CAPITULO 15
Cuando Samira volvió en sí, le tomó muchos minutos, un vaso de agua y una taza de té, asimilar la noticia, luego tuvo que buscar la manera de cerciorarse si era cierto. Así que, con las manos aún temblorosas y mil cosas dando vueltas en su cabeza, se encargó de revisar los resultados, con la ayuda de Romina y Víctor.
No había dudas, incluso habían noticias de que el ganador del premio estaba en Madrid, lo que le ayudaba a Samira a creerse un poco más todo aquello y al igual que su amiga, no hacía más que reír y llorar.
No sabían qué hacer ni por dónde empezar, fue Víctor quien pensó que lo ideal sería buscar primero a un abogado que la asesorara pero no conocían a ninguno que fuese especialista en eso.
Entonces Romina dijo que fueran al banco, quizá ahí podrían recomendarle a los profesionales competentes.
—¿Ahora? ¿Ya?... Pero si acabo de ganar el premio... Ciento setenta millones, ¿no crees que es una exageración? —preguntó mirando a Víctor—. No me alcanzará la vida para gastarlo todo.
—Sí, sí que lo es, pero estoy seguro de que sabrás cómo administrarlo... —comentó sonriente el gitano.
—Técnicamente no te lo acabas de ganar, te lo ganaste el martes, ya mañana sumas ocho días de ser millonaria y ni enterada —rio Romina.
—Sí, tienes razón... entonces vamos al banco, sé que tienen que ir al trabajo, pero no me atrevo a ir sola, ¿pueden acompañarme? ¿O mejor lo dejamos para otro día? Después de todo, ahí dice que tenemos tres meses para cobrarlo.
—Te llevamos, tú tranquila —dijo Víctor que veía a Samira tan perdida, tan nerviosa, aunque tenía la mirada demasiado brillante, titilaba de la felicidad.
De repente Samira se llevó las manos a la cara y empezó a sollozar, era como si en ese instante se diera cuenta de la magnitud de la noticia, de que su vida había cambiado en cuestión de segundos y aún no tenía idea de cómo manejar todo eso.
Romina se sentó a su lado y le pasó un brazo por encima de los hombros, en respuesta Samira se volvió hacia ella y la abrazó fuertemente mientras seguía llorando.
—Ahora sí podré estudiar, ahora sí —sollozó, sintiendo que estaba rozando su sueño con las yemas de los dedos.
—Sí cariño, por supuesto, ahora podrás hacer todo lo que quieras. —La consoló estrechando más el abrazo.
Cuando llegaron a uno de los bancos autorizados, pasaron directamente al área de grandes capitales y ahí fueron atendidos por el mismo gerente.
Las manos de Samira temblaban furiosamente cuando le entregó el boleto ganador.
—Disculpe, es que estoy nerviosa —dijo porque fue evidente para todos su estado.
—No es para menos —sonrió el gerente. Que también estaba sorprendido por lo joven que era la ganadora—. ¿Puedes darme algún documento de identificación? —solicitó y Samira le entregó el permiso de permanencia—. Sin duda, tu estatus migratorio cambiará drásticamente —dijo con una afable sonrisa.
—Eso espero, porque empezaré a estudiar... —Hasta la voz le vibraba y el corazón que no había ralentizado sus latidos, le dio un vuelco al pronunciar su sueño ya como un hecho.
—Primera persona que se gana la lotería que dice eso. La mayoría lo primero que piensa en es viajar o en pagar la hipoteca...
—Ah, bueno, sí, también vamos a pagar la hipoteca —dijo mirando a Romina, quien negó con la cabeza, pero sus ojos reflejaban su dicha.
—¿El premio se lo ganaron entre las dos? —preguntó al ver que la mujer se mostró sorprendida.
—No, solo ella —dijo Víctor—. Fue quien lo compró.
—Pero igual quiero compartirlo con ellos —aseguró la chica, mirando al gerente del banco. Era lo menos que podía hacer. Ellos que le habían dado tanto sin esperar nada cambio, ahora que ella tenía dinero de sobra, por qué no facilitarles también la vida.
—Samira...
—Romina —la interrumpió—. Si no hubiese sido por ti, jamás me habría enterado del premio, así que sí, te corresponde una parte.
—Si desean, les recomiendo que una vez cobren el premio creen una cuenta mancomunada a la cual puedan ingresar los porcentajes que deseen compartir, porque si después quieres darle una parte a ellos, tendrás que pagar un impuesto del veintiún porciento por donaciones... además del veinte por ciento que automáticamente Hacienda va a descontar del total del premio —explicó el gerente—. No es necesario que vayan al cincuenta, cincuenta, puedes estipular cuánto será para tu amiga. —Se dedicó a mirar a los ojos cristalizados de la más joven.
—Veinte millones...
—¡¿Estás loca?! —Esta vez fue Romina quien la interrumpió, sintiendo que el corazón le estallaría.
—Samira, no estás en la obligación de darnos tanto dinero, es demasiado... —Víctor también dio su opinión.
—No es demasiado —aseguró mirándolos a ambos y luego se volvió a mirar al gerente—. Veinte millones para ellos.
El hombre asintió y entonces le solicitó las identificaciones también a ellos. Luego empezó a hacerles algunas preguntas, sobre si querían que el dinero se quedara en ese banco, en el que debían abrirles cuentas o si decidían trasladarlos a otros bancos.
Todos se miraron sin saber qué responder, por lo que el gerente decidió intervenir una vez más.
