CAPITULO 16
Ya por la madrugada cuando Samira estaba de vuelta en su hogar y metida en la cama, no podía dormir, su cabeza era un hervidero de ideas. Ahora se sentía más abrumada que antes, cuando solo tenía que pensar en las mejores maneras para ahorrar dinero para poder algún día inscribirse en la universidad.
No sabía que iba a hacer con tanto dinero, porque sin duda su vida cambiaría y ella no quería que cambiara mucho. No obstante, en la telaraña que eran sus ideas, surgió una que le hizo latir demasiado fuerte el corazón.
—Volveré a Brasil —murmuró con una gran sonrisa su decisión.
Sabía que a esa hora ya su abuela debía estar durmiendo, porque allá eran las diez de la noche y Vadoma desde siempre le había gustado irse muy temprano a la cama.
No podía esperar para darle a ella la noticia, sabía que podía contar con la discreción de su abuela. Los latidos se le aceleraron al pensar que en unas horas le pediría hablar con su padre para suplicarle que la dejara volver a su hogar.
Bien sabía que si regresaba sería él y sus hermanos quienes administrarían el dinero, pero poco importaba que lo hicieran, porque era demasiado, lo único que le pediría a cambio sería que le permitiera estudiar.
Se le salieron unas lágrimas de emoción al pensar en todo lo que podría hacer una vez regresara a su casa. Podían aprovechar que el patio era lo bastante grande, ahí podrían sus hermanos construir sus casas y así no tener que estar todos en la misma edificación donde apenas cabían.
—Ay, mi mamá podrá tener por fin un cuarto de costura, ya no tendrá todo en un rincón de la sala —chilló emocionada, imaginando lo lindo que le quedaría ese espacio que iba a ser solo de ella—. Y seguramente se podrá remodelar la cocina y la agrandaré como la de la casa del abuelo de Renato, inmensa, con mucho para almacenar. Eso será un sueño para mi abuela... y Papá no tendrá que vender nunca más un maldito reloj chino... —Sabía que no iba a poder dormir porque la adrenalina fluyendo por sus venas y bombeando en su corazón era demasiado intensa como para hacerla entrar en calma, por lo que se levantó y empezó anotar en la agenda todas las cosas que quería hacer.
Estaba casi amaneciendo cuando sus ojos ardían de cansancio, pero ya no le daba tiempo de descansar, por lo que fue a la cocina y se preparó café.
Hola, buenos días, ¿pudiste dormir? Porque nosotros no.
Recibió un mensaje de Romina, rio al ver que no era la única en esa situación.
Hola, buen día. No, tampoco he podido dormir. Tengo millones de cosas dándome vueltas en la cabeza.
Respondió y regresó con taza de café a la habitación. En el siguiente mensaje Romina le recordó que debía llamar al abogado que le recomendó el gerente del banco, porque consideraba que la próxima vez que fueran debían hacerlo en compañía de alguien que dominara todo ese asunto.
Samira le dijo que lo haría en cuanto empezara el horario de oficina, no quería sacar al hombre tan temprano de la cama.
Siguieron intercambiando mensajes por un buen rato hasta que llegó el momento de ducharse para irse a sus respectivos trabajo.
Antes de salir del apartamento Samira se comunicó con la oficina del abogado y fue atendida por la secretaria a la que le informó sobre quien le había dado la tarjeta y que le gustaría concertar una cita.
La secretaria segura de que debía tratarse de alguien importante la priorizó en la agenda para ese día a las dos de la tarde.
Samira supo que debería pedirle permiso a Lena para salir más temprano, solo esperaba que la cita con el abogado no se cruzara en el mismo horario en que tenía que ir al banco, luego llamó a Romina para decirle la hora en la que debían encontrarse en la oficina del abogado.
