CAPÍTULO 17
El resto de la semana para Samira fue una locura, entre seguir cumpliendo con sus trabajos y con las reuniones con el abogado y el economista.
A ambos les explicó cuál era su prioridad, por lo que se encargaron de asesorarla lo mejor posible y buscaron a otro abogado para que le ayudara con todo el tema de la universidad.
Para el sábado tenía claro que debía renunciar a ambos trabajos, ya que contaba con poco tiempo para postularse, porque las admisiones eran en marzo y debía presentar el examen de ingreso en mayo, el cual consistía en un test de química, bioquímica, matemática, física, cultura general y psicotécnico, materias con las que Samira no estaba para nada familiarizada.
Por eso, el señor Fabian Gaztambide, uno de sus abogados, le dijo que debía capacitarse primero y para eso era necesario que recibiera clases de preparación para la prueba. Ellos hacían casi todo por ella, la guiaban en pro de hacerle todo más fácil, incluso se encargaron de toda la documentación que exigían; por su parte, solo tenía que tener tiempo y ganas de hacer todo lo que le recomendaban.
Con Lena habló personalmente, con mucho pesar le dijo que no podía seguir trabajando, porque iba a empezar en la universidad; que agradecía mucho la oportunidad brindada, pero también le dijo que le gustaba mucho ese lugar, por lo que esperaba que la aceptara si iba de vez en cuando a visitarla.
—Puedes venir cuando quieras... Aquí siempre serás bienvenida —le dijo mientras le daba un fuerte abrazo.
Samira se despidió en medio de lágrimas, aunque tenía muy claro que en cuanto pudiera volver, aunque fuese a tomarse un café, lo haría.
Su otra renuncia fue mucho más fácil, solo enviar un correo al departamento de Recursos Humanos de la empresa, ya que el trato casi siempre fue a través de medios electrónicos, tan solo había estado en las oficinas para la entrevista, luego para firmar contrato y por último para buscar el uniforme, solo tenía que pasar un reporte con sus entradas y salida de las oficinas que por día le tocaba limpiar y nada más. El trato humano era prácticamente inexistente.
El domingo tuvo la video llamada con sus amigos en Chile, la emoción de poder compartir con ellos aunque fuera a través de una pantalla le levantaba el ánimo. Hablaron por más de dos horas, se contaron muchas cosas, entre ellas el permio de Samira, aunque seguía sin decir el monto porque los abogados siempre le recordaban que era mejor ser muy prudente con eso. Así que mintió acerca de la cantidad, todos la felicitaron y se mostraron muy felices.
En esa misma reunión Daniela aprovechó para contarles a los demás que estaba embarazada, de inmediato Julio cesar se asignó como padrino y Samira como madrina.
Como le hubiese gustado a ella poder estar ahí para ser parte de ese abrazo grupal. Aun en la distancia podía sentir esa calidez que ellos irradiaban.
La semana siguiente, ya sin tener sus horarios comprometidos contó con mucho más tiempo para dedicarse a la búsqueda de una universidad adecuada, por lo que el señor Fabian Gaztambide la llevó a los recorridos de tres universidades privadas, las que a su juicio eran las mejores.
Se sintió como en un parque de atracciones, la felicidad se le salía por los poros y era imposible contener la sonrisa y el brillo en su mirada. Ya podía verse ahí, entre esos edificios y parques, conversando con sus compañeras. Estaba segura de que iba a disfrutar muchísimo de todo ese proceso, sin importar cuán difícil pudiera ser.
Decidieron que la mejor opción para ella era la Universidad Alfonso X Sabio, por lo que solicitaron el proceso de admisión y le asignaron a un asesor que iba a acompañarla en esa nueva experiencia.
Durante las pruebas específicas, evaluarían sus capacidades para construirle un plan personalizado, que utilizarían durante toda la titulación para potenciar el desarrollo profesional y personal de Samira. A ello, se le sumaría posteriormente un acompañamiento integral de docentes, tutores y equipo psicopedagógico para lograr el éxito profesional que ella tanto anhelaba.
Si todo salía según lo planeado y sacaba muy buenas notas en las pruebas que le harían el último sábado de mayo. Ya en septiembre podría empezar oficialmente su carrera.
*********
Renato había aprendido a disfrutar sus momentos en el gimnasio, por eso le hacía feliz cuando cumplía con su último compromiso laboral del día y podía apagar su ordenador, levantarse de la silla e ir al armario en el que guardaba su bolso de deporte.
Cuando por fin llegaba y podía cambiar su traje ejecutivo por la ropa deportiva, sus energías se renovaban y ese día en especial estaba mucho más vigorizado, porque esa mañana mientras escribía en su diario, comprendió que no había sido culpa suya ninguna de las situaciones difíciles por las que había pasado, siempre otras personas influyeron en eso, primero su madre, después su hermano, luego Vittoria y por último Samira.
