Capítulo 15
¿Prefieres perder el aliento o el corazón?
Delany
Gritos, vítores y risas resonaron en club a la vez que la erección de Ethan aumentaba en mi cadera. Su respiración era entrecortada y solo ayudó a que mi excitación creciera, y con ello la humedad entre mis piernas. Estaba a punto de renunciar a ese patético concurso, cuando recordé que no podía moverme, a menos que tuviese como fin evidenciarlo.
«Eso sería divertido».
—¡Atención! —exclamó el conductor—. ¡Apenas hemos comenzando, pero si nuestra pareja número seis ganas otras dos rondas, podremos coronarlos como ganadores!
Los equipos en las mesas, a excepción del nuestro, llevaban encima dos shots como castigo, lo que había ocasionado que el alboroto en la sala aumentara.
—Mira cómo me tienes —susurró Ethan a mi oído mientras tomaba mi cintura y me pegaba más a él. Reprimí un jadeo y me concentré en su miembro.
—¡Pregunta número tres y es para los hombres! —El conductor río y se giró hacia la audiencia—. Veamos qué tanto conocen a las mujeres —dijo al público—. ¿Cuál es la posición sexual favorita de las bellas damas?
Ethan río por lo bajo, se acuclilló, y se sentó en el suelo al tiempo que hacía todo lo posible por encubrir su erección. Pronto entendí lo que trataba de representar. Con el corazón acelerado y mi excitación en el límite de la cordura, me coloqué sobre su regazo y nuestros jadeos se fusionaron entre los cinco centímetros que nos separaban.
Por primera vez sus ojos conectaron con los míos y el deseo se volvió más que evidente.
—¡Tiempo! —anunció el conductor.
Ethan aferró mi trasero y me atrajo hacía sí, empujando mis caderas con fuerza contra su erección. ¡Demonios! Sentí su miembro en su máximo esplendor.
«A la mierda el concurso».
Nuestros labios se encontraron y mis manos pasaron de sus hombros a su cabello. Por un momento olvidé a las más de cincuenta personas en la habitación, solo anhelé a Ethan dentro de mí.
—¡Eh! ¡Hemos dicho interpretación, no representación! —interrumpió el Conductor.
—¡Échenles agua! —se escuchó en alguna parte de la estancia.
Me alejé un poco de Ethan, lo suficiente para regresar a la realidad y ser consciente de su respiración acelerada, sus pupilas dilatas y labios enrojecidos como un recuerdo de mi parte; además de los gritos, risas, vítores y chiflidos de nuestra audiencia.
—¡Creo que será mejor que los nombremos ganadores! —se mofó el sujeto tras el micrófono—. Parece que no están dispuestos a dar posibilidades a la derrota. Mis mejillas se sonrojaron y Ethan solo me observó sin ser capaz de disminuir la fuerza de su agarre en mis caderas—. Aquí tienen —dijo el conductor e interrumpió nuestro contacto visual— ¡Muchas felicidades, son los ganadores...! —Dejé de prestar atención a sus palabras, mi cabeza estaba demasiado embotada y solo logré concentrarme en los labios y el miembro de Ethan, que amenazaba con volverme loca.
»¡Vamos, chicos! —insistió el hombre—. ¡Vayan a una habitación a disfrutar su premio! Me están robando la atención sobre el escenario... No quiero perder mi empleo —bromeó —Despacio y muy a mi pesar, me puse de pie y acepté la botella que me ofreció el conductor, en la que un licor azulado reposaba. En el envase de cristal se encontraba grabado el nombre «Bluances».
»¡Ustedes son los primeros afortunados en probar este licor originario de nuestro bello pueblo! —aclaró el sujeto guiñándole un ojo a Ethan, quien seguía sentado con la pierna izquierda flexionada en un intento de cubrir su erección—. Fue fabricado con un nuevo espécimen frutal endémico, descubierto y cultivado por un pueblo nativo de la región —explicó el conductor mientras contemplaba como el causante de mi humedad se ponía en pie.
La respiración pesada y el cálido aliento de Ethan en mi cuello fue lo único en lo que me concentré en medio de esa oscuridad. Según mi teléfono eran las seis de la mañana, no obstante, me fue imposible dormir más, primero por la sed que me embargaba, sin embargo, la verdadera razón era que los acontecimientos de esa madrugada y el vestigio revelado en mi recuerdo, no dejaron de rondar mi cabeza.
Me deshice del brazo de Ethan y con delicadeza me levanté para no despertarlo. Suspiré. Tomé una de las botellas de agua que estaban sobre el tocador y bebí casi un litro.
Volver a la cama habría sido una tarea imposible, ya no hablemos de dormir, así que me dirigí al sillón frente al gran ventanal, por donde se alcanzaba a percibir los indicios de los primeros rayos del sol.
Algo en mi pecho se oprimió ante la falta de respuestas para toda esta situación.
