CAPÍTULO 9
Renato poco a poco fue saliendo del estado de inconsciencia, parpadeó varias veces para aclarar la vista, se volvió de medio lado para mirar el reloj en el asistente virtual, aún faltaba media hora para que sonara el despertador. Sorprendido de estar durmiendo cada vez más sin la necesidad de ansiolíticos, se giró sobre su costado izquierdo y quedó bocarriba, se llevó las manos al pecho y fijó su mirada en la lámpara colgante.
Antes de dejarse arrastrar a su purgatorio personal, se dio a la tarea de concentrarse en su respiración, haciéndose más consciente de cada inhalación y exhalación.
Podía sentir en sus manos cómo el pecho se le inflaba para luego desinflarse lentamente. Estaba poniendo todo de sí para salir del deplorable estado en el que se encontraba, lo había hecho una vez, estaba seguro de que podría volver a hacerlo. Aunque esta vez estuviese siendo más difícil, ya que, la impotencia que le generaba seguir sin saber nada de Elizabeth lo tenía bastante mal.
Cerró los ojos y siguió con la respiración tratando de abstraerse de todo, dejar su mente en blanco, pero para eso necesitaba ser paciente; algo con lo que definitivamente no contaba, porque solía desesperar bastante rápido, aunque no lo hiciera evidente, siempre estaba pensando en cosas futuras y todas las maneras de cómo iba a arruinarlo, como todo el panorama se tornaría terrible para él. Muy pocas veces conseguía plantarse en el presente, vivirlo realmente, necesitaba hacerlo, hacerse cargo de lo que estaba viviendo, aunque en realidad no deseaba enfrentarlo.
No obstante, admitía que Danilo le estaba ayudando, él prometió hacerlo y verdaderamente lo estaba logrando. Volvieron a sus consultas dos veces por semana y tras cuatro visitas, tenía por lo menos unas pautas que seguir, las cuales trataba de cumplir porque confirmaba que de cierta manera le hacían bien.
Muy en el fondo sabía que lo hacía porque no quería agudizar un sufrimiento que seguramente lo llevaría a tomar una irrevocable decisión que afectaría a toda su familia; él no podía hacer algo como eso, sobre todo, viendo lo mal que lo estaban pasando con la desaparición de Elizabeth.
Danilo, honestamente, le estaba ayudando a entender lo que pudo pasar con Samira, porque en realidad por sí solo jamás habría podido comprender lo que sucedió. Tuvo que mostrarle ese último mensaje que ella le envió. Sé quedó esperando que Danilo le dijera algo, que explicara cada línea de lo que allí estaba, pero no dijo nada, solo le devolvió el teléfono, él volvió a apagarlo e inició con su primer ejercicio.
Le asignó eso de las respiraciones y una vez más a llevar un diario, a poner en palabras todas sus emociones, era algo que debía hacer justo al despertar, antes de salir de la cama... Debía escribir lo primero que se le viniera a la mente y tenía la libertad para elegir el número de páginas, aunque no menos de una y tampoco debía mostrárselas a nadie si no quería, ni siquiera a él que era su terapeuta.
Se incorporó en la cama, abrió el primer cajón de la mesa de noche, sacando cuaderno y lápiz. Danilo le había dicho que eligiera hacerlo de la manera con la que más cómodo se sentía, empezó con la MacBook pero sentía constantemente la necesidad de buscar en internet cosas sobre Elizabeth o Samira. El teléfono seguía apagado al fondo de ese mismo cajón, porque no soportaba la presión de las llamadas y mensajes. Así que se decidió por hacerlo en papel.
Sonrió al abrirlo, era un alivio que no tuviera que leerle eso a nadie más porque no estaba seguro de que pudiera entender su letra. Había escrito mucho, ya llevaba medio cuaderno en pocos días.
Danilo le había dicho que escribiera lo que deseara, pero también que intentara ir siempre a la raíz, de dónde él sentía que debía empezar para desahogarse.
Suspiró e inició su escritura, esta vez lo primero que le vino a la cabeza era sobre lo que consideraba o mejor dicho tenía la certeza de que era un problema en él.
«Ese pensamiento obsesivamente irracional y que siempre utilicé como compensación por todas las ansiedades que generaba en mí cuando era un niño el querer ser como Liam. Tan dominante, tan seguro de sí mismo...