Mientras cumplió su horario en el café de Lena, una vez más tuvo que morderse la lengua para no decir nada y trabajó con el mismo empeño de todos los días, aunque a decir verdad, atendió a los clientes con una sonrisa mucho más grande porque la felicidad le salía por los poros. No estaba segura si una vez recibiera el dinero dejaría de trabajar, porque le gustaba mucho el ambiente, sabía que todo dependería de sus horas de clases.
La tarde para Samira estuvo llena de intensas emociones que mantuvieron sus palpitaciones aceleradas, las manos temblorosas y una sonrisa bobalicona imborrable.
Romina y Víctor estuvieron con ella en todo momento, en la reunión con el abogado y luego en el banco donde decidieron por el momento dejar el dinero hasta que se reunieran con el economista para idear un plan efectivo de inversión para la chica. Aunque no estaba muy segura de querer invertir en España, porque ya había tomado la decisión de volver a Brasil, por lo que le interesaba más era cómo haría el traslado de la cuantiosa suma a su país; así que le dijo al abogado que pediría cita con el economista sino hasta la otra semana.
Samira abrió un par de cuentas, una para ella y la otra mancomunada con Romina, ya que por recomendación del abogado era una mejor opción y a esa cuenta se trasladaron los veinte millones que acordaron previamente que sería para el matrimonio Mercino-Cortés.
Como Samira no quería disponer de la otra parte del dinero, por el momento, solo traslado a su cuenta donde le depositaban la nómina quince mil euros, porque estaba en sus planes enviarle a su abuela y también a Daniela. Le emocionaba mucho saber que ahora sí podría ofrecerle su ayuda para que pudiera tener a su bebé.
Las lágrimas le saltaron a los ojos cuando le hicieron entrega de varios papeles y tras un sinfín de firmas le dejaron los originales de toda la documentación, ahí puedo ver reflejada la cantidad exacta que le había quedado tras todos los ajustes.
Víctor que estaba en medio de Romina y Samira, tuvo que frotarles las espaldas, porque las emociones que experimentaban era la misma y como si lo acordaran resoplaron al mismo tiempo, provocando que los hombres sonrieran.
Romina le dijo al abogado que le gustaría pagar cuanto antes la hipoteca, pero el especialista le dijo que era mejor que se reunieran primero con el economista, porque quizá resultaba mejor seguir con la hipoteca e invertir el dinero en algo que les generara rentabilidad y con eso podrían pagar su cuota hipotecaría.
Ya que entre los intereses bancarios y lo que tendría que pagarle a Hacienda, iba a ser mucho más... pero eran temas que ellos poco entendían, si no se le hacía con un claro ejemplo y para eso necesitaba otra reunión en otro día.
Cuando regresó al piso, no estaba Magela, supuso que debió salir son Hugo, su novio, así que tenía la libertad para hablar desde el salón y no tener que encerrarse a su susurrar en su habitación.
No podía esperar más, necesitaba hablar con su abuela y aprovechar que a esa hora su padre debía estar en casa para el almuerzo. A pesar de los nervios y el miedo que le provocaba volver a hablar con su progenitor después de casi dos años, también se sentía con el valor suficiente como para enfrentar ese momento.
Se sentó en el sofá y al tiempo que le marcaba a su abuela subió los pies en el asiento, su pobre corazón parecía tambor indio en pleno ritual, con cada repique se hacía más intenso por lo que tuvo que empezar a morderse las uñas para calmar un poco su estado alterado.
Desde que Adonay le había regalado el teléfono ahora se le hacía mucho más fácil comunicarse con ella, aunque proceso de aprendizaje con la tecnología fue bastante lento para su pobre abuela, no descansó hasta saber manipular el aparato lo suficiente como para hacer llamadas y enviar mensajes de voz.
—Hola mi estrella, ¿cómo estás? —la saludó en susurros, ya que tuvo que irse a la habitación para poder hablar con su nietas, sin que su hijo se diera cuenta.
—Muy bien abuela, muy bien —chilló emocionada—. Tengo que contarte algo muy importante... No sé si vas a creerlo, porque es casi absurdo...
