Capítulo 2
¿Qué tal actúas?
Delany
—Entonces, ¿con cuál me veo mejor? —preguntó Ethan, mientras tomaba uno de mis trajes de baño negro y otro azul.
—Por Dios —suspiré. «Este chico está loco», todo era tan... Ni siquiera sabía cómo definirlo, sin embargo, era evidente que estaba mal y él no paraba de bromear.
—¿Qué te parece si te los modelo? —insistió.
—¿Es qué tú no puedes tomarte esto con la seriedad que merece?
—¡Vamos, Delany! Solo quiero saber qué se siente ser mujer.
—¿Eres gay? —inquirí, decepcionada porque en realidad algo de su locura me agradaba, aunque no quisiera aceptarlo.
—¿Te lo parezco? —Su sonrisa traviesa se ensanchó, provocando que una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo.
Sonreí. «No, claro que no es homosexual». Ethan tomó mi sonrisa como una autorización de mi parte para comenzar a desvestirse.
Bajé la vista: eso era demasiado extraño, fue como ver a otra persona, a pesar de que se trataba de mi cuerpo.
«Tengo un lindo trasero», exclamó esa revoltosa vocecilla en mi interior.
En cuanto terminó de ponerse el traje de baño azul marino, se observó en el espejo y por alguna razón desconocida, terminé de pie junto a él para admirar nuestros nuevos físicos.
El recuerdo de cómo lo conocí anoche llegó a mí y provocó que el deseo recorriera mi cuerpo al igual que la noche anterior; sin previo aviso sentí que su miembro entre mis piernas se endureció.
¡Carajo!
Mis mejillas enrojecieron y en ese momento le di la espalda a mi usurpador.
—¿Qué demonios le sucede a esto? —me quejé exasperada, al tiempo que tomé su miembro y lo empujaba a su sitio habitual.
Ethan soltó una sonora carcajada.
—¿Sabes?, creo que es lo que más voy a disfrutar de esta situación: voy a poder ver cuánto quiera y no me delataré tan fácil. Por otro lado, tengo que admitir que lo extraño —confesó e hizo un puchero. No pude evitar sonreír.
—Ya cállate. —Si nos hubiésemos encontrado en esa condición con nuestros cuerpos reales, habría hecho lo posible por alejarme de él, porque por alguna razón, Ethan avivó el deseo que creía extinto hacía ya mucho tiempo; sin embargo, él no era una persona que se tomara en serio el encuentro con una mujer, apenas lo conocía y ya lo había dejado muy claro—. Vamos, los demás nos esperan.
Salimos del cuarto y no tardamos en reunirnos con el resto en la playa, donde extendí mi toalla sobre la arena y me dejé caer.
—Bueno, si no quieres broncearme, espero que no te moleste que yo vaya a nadar un rato.
No esperó mi respuesta, sino que se alejó en dirección a las majestuosas olas en el preciso instante en que mis amigos llegaron y comenzaron a modelarme sus nuevos cuerpos. Negué con la cabeza incapaz de comprender cómo era que esa situación les divertía.
—Nena, esto es de locos —exclamó Zoe y un segundo más tarde se dejó caer a mi lado y Samuel la imitó—. Pero hay que disfrutar lo que el destino nos manda, ¿no?
—Zoe, esto es... He hecho todo lo posible por recordar algo y lo único que viene a mi mente, es que fui a la barra por más tragos y conocí a Ethan.
—Yo solo recuerdo que hablaba con Zoe cuando vimos que venías en nuestra dirección, poco después de que te fueras por más alcohol, en cambio no me acuerdo de ninguna de estas personas —aseguró Samuel, desde el cuerpo de Elaine.
—Yo tampoco—confirmó Zoe.
Frustrada ante la falta de respuestas me recosté boca arriba y solté un sonoro suspiro. Comencé a jugar con la arena hasta que mis ojos se cerraron, bloqueando la angustia por toda esta situación.
«Ojos que no ven mi nuevo cuerpo, corazón que no siente».