Entendió que no podía hacer nada para evitar que personas con las que se relacionaba lo lastimaran de alguna manera, quizá sin querer. Pero sí era su responsabilidad poner todo de su parte para sanar y dejar atrás a algunas personas. Se había liberado de la culpa, había sido un proceso lento y doloroso, pero finalmente comprendió que las cosas sucedieron como tenían que suceder y que las relaciones no necesitaban durar para siempre sino lo suficiente para cumplir su propósito.
También había dejado de culpar a las demás personas por problemas que solo surgían en su cabeza, de nada servía responsabilizar a los demás de sus conflictos, ya que nadie tenía la responsabilidad de salvarlo, debía asumir sus limitaciones y hacerle frente a sus miedos. Por esa razón había citado a Liam en su apartamento esa noche para hablar con él, quería sincerarse, expresarle cómo se había sentido toda su vida, con respecto a su hermano.
Ya quería dejar el pasado atrás porque no tenía sentido seguir aferrado a esas situaciones o personas que lo marcaron, su meta era vivir el presente, centrarse exclusivamente en lo que vivía día a día.
Ya listo para subir a entrenar, buscó en el bolso el envase de la creatina, suplemento con el que estimulaba su energía para trabajar con más peso, vertió en su boca el polvo con la dosis recomendada, lo pasó con un gran trago de agua, luego cerró el casillero y salió del baño, dispuesto a hacer su rutina de ejercicio.
Sabía que todos esos pequeños cambios sumaban en la mejora de su estado de ánimo, ahora estaba más concentrado en sí mismo que en las personas que lo rodeaban y podía sentir que empezaba a valorar sus propios esfuerzos.
Empezó con el calentamiento de sus músculos, mientras escuchaba música, concentrado totalmente en lo que hacía, nada conseguía distraerlo, solo atendía a los saludos de quienes lo hacían, personas con las que se veía casi a diario, pero que no mantenía ninguna relación más allá de la cortesía.
Sentía cierto placer en el esfuerzo, en el dolor y el ardor de sus músculos cuando llegaban al punto del fallo, cuando no podía más y terminaba bastante debilitado; no obstante, todo ese esfuerzo se veía reflejado en su contextura que ahora contaba con mucha más masa muscular, en esos meses había transformado su cuerpo de un aspecto desgarbado a uno bastante musculoso. Aunque no pudiera verlo, ese mismo cambio lo sentía en su mente, la sentía mucho más fortalecida, las inseguridades que le generaba la opinión que pudieran hacerse los demás sobre él empezaban a ser mínimas.
Con los brazos temblorosos, la respiración casi contenida, el rostro enrojecido y el sudor profuso en sus sienes, consiguió levantar la barra que contenía dos discos de libras considerables y lo apoyó en el soporte, luego se incorporó para quedar sentado y tomó la toalla con la que se secó el sudor del cuello y las sienes.
En ese instante su mirada celeste se fijó en una mujer que luchaba por levantarse con una barra, consiguió hacerlo y volvió a por otra sentadilla profunda, le fue imposible no admirar todo el peso que ella podía controlar, pero notó que esta vez se le estaba haciendo imposible levantarla, por mucho que apretara los dientes en busca de fuerza, no lo conseguía.
Y antes de que terminara por hacerse daño, él sintió el impulso de ayudarla, por lo que se levantó y fue rápidamente a aligerarle un poco el peso, tomó la barra y no se la quitó para no hacerla sentir impotente, sino que le ayudó a levantarla.
Ella a través del espejo le dedicó una mirada de agradecimiento mientras dejaba la barra en el soporte, una vez liberada del peso se volvió hacia el chico que le había ayudado.
—Muchas gracias, por poco no lo logro —dijo admirando el bonito contraste de las cejas oscuras con los ojos claros.
—De nada, pero lo dominas muy bien. —Elogió Renato.
—Eso intento —soltó una risita que intensificó el rubor en sus pómulos—. No te había visto antes... —Ella se hizo de la toalla para secarse el sudor.
—Suelo venir más temprano, solo que hoy el trabajo me retuvo por más tiempo —explicó, porque ciertamente tan poco la había visto antes.
Era una mujer bastante atractiva llevaba el cabello de un negro intenso a la altura del cuello, un coqueto pirsin en la nariz y parecía estar cerca de los treinta. Tenía un cuerpo perfecto, ya lo había apreciado desde el banco en el que estuvo sentado.
—Es lo que me pasa todos los días, el trabajo no me suelta sino hasta las siete —comentó sonriente—. Por lo que suelo terminar la rutina bastante tarde.
—Bueno, no te quito más tiempo para que no termines tan tarde, será mejor que sigas para que no se te enfríen los músculos.
—Igual, sigue con tu rutina, pero me gustaría que al terminar me dejarás brindarte la proteína, es mi manera de agradecerte por no dejar que me lesionara.
Él quiso negarse porque tenía el compromiso con Liam, pero no quería parecer grosero; además, sí quería compartir un rato con la mujer, no en plan de seducción sino de amistad, de conversar con alguien más allá de su ámbito laboral o familiar.
—Está bien, acepto tu invitación. —Le sonrió ligeramente y volvió a su rutina de ejercicios, no sin antes enviarle un mensaje a Liam.
