Capítulo 14
¿Sexo o tequila?
Delany
—¡Vamos, Gretta! —gruñó Santiago al ver que su hermana se negaba a cooperar para llegar al cuarto.
Se había tomado varios tragos de más y en esos momentos apenas era capaz de mantenerse en pie. Pronto llegamos a la habitación, donde recostamos a la hermana con cuidado.
—Yo me quedo con ella —se ofreció Zoe. Asentí en su dirección y Elaine se nos unió para desvestir y acomodar a Gretta en una posición cómoda. Cinco minutos más tarde la hermana de Santiago ya se encontraba plácidamente en su cama y mi amiga lista para cuidar de esa linda chica que su corazón deseaba.
Fui consciente de que Ethan no me quitó los ojos de encima ni un segundo, así que me dispuse a ir a mi habitación para escapar de él, quien ponía mi deseo a flor de piel y a pesar de ello no me sentía lista para llegar a algo más allá, no desde ese cuerpo.
Abrí la puerta de la habitación contigua y los gemidos de Samuel atravesaron la entrada.
¡Mierda!
Cerré al instante y maldije a Santiago por lo bajo, no solo por estarse cogiendo a mi amigo, sino que me había dejado sin habitación, otra vez, justo cuando más la necesitaba.
El resto del grupo se volteó en mi dirección ante los sonidos que se filtraron de la habitación, sin embargo, fue el rostro de la verdadera Elaine el que no reaccionó con una mueca burlona, al contrario, tomó su bolso y se largó.
«¡Genial, Samuel!».
Ethan me contempló con las pupilas dilatadas y la respiración acelerada, sabía muy bien lo que esa situación significaba: no podía dormir en mi habitación y ni loca, volvía a quedarme con Gretta, además, Zoe se iba a quedar con ella y no deseaba quedar en medio de ambas; Elaine se fue y dejó muy en claro que quería estar sola, así que... Ethan se avecinó en mi dirección con una enorme sonrisa.
«Estoy atrapada».
—Tranquila, puedes quedarte conmigo —ofreció con voz ronca a causa de la excitación—. ¿Vamos? —insistió e hizo un ademán para que lo siguiera en dirección al ascensor.
¡Demonios!
Por alguna razón incomprensible los elevadores hacían que la tensión sexual aumentara y en esa ocasión no fue diferente. Ethan me llevó contra la puerta del elevador y nuestros labios no tardaron en encontrarse. Cuando el ascensor nos liberó, me condujo hasta dentro de la habitación con torpeza.
Anhelaba sus caricias, negarlo era lo más estúpido porque bastó un solo roce de su parte para que mi cuerpo respondiera ante su llamado, no obstante, aún me sentía incomoda con esa situación.
—Ethan... —jadeé con la poca cordura que me quedaba—. No sé cómo hacerlo —admití por fin—. Quiero, pero...
—¿Eres virgen? —inquirió a la vez que se apartaba un poco para escudriñarme.
—¿Qué?, no, a lo que me refiero es que no sé usar un...
—Permíteme mostrártelo... —murmuró con rapidez para llevarme a la cama con poca delicadeza. Mi miembro rugió por su cercanía y él lo sabía. Pasó una pierna a cada lado de mi cuerpo, aunque sin rozarme a fin de torturarme. Jugó con mi deseo: besó con salvajismo mis labios y combatió con mi lengua, mas ignoró la zona que rogaba por su proximidad, hasta que por fin se sentó sobre mi erección.
—¡Aaah! —gemí ante la oleada de placer que recorrió mi cuerpo.
Besó mi cuello mientras condujo sus manos bajo mi playera y acarició mi abdomen y solo unos segundos después mi torso ya estaba desnudo. Sus labios bajaron a mi pecho y a mi abdomen, donde plantó besos delicados alrededor de mi ombligo... Corrientes eléctricas provocaron que mi cuerpo se tensara y que un gruñido se hiciera presente como respuesta a la excitación que Ethan hizo que se concentrara en mi entrepierna.
«¡Maldita sea!».
Bajó la cremallera de mis bermudas y al instante aferré las sábanas bajo mis manos y un gemido se deslizó entre mis labios, entonces la puerta que conectaba la habitación con la contigua, se abrió de par en par y por ella entró Elaine, quien tenía los ojos rojos e hinchado por tanto llorar y una gran botella de tequila en una mano.
—¡Demonios, Elaine! —espetó Ethan, quitándose de encima —. ¿Qué no sabes tocar?
—No me jodas más esta noche, ¿quieres? —gruñó en cuanto se dejó caer a mi lado sin inmutarse por mi pantalón a medio quitar o mi torso desnudo—. Me sentía un poco sola en mi habitación y aquí se escuchaba que el ambiente estaba más animado, por lo que decidí venir a hacerles compañía —puntualizó dolida.
Bien. Ya no debía preocuparme por mi erección porque eso bastó para matarla. ¡Maldición!, anhelaba más que nunca estar dentro de Ethan y Elaine hizo que nuestra atmosfera de deseo se esfumara.