Esa ansiedad que se posaba sobre mí como una sombra que me asfixiaba. Solo trataba con todas mis ganas de complacer a todos, mostrarme ante mi padre, tíos y amigos como mi hermano. Intenté... intenté cumplir con esos estándares del prototipo de ser un Garnett, pero siempre fallé; por lo que gradualmente se desarrolló en mí esa sensación permanente de no ser lo suficientemente bueno, de ser débil o torpe.
Por otra parte, está mi madre que siempre me cobijó con sus propias inseguridades, haciéndome sentir que era demasiado débil como para enfrentar todas esas cosas que significaban un gran reto. Mi madre era tan sobreprotectora que incluso con ella ni siquiera podía ser yo mismo; ella no me acompañaba en mis adversidades o temores, porque verme en cualquier mínima situación de peligro le abrumaba y solo terminaba agravando la ansiedad que yo mismo ya sentía.
Terminé llegando a la conclusión de que nadie me veía en verdad, nadie conocía mi verdadero ser, por eso nadie podía ayudarme a superar por lo que estaba pasando, lo que hizo que me encerrara más y más en mí mismo, terminaba guardándome todo mi dolor y mis miedos, sin decirle a nadie. Era esa separación interna, esas dos mitades que luchaban en mi interior las que no me dejaban estar en una relación real, porque siempre me empeñé en mantener una parte de mí oculta.
Sentí que nunca estuve verdaderamente presente para alguien, hasta que Samira llegó a mi vida, en cierta forma, ella me salvó, al reconocerme, ella podía ver quien era en realidad, fue con ella que por primera vez en mi vida sentí que podía escapar de mi inherente soledad y mis irracionales temores. Pero, ahora que se marchó, logro comprender, de cuanto, incluso con ella, estaba, pero no estaba.
Para Samira debió ser muy difícil estar con alguien que siempre estuvo parcialmente atado a los demonios dentro de su propia cabeza.
Sin duda, eso debió hacerla sentir sola e incomprendida, entender esto, comprender la raíz de todo, de alguna manera me ayuda a lidiar con su partida, ahora puedo darle un sentido, ahora puedo desengañarme de la idea de que solo fui una víctima de un repentino desastre. No fue así, ella no me dejó, fui yo con esa parte de mí que no le muestro a nadie que la asusté e hice que se marchara...»
Terminó, dejando como siempre puntos suspensivos por si en algún momento encontraba algo más por escribir. Justo cerraba el cuaderno cuando la alarma sonó, tras silenciarla, guardó el cuaderno en el cajón y entones sí, salió de la cama.
No podía explicar con palabras cómo se sentía, quizá la definición que más se le acercaba era "más liviano" se dirigió al baño y se duchó por un largo rato, luego se fue al vestidor y salió listo para ir al trabajo. Tanto él como sus tías, seguían al mando del grupo, a pesar de toda la presión y angustia por la que estaba pasando la familia, no podían darse el lujo de abandonar sus obligaciones. De cierta manera, agradecía seguir con sus labores, ya que podía desconectarse un poco de toda esa locura, de otra forma, no estaba muy seguro de haber podido soportar quince días.
Al abrir la puerta para salir se topó con Liam, que también salía de la habitación que venía ocupando desde hacía dos semanas. Esa mañana que lo dejó con Danilo, luego apareció en la noche con equipaje y sin permiso se instaló; por supuesto que lo enfrentó y le reprochó que tomara decisiones por él, le exigió que se largara, pero Liam no acataba ordenes.
Entonces Renato decidió simplemente ignorarlo, no sin antes pedirle que no se inmiscuyera en sus asuntos. Durante la primera semana, lo descubrió rebuscando entre sus cosas, estaba seguro de que estaba en la búsqueda de más medicamentos; incluso, por las madrugadas, lo vio entrar varias veces a su habitación para asegurarse de que aún respiraba.
La primera vez, lo asustó y de muy mala gana le dijo que se fuera a su habitación, luego solo fingía estar dormido.
A todas las veces que su hermano intentó preguntarle el por qué de su nuevo episodio, él evadía el tema. No estaba preparado; en realidad, jamás estaría dispuesto a contarle a Liam sobre la relación que tuvo con Samira. Debía aprender a comprender que eso formaba parte del pasado, para poder superarlo.
