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Capítulo 13

¿Te conoces?, ¿cuál es tu debilidad?

Delany

Sus labios, que antes me pertenecían, eran suaves como la seda y frescos al igual que el agua en mi espalda.

Su lengua entró en mi boca y eso bastó para que mi excitación aumentara y se acumulara en mi entrepierna, entonces recordé que eran mis labios, que me estaba besando a mí misma, aunque lo que en realidad me alertaba era que él podía destruirme en cualquier momento.

—Esto está mal —murmuré antes de apartarme un poco de su cuerpo desnudo.

—Tranquila, podemos intentarlo —replicó Ethan con el rostro encendido—. Yo conozco bien mi cuerpo y lo que le gusta, y tú el tuyo... No sé... podemos... experimentar —propuso con la respiración acelerada mientras se acercaba a mí otra vez—. Solo déjate llevar —jadeó y un segundo después pegó sus labios a mi cuello para plantar delicados besos desde mi clavícula hasta mi lóbulo.

Sin previo aviso se apartó de mí, cerró la regadera, tomó mi mano, y me dirigió al yacusi, que se encontraba en una pequeña habitación continua al baño. Al parecer planeaba tomar una relajante ducha, porque estaba lleno de espuma blanca en la superficie y un olor a lavanda invadía el ambiente. Mi pulso se aceleró. Moriría de los nervios, o al menos eso pensé: era como ser adolescentes de nuevo, experimentando y apunto de hacerlo por primera vez. Me dispuse a salir de ahí en el momento en que los labios de mi usurpador se volvieron a encontrar con los míos.

—¿Estás bien? —preguntó con la respiración entrecortada y eso solo hizo que me excitara aún más.

Como respuesta, comencé a jugar con sus labios y lengua. Mordí ligeramente aquel labio inferior que había impulsado mis fantasías esos últimos días e ingresé en el yacusi. Ethan me tomó por lo hombros y me empujó hacia abajo, hasta quedar sentada, momento en el cual se subió sobre mi regazo. La excitación se volvió cada vez más intensa.

«¿Qué se sentirá entrar en él?», quería descubrirlo.

—Relájate —murmuró de vuelta en mi cuello—. Iré despacio, pero si algo te incomoda solo dímelo y pararé —dijo en apenas un murmullo. Su mano no tardó en deslizarse por mi pecho, abdomen hasta llegar a mi muslo.

Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo y un gemido se escapó de entre mis dientes. Cerré los ojos porque no quería verme a mí misma al tiempo que la excitación me recorría, aunque también ansiaba disfrutar sus caricias: hacía mucho que esa sensación no me invadía, incluso llegué a creer que algo estaba averiado en mí.

Ethan besó mi mandíbula y encontró mis labios de nuevo, justo en el momento en que su mano alcanzó mi miembro lo que provocó que todo mi cuerpo se estremeciera. Mis manos aferraron los bordes de la tina y al instante comenzó a realizar movimientos lentos: arriba y abajo. ¡Dios!

Su beso se volvió más intenso y emití un gemido, haciendo que Ethan aumentara un poco la presión de su agarre en mi miembro y con ello la velocidad de sus movimientos. Mi cuerpo se tensó en su totalidad.

—¿Te gusta? —inquirió en un jadeo y una sensación intensa de placer me hizo gruñir un «sí» como respuesta, mientras echaba la cabeza hacia atrás.

«Quiero entrar en él».

Sus movimientos aumentaron y la excitación se intensificó. Solté un gruñido cuando mi cuerpo buscó con desesperación liberar de cualquier forma esa fascinante sensación. No tardé en encontrarla: acaricié el cielo unos breves segundos y sin poder retenerme, me vine.

Jadeé en un intento de recuperar la respiración y Ethan sonrió triunfante sobre mí.

«No, no pienso darle la victoria».

A pesar de la pesadez que comenzó a apoderarse de mí, lo tomé por la cintura y lo atraje hacia a mi cuerpo para comenzar a besarlo otra vez, «ahora me toca hacerlo gemir». Su beso se volvió más intenso conforme los segundos avanzaron y yo comencé a acariciar sus senos. Sus pezones no tardaron en endurecerse bajo mi tacto. Con besos suaves recorrí su cuello hasta llegar a sus pechos, donde navegué con delicadeza, en cambio mis manos acariciaban sus caderas con afán de sentirlas fusionarse conmigo.

Un gemido abandonó su cuerpo y esa fue mi señal para alcanzar su clítoris con movimientos lentos, ocasionando que su respiración se acelerara y comenzara a removerse sobre mí.

Con un movimiento rápido, giré para hacerlo quedar contra la pared de la tina y así evitar su desplazamiento fuera de mi alcance.

Ethan recargó su cabeza en el borde del yacusi y yo aumenté un poco mis movimientos y no tardé en introducir en él un dedo para comenzar a trazar lentos y agónicos círculos. Un gemido resonó en la habitación y mi deseo se volvió a encender, hasta que me recordé que era su turno de disfrutar.

