Capítulo 11
¿Te gusta jugar con fuego o prefieres ser bombero?
Ethan
El sol comenzaba a despegarse del horizonte para comenzar su trayecto diario. Era temprano, así que no había nadie en la piscina. El silencio entre Delany y yo se extendió y con ello la tensión aumentó.
Desabroche con lentitud mi short consciente de que ella estaba por detrás de mí, contemplando cada uno de mis movimientos. La prenda cayó al suelo y me interné en el agua cálida.
—¿Vienes?
—¿Quieres que vaya? —inquirió con los ojos ardiendo de deseo puro.
Quizás fue mi silencio, mi labio entre mis dientes o la respiración alterada lo que le indicó que anhelaba que se acercara. Se deshizo de su camisa y me dejó ver mi cuerpo bien trabajado. Demonios, ¿era normal excitarme viéndome a mí mismo?
Descendió por las escaleras y se dirigió en mi dirección. Era pólvora a la espera de una chispa para arder, para quemarme hasta ser consumido por ella.
—¿Por qué no me das ese beso que me debes? —susurré.
—Según recuerdo, solo es medio beso —dijo mientras se acercaba a mí.
—¿Segura que serás capaz solo de darme medio beso?
Delany se detuvo en seco y entonces fui yo quien avanzó en su dirección.
¡Maldición! Quería comérmela. El recuerdo de sus piernas alrededor de mi cintura sobre ese escenario, carajo, ella a gastas frente a mí...
¡A la mierda todo!, ¿qué tan malo podía ser?
Delany me tomó por la cintura y me pegó al que días atrás era mi cuerpo. Su boca húmeda me incitaba a pecar y me disponía a besarla cuando me llevó contra la pared de la piscina y con un movimiento tosco me subió en el borde de la orilla. Sus ojos lujuriosos me contemplaban en el momento en que tomó mi pie y sus labios besaron el dorso. Ahogué un jadeo, mas sus besos continuaron su camino hasta mi rodilla, muslos...
Mi sexo rugió por su proximidad y Delany se percató de ello porque separó mis piernas; una exquisita sensación me hizo echar la cabeza hacía atrás en el preciso instante en que su aliento cálido erizaba la piel de la parte interna de mis muslos. Un gemido me abandonó y entonces el agua fresca cortó mi armonía de manera abrupta.
—¡Eh!
—¿Y tú, campeón, podrás resistirte? —inquirió desde la cima de las escaleras.
—No juegues conmigo de esa manera, preciosa —le advertí con el rostro encendido por la vergüenza.
—¿O qué?
¡Carajo!, me estaba retando, me estaba retando a mí, maldición. Eso me puso más caliente aún.
No lo pensé más, simplemente me sumergí y nadé tan rápido como pude para salir, tomar mi ropa y echarme a correr detrás de Delany, quién volteo un segundo para asegurarse de que la seguía.
—¡Te vas a arrepentir, preciosa!
—Muero por verlo —Delany dio un giro en el último momento y se internó en la pequeña extensión de selva.
Entonces supe que iba hacia su habitación y me prometí que no saldría de ahí sin haberla hecho mía o, mío.
Entramos como un bólido en el edificio y vi cómo presionaba frenética el botón del ascensor. Estaba a cinco metros, saboreando la victoria cuando la puerta se abrió y dejó ver a nuestros amigos, quienes tenían los ojos abiertos de par en par al contemplarnos.
¡Demonios!
—Ah, así que aquí están, los buscamos por todas partes —dijo Santiago con una mueca burlona.
—Estábamos... fuimos a nadar un rato —explicó Delany, nerviosa.
—Ya veo, viejo —Los ojos de mi amigo pasearon por nuestros cuerpos mojados y sus comisuras se elevaron—. Iremos a almorzar, ¿vienen?
—Sí, los acompañamos —se apresuró a decir Delany.
¡Mierda! Esa chica me iba a volver loco si seguía jugando conmigo de esa manera.
Nos unimos a nuestros amigos, quienes charlaban animadamente. Delany se quedó solo un poco atrás del grupo, lo suficiente para poder hablar sin que nos escucharan, aunque no tanto por si necesitaba pedir ayuda para que la salvaran de mis garras.
—Si juegas con fuego, te vas a quemar —le advertí.
—¡Uf!, que rico.
Dios, ¿dónde había quedado aquella chica malhumorada y cuadrada que conocí unos días atrás?
—He recordado algo de esa noche —anunció Elaine a mi lado, mientras que Delany se alejaba al tiempo que me guiñaba en una mueca burlona—. Ethan, debemos encontrar respuestas...
—Las encontraremos.
—Los días han pasado y yo no veo a nadie preocupado por lo que nos ha sucedido —Era cierto, todos nos divertíamos y disfrutábamos de cierta manera esa situación, pero Elaine...
—Buscaremos una solución —le aseguré, mas no le di fecha, porque la verdad era que no estaba ansioso por volver a la normalidad.
Entramos al restaurante y escogimos una mesa en el gran balcón. Delany me miraba de vez en cuando, mas yo no aparté en ningún momento la vista de ella. Estaba excitado, excitado como en ninguna otra ocasión. No solo era el hecho de llevar días sin contacto ajeno, o que se hubiera burlado de mí en la piscina, sino que esta chica me hacía arder, carajo, arder de verdad.