—¿Qué pasa, cariño? Me asustas... ¿En serio estás bien? —Vadoma se llevó la mano al pecho, a pesar de que escuchaba a Samira feliz, no comprendía qué era eso tan importante que necesitaba contarle.
—¡Sí, abuela! Mejor que nunca... No voy a tenerte en suspenso, voy a devolverme a Brasil...
—¡¿Cómo?! —gritó de la impresión.
—Sí abuela, es que me gané un premio, un buen premio... —Como deseaba seguir con la recomendación del abogado, por seguridad de ellos, prefirió no decirle el monto—. Así que volveré a casa.
—Ay, mi estrella, ¿en serio? Esa es la mejor noticia que he escuchado en mucho tiempo, pero... pero... —No sabía cómo decirle que su padre estaba muy resentido con ella, al punto de que no quería que la nombraran. Sabía que si le decía eso a Samira le rompería el corazón.
—Pero es suficiente para que pueda estudiar allá y también para que papá no tenga que trabajar tanto... Bueno, sé que le gusta trabajar, pero no tendrá que hacerlo más con los chinos, yo podré ayudarle para que tenga un mejor negocio... También podré ayudarle a mamá con su taller de costura... Si vieras, aquí he visto unas telas turcas hermosas que pienso llevarle... —hablaba toda envalentonada producto de su emoción—. Quiero irme cuanto antes.
—Cariño, pero es que... Tú sabes cómo es tu padre.
—Sí, lo sé... sé que debe estar muy molesto conmigo, pero quiero hablar con él, puedes pasármelo, por favor...
—Samira, pequeña...¿Estás segura? El hecho de que tengas dinero no hará cambiar la forma de ser de Jan, es muy terco. —Quería evitarle por todos los medios la reprimenda o en el peor de los casos el rechazo.
—Pero abuela, es que es todo ha cambiado... Deja que hablé con él, intentaré convencerlo. Creo que cuando le diga por qué quiero regresar a casa, no va a negarse; además, soy su hija...
—Bueno, pequeña flor, ya voy a buscarlo. —Vadoma se levantó de la cama donde se había sentado y salió de la habitación. Fue hasta el porche donde estaba Jan fumando para hacer digestión—. Hijo, alguien quiere hablar contigo. —No se atrevió a decirle enseguida que se trataba de Samira porque estaba segura de que no iba a querer atenderle.
—¿Quién es? —La desconfianza se notó en su voz y en el ceño fruncido.
—Alguien importante —mencionó—. Solo coge la llamada —lo instó Vadoma.
Al otro lado de la línea Samira sentía que su pobre corazón estaba a un latido de explotar.
—Madre, sabes que no atiendo llamadas sino sé de quién se trata. —La resolución ardía en los ojos avellana de Jan.
—Es la niña. —No tuvo más opciones que decirlo, por lo que tragó grueso.
A Jan no le hizo falta que le dijeran el nombre para saber de quien se trataba, no podía negar que su corazón dio un vuelco de tranquilidad y felicidad, pero su orgullo era mucho más fuerte que sus otros sentimientos.
—Yo no tengo nada que hablar con ella...
—Hijo, deberías intentarlo, tiene algo muy bueno para contarte, es que se ganó un premio y...
—Y cree que puede comprar mi perdón con eso. —La interrumpió y se levantó furioso, lanzando la colilla en la jardinera—. No existe dinero en el mundo que pueda comprar mi honor, ese que perdí por su culpa, todavía casi dos años después tengo que salir con la mirada al suelo, aun la gente de la comunidad me señala... De verdad, ella cree que puede venir ahora como si nada, después de que perdí a mi hermano por todas esas tonterías, fue su decisión marcharse, abandonar esta familia, que no venga ahora a buscarnos, aquí no la queremos, jamás volverá a poner un pie en esta casa...
—Pero Jan... es tu hija —balbuceó Vadoma.
—Sobre mi cadáver vuelve a esta casa, ya no es mi hija, decidió dejar de serlo desde el momento en que no le importó nadie más que sus estúpidas ilusiones de payos.