Los finos granos bajo mis manos, la brisa del océano como resultado de la fusión de este con el viento, y el ruido de las olas al romper en la orilla... eran algo mágico.
—¿Ethan? —«Conozco esa voz». Abrí los ojos y al instante a mi izquierda vislumbré a la chica rubia con la que desperté esa mañana—. ¿Podemos hablar? —inquirió y un segundo más tarde lanzó una mirada cómplice a mis amigos, un metro atrás.
—Nosotros ya nos vamos —anunció Zoe, quien tomó la mano de Samuel y lo arrastró con ella.
«¡Maldición! ¿Ahora qué?».
—Ethan, no sé qué sucedió esta mañana y entiendo si crees que fuimos muy deprisa, no quiero que pienses que soy...
—Tranquila —la corté, con los nervios a flor de piel.
La rubia sonrió y se acomodó un mechón detrás de la oreja. Llevaba puesto un short de mezclilla y un top que realzaba su busto.
«Está claro que venía a engatusar a este casanova, otra vez», pensé con desagrado.
—La cuestión es que... mañana sale mi vuelo y quiero saber si gustas... no sé, ir a cenar conmigo esta noche.
—Yo...
—Ahí estará —aseguró el verdadero Ethan, a mis espaldas.
Tanto la chica rubia como yo dirigimos nuestras miradas hacia él, no obstante, ignoró mis fulminantes ojos y fue directo a ella.
—Hola, mucho gusto, soy Delany, su prima.
«¿En serio, Ethan?».
—Hola, soy Karla —se presentó—. Entonces... —continuó, expectante a la espera de una respuesta.
Ethan asintió detrás de ella y por alguna estúpida razón, acepté salir con Karla.
«Maldición. Eso no ha sido lo más sensato».
—¡Eh! ¿Qué es lo que te pasa?, ¿acaso estás loco? —espeté, apenas desapareció la güera.
—Vamos, Delany, la chava está más que buena, no me hagas quedar mal... —Reí amargamente ante su comentario—. Escucha: solo tienes que ir a cenar con ella y garantizar que quiera volver a verme. Me consigues su número y ya está —dijo el muy imbécil.
—¿De verdad crees que después de revolcarte con ella, solo querrá cenar?
—Estás celosa —afirmó con una enorme sonrisa.
«¿Qué?».
—Mira, machito, estás loco, ni siquiera...
—Repítetelo hasta que te lo creas.
—¡Eres en serio un estúpido, un hombre más que cree que cualquiera de nosotras se encuentra a sus pies! ¡Idiota!
—¿Sabes?, si querías quedar conmigo solo tenías que haber aceptado cuando te lo pedí —soltó con tranquilidad.
—Bueno, pues si no lo hice, es evidente que aún borracha tomé la decisión correcta. Los hombres como tú, son solo una pérdida de tiempo —farfullé con la respiración acelerada.
Su rostro dejó claro que mis palabras le dolieron, no obstante, se recompuso como pudo y dio un paso al frente para murmurar con serenidad:
—No eres única, cariño, como ya has visto.
Esa simple frase tocó cada fibra en mi pecho, haciéndolo temblar y colapsar. El silencio entre nosotros incrementó y fui yo la que perdió ante nuestro duelo de miradas. Me di media vuelta y me largué con grandes zancadas.
No sé por qué me encontraba tan afectada por sus palabras si ni siquiera lo conocía. Llegué a mi nueva habitación, que compartía con Santiago, y entré al baño enseguida.
Aborrecía esa situación porque no importó cuánto quisiera escapar de él, bastaba con ver mi reflejo para atormentarme.
Me sentía enojada y frustrada, sin embargo, también dolida y no entendía cuál era la razón. Apenas había estado unas horas en ese cuerpo y ya lo aborrecía.
«Vaya vacaciones de mierda», volvió a repetir mi cabeza.
Se suponía que esos días eran para relajarme y distraerme de mi trabajo, aunque más en específico, de Josh. Suspiré. Josh era mi jefe y exprometido. Terminé con él hacía un mes, cuando lo descubrí con Ximena.
