Capítulo 20
Todos tenemos secretos, ¿cuál es el tuyo?
Delany
No había visto a Ethan desde nuestra riña de hacía algunas horas, aunque tampoco fui a la habitación porque sabía que me lo podía encontrar. ¿Cómo demonios era posible querer a alguien tanto que lo único que desearas era jamás volver a verlo?
Todo lo que sucedió ese día me hizo detenerme, dar media vuelta, y ver mi vida: era un asco.
Siempre me esforcé por ser la mejor, siempre me preocupé por cumplir los estereotipos de una joven dedicada y aplicada, siempre quise enorgullecer a mis padres y me olvidé de lo que yo quería; de lo que mi alma anhelaba conocer.
Por primera vez me sentía con vida, radiante. Aprendí más de mí misma en esas vacaciones que en los veinticuatro años de mi existencia y por alguna razón, creía que debía agradecer al destino por poner a ese joven en mi camino, porque era consciente de que él tenía cierta culpa de ello.
Sin embargo, también albergaba otro sentimiento que me atormentaba y al cual temía más que ningún otro: amor.
El que me dijera que amar no dolía, lo llevaría y le presentaría a Ethan.
Lo sabía, era estúpido: a penas lo conocía desde hacía unos días, no obstante... Me habrían tachado de loca si alguien hubiese escuchado lo que transitaba por mi cabeza, pero por alguna razón inexplicable sentía que él era... para mí. No me pregunten cómo mierdas lo sabía porque en definitiva no tenía respuesta alguna para ello, solo lo sentía; mi instinto, sentido, premonición, como sea que se llamara, me lo dijo. Sí, también llegué a pensar que no era más que mi obsesión por sentirme querida.
Ethan era un joven... Ni siquiera estaba segura de cómo debía definirlo, se trataba de un tornado que hacía temblar mi corazón y sí, también mi entrepierna; a pesar de eso, cada vez que pasaba más tiempo a su lado, me daba cuenta de que no era el hombre que conocí aquella noche, sino más bien uno con secretos que corrompían el noble corazón que ya me había mostrado que tenía.
El sol comenzó a tocar el horizonte y yo seguía ahí, buscando una respuesta divina que me indicara qué era lo que tenía que hacer, en cambio, con forme los segundos pasaron, cada vez estaba más segura de que no obtendría ninguna.
No pensaba disculparme, todo lo que había dicho era lo que creía y también lo que sentía, y a pesar de eso mi corazón se encontraba adolorido ante la idea de haberlo perdido.
—¡Aaaaah! —grité frustrada antes de tumbarme en la arena para contemplar el cielo de tonalidades purpuras y rosadas.
La oscuridad cayo demasiado rápido para mi gusto y a menos de que hubiese querido dormir en la playa esa noche, debía ir a una habitación. Me habría gustado hablar con Zoe y Samuel, mas Ethan tenía mi teléfono y el que yo usaba como «mío», estaba destrozado.
Una risita amarga se apoderó de mí: apenas un mes atrás me encontraba preparando todo para mi boda y ahí estaba yo, acostada sobre la arena con los sonidos del mar de fondo y el corazón marchito por un hombre que realmente hacía temblar cada fibra en mi interior.
Ruidos a mi izquierda me alertaron de la proximidad de quien deseaba no tener que ver, aunque mi cuerpo y corazón le extrañaran.
Me incorporé y Ethan tomó asiento a mi lado sin decir nada. El impulso de alejarme me asechó en el momento en que extendió su brazo en mi dirección para hacerme entrega de mi teléfono. Una llamada de Josh me arrancó un largo suspiro.
«Así que por eso ha venido a buscarme, solo para darme mi móvil».
El silencio se instaló entre nosotros y lo único que lo interrumpió fue el timbre de mi celular para anunciar la llamada entrante número cinco de Josh.
Suspiré. No comprendí por qué, pero el silencio me impulsó a abrir mis labios y dejar salir las palabras que llevaban días carcomiendo mi interior:
—Me iba a casar —esa pequeña frase atrajo la atención de mi acompañante—. Hace un mes me iba a casar con Josh —reí—. Ni siquiera sé por qué iba a hacerlo: no lo quería tanto como para pasar mi vida a su lado, pero... él era el «indicado», todos me lo decían: mis padres, conocidos... —Mis ojos se llenaron de lágrimas—. Tres años. Invertí tres años de mi vida y no tardamos mucho para que la monotonía nos alcanzara. A penas y me hacía cumplidos, caricias, claro, al menos de que quisiera sexo, lo cual era frecuente y, aun así, nada satisfactorio para mí. Me sentía... vacía, mas no era consciente de ello hasta ahora.