—Jan...
—Es mi última palabra, madre... y quiero que tú tampoco le hables, toda su familia debe darle la espalda, así como ella lo hizo con nosotros. —Entró a la casa dejando a Vadoma en el porche con el teléfono en la mano.
Vadoma tuvo ganas de seguirlo para decirle que el más afectado fue Adonay; aun así, la había perdonado y mantenían una amistad, pero sabía que eso solo empeoraría la situación, también para su nieto, porque si su hijo Bavol se enteraba, las cosas se complicarían también para Adonay.
—Mi estrella... —habló con la voz rota. Le dolía el alma saber que Samira había escuchado todo lo que su padre dijo.
—Ne te preocupes abuela, todo está bien —su voz ronca la delataba, porque se sentía todo lo contrario a lo que decía—. Te llamo luego —avisó, mientras se limpiaba con los puños del jersey las lágrimas.
—Lo siento mucho, te prometo que hablaré con él...
—No abuela, en serio todo está bien, te quiero. —Se mordió el puño para contener un sollozo que la dejara en evidencia.
—Te adoro mi estrella, tú eres una jovencita extraordinaria, no lo olvides...
Samira solo gimió estar de acuerdo y terminó la llamada, dejó caer el teléfono en su regazo y se llevó las manos al rostro para dejar libre su ruidoso llanto que expresaba cuan mal se sentía. Sabía que contaba con la amistad y apoyo de Romina y Víctor, que también tenía a los amigos que hasta ahora había conseguido, pero nada de eso se comparaba con tener el cariño de su familia, ese que evidentemente había perdido.
De manera inevitable volvió a sentirse perdida, desorientada y con el corazón roto. No podía dejar de llorar su pena, por lo que se levantó y se fue a la habitación para seguir sufriendo por el destierro de su familia. Lo había escuchado muy claro, su padre no quería que volviera, no quería verla de nuevo. ¿Qué caso tenía regresar a Brasil si no era para estar con los suyos?
Lloró por un largo rato hasta que la alarma en su teléfono le indicaba que era momento de empezar a prepararse para ir al trabajo, a pesar de su estado de ánimo y de que podía quedarse sufriendo en su cama sin el remordimiento de que debía ir para no poner en riesgo su trabajo, se levantó y fue a ducharse.
No podía seguir sintiéndose culpable por querer seguir sus sueños, por luchar incansablemente por ese destino que tanto quería, quizá era la persona más egoísta del mundo, porque siempre que se sentía derrotada o que alguien la lastimaba, recordaba que lo que más importaba era cómo ella se sentía con cada paso que daba hacia su meta.
Sí, seguiría sufriendo las consecuencias, pero sin sacrificio no había victoria, estaba dispuesta a decir adiós a todas las personas que no se alegraran o no la apoyaran en eso que ella quería.
Esa noche a las nueve, durante su descanso después de haber limpiado unas cuatro oficinas y haberse secados algunas lágrimas que caprichosas se le escapaban cada vez que las palabras de su padre hacían eco en su cabeza, volvió a sonreír y se sintió de mejor animo cuando llamó a Daniela y le dio la buena noticia.
Al igual que a su abuela no le dijo cuanto ganó, pero sí le aseguró que era lo suficiente para poder ayudarle con todos los gastos del bebé. Su amiga gritó y lloró de la emoción, también dudó y le preguntó si se trataba de un premio de lotería o de algún sugar daddy europeo.
Samira le aseguró que se trataba de un premio y que le enviaría dinero para que fuera a la consulta y pudiera satisfacer los antojos, si era que ya los tenía. Aunque la conversación no fue muy larga, si acordaron para el domingo hacer una video llamada. Le gustaría que pudiera reunirse con Julio César, Ramona y Renaud. Por el momento solo a ellos quería darles la noticia y brindarles ayuda, porque sabía muy bien lo mucho que la merecían.
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