Tomé mi playera algo molesta y una vez decente me senté junto a Elaine, quien se había tomado una cuarta parte de la botella.
—¿Qué pasa, Ela? —inquirió Ethan más tranquilo al otro lado de ella.
—Dime que no has preguntado eso... es estúpido —le soltó. Ethan asintió y guardó silencio—. Quiero distraerme —pidió, mirando el vacío frente a ella.
—¿Qué quieres hacer? —inquirí dubitativa.
«Por favor, que no se le ocurra una locura».
—Hablar. —Ethan y yo intercambiamos una mirada desconcertada.
—¿Hablar? —repitió él—. ¿De qué?
—Desde hace cinco años... he tenido un dilema... —comenzó a decir de repente, arrastrando las palabras como consecuencia del alcohol en su organismo—. Delany... si alguien te mete solo la puntita... durante unos segundos... ¿cuenta o no cómo una noche de pasión? —Una carcajada surgió desde mi interior y Ethan se me unió. No sabía si lo decía para tener algo de qué hablar y romper la tensión o, porque realmente se había encontrado en esa situación.
—Apuesto que ese fue Fausto —exclamó Ethan entre risas.
Una hora más tarde la botella estaba casi vacía y nosotros demasiado alegres.
—¡No te creo! —exclamé entre risas—. No... lo dejaremos como que fueron tres... con el de la «puntita».
—Bueno... entonces yo con tres —aceptó Elaine con los ojos a punto de cerrarse—. ¿Y tú, Delany?, ¿a cuántos te has tirado? Tienes un ardiente trasero, no puedes decirme que dos y una puntita —Elaine soltó una risotada y Ethan levantó la vista hacia mí, expectante.
—Dos —admití con el rostro encendido.
—Ethan... yo te he visto con una mujer diferente cada tercer día..., ¿con cuántas te has acostado? —La declaración de Elaine dejó una sensación extraña en mi pecho, sin embargo, examiné al entrevistado.
—Yo... —Ethan se rascó el cuello en señal de nerviosismo—. No lo sé... no llevo la cuenta..., pero, aunque supiera no se los diría, me parece algo íntimo y grosero por mi parte —Exclamó con los ojos clavados en su regazo. Por un lado, admiré su caballerosidad y por otro, mi curiosidad creció.
Mi celular timbró frente a nosotros y en la pantalla se leía «Josh». Mi corazón dio un vuelco y Ethan lo percibió, así que en un movimiento rápido tomó el teléfono.
—¡No se te ocurra! —Me lancé contra él al instante, no obstante, salió de mi alcance y aceptó la llamada con el altavoz activado.
¡Mierda!
—¡Diga!
—Hola, linda —contestó Josh al otro lado del móvil. Arrastraba las palabras al igual que Ethan y con eso fue suficiente para saber que se encontraba con algunos tragos encima—. Solo quiero decirte que... tu depósito ya está hecho...
—¿En serio?, ¿llamas a las dos y media de la madrugada para decirme eso?, no me lo creo —soltó Ethan, divertido.
—¡Atrapado! —admitió Josh y soltó una risita nerviosa. Mi corazón se aceleró. Le hice ademanes para que terminara la llamada, mas mi insistencia solo lo motivó a seguir adelante—: la verdad es que... he pensado mucho en ti, ¿sabes?, en nosotros...
—Ah, ¿sí?
—Linda, yo no quería despedirte... No me dejaron opción, tienes que creerme. Sabes muy bien que yo... jamás te habría hecho eso.
—Bueno, pues eso no es lo que parecía.
—Delany... no sé qué ha pasado contigo, pero me gusta. Te escucho más tranquila... menos frígida... —«¿Dijo frígida?»—. Le he dado muchas vueltas y... quizás cuando regreses podamos... pasarla bien —su comentario hizo que mi mandíbula se tensara y Ethan lo percibió.
—¡Vaya! ¿Ese discurso lo has preparado tú solito? —se mofó—. ¿Sabes que creo?
—¿Qué? —inquirió con cautela.
—Que el video por el cual me despediste no te ha dejado dormir y después de jalártela pensando en mí, no has quedado satisfecho, así que... ¡hete aquí! —Silencio, aunque no duró mucho porque una risa amarga al otro lado de la línea lo terminó por romperlo.
—Cariño, no te necesito, solo trataba de ser gentil contigo. Yo tengo quien me complazca, en cambio tú... puedes seguir bailando, de cualquier forma, sabes que nadie te tomará en serio... no eres más que un lindo trasero... es por ello que ante mi muestra mínima de afecto te quedaste aquí, cuando debiste haberte ido antes... Linda, lo nuestro jamás hubiera funcionado, soy mucho para ti.
Mis ojos se llenaron de lágrimas que terminaron por derramarse sobre mis mejillas. Me levanté de la cama a toda prisa y entré al baño.
Me sentía como una idiota, una idiota por permitir que ese estúpido de Josh me tratase así desde siempre, una idiota por no quererme lo suficiente como para haberme largado con la barbilla bien levantada; una idiota por haber comenzado a sentir algo por el imbécil de Ethan que solo me veía como un juguete más.