»Una semana antes de la boda, me arreglé para darle una sorpresa porque a pesar de todo le quería y enserio me esforzaba por estar «a su altura» —una risa amarga surgió desde lo más profundo de mi interior en el momento en que la primera gota salada surcó mi mejilla—. Me puse bonita, compré un conjunto de lencería fuera de lo usual —Vislumbré cómo Ethan me regaló una sonrisa, mas no una sensual o lujuriosa, sino una tierna—, me entallé una tanga nada cómoda, por él —confesé riendo, lo que hizo que Ethan también lo hiciera.
»Le dije que saldría de la ciudad para asistir a una junta con un socio de la empresa, no obstante, era mentira. Fui a su departamento y... lo encontré con mi compañera de trabajo. Me dolió, me sentí humillada y aun así no tuve el valor para irme de ahí. Sé que todos se burlaban de mí a mis espaldas, es solo que, no conocía otra cosa: cuando me gradué fue mi primer empleo y me dio miedo conocer nuevos horizontes. Mis padres le defendieron: dijeron que aún no estábamos casados, que todavía era un hombre libre y que por un «accidente» no debía dejar ir al «amor de mi vida». Como si el imbécil hubiera ido caminando por ahí y al resbalarse hubiese terminado por hundirse en ella. Y a pesar de todo, la gente me decía que tenía la vida perfecta; lo cierto es que yo no me sentía si quiera viva... hasta ahora.
Cruzamos miradas y por un momento aprecié cómo nuestras almas se acariciaban.
»Lo que trato de decir es... gracias. Mucho de lo que ha pasado te lo debo a ti y a lo que sea que nos ha sucedido. Tú me hiciste salir de mi zona de confort, me impulsaste a dejar mi máscara a un lado y descubrir quién soy. Gracias por eso.
Intercambiamos una sonrisa, mas la de Ethan se volvió triste al tiempo que sus ojos se cristalizaban.
Se tomó unos segundos y luego decidió pronunciar sus primeras palabras:
—Mi padre es dueño de una empresa que está a punto de llegar a ser importante a nivel nacional. Desde que era un niño soñaba con trabajar para él y por eso decidí estudiar administración de empresas y continuar con mi maestría. Hace un año y medio abrió una nueva sucursal en la ciudad de Guadalajara y me ofreció el puesto de gerente mientras hacía la maestría; mentiría si digo que no me gustó o, que no me iba bien, porque ganaba lo suficiente como para lograr pagar mi departamento y un carro en solo un par de semanas —Su sonrisa era triste y sabía que luchaba por extinguir las lágrimas que hacían lo posible por emanar. Suspiró.
»Hace dos meses, en el cumpleaños de mi madre, mi hermana la llevó al centro comercial para comprarle un lindo conjunto y arreglarse para la fiesta sorpresa que le haríamos. Me desocupé temprano ese día y llegué antes de lo acordado a la casa. Mi padre estaba con otra mujer en su despacho.
»El matrimonio de mis padres fue arreglado. Mi abuelo paterno tenía todo el plan para que su empresa triunfara y mi abuelo materno tenía el capital. Sé que mi padre se esforzó por amarla y tratarla como se lo merecía, y a pesar de eso la mayor parte de su corazón le pertenecía al amor de su vida: una mujer de su juventud que se impregnó en su alma.
»Me largué y cuando fue a buscarme me enteré de que... Delany mi padre está enfermo, no le queda mucho tiempo. Mi madre y hermana no lo saben y yo... no supe qué hacer. Sé que si se lo digo a mi madre la destrozará, ella lo ama perdidamente; sin embargo, si me quedo callado no servirá de mucho. No sé qué hacer y tienes razón: soy un cobarde, por eso hui. Mi padre me amenazó con desheredarme, mas no me importó. Me dolió que nos faltara al respeto de esa manera, más en concreto: a mi madre.
»Renuncié a la gerencia. Sabían dónde vivía así que no tardaron en ir a buscarme, razón por la cual le pedí a Santiago que me dejara quedarme con ellos un tiempo. Después surgió la idea de este viaje y heme aquí: siendo un egoísta ante los ojos de mi hermana; un malagradecido a los ojos de mi madre y... la caja de pandora de mi padre.
»No sé qué es lo que debo hacer. Según lo que dijo mi padre, solo tiene algunos meses y... ¿acaso no merece ser feliz en sus últimos días? Por otra parte, está mi madre..., ¿merece ser lastimada de esa forma por el hombre al que ama? —Al fin las lágrimas ganaron la batalla y terminaron por derramarse sombre su rostro.