Puedes llegar una hora después, salí tarde del trabajo y apenas empiezo mi rutina en el gimnasio.
Mintió porque ya estaba casi por terminarla, le quedaba un par de ejercicios y luego una media hora en la banda para hacer los cardiovasculares.
Liam le respondió con un simple «O.K»
Le fue imposible no compartir miradas y sonrisas discretas con la mujer, mientras seguía ejercitándose.
Al terminar fue a ducharse, porque odiaba subir sudado a la SUV, se puso el pantalón gris y la camisa blanca de su ropa de oficina y fue al restaurante del gimnasio.
Ya ahí lo esperaba la mujer que tan solo se había puesto una camiseta por encima para cubriese el top. Le sonrió al verlo y le hizo un ademán hacia la silla a su lado.
—¿Llevas mucho rato esperando? —preguntó al tiempo que dejaba el bolso en la silla frente a ella, luego se ubicó en esa que le señaló.
—Como tres horas —respondió sonriente al tiempo que se pasaba los dedos por el cabello, peinándoselo hacia atrás, pero de inmediato los mechones sedosos y cortos volvieron sobre su cara.
Renato sonrió por la broma.
—¿Cómo prefieres la proteína? —preguntó mirando el menú que estaba en la mesa.
—De chocolate, solo en agua —respondió ella.
Renato prefirió una con avena y almendras que le ayudaba con el aumento de su masa muscular.
—Por cierto, me llamo Renato, mucho gusto. —Le ofreció la mano, porque hasta el momento no se habían presentado.
—Vera, es un placer... Renato —dijo estrechando la mano del hombre de ojos encantadores. Sin duda, era mucho más joven que ella, quizá estaba por los veinticinco, pero eso no era impedimento para relacionarse con él—. ¿Cuánto tiempo llevas entrenando?
—Desde hace unos seis años, pero comprometido de verdad con el entrenamiento, desde hace poco, como año y medio —confesó mientras pedía por la aplicación de la pantalla que estaba incorporada en la mesa, los batidos de proteína—. ¿Y tú?
—Quince años, es que hacer ejercicio es mi gasolina, ya es mi estilo de vida.
—Y se nota —expresó Renato, sintiéndose cómodo conversando con ella.
Siguieron hablando por un buen rato, ella le dijo que formaba parte del departamento de ventas y marketing de Oracle una compañía dedicada a software empresariales y soluciones de red.
Y él le dijo también a que se dedicaba y donde trabajaba, pronto se dieron cuenta de que fueron a la misma universidad, solo que en épocas distintas.
Para finalizar la conversación intercambiaron números de teléfono y desearon volver a verse pronto.
Antes de marcharse, Renato le preguntó si tenía cómo irse, que él podría llevarla, pero Vera dijo que tenía su auto en el estacionamiento.
Ella hizo amago de despedirse con un beso en la mejilla y él estuvo a punto de ofrecerle la mano, lo que les hizo sonreír y terminaron estrechándose las manos.
Renato bajó al estacionamiento, dejó el bolso en el asiento trasero de la SUV, luego subió, puso en marcha el motor y la radio que había estado escuchando inundó el interior del vehículo con la canción Girassóis de Van Gogh. Le fue imposible no recordar que ese tema estaba sonando cuando se encontró con Samira en el asiento trasero, de inmediato su mirada a través del espejo del retrovisor la buscó, pero solo estaba su maletín deportivo, ya ni siquiera se trataba del mismo asiento, porque en diciembre había cambiado por un modelo más nuevo.
Sintió la necesidad de apagar la radio para seguir huyendo de todo aquello que le recordaba a ella, pero decidió que esta vez no lo haría, por mucho que aún le doliera traerla a su memoria, por mucho aún la quisiera, era momento de superar eso, de dejarla ir y él permitirse seguir adelante.
Estaba por llegar cuando recibió un mensaje de Liam.
Voy en camino. ¿Ya estás en el apartamento? Pide algo para cenar, estoy hambriento.
—Ya casi llego, está bien, ¿qué quieres comer? —respondió con un mensaje de voz.
Lo que sea.
Renato odiaba ese tipo de respuestas, porque lo ponían en el compromiso de adivinar lo que los demás querían, y si no elegía, entonces surgían las críticas, aunque sabía que Liam no era de ponerse exigente con las comidas. Así que decidió mandarle otro mensaje de voz.
—Puedes ser más específico. Lo que sea no existe.
Bien, que sea churrasco.
—Mucho mejor, ya lo pido. —Envió el mensaje y enseguida le pidió al asistente virtual algunas opciones. Ya para cuando ingresó al ascensor había hecho el pedido.
Una vez en el último piso, bajó del auto y entró a su hogar. Las luces se encendieron, mientras se dirigía con bolso en mano al área de lavado.
Suponía que le daría tiempo a cambiarse antes de que Liam llegara, por lo que fue al vestidor, se quitó el pantalón y la camisa y se puso una bermuda y una camiseta, decidió quedarse descalzo porque en su hogar le gustaba estar así.
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