Me serví algo de fruta, pollo y una gran taza de té y al volver a la mesa, me senté justo en frente de Delany. Su mirada era retadora y estaba dispuesto a cobrar mi medio premio y de paso vengarme.
—La salida será del muelle a las 10:00 —anunció Zoe al lado de Gretta.
Una animada charla dio comienzo en cuanto a lo que nos esperaba en el tour de ese día, no obstante, yo permanecí en silencio con la mirada clavada en Delany, quien enarcó una ceja a modo de cuestión.
Me deshice de las sandalias y con delicadeza estiré la pierna derecha y rocé su tobillo, y continué con lentitud hasta la rodilla. Tomé un pedazo de mango de mi plato y me recargué en mi asiento. Delany contuvo el aliento y bebió un trago de su taza de café en un intento de disimular su jadeo reprimido.
Aparté mi pie en el preciso momento en que lanzó una patada que terminó impactando con la pierna de Samuel.
—¡Eh!, ¿qué te pasa? —reclamó su amigo y la atención de toda la mesa se centró en ella.
—¡Lo siento! He sentido... algo —se disculpó, abochornada. Todos tomaron el mantel y se asomaron bajo la mesa. Nada. Mordí mi labio para reprimir una risotada en el instante en que Delany me fulminaba con la mirada.
Todos volvieron a su comida y minutos después a sus charlas interrumpidas, yo por mi parte, volví a extender mi pierna, sin embargo, esta vez no me detuve en su rodilla, sino que coloqué mi pie entre sus muslos, donde comencé a frotarlo sobre sus piernas en busca del permiso para acceder a ella, un permiso que no tardó en concederme.
Sus piernas se separaron ligeramente y no tardó en acercar más su silla a la mesa e inclinarse por una tostada para disimular. Su mandíbula se tensó y su respiración era entrecortada. Mi pie llegó hasta su miembro y un respingo de su parte hizo que los cubiertos se le cayeran de las manos, las cuales se volvieron puños al instante y ante la incapacidad por mantenerse inmutable, mordió su nudillo en un intento de reprimir un gemido.
—Viejo, ¿estás bien? —inquirió Santiago, desconcertado por su reacción.
Todas las miradas se enfocaron en Delany, mientras que mis caricias aumentaron sobre ese rígido bulto entre sus piernas.
—¡Carajo! —gruñó a la vez que se llevaba una mano al rostro.
No solo estaba excitado, sino que además esa situación era divertida. La próxima vez se lo pensaría dos veces antes de retarme de esa manera.
—¿Ethan, estás bien? —inquirió su amiga preocupada desde el cuerpo de Samuel.
—Sí —logró gruñir. Se apartó de golpe de la mesa y se inclinó sobre su cuerpo para cubrir su erección. Todos a nuestro alrededor la miraban desconcertados—. Creo que no me siento bien... —Jadeo.
—¿Quieres que llame a...?
—¡No! No, estoy bien, gracias.
Los minutos pasaron y cuando todo había vuelto a la normalidad, se puso de pie y anunció que iría a cambiarse la ropa mojada, no sin antes regalarme una última mirada parecida a un reproche.
—¿Qué le sucede? —preguntó Santiago con semblante preocupado.
—Ni idea —respondí—. Los veremos en el muelle —anuncié y al instante me levanté para seguirla. No tardé en vislumbrar su figura a unos cincuenta metros delante de mí—. ¡Delany! ¡Delany!
No me pregunten por qué fui detrás de ella, porque ni siquiera yo lo sabía. Jamás había sentido la necesidad de escuchar que todo estaba bien para tranquilizar esa voz que gritaba en mi interior que me había pasado de la raya, hasta ese momento.
Apresuré el paso en cuanto entró en el edificio, dispuesto a alcanzarla. Apenas giré para seguir sus pasos, unas manos me llevaron contra la pared.
—¿Qué es lo que te pasa? —recriminó.
—¿De qué hablas? ¿No te gustó?
Sus ojos eran un torbellino: deseo y lujuria pura derretida, fusionándose con algo parecido al miedo.
—Ese es el problema —susurró mientras se acercaba más a mí, hasta que compartimos le mismo aliento. Estiré mi cuello en busca de sus labios y ella retrocedió un poco, lo justo para mantener la distancia entre nosotros—. ¿Qué pasa si decido besarte y me enamoro?
Su pregunta me heló la sangre.
«¿Enamorarse?».
—Entonces ya no habrá vuelta atrás, no podrás sacarme de tu cabeza y de tu cuerpo...
—Que romántico —dijo con sarcasmo y una enorme sonrisa.
Una llamada entrante hizo vibrar el bolsillo de mi short y Delany se percató de ello.
—Mamá —Leí en voz alta.
—¡No respondas! —pidió al instante.
—De acuerdo.
Dejé el móvil a un lado, ya la había cagado mucho, incluso comenzaba a ver ese brillo en su mirada, esa llama que resplandecía cuando el corazón comenzaba a arder y eso me asustó, en especial porque un calorcillo entre las brasas de mi pecho me indicó que aún podía llegar a encenderse y una llama no controlada se podía volver un incendio... No quería volver a pasar por eso.
—Debo cambiarme —anunció a modo de despedida. Asentí y la observé alejarse hasta desaparecer dentro del elevador.
Y ahí estaba yo, intentando sofocar el vendaval en mi interior que discutía entre encender aquellas brazas o extinguirlas.
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