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Capítulo 16

¿A quién no le gusta el chocolate?, la verdadera pregunta es: ¿en qué postre?

Delany

—¿Y qué esperan que les diga? —inquirió Ethan, con el ceño fruncido.

—Me importa una mierda —exclamó Elaine y un segundo después se dejó caer a mi lado en la cama.

—Diles que nos hemos enfermado del estómago —propuse.

Elaine vivía una de las crudas más catastróficas que había experimentado, aunque la verdadera razón de no querer asistir a la playa a surfear, fue que yo no sabía hacerlo y los hermanos no pasarían por alto ese detalle; por otro lado, Elaine no quería ver a Samuel y mucho menos a Santiago. No la culpé.

—De acuerdo, si eso quieren...

—Sí, eso queremos: nos vamos a quedar aquí y veremos toda la saga de... Harry Potter —murmuró Elaine—. Así que, sé un buen amigo hoy y tráeme una maldita aspirina y un suero, ¿quieres? —Su amigo soltó una risotada y asintió antes de salir de la habitación—. Y... ¿qué tal la han pasado? —preguntó Elaine reprimiendo una sonrisa.

—¿Qué?

—¡Oh, vamos, Delany! Se escucharon sus gritos a modo de despertador.

Sentí como mi rostro se calentó.

—¿En serio?

—En especial Ethan, no sabía que gritaba tanto.

Entonces fui yo la que río.

—Sí, bueno...

—Déjalo, no quiero detalles, con lo que he escuchado me ha bastado.

Elaine era una persona asombrosa, ese tipo de mujeres que te hacía sonreír y deslumbraba por su inteligencia y sí, también belleza.

—¿Puedo preguntar desde cuándo conoces a Ethan?

—Nuestros padres son grandes amigos: los Hernández y nosotros estuvimos juntos desde la escuela, fue hasta que entramos a la Universidad que nos alejamos un poco.

—¡Vaya!

—Sí.

—¿Y a qué te dedicas?

—Soy Ingeniera de Software y Sistemas Computacionales.

—¡Guau!, se escucha difícil —admití.

—Cuando algo te apasiona se vuelve un reto y no una obligación. Además, trabajar para Ethan es increíble...

—¿Trabajar para Ethan? —repetí.

La puerta de la habitación se abrió y por ella entró el susodicho con las manos llenas. Sueros, fruta, golosinas, botana y algo de comida en bolsas de papel.

—Si no les molesta, me quedaré con ustedes a ver eso de Harry Potter.

—¿No has visto Harry Potter? —preguntamos al unísono, incrédulas.

—No —dijo lentamente.

—¿Acaso vives en una cueva? —inquirí, exagerando mi expresión.

—¿Eso es un sí... o un no? —El rostro de Ethan dejaba claro la confusión ante nuestra reacción.

—Por supuesto que sí —exclamó Elaine, quien tomó su mano para que se acomodara en la cama—. Delany, tenemos una misión: enseñarle cultura general a un inculto.

Después de la comida los hermanos Hernández, pasaron una hora en una videollamada con sus padres, momento que Samuel y Zoe aprovecharon para pasarse por el cuarto y descubrir lo que había detrás de esa extraña «infección de estómago». A pesar de la tensión entre mi amigo y Elaine pudimos mantener una plática decente acerca de lo que recordábamos. No fue necesario decirlo en voz alta, todos supimos en ese instante que algo tan extraño como cambiar de cuerpo sucedía: al parecer a los cinco nos llegaban los recuerdos al mismo tiempo, solo que a cada uno desde su perspectiva; sin duda eso era... perturbador.

Ante nuestro nuevo descubrimiento acordamos que nosotros iríamos al club en busca de respuestas, mientras el resto distraía a los hermanos en el spa. Y Así lo hicimos.

—Espera aquí —indicó Ethan, perdiéndose entre el tumulto del club.

El olor a cigarro, sudor, perfume y sin duda a alcohol, llenaron la atmosfera e hicieron que me sintiera sofocada.

—¿Qué te sirvo, hermano? —preguntó el barman.

—Un agua gasificada, por favor —mi pedido lo hizo sonreír, mas no dijo nada.