»Hace dos meses que ellos no saben nada de mí y mientras tanto yo no he dejado de buscar una solución, y como ya te imaginarás: no la he encontrado. Sé que debo ser fuerte para mi hermana: necesitará un amigo, un hermano; no obstante, también debo serlo para mi madre, así como para mi padre, aunque sea por unos meses, y para la empresa; pero yo no soy invencible, Del, y aun así debo aparentar serlo, no puedo desmoronarme porque no tengo con quien hacerlo... estoy solo.
Mi corazón se oprimió y el remordimiento por todo lo que le dije en la mañana, me carcomió.
Tomé su mano con cariño y le brindé un apretón en un intento de consolarlo. Entonces me sentí estúpida por haber creído minutos antes que mi vida era un asco.
—Lo siento mucho, Ethan.
—Delany... —su voz se volvió ronca por las lágrimas que intentaba reprimir y su semblante pasó a ser serio—. Lamento mucho como te traté. Tú solo intentaste ayudar... Me asusté —confesó—. Tengo miedo de todo lo que está por pasar y de lo que podría salir mal si sigo permitiéndome sentir esto por ti —soltó con tristeza.
Su cuerpo se relajó: por fin era libre.
—Ethan, tu familia te necesita —me atreví a decir a pesar del dolor que mis palabras ocasionaron en los dos, por alguna razón parecía ser una despedida.
—Lo sé, mas no puedo volver así —exclamó.
—Sí, eso es cierto.
—¿Sabes?, llegué a pensar que lo más fácil sería desaparecer sin importar que fuera demasiado cobarde de mi parte, y eso habría hecho con este nuevo cuerpo, para mí era como una nueva oportunidad. De no ser porque comencé a sentir esto por ti... ya me hubiese ido. Ahora estoy convencido de que no puedo dejar a mi madre y a mi hermana —suspiró y al instante dirigió su vista en mi dirección—. Del, si no logramos recuperar nuestros cuerpos... ¿podrías cuidar de ellas?
No, yo no podría, es decir, tenía a mis padres... Sin embargo, sus ojos necesitaban que mis labios lo tranquilizaran.
—Sí, Ethan —aseguré—. Mas debemos seguir intentando...
—¿Ahora vas a negar que te gusta mi cuerpo? —me cortó con una sonrisa pícara, a pesar de que sus ojos derrochaban tristeza. Mi chico hacía lo posible por regresar.
Ese simple comentario provocó que una descarga eléctrica me recorriera.
—Me encanta —admití—, eso sí, preferiría que me poseyeras con él y no con el mío.
—¿Insinúas que...?
—No insinúo nada, te estoy diciendo que... te quiero entre mis piernas —la mirada de Ethan se oscureció y su respiración se aceleró—. Pero también te quiero en mi corazón.
Sus ojos se abrieron con asombro y un segundo más tarde lo tenía encima de mi regazo. Sus labios húmedos entraron en contacto con los míos y el calor no tardó en recorrerme hasta instalarse en mi miembro. Sus caderas pronto comenzaron a golpear mi vientre tal cual las olas en la costa, lo que provocó que mi miembro se endureciera y que un gemido llenara la atmósfera.
—Del... necesito tiempo para poder poner en orden todo en mi interior... y así brindarte lo que te mereces, y... no solo provocarte aflicción como consecuencia de la tormenta que hay dentro de mí —dijo en un momento de claridad entre la espesa bruma lujuriosa de su cabeza.
Su respiración era entrecortada y nuestras frentes se encontraban pegadas, dejando solo espacio para saborear nuestros alientos.
—¡Shhh! —lo besé con el fin de que se callara—. Ethan, jamás lo he hecho en la playa —jadeé para que dejara de lado la incertidumbre que luchaba por invadirlo.
—Entonces permíteme ser el primero —propuso. Se levantó y extendió su mano en mi dirección.
Una vez de pie Ethan volvió a besarme. Se apartó solo lo justo para deshacerse de su playera, la señal de que era momento de hacer lo propio con la mía.
Mi miembro rugió por sus caricias, por su cercanía y él lo sabía porque no tardó en prestarle atención con movimientos suaves y a su vez intensos. Mis jadeos invadieron la atmósfera y la excitación mi cuerpo. Nos apartamos solo algunos centímetros para desudarnos el uno al otro de manera lenta y ansiosa.
Tomé sus nalgas y lo levanté a horcajadas para que abrazara mi cintura con sus piernas y llevarlo a las cálidas aguas bajo la luz de la luna.
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