Un par de veces intentaron tener conversaciones más allá de lo de Elizabeth, pero siempre terminaban evadiendo ciertos temas, como la vez que intentó preguntarle a Liam sobre lo que hizo y en dónde estuvo todo el tiempo que desapareció antes del secuestro de su prima. A pesar de que le dijo que no lo estaba juzgando, que solo quería comprender, Liam terminó por levantarse e irse a su habitación.
Algunas veces desde su habitación podía escucharlo discutir por teléfono, incluso terminaba con un tono de suplica, pero hasta el momento no podía entender lo que le estaba pasando a Liam.
—Buenos días —saludó a su hermano.
—Buen día, tío Sam me llamó, dijo que necesita hablar contigo.
—¿Conmigo? —preguntó Renato frunciendo el ceño, sintiendo extraña esa petición.
—Sí, dice que te espera en casa del abuelo —confirmó Liam.
—Pero tengo que ir al trabajo —dijo rascándose la nuca.
—Supongo que es importante, si quieres nos vamos juntos, igual voy para allá.
—Está bien... —Caminó a la cocina a por una botella de agua—. ¿No te dijo para qué quiere hablarme? ¿Han tenido noticias de Eli?
—No, no dijo nada, solo que necesitaba hablar contigo, que te llamó pero que tienes el teléfono apagado, le dije que efectivamente no quieres saber nada del móvil... pero creo que ya va siendo hora de que estés comunicado, no puedes estar ilocalizable...
—Si es importante y de la familia, siempre pueden llamarme a la oficina o aquí en el apartamento. También tengo conmigo el móvil empresarial. —Con botella en mano, camino a la salida y se hizo del maletín de trabajo que había dejado en el armario en el vestíbulo.
Liam y Renato caminaron hasta el ascensor, subieron a la SUV y descendieron mientras el mayor de los hermanos se sumía en su teléfono, seguramente poniéndose al día con las noticias.
Cuando llegaron a la casa de su abuelo pasaron por el salón principal donde permanecía las veinticuatro horas un equipo policial a la espera de cualquier comunicación por parte de los secuestradores.
La tensión podía sentirse en cada rincón de la casa y la impotencia era un sentimiento que se reflejaba en la mirada de todos los miembros de la familia; a pesar de que intentaban mantener la entereza, más de uno vivía momentos de quiebre, sobre todo Rachell.
En cuanto vio a su tío bajar las escaleras sintió compasión por él, se le notaba las pocas horas de sueño, tenía los ojos enrojecidos, estaba despeinado y ya se apreciaba bastante que llevaba más de ocho días sin afeitarse. Sin duda no saber nada de Elizabeth estaba socavando la estabilidad emocional de todos.
—Renato, ¿puedes acompañarme a la biblioteca? Necesito hablar contigo.
Empezó a preocuparle la manera en que su tío se dirigió a él, ya que solía ser más amistoso, pero comprendía que su turbación lo llevara a actuar así.
—¿Puedo ir? —Intervino Liam, que deseaba más que nada poder tener la capacidad para multiplicarse y así estar en todos lados, haciendo algo por Elizabeth.
Samuel solo le hizo un ademán, por lo que los hermano Medeiros lo siguieron; no obstante, compartieron una mirada de desconcierto.
Samuel se ubicó en un sofá de cuero color café y les pidió que se sentaran frente a él.
—¿Cómo están? —preguntó Samuel con la mirada en sus sobrinos.
—Bien, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó Renato, preocupado por las intensas ojeras de su tío.
—Hace unos días citaron a Alexandre en la estación de policía. —Para Samuel era preciso, no andar con rodeos, eso sería perder el tiempo y lo menos que podía permitirse era eso, cuando la búsqueda de Elizabeth era una carrera a contrarreloj—. Y durante el interrogatorio, contó cómo y dónde conoció a Elizabeth...
Renato tragó grueso y empezó a dolerle el estómago, sabía a dónde llegaría su tío, así que no tenía caso hacerse el desentendido.
—Se conocieron en la favela —intervino—. En Rocinha.
—Así es, pero eso es algo que ya sabíamos, lo que no sabía es que ella fue acompañada por uno de sus primos —comentó Samuel, lo que hizo que Liam de inmediato se volviera a mirar a su hermano.
—Sí, yo la acompañé, sabía que era una locura... Tío, lo siento, de verdad —la voz se le tornó ronca y empezó a estrujarse las manos—. Siempre le dije que era una mala idea, pero ella estaba decidida a ir, lo haría sola de todas maneras, por eso preferí acompañarla.