Sabía que no habíamos hecho demasiado por descubrir lo que pasó y lo más importante, encontrar una respuesta, pero... ¿cómo demonios podíamos resolver algo que ni siquiera recordábamos cómo sucedió?, aunque ese nuevo recuerdo sí que logró darme una pista: el licor.
Esa gran botella con líquido azulado, realizado con ese endémico fruto era lo único anormal de esa noche, mas... ¿Qué era lo que se suponía que debíamos hacer?, ¿ir con un médico?, ¿con un científico?, ¿con un sacerdote para que nos hiciera un exorcismo?, ¿con un chamán? No, no tenía la menor idea y si a eso le sumábamos que literalmente no éramos capaces de externar la situación... Estábamos jodidos. Eso me llevó a recordar a Ethan, quizás tuvo razón cuando dijo que deberíamos aprender a vivir en nuestros nuevos cuerpos, adaptarnos...
—¿Qué sucede? —Mi usurpador se encontraba sentado en el borde de la cama.
—Ethan... ¿qué es lo que recuerdas de la noche en que nos conocimos? —inquirí, porque jamás se me había ocurrido tan siquiera cuestionármelo. Ante eso levantó la mirada en mi dirección y una sonrisa de lado surcó su soñoliento rostro.
—La verdad es que hasta hace poco comencé a tener recuerdos de esa noche...
—¿Y por qué no lo dijiste? Esa noche a marcado nuestras vidas, quizás si juntamos los recuerdos, encontremos una solución —propuse.
—Sí, bueno. Las partes más vívidas de esos recuerdos han sido tú en esa barra, tú en la mesa observándome, tú entre la pared y yo... tú a gatas frente a mí y... tú sobre mí —exclamó con voz ronca sin apartar la mirada de mis ojos—. Aunque... decir eso me habría llevado a dar más explicaciones de la noche y la verdad es que no tenía muchas ganas de gritar a los cuatro que vientos que, la chica más guapa que había conocido me rechazó lo que supongo fueron dos veces consecutivas, porque de lo contrario tú habrías despertado en esa cama conmigo —explicó y un segundo después se dejó caer a mi lado, con una sonrisa cargada de... ¿tristeza?, ¿vergüenza?
Recordé las palabras que pronunció Elaine la velada anterior, junto al retrete, y por fin logré ver a un Ethan diferente al de aquella noche. Su disfraz comenzó a hacerse trizas para dejar al descubierto a un hombre divertido y sensual, sí, eso no cambió, sin embargo, también era noble y algo me decía que muy en el fondo se sentía solo, pero tenía miedo a volver a permitirle a alguien entrar en su vida.
Sin darme cuenta de cuando decidí hacerlo, me encontré a solo cinco centímetros de él y antes de que pudiera comprender lo que pasaba, mis labios encontraron los suyos. Ethan se sorprendió por mi repentino cambio, mas no tardó en devolverme el gesto.
—Del... —jadeó—, si sigues no podré detenerme.
—Cállate y hazme tuya —pedí con anhelo, mientras la excitación corría por mi sistema cual pólvora reaccionando a una chispa.
—Entonces debo confesarte algo —comenzó a decir entre besos.
—¡Dilo! —pedí impaciente.
—Jamás lo he hecho en el cuerpo de una mujer —anunció y eso me hizo reír.
—Bueno, si soy sincera: yo jamás lo he hecho desde el cuerpo de un hombre —Su sonrisa se ensanchó.
—Hay otra cosa más... Nunca lo he hecho en un sillón frente a un ventanal con los primeros rayos del sol a mis espaldas.
—Entonces tenemos un objetivo por alcanzar —Lo tomé por las caderas y lo llevé sobre mi regazo—. ¡Ah! —gemí al instante y su cuerpo respondió a mi melodía.
Nuestro beso se volvió urgente y sus labios comenzaron a recorrer mi cuello en el momento en que mis manos navegaron a sus nalgas para empujar sus caderas sobre mi erección.
¡Madre mía!
Con rapidez me deshice de su sostén para que mis labios tuvieran libre acceso por cada rincón entre sus senos.
—¡Del...! —gimió, rozando su sexo contra mí.
—¡Mmm!
Ethan me quitó la playera con rapidez y bajó su mano hasta mi miembro. Solté un jadeo y sus movimientos arriba y abajo comenzaron; esa fue mi señal: introduje mis dedos en sus bragas y pronto sentí su humedad, lo que facilitó mis caricias sobre esa zona erógena de su anatomía, la cual solo tenía como fin dar placer a las mujeres.
—¡Carajo! —Sus movimientos aumentaron y los míos lo hicieron a la par. No resistí más. Hice a un lado su panty y Ethan encontró el camino hacia mi miembro y de un solo sentón me hizo entrar en él.
¡Maldición!