Desperdicié dos años de mi vida con él. ¡Dos años! Debía de haber renunciado, lo sabía, era solo que, justo antes de dejarlo firmamos un contrato de un proyecto en el que ambos éramos los responsables: no podía irme y arriesgarme a perderlo todo.
—No, Ethan, no soy la única —murmuré recordando sus palabras unos momentos atrás.
«¿De verdad rechacé a Ethan?», me pregunté en medio de aquella fría estancia en un intento de recordar los sucesos de la noche anterior, aunque claro estaba que así fue, de lo contrario no habría amanecido con esa hermosa mujer, sino conmigo.
«¡Carajo, Delany! ¿Por qué eres tan cobarde?». Llevaba seis invitaciones para salir en ese último mes y no fui capaz de aceptar ninguna.
¡Mierda!, por alguna razón me sentí fatal por haberle hablado de esa manera a Ethan.
Una hora más tarde, cuando logré tranquilizarme y había reconocido mi error, salí de la habitación y deshice el camino hasta la playa.
—¡Ethan! —me llamó Santiago—. Iremos a hacer snorkel, ¿vienes?, he invitado a tus nuevos amigos.
—Yo... —me busqué por todos lados y cuando me percaté que Ethan no estaba, volví a hablar—: ¿Dónde está... Delany?
—Ha dicho que iría por una copa. Nos verá en el restaurante —aseguró Elaine, desde el cuerpo de mi amiga.
—Bien, creo que yo también los veré en la comida —anuncié. Santiago asintió y Gretta hizo una mueca de disgusto, más no dijo nada.
Observé cómo se alejaban por el muelle para desaparecer dentro del ferri y justo cuando este arrancó di media vuelta y eché a andar.
De acuerdo, eran demasiados lugares a los que podía haber ido a beber. Comencé por buscarlo en el bar junto a la playa, sin embargo, tardé solo unos minutos en darme cuenta de que ahí no estaba. Fui directo a la barra que se encontraba entre las habitaciones y las albercas, pero tampoco lo vi, hasta que, frustrada inicié a caminar de regreso a la playa y divisé mi traje de baño azul marino en la barra de bebidas, dentro de la alberca con vista al mar.
Suspiré. Dejé las sandalias y me adentré en la piscina. El agua apenas me llegó a la mitad del torso, aunque era suficiente para poder nadar hasta los bancos, que se encontraban al ras de la superficie.
—Un cosmopolitan, por favor —pedí al barman.
—Enseguida.
Ethan tenía la vista fija al frente y entre sus manos reposaba una margarita. No sabía cómo pedirle disculpas, la verdad no solía ser muy buena para eso.
—Lo haré —dije sin más—. Iré con Karla, te dejaré bien parado —exclamé con una enorme sonrisa ante el doble sentido de mis palabras—. Y de paso, te conseguiré su número, Facebook, Instagram, TikTok, Twitter y cualquier otra red social que tenga —aseguré, no obstante, clavó su vista en mí un segundo y después volvió su mirada al frente.
—Aquí tiene, caballero —anunció el barman ofreciéndome mi bebida.
«¿Caballero?». Tardé un segundo en ser consciente de que sí se dirigía a mí, porque era justo así como me veía en esos momentos.
—Gracias.
—No te preocupes, no tienes por qué hacerlo —masculló Ethan.
—¡Vamos, prometo que no te dejaré en vergüenza! —insistí, pero su semblante no cambió en lo absoluto—. Ethan... lo siento. No debí decirte eso, créeme que no es lo que...
—No te preocupes —me cortó con delicadeza—. Lamento mucho haberte puesto en aprietos.
—No pasa nada, si yo estuviera en tu lugar, habría hecho lo mismo: tiene un bonito trasero y un rostro angelical —admití, y por fin sonrió. Tomé un sorbo de mi copa.
—De verdad, Delany, si no quieres...
—¡Vamos, Ethan! No puedes dejar a esa hermosa chica plantada —lo corté—. No serías capaz, ¿cierto? —Exageré mi expresión y él se giró en mi dirección.