Mis ojos buscaron desenfrenadamente a Ethan. Habíamos ido ahí en busca de respuestas, aunque no estábamos muy seguros de poder encontrarlas.

—Un agua con gas y hielos —anunció el joven detrás de la barra.

—Gracias.

—Tú eres el del bailecito sexy, ¿cierto?

Casi me atraganté cuando lo dijo. «¡Genial, ahora estaré marcada de por vida! ¿Cómo es posible que un medio intangible como las redes sociales puedan provocar una cicatriz más grande y notable que un arma?».

—No, lo siento, creo que me has confundido.

—Lo dudo mucho, conocería ese rostro y... cuerpo en cualquier lugar. Sin duda ese joven que subió contigo al escenario tuvo mucha suerte.

«¡Maldición, Ethan!, ¿dónde estás?».

—Ya... Gracias —el barman me regaló un guiñó y eso me hizo sentir acosada de una manera extraña. Esa situación había comenzado a complicarse.

Al inicio Ethan lo volvió divertido y debía admitirlo: me gustó intercambiar de cuerpos por un momento, en cambio ya no me parecía tan gracioso. Necesitábamos una solución: dentro de cuatro días terminarían nuestras vacaciones y desconocía los planes de Ethan, no obstante, yo tenía que buscar un trabajo, además, en dos semanas sería el cumpleaños de mi madre y tenía que ir... Necesitaba mi cuerpo.

«¿Y Ethan?», gritó esa fastidiosa voz en mi interior.

Esa era otra de las cosas que taladraban mi cabeza: no sabía lo que pasaría entre nosotros, y temía encariñarme con alguien que me viera como un amor vacacional, mas era inevitable no hacerlo. Esa mañana me dijo que quería intentarlo y yo respondí lo mismo, pero, ¿intentar qué, carajo? En ese momento creí tenerlo claro, en cambio después comencé a preguntarme si nos referíamos a lo mismo.

Suspiré y comencé a jugar con las gotas que resbalan por las paredes del vaso de cristal.

—No está. Al parecer hoy comenzaron sus vacaciones —anunció Ethan alzando la voz para hacerse oír por encima de la música—. Me han dicho que no pueden darme su dirección ni su número de móvil, por seguridad, así que uno de los sujetos del sonido le llamará por teléfono. Solo nos queda esperar que el hombre no haya tomado ya el avión.

Ethan tomó mi mano para arrastrarme con él hacia la salida, donde un hombre calvo de algunos treinta años y tez bronceada nos ofreció su teléfono.

—Buenas noches —saludó Ethan—. Soy...

—¡Eh! Mi amiga del baile, ¿cierto?

—Así es —confirmó mi usurpador con una sonrisa tímida—. Verá tenemos un... problema.

—¿Qué clase de problema? —Vi como Ethan buscaba la manera de comunicarse con el Conductor, pero era inútil, no éramos capaces de exponer nuestra situación. ¡Frustrante!

—Es complicado —terminó diciendo—. Sin embargo, creemos que nuestro incidente radica en el licor que ganamos en su concurso, así que esperábamos que nos pudiera dar alguna información acerca de la bebida—Contuvimos la respiración a la espera de una respuesta.

—Ya se los dije esa noche: es una bebida originaria de la región, será lanzada al mercado dentro de unos días. En realidad, no sé mucho, solo que un pueblo originario que reside en la selva es el que trabaja con algunos mixólogos para la elaboración del licor; que se ha realizado con un fruto nuevo para la sociedad, aunque no para ellos: es endémico de la zona y... No sé qué más decirles.

—¿Dónde lo elaboran? —pregunté, ansiosa por la respuesta.

El hombre al otro lado del teléfono nos proporcionó una dirección, en la cual nos podrían dar mayor información.

—Espero les haya servido de algo y que pronto puedan resolver ese problema —dijo con su típico tono burlón—. Ahora si me disculpan, debo colgar: mi vuelo está a punto de salir.

—Gracias —nos despedimos al unísono. Agradecimos al dueño del móvil y nos quedamos quietos mientras observábamos las olas romper en la costa.

Ethan soltó un largo suspiro y se dejó caer en la arena, unos metros más delante.

—Son las 9:00 de la noche, debemos esperar hasta mañana para ir a la dirección que nos ha dado.