Una sensación de placer nos embargó, a lo que Ethan respondió moviendo sus caderas encima de mí mientras yo empujaba con intensidad hacia ellas. Sus uñas se clavaron en mis hombros y con su frente pegada a la mía, aceleró el ritmo.
—Maldición —gruñí ante la sensación tan intensa que comenzó a invadirme.
—¿Quieres que me detenga? —chilló, aferrando mis hombros.
—No, no... —supliqué y mis embestidas se intensificaron en un intento de entrar por completo en él.
—¡Aaah! —gimió a la vez que echaba la cabeza hacia atrás y eso bastó para llevarme al clímax.
Ethan se movió de manera salvaje sobre mí y en el punto más alto sentí como su interior se contrajo.
—¡Demonios! —solté en algo cercano a un grito.
Mi cuerpo se tensó en su plenitud y me aferré a su cintura justo cuando los gemidos abandonaron su cuerpo para fusionarse con los míos.
Nuestras respiraciones se entremezclaron y no pude imaginar nada mejor que eso: Ethan sobre mí, renaciendo a la par de los primeros rayos del sol y con el sonido de las olas de fondo.
Nuestras miradas se conectaron durante varios segundos, esos exquisitos segundos de plenitud después del sexo. Con cuidado me hizo salir de él y al instante soltó una sonora carcajada.
—¿Qué te causa tanta risa? —cuestioné cuando se dejaba caer a mi lado.
—Que ahora puedo presumir que lo he hecho desde el cuerpo de una mujer y, además, en un sillón frente a un gran ventanal al tiempo que amanecía —eso me hizo sonreír.
No habíamos hecho el amor, ni siquiera nos dimos el tiempo de saborearnos, sino que en un arrebato consumamos lo que llevábamos días estimulando, así que no sabía qué significaba exactamente ese encuentro.
Guardamos silencio y fue hasta que nuestras respiraciones se regularizaron, que me dispuse a hablar:
—Ethan... creo que deberíamos de ir con el conductor del club, quizás él nos pueda ayudar.
—¿Por qué?, ¿no te ha gustado lo que acabamos de hacer? —preguntó con picardía.
—Claro que sí —admití en una risita nerviosa mientras veía sus hermosos ojos—. Pero, no podemos quedarnos así y por lo que recuerdo, ese licor es lo más extraño de aquella noche... Lo sé es ridículo, sin embargo, es lo único que se me ocurre que pudo haber ocasionado esto.
Ethan meditó mis palabras y pocos segundos después, acordamos ir al club por la noche.
—Entonces... ¿dices que no lo has hecho en un baño público? —inquirí, sonriente después de un extraño silencio.
—No... ¿Por qué?, ¿quieres intentarlo?
—Quizás.
—En ese caso, te pido que seas más responsable y para la próxima uses preservativo.
—¡Mierda! —exclamé por lo bajo. Una carcajada surgió desde lo más profundo de su interior.
—Ahora nos entiendes, no es tan fácil pensar en todo en momentos como ese, aunque para tu buena suerte soy... precavido. En mi maleta hay píldoras anticonceptivas de emergencia —ante su confesión lo contemplé sorprendida y me pregunté con cuánta frecuencia se enredaba con mujeres. Algo parecido a los celos me invadió—. ¡Hombre precavido vale por dos! —se excusó—. No te preocupes, te he prometido que te cuidaría, ¿no? —siguió diciendo sin comprender cuál era la razón de que mi semblante conservara ese gesto que tanto lo desconcertaba.
—Voy a darme un baño —Me levanté para dirigirme al servicio.
El agua era cálida como de costumbre en cambio, el fuego en mi pecho se había vuelto a avivar después de mucho tiempo, y a pesar de eso, debía ser sincera: también el miedo incrementó en mi interior.
Las palabras de Josh resonaron en mi cabeza y me pregunté si cuando saliéramos de esa habitación e incluso de esa situación, Ethan seguiría interesado en mí; mi corazón anhelaba que así fuera, no obstante, sabía muy bien que debía ser realista y eso significaba aceptar que él era un hombre al que le gustaba tener muchas opciones y a la vez ningún compromiso. Suspiré.
—¿Puedo bañarme contigo? —pidió alegremente—. Del... ¿Qué sucede? —preguntó con cautela al ver que no respondía.
—¿Qué pasará cuando terminen las vacaciones o, cuando recuperemos nuestros cuerpos? —pregunté con temor a la respuesta que podía darme.
Ethan entró en la regadera conmigo y me hizo girar hasta que nuestros ojos se encontraron.
—No lo sé —admitió con tristeza—. Pero quiero... Lo que trato decir es que... —Ante la falta de palabras me besó con delicadeza, incluso juré que con algo parecido a amor—. Tengo miedo, pero quiero intentarlo.
Sus ojos no mentían, sabía que era sincero, o al menos eso esperaba porque yo anhelaba que lo fuera.
—Yo también.
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