—¿Por qué carajos no dijiste nada? —interrogó Liam con el ceño fruncido.
—Es que... L-l-le prometí g-g-guardar el secreto. —Era imposible que no empezara a tartamudear cuando se sentía acorralado y también asustado, además de que empezó a sentirse culpable, lo que iba a desencadenarle un ataque de ansiedad, podía sentirlo, conocía cuando empezaba a perder el control—. ¿Fue por ir... f-f-fue en la f-f-favela? —Se pasó las manos por el cabello y luego por las rodillas.
—No, no... Renato, mírame —pidió Samuel, al darse cuenta de que había alterado a su sobrino—. No te estoy culpando de nada, agradezco que tomaras la decisión de acompañarla, porque sé que Elizabeth es bastante terca, pero debiste decirme o decirle a alguien, a tu abuelo...
—O a mí —puntualizó Liam—. No es secreto para nadie que Elizabeth te domina, pero ante una situación como esa no debiste quedarte callado... ¿Eres consciente del peligro que ambos corrieron?
—Sí, sí... Lo soy, pero ya no puedo cambiar eso, lo siento tío... —Tuvo que levantarse y se aflojó la corbata porque sentía que no podía respirar, el súbito miedo de morir en medio de ese ataque le reptaba frío por la columna vertebral.
—Ciertamente no puedes cambiarlo, pero necesito que ahora me ayudes... Quiero que me cuentes lo que pasó ese día, lo que recuerdes, cada detalle, por mínimo que sea... ¿Crees que puedes hacerlo? —preguntó siguiendo con su mirada el caminar ansioso de su sobrino.
—Necesito respirar... Solo un minuto, un minuto... —Se dobló apoyando las manos en las rodillas, mientras intentaba respirar y cerró fuertemente los ojos.
—Liam, ve a por hielo —pidió Samuel, que se levantó, se acercó a su sobrino y le acarició la espalda—. Cálmate, intenta respirar, lo siento Renato... Lo siento, no debí enfrentarte así, sé que debes tener encima mucha carga emocional.
Liam se apresuró a buscar hielo.
—Me voy a morir... —musitó acuclillándose y cerrando fuertemente los ojos porque era la marioneta del vértigo.
Samuel intentó levantarlo, sintiéndolo temblar y sudar frío.
—Es un ataque de pánico, puedes controlarlo... Respira, solo tienes que respirar... Todo está bien, estoy aquí, contigo. —Mientras en él se intensificaban los nervios por la respiración sibilante de su sobrino.
En ese momento entró Liam corriendo con una tazón de hielo y detrás de él los paramédicos de la ambulancia que por orden de Ian, siempre estaba ahí, porque a él le preocupaba la salud de su padre; a pesar de que Reinhard se molestó por tal exageración y pidió que se deshiciera de tal recurso, no consiguió que el mayor de sus hijos cambiara de parecer.
Samuel logró que Renato se sentara en el sofá y le dio para que apretara un par de cubos de hielo, eso estimularía a que su atención se desviara al dolor producido por el frío y no a sus emociones.
El paramédico lo revisó, comprobando que solo se trataba de un ataque de ansiedad y fue a por una bombona de oxigeno, eso le ayudaría a que se tranquilizara más rápido.
—¿Te sientes mejor? —preguntó Samuel con un tono bastante preocupado. Quería abrazar a Renato y consolarlo, pero temía empeorar su estado, porque no era secreto para nadie que le incomodaban ese tipo de expresiones.
—Lo siento, tío... —Se sentía avergonzado de su episodio, no podía evitarlo—. Sé que estás muy preocupado por Elizabeth y yo solo empeoro todo...
—Tranquilo, ya pasó, tú tranquilo... —dijo apretándole el hombro—. No tienes que disculparte por nada, debí ser más precavido, creo que no estamos preparados para lidiar con semejante nivel de estrés.
—¿Quieres que llame a Danilo? —Preguntó Liam, que también se notaba muy preocupado. Hacía años que no había visto a Renato en una situación como esa.
—No, no hace falta. —Negó con la cabeza.
Cuando estuvo lo suficiente calmado y sin sentir la presión de su tío encima, pudo contar todo lo ocurrido ese día en la Favela.
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