Aumenté el roce sobre su clítoris y esta vez con dos dedos dentro de él comencé a realizar movimientos en vaivén. Sus gemidos, cercanos a gritos, llenaron el lugar al instante que sus caderas comenzaron a moverse. Lo empujé con mi cuerpo para acorralar el suyo e inmovilizarlo. Ethan clavó sus cortas uñas en mi espalda en un intento de sentirme más cerca y lograr aferrarse a algo en su viaje a la cima.

Pronto alcanzó el clímax y un último chillido abandonó su cuerpo seguido de una convulsión en sus caderas. Mis caricias no cedieron, sino que aumentaron hasta que el orgasmo lo invadió y le arrancó la capacidad de llegar más lejos.

Poco a poco nuestros ritmos cardíacos volvieron a la normalidad con la pesadez en cada músculo. Cuando nuestras miradas se encontraron, la incomodidad me invadió.

—Iré a... darme un baño —balbuceé en un intento de romper el embarazoso silencio.

—Espera, Del —pidió Ethan, tomando mi mano—. No quiero que te sientas incómoda. Escucha... no sabemos si alguna vez podremos volver a nuestros cuerpos... y creo que es importante que nos conozcamos —Suspiró—. Me gustó —admitió al fin con la vista clavada en mí.

—Ethan yo... —Me sentía confundida por muchos aspectos: en ese momento no estaba segura de qué debía sentir por él. Además, si no volvíamos a nuestros cuerpos y no podíamos decir nada, ¿qué iba a pasar con nuestras vidas?, ¿con nuestras familias?—. Estoy demasiado abrumada.

Asintió y pude jurar que mis palabras le dolieron, porque salió de la tina y me dejó sola en la habitación.

—¿Qué sucede, Elaine? —inquirió Ethan a su amiga, atrapada en el cuerpo de Zoe.

—Samuel se está cogiendo a Santiago —espetó en voz baja, molesta—. Según él, no siente nada por Santi, pero debe mantener las apariencias... ¡aaaah! Yo le pedí que lo hiciera, Ethan y ahora... ¿Qué pasará si no volvemos a la normalidad? —su amigo se tomó unos segundos para responder:

—Adaptarnos, Ela —exclamó, resignado.

—Paloma para los jóvenes —dijo una mujer a la vez que nos hacía entrega de nuestras bebidas.

A las ocho en punto el turibus nos recogió en el lugar acordado y a petición de Santiago, viajamos al fondo de la segunda planta: Santiago y Samuel se encontraban en el último asiento de la fila izquierda, sospeché que era para tener la mayor privacidad posible; Zoe y Gretta en el penúltimo, al igual que Elaine en el lado contrario, donde subió los pies dejando claro que quería estar sola; Ethan y yo, por otro lado, tomamos asiento en el último lugar, atrás de Elaine.

No habíamos vuelto a tocar el tema de la tina, es más, no volvimos a hablar, y a pesar de que estaba sentada a su lado, podía sentir cómo mantenía su distancia conmigo; sin embargo, bastó con que nuestros ojos se encontraran para que el deseo volviera a unirnos. Solo habíamos avivado el deseo, mas consumarlo era lo que ansiaba.

Llevé mi vaso a mis labios en el preciso momento en que la voz del guía turístico resonó, anunciando otro lugar:

—A su derecha podrán ver el Museo 3D, el más grande de toda América Latina. Cuenta con más de sesenta obras con ilusiones en 3D, como dice el nombre. Si son amantes del arte y la ilusión, deben visitarlo...

El clima era perfecto como de costumbre, por lo que ir en el segundo piso del vehículo fue la mejor decisión. Contemplé cómo el pequeño pueblo se encontraba repleto de puestos que ofrecían desde postres, comida, bebidas, recuerdos y un sinfín de productos más, lo que le brindaba un ambiente cálido y hogareño.

Ethan colocó su mano sobre mi rodilla. Examiné su rostro, mas no se inmutó, sino que siguió hablando con Elaine acerca el torneo de fútbol en el que participaba. Tomé su contacto como un gesto inconsciente de su parte y regresé mi vista a los peatones de las calles.

Su mano subió hasta mi muslo y una corriente eléctrica me recorrió. Respiré hondo y lo ignoré como muestra de que deseaba que continuara, mas el turibus se detuvo y Ethan lo imitó.

¡Maldición!

—¡Bien! Nuestro recorrido termina aquí, en el mejor club nocturno del lugar. A las 12:00 nos veremos en este mismo sitio para regresar, favor de ser puntuales. Son libres de visitar los sitios que deseen, siempre y cuando respeten el horario acordado de regreso.

Después de que todos a nuestro alrededor se habían integrado a la fila entre los asientos, Ethan se puso en pie y sin dirigirme la mirada se integró también.

Tenía que admitirlo, eso me dolió, pero lo ignoré y me coloqué al final de la hilera de personas.

—Y... ¿A dónde quieren ir? —inquirió Santiago en cuanto bajamos del vehículo.

No tardamos en escoger el jardín principal como nuestro destino, no sin antes comprar una gran bebida para cada uno. ¡Y vaya que la necesitaba!