Parece que al final Josh no estaba tan equivocado: nunca me había sentido querida, deseada sí, ese no era el problema, mas no querida, amada.
La puerta a mis espaldas se abrió y por ella entró mi figura.
—Del, eso no es del todo cierto... —comenzó a decir, sin embargo, lo interrumpí con una risotada amarga.
—¡Lo dice el que solo piensa en coger, el que cree que el sexo es la panacea! —espeté, dolida.
—¡No! No, Del, contigo es diferente...
—¡Claro que es diferente, idiota! Estás en mi cuerpo.
El rostro de Ethan se consternó y, aun así, se acercó lentamente hasta quedar a mi lado.
—No —aseguró—. Esto es diferente, Delany —insistió.
—¿Sí?, ¿y por qué? —exigí.
Quería escuchar de sus labios que mi cariño era recíproco, que sí era más que un culo lindo, que veía mi alma; pero, era un cobarde y su respuesta solo me hirió más:
—No lo sé...
—Ya.
Salí del baño cabreada y aún más dolida por el titubeo de Ethan acerca de sus sentimientos hacia mí.
En la habitación me encontré con Elaine, quien trataba de ponerse en pie.
—¡Venga, te ayudo! —exclamé mientras la tomaba por la cintura.
—Necesito... necesito ir al baño —Asentí para dirigirla al servicio de su cuarto. Apenas entramos, se dejó caer al lado del excusado y vomitó.
«Mierda».
¡Puaj! Hice una mueca, no obstante, me acerqué para sujetar su cabello en un moño y así evitar que se ensuciara.
Me recargué en el lavabo a la espera de que sus náuseas se controlaran. El olor era intenso, aunque me importaba un carajo en esos momentos.
—No seas tan dura con él —farfulló Elaine atrayendo mi atención. No dije nada—. Hace cerca de siete años se enamoró perdidamente de una linda joven... Era drogadicta. Ethan... se consumió poco a poco... Amar a alguien y ver que se hace daño... —negó con la cabeza—. Él hizo todo por ayudarla y habría dado la misma vida por ella de no ser porque Laura se negó a ser ayudada. Dejó el alma con ella, y cuando falleció pocos meses después por una sobredosis... —Elaine suspiró con tristeza al recordarlo—. Ethan tiene miedo, Delany —No contesté. Las palabras que había escuchado en el ferri comenzaban a tomar sentido.
Después de más arcadas y casi quedarse dormida sobre la taza, me acuclillé a su lado.
—Vamos, tienes que descansar —La ayudé a ponerse de pie y la dirigí a su cama, donde le ofrecí un vaso de agua—. Gracias por decirme eso de Ethan —susurré y la comencé a desvestir. Cuando quedó en ropa interior la acomodé y la arropé con las ligeras sábanas blancas.
—Vaya vacaciones —suspiró—. Te aseguro que van a ser inolvidables —murmuró antes de quedarse dormida.
—Sin duda —solté y me dejé caer en la cama de al lado. Pasados unos minutos decidí que lo mejor era dormir con Elaine, así que fui a la habitación de al lado, donde las luces estaban apagadas y la silueta de Ethan se encontraba recostada. No creí que estuviera dormido y sentía que debía decirle algo, mas no supe qué. Terminé por tomar mis cosas y me dirigí a la salida.
—Delany, no te vayas —pidió Ethan, incorporándose en la cama. Su rostro dejó entrever la lucha en su interior por encontrar las palabras adecuadas—. Quédate a dormir a conmigo —soltó al fin con voz ronca. Distinguí la tensión en él y eso hizo que mi corazón se oprimiera.
Después de todo él no era el culpable de las palabras de Josh y había sido el primero en romper nuestro silencio así que...
—Así que no piensas descansar hasta que me hagas tuya, ¿cierto? —bromeé en un intento de romper el hielo. Ethan esbozó una sonrisilla triste y negó con la cabeza.
—No, es en serio... Solo quédate esta noche aquí, no voy a intentar nada.
—¿Una noche sin sexo? —pregunté incrédula.
—Sí, una noche sin sexo.
—Pues que aburrido —exclamé, elevando las comisuras de mis labios en un gesto triste: no éramos más que dos corazones buscando calor y con miedo a quemarse. Me deshice de la ropa y entré en la cama.
Nos sumergimos en un incómodo silencio y cuando creí que ya se había dormido, susurró entre la oscuridad:
—Lo siento... yo no sabía que ese imbécil y tú estaban en una relación...
—Hace un mes que eso acabó, Ethan, no te preocupes.
—Aun así, lo lamento —susurró con remordimiento—. Lo que ese estúpido ha dicho no es cierto y tú tampoco deberías de creerlo, Del.
—¿Cómo no creer lo que es mi realidad?
No hubo más respuestas.
Ethan se acercó a mí y me abrazó con delicadeza y yo no se lo impedí. Aunque fuera por un momento, me quería sentir querida, ¿y qué mejor que el sujeto por el que mi corazón anhelaba ser poseído?
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