No dije nada, solo tomé asiento a su lado y contemplé la hermosa luna que hacía brillar las olas danzantes.

Después de nuestras declaraciones por la mañana no volvimos a hablar del tema, es más, ni siquiera parecía que lo hubiésemos abordado. Eso de dejar en el silencio las conversaciones comenzaba a cabrearme.

Pasamos el día viendo las películas de Harry Potter y, aun así, por alguna razón sentí que Ethan estuvo un poco distanciado de mí, lo suficiente para que no lo resintiera, y lo bastante para que lo notara. Estuvimos horas en el mismo cuarto junto a Elaine e incluso intercambiamos miradas pícaras, pero nada en relación con nuestra platica en la ducha.

No sabía cómo abordar el tema, o si era buena idea hacerlo. Quizás había malinterpretado su comentario, quizás tenía miedo; no lo sabía.

—¿Está todo bien, Delany? —Levanté la mirada en su dirección y escudriñé esos lindos ojos color miel.

«¿Cómo demonios le dices a alguien que quieres tenerlo en tu cama no solo para tener sexo, sino para ver las estrellas y entrelazar las almas?».

—Ethan...

—¡Al fin los encuentro! —anunció Zoe, interrumpiendo mi declaración—. Lo siento mucho, muñeca —dijo en dirección a Ethan, lo que hizo que frunciéramos el ceño—, tendremos una plática de machos y no estás lista para ello —le aseguró sonriente, al tiempo que una risotada por parte de él llenó la atmósfera.

Ethan se levantó y me observó por un momento, supuse que intentaba decidir cuál era la mejor forma para despedirnos, o en todo caso, para invitarme a pasar la noche con él.

—Toma —exclamó al final y me entregó la tarjeta de la habitación—. Solo por... No sé... Quizás, si tú quieres...

—Gracias —lo corté para evitar que el pobre se ridiculizara más frente a Zoe.

—Ya se acostaron, ¿cierto? —inquirió mi amiga en cuanto Ethan se encontró lo bastante lejos como para no escucharnos.

—¿Y tú y Gretta? —contraataqué y funcionó, porque dejó mi situación con Ethan de lado y perdió la sonrisa.

—No quiero mentirle —admitió en un suspiro—. Nena, es la primera vez que experimento algo tan real e inmenso por alguien y... Me siento una farsa —Zoe se llevó las manos al cabello y terminó entrelazándolas por detrás de la nuca—. Quiero que ésta sea mi realidad —Su comentario hizo que la observara con atención—. Si llegara a volver a mi cuerpo... Tengo miedo de que me rechace.

—Oye, no seas tan pesimista —me quejé en un intento de animarla—. ¿Quién no amaría a la hermosa Zoe?

—Hablo en serio, Del: la quiero. Anoche estuve a punto de comérmela: es hermosa; sin embargo, no me atreví porque éste —exclamó, señalándose por completo—, no soy yo, y me duele que ella crea que sí.

El silencio terminó por envolvernos ante mi incapacidad para brindarle una solución o bien, consolar su corazón afligido.

—Ethan y yo iremos mañana a un sitio donde quizás obtengamos respuestas —anuncié unos minutos más tarde. Zoe asintió.

El silencio se extendió y no me atreví a interrumpirlo, sentí que debía hacerlo mi amiga cuando estuviera lista para seguir hablando.

—Entonces... ¿han disfrutado de sus nuevos cuerpos? —se mofó a mi lado.

—Quizás —dije sonriente.

—¿Quizás? —Repitió mientras enarcaba una ceja—. Eso suena a que hubo dificultades —Zoe soltó una carcajada que me hizo enrojecer y me maldije internamente. Ethan sobre mí cabalgando hacia el clímax era lo que me mostraba mi memoria y eso provocó que una corriente eléctrica me recorriera. Mi miembro se endureció y Zoe se percató de eso, sus risas lo dejaron claro—. Ya veo. Yo también tengo problemas para controlar esto, es diferente a los que vibran.

Una carcajada surgió desde mi interior: extrañaba a Zoe.

—Sí, este no tiene velocidades —agregué al dejarme llevar por la estupidez.

