había sido divertida, liberadora y por qué no, también una fuente extraordinaria de conocimientos, no obstante, el tiempo se agotaba y la vida real se aproximaba. Aunque mi mayor miedo era que cada día que pasaba me sentía más cómoda en ese cuerpo, tanto que, a veces me parecía que todo eso se trataba de un sueño y que el cuerpo de Ethan siempre me había pertenecido; temí estarme fusionando con mi nueva anatomía.
Ethan asintió, evitando que me viera en la necesidad de terminar la idea.
—Buscaremos información mañana —aseguró con voz impregnada de un optimismo falso.
Los restos de vidrio y el teléfono habían sido recogidos, así como el olor a alcohol fue sustituido por uno floral. No sabía si eso se debía a obra de Ethan o, al del servicio de limpieza, más no lo pregunté, mejor dejar eso en donde pertenecía: en el pasado.
—Tomaré un baño, ¿me acompañas? —me invitó con una sonrisa traviesa, de esas que jamás podrían causar en mí algo que no sea ese ya tan familiar deseo de hacerlo chillar mientras rogaba por más.
No esperó mi respuesta, sino que se internó en el baño. El deseo me impulsó a quitarme la ropa lo más rápido posible para ir tras él, sin embargo, apenas entré en la pequeña estancia, me encontré con un caminito de prendas que identifiqué como propiedad de mi presa.
Sonreí ante el juego que comenzó. Empecé a seguir las migas hasta llegar a la habitación continua, donde el yacusi se llenaba y Ethan me esperaba desnudo. No tardó en ir al encuentro de mis labios y con ferocidad lujuriosa llevarme hasta el lavamanos.
—Esta vez quiero hacerte algo especial —susurró a mi oído.
Su rostro se encendió como nunca antes lo había visto y eso me hizo sentir nerviosa. Sus labios comenzaron a recorrer mi cuello hasta su lóbulo, al tiempo que tomaba mi miembro y comenzaba a hacer ese movimiento arriba y abajo que tanto me enloquecía.
Mis ojos se cerraron al dejarme llevar por lo que mi cuerpo comenzaba a experimentar. Su lengua comenzó a bajar por mi pecho y entonces, Ethan se apartó. Mis párpados se elevaron, buscando una explicación para que hubiese cometido tan vil acción. Sujetó su cabello en un moño alto para terminar de rodillas frente a mí.
—¿Qué haces? —inquirí con voz temblorosa como consecuencia de la imagen que comenzaba a tomar forma en mi cabeza.
—Te haré sentir una de las experiencias más placenteras en este nuevo cuerpo —explicó justo en el momento en que colocaba sus manos en mi miembro.
—No, espera...
No me permitió terminar mi objeción, porque una descarga eléctrica me recorrió robándome el aliento cuando Ethan introdujo mi miembro en su boca.
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