Una enorme fuente con luces de colores bajo el agua fue lo primero que vimos al llegar. Alrededor había puestos y gente yendo de aquí para allá entre cientos de artesanías, dulces un sinfín de productos artesanales.

—¡Arepitas de queso! —anunció una señora desde su puesto—. ¡Adelante, jóvenes!

Terminamos comprando quince arepitas deliciosas, sin embargo, no fui capaz de disfrutarlas como hubiese querido: por alguna razón se instaló un peso en mi estómago y en busca de encontrar lo que la provocó, me dediqué a acechar a Ethan, quien no había hecho más que ojearme en intervalos bastante amplios para mi gusto.

A las 11:00 decidimos regresar a un lugar más cercano al turibus, y como era de esperarse, llegamos al club nocturno.

—¡Vamos, Ethan! —se quejó Santiago—. ¡Ninguno se irá de este club sin haberse tomado al menos tres! —advirtió.

—Bien, pero solo me voy a beber este y ya —alargué la mano hacia el pequeño chupito y me lo llevé a los labios en una mueca—. ¡Puaj! —exclamé al sentir el líquido resbalar por mi garganta.

—¿Qué pasa?, ¿el bailarín sensual no aguanta otro? —me retó Gretta con más de cuatro shots encima.

—Voy al baño —Me levanté para dirigirme al sanitario de caballeros.

—¿O el indomable ha sido domado? —insistió la hermana en tono mordaz a mis espaldas y yo me detuve, molesta, aunque no sabía por qué, o con quién.

—¡Ya basta, Gretta! —la cortó Santiago.

Reanudé el paso y solté un largo suspiro al entrar en el servicio.

—¿Qué me sucede? —le cuestioné a mi reflejo. Estaba confundida, eso era claro. «¿Qué es lo que quieres?», me pregunté. «Ethan», gritó una voz en mi cabeza. La puerta se abrió y por ella entró esa figura que comenzaba a parecerme ajena. Colocó el pestillo y se dirigió en mi dirección—. ¿Qué haces?

—Dime que no te gustó lo que hicimos hace unas horas y... no te volveré a molestar —Ethan se colocó a centímetros de mí y su presencia y el recuerdo en la tina bastó para que la excitación se instalara en mi entrepierna—. Dime que no quieres entrar en mí y hacerme gritar, dime que no te endureces cuando me tienes cerca, y prometo alejarme de ti.

«¿Alejarse? ¡No!».

—Me encantó —admití en un susurro—. Quiero hundirme entre tus piernas y sí, mi cuerpo reacciona a ti, pero esto no es... normal, Ethan... Y no sé si sea sano que comience a sentir esto por ti... —Esa respuesta fue suficiente para él. Su cuerpo se abalanzó contra mí y terminó por callarme con un beso salvaje. Su mano viajó hasta mi miembro que, en conjunto con su lengua ardiente dentro de mi boca y sus caricias sobre la ropa, me hicieron endurecer como nunca antes—. Es un baño público —jadeé a escasos milímetros de sus labios.

—Nunca lo he hecho en un baño público, ¿y tú? —curioseó y volvió a besar mi cuello.

—Yo... —La puerta del último retrete se abrió y un hombre nos sonrió, divertido. Ethan se apartó de inmediato y yo crucé mis manos sobre mi erección.

¡Maldita sea!

—Buenas noches —saludó el hombre, acercándose al lavabo.

Sin decir una palabra más, quitó el pestillo y salió del baño.

—Creo que deberíamos regresar con el resto —propuso Ethan con las mejillas encendidas.

—Sí, solo dame un momento —pedí, con el cuerpo en tensión y una horrible sensación de frustración que iba en aumento en mi interior.

Después de sufrir varias erecciones involuntarias, busqué una manera de... combatirlas y la encontré: de acuerdo con diferentes estudios científicos la solución era flexionar un músculo, al parecer si lo hacías, y en especial si era uno grande como los muslos, ocasionabas que la sangre de los tejidos esponjosos congestionados, se redireccionara a esa zona, provocando que la erección disminuyera progresivamente; sin embargo, también era muy importante, distraer tu mente. ¿Si funcionaba mejor que otras alternativas?, no lo sabía, no obstante, era lo que tenía, porque comerme a Ethan ahí ya no era una opción.

Cuando regresamos a la mesa recibimos varias miradas acusadoras, aunque nadie dijo nada al respecto.

—¡Vamos, será divertido! —aseguró un Samuel con un tono de voz más alto de lo necesario.

—¿El qué? —cuestionó Ethan.

—Mañana ir a surfear —contestó Santiago sonriente—. Ethan es asombroso, ya lo verán mañana —Ante ese comentario observé nerviosa a Ethan: ni de broma yo me había subido a una tabla de surf.

Después de unos minutos más discutiendo si era una buena idea ir o, no, la media noche llegó y nos vimos obligados a regresar a nuestros lugares en el turibus. Algunos de nuestro grupo se tambaleaban, otros recargaron su cabeza en el hombro de su compañero o bien, reían de manera estruendosa; en cambio Ethan me miró mientras mordía su labio inferior y supe lo que pasaba por su mente, porque yo deseaba lo mismo.

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