—Eso me recuerda que tengo un regalo para... —Mi amiga se lo pensó un momento antes de seguir—. Te veo en la habitación de Ethan en diez minutos —indicó con una sonrisa pícara, de esas que provocan escalofríos en tu cuerpo y al mismo tiempo hacen que te carcoman la curiosidad.

—De acuerdo —acepté al instante en que se alejaba.

Cinco minutos después me devané los sesos por encontrar la manera de enfrentarme a Ethan. Quería dormir con él, pero también anhelaba hablar sobre lo que sucedería con nuestra... como sea que se llamara esa relación que teníamos.

Las puertas del elevador se abrieron y mis nervios aumentaron. Con la tarjeta que me brindó logré acceder a la habitación y dejé la puerta entrecerrada para cuando llegara Zoe.

—¿Ethan? —lo llamé.

—Aquí estoy —dijo desde la cama, aunque no logré verlo.

«Dile lo que tengas que decir y que se destruya lo que se tenga que destruir de una vez», me motivé a mí misma mientras mis pies me dirigían hacia el lugar de donde había provenido su voz.

«¡Oh por Dios!».

Ethan estaba sentado en la orilla de la cama, desnudo. Lo único que llevaba encima era la banda que sujetaba su cabello en un moño alto. En una mano sostenía un envase de chocolate líquido, el cual vertió sobre sus senos sin dejar de contemplarme con deseo. Me quedé ahí pegada al suelo bajo mis pies, inmóvil como estatua en el parque.

El líquido oscuro resbaló por sus senos hasta su abdomen y un jadeo de su procedencia me llevó a fantasear con lo que me hubiese gustado que me hicieran en mi antiguo cuerpo. Mi entrepierna se endureció y en cuanto se percató Ethan de eso, avanzó en mi dirección.

—Quiero que me muestres las maravillas que se pueden hacer con este cuerpo —susurró para comenzar a besar mi mandíbula.

—Espero que estén vestidos porque... —Zoe nos observó con los ojos desorbitados, no obstante, una sonrisa se abrió paso en su rostro—. Ya veo que disfrutan de la situación.

Sujeté mi erección desde el interior de la bolsa de mi short, en un intento de que lo pasaran por alto los presentes. Ethan tomó la bata con tranquilidad y se cubrió.

—Buenas noches, Zoe —saludó con un tono serio que dejaba claro su enfado.

—Parece que mi regalo les caerá de maravilla —aseguró, pasando por alto el tono mordaz de Ethan. Una cajita envuelta en papel rojo reposaba en sus manos y no tardó en alzarla en mi dirección—. Te lo compré luego de lo de Josh, para que recordaras que hay penes mejores... Aunque dadas las circunstancias... —Mi amiga se giró y le extendió a la persona de mi izquierda la caja—. ¡Felicidades!, eres el afortunado.

Ethan me lanzó una mirada dubitativa antes de aceptar el obsequio.

—Gracias.

—Sí, sí. ¡Ábrelo! —ordenó Zoe.

—Bien.

Ethan rasgó el papel y su rostro se encendió. Era desconcertante relacionarlo con el sujeto de unos días atrás; aunque si yo estuviera en su lugar también habría reaccionado así ante ese vibrador como regalo, en cambio, al ser espectadora solo me reí.

—Tiene velocidades —le susurró Zoe al oído y eso hizo que su rostro ardiera—. Espero que no salgas de esta situación dudando de tu sexualidad —se burló y dio media vuelta—. ¡Disfrútenlo! —dijo antes de salir de la habitación.

Las lágrimas en mis ojos por la risa se evaporaron rápidamente en cuanto mi amiga abandonó el cuarto, y en su lugar se instaló la tensión entre nosotros.

Ethan extrajo el vibrador de su cajita negra y lo encendió. El leve zumbido del juguete invadió la habitación y su mirada derrochó deseo puro. Mi respiración se aceleró cuando emprendió el camino en mi dirección.

Ethan me llevó contra la pared y sus labios recorrieron mi mandíbula y cuello mientras pasaba el regalo de Zoe sobre sus senos. Sus pezones se endurecieron y un jadeo de su parte aumentó mi excitación.

—¿Me vas a enseñar como se usa, o dejarás que lo descubra yo solo?

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