—Gracias. —Su sonrisa no llegó hasta sus ojos, sin embargo, lo pasé por alto.
—Sí, sí, solo hazme un favor, ¿quieres?
—Claro.
—Ponme algo de bloqueador, no quiero quemarme —pedí mientras hacía a un lado el tirante de mi traje de baño para ver cómo comenzaba a apreciarse dos tonalidades diferentes.
—De acuerdo —aceptó con una linda sonrisa—. Y para que veas que soy un buen... amigo... —susurró, deslizando en mi dirección dos notas—, te he conseguido no uno, sino dos números telefónicos.
—¿Qué? —solté incrédula—. Te dejo solo diez minutos, ¿y ya te acuestas con el primero que se te cruza?
—¡Oh no! No me mires así, que yo solo he llegado y me he sentado justo aquí; ellos han venido solitos.
Ambos reímos.
—Creo que a ti se te da mejor eso de ser «Delany» —aseguré. Bebí otro trago del líquido rojizo mientras una atmósfera extraña se formaba a nuestro alrededor.
—Es que tengo un ardiente trasero —se jactó y nalgueó mis glúteos bajo su poder.
Percibí como un grupo de hombres volteo en nuestra dirección al darse cuenta de lo que hizo mi yo, frente a mí.
—Pero, ¡qué dices!, yo no tengo el trasero de esa rubia.
—Cierto, el tuyo es... más apetecible. —Enarqué una ceja dubitativa—. Te lo voy a demostrar —dijo y terminó su bebida de un solo trago.
Ethan se puso en pie sobre su asiento y con pasos cuidadosos en el resto de los bancos, salió del agua. Sin pensárselo dos veces inició a caminar y justo cuando se encontró frente al grupo de sujetos, que no habían parado de mirarlo, se acomodó el bikini y comenzó a modelar quizás un poco más de lo necesario. Algunos hombres sonrieron e incluso otros le obsequiaron un silbido y halagos.
Yo no pude evitar reír y terminé regalándole un chiflido.
«Sí, sin duda él sería una mejor "Delany"».
—No lo olvides —repitió mi usurpador —: te llamas Ethan Urreiztieta, vives en Jalisco, tienes veintiséis años, te gusta el baloncesto...
—¡Tranquilo, ya lo tengo! —aseguré—. Todo saldrá bien. Tú espérame aquí, en la habitación y yo vendré cuando termine la cita.
—¡Espera! —pidió en el último segundo. Ethan se acercó a mí e introdujo tres condones en la bolsa de mis bermudas. Negué al instante.
—¡Oh no!, eso no va a pasar...
—Quizás no, pero por si acaso.
—¿Es en serio? Ni siquiera sé cómo demonios funciona...
—Y precisamente por eso es que los necesitas. Si las cosas van más allá, tu tranquila, déjate llevar, él —señaló mi entrepierna—, te dirá qué hacer.
—Eso no va a pasar —repetí, a lo que Ethan respondió con una sonrisa.
Me di media vuelta para dirigirme a la puerta otra vez, cuando una nalgada me sobresaltó.
—¡Vamos, campeón! —me motivó una Delany sonriente. Fruncí el ceño y lo contemplé confundida—. No me veas así, ese trasero es mío —me recordó—. Y para que sepas: si tú y yo estuviéramos en este mismo cuarto y cada quien en su respectivo cuerpo... no estarías a punto de salir de la habitación porque, aunque anoche me rechazaran tus labios... tus ojos y cuerpo... —Acunó mis senos y los apretó un poco—, me desean.
«¡Carajo! Quiero mi cuerpo de regreso, con sus manos en él incluidas».
Sentí cómo me sonrojé y la misma sensación que me recorrió por la mañana cuando nos veíamos en el espejo, me invadió de nuevo y provocó que mi ahora miembro se endureciera.
¡Maldita sea, Ethan!
—¿Vez?, él lo sabe —se mofó contemplando mi erección.
—Esto tiene vida propia, cariño, no te confundas. —Me di media vuelta y salí de la habitación mientras escuchaba las risas de Ethan a mis espaldas.
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