—No se preocupen, por ahora no tienen que tomar la decisión, ya que por hoy solo tienen que firmar un contrato para depositar el resguardo y nosotros como entidad bancaria nos encargaremos de solicitar el pago a Loterías y Apuestas del Estado. Si todo está correcto les llamaremos una vez se haga efectivo el premio. Luego podrán decidir si ingresarán el dinero en sus cuentas o si abrirán una con nosotros, lo que sin duda les traerá muchos beneficios.
—Sí, sí, entiendo —comentó Samira, que se sentía como acelerada pero al mismo tiempo encerrada en una burbuja, por lo menos el zumbido en sus oídos había disminuido.
El hombre se levantó, para tomar el contrato que había impreso, le estregó para que firmara y una vez que Samira lo hizo se permitió darle otros consejos.
—Supongo que aún no son verdaderamente conscientes de la cantidad de dinero que van a cobrar; seré sincero, tener tanto dinero es muy peligroso, por lo que les recomiendo que sean discreto por su seguridad y la de sus seres queridos. Traten de no decirle a nadie en quien no confíen totalmente...
—Sí, tiene razón, venga, es que es mucha pasta —comentó Víctor sonriendo aún con nervios.
El gerente sacó un par de tarjetas de un cajón de su escritorio y le tendió una a Samira.
—Este número es de uno de los mejores gestores, es un abogado especialista en materia fiscal, en gestión de patrimonio e inversiones, porque lo vas a necesitar... además, este es uno de los mejores economistas de Madrid, para que te ayude a gestionar de manera inteligente las finanzas... Es un hecho de que casi todo aquel que gana la lotería lo derrocha todo en cinco o siete años porque no saben cómo administrar el dinero... Si lo manejan con inteligencia en siete años podrían tener el doble de lo que se han ganado.
En ese instante, Samira tuvo que sellarse los labios para no decir que conocía a alguien que era muy bueno con las finanzas, debía serlo como para ser el director financiero de uno de los grupos de compañías más importante a nivel mundial... Imaginó lo que pensaría Renato si le decía que necesitaba de su ayuda para poder administrar con inteligencia su fortuna de más de cien millones de euros. Era hasta irrisorio, por lo que se le escapó una risita.
—Bueno, no ambiciono tener más... Con poder mantener un patrimonio y sacar mi carrera de medicina creo que será suficiente... también poder ayudar a muchas personas. Sé a lo que se refiere, no me volveré loca con el dinero, aunque estoy a punto de perder la cordura... —soltó otra risita de puro nervio—. Muchas gracias, hoy mismo me comunicaré con ellos.
—Bueno, eso es todo por ahora, de nuevo. ¡Muchas felicidades! Eres muy afortunada.
—Sí, eso vi, según las estadísticas era más probable que me cayera un meteorito a que me ganara ese boleto. —Ese comentario hizo que todos rieran.
—Será mejor irnos antes de que caiga un meteorito en este escritorio —comentó Víctor, que apretó la mano que el gerente le ofrecía.
En medio de más bromas se despidieron. Cuando salieron todos seguían en las nubes, no tenían idea de qué hacer, acordaron no decirle a nadie, era mejor seguir los consejos del gerente del banco.
Para celebrarlo, Víctor les propuso ir tomar malteadas, había un lugar cerca del apartamento al que les gustaba mucho ir, así que subieron al auto y llegaron al lugar, en el que se pidieron las bebidas y patatas fritas. De vez en cuando y en susurros hacían planes de lo que harían con el dinero.
Como Romina y Víctor notaban a Samira tan animada con el hecho de estudiar, le instaron a que empezara a investigar a qué universidad podría ir, ver los requisitos que solicitaba cada instituto y así no perder tiempo para que pudiera empezar con su carrera cuanto antes.
—¡Oh, por Dios! —Después de pasar mucho tiempo buscando opciones universitarias y anotando los requisitos de cada una, Samira se dio cuenta de la hora y empezó a buscar la billetera en su mochila—. Ya tengo que irme o se me hará tarde para entrar al trabajo.
—¿Y vas a trabajar? —preguntó Víctor impresionado.
—Sí, por supuesto, aún no recibo el dinero, así que por ahora seguiré limpiando la caca de esos importantes empresarios, ya la próxima semana podré hacer inversiones con ellos. —Guiñó un ojo pícara mientras sonreía.
Romina y Víctor rieron ante las ocurrencias de Samira, quien en ese instante sacó un billete de diez euros y lo puso en la mesa.
—No, guarda eso, lo menos que podemos hacer es brindarte una malteada y unas patatas. —Romina casi la reprendió.
—Está bien. —Se acercó le besó en la mejilla a Víctor y luego a Romina—. Por cierto, en unos días buscaré a la señora por la que compré el boleto, será una de las primeras personas que ayudaré —lo dijo más como un recordatorio para ella misma.
—Sí, sin duda, te ayudaremos para que esa señora tenga una mejor vida. —Estuvo de acuerdo Víctor—. Cuídate mucho.
—Ustedes también, los quiero. —También se despidió de ellos con la mano y salió del café para caminar hasta la estación del metro.
Tenía que ir al piso, ducharse y prepararse para ir a trabajar hasta medianoche.
Cuando llegó se encontró con Magela que estaba tomándose un té, mientras veía una serie que la tenía enganchadísimas y que algunas veces podían ver juntas, ya que sus horarios de descanso coincidían un poco.
Le ofreció té, pero no lo aceptó porque debía apurarse o de lo contrario llegaría tarde. Se le hizo muy difícil no contarle a Magela la manera tan inverosímil en la que había cambiado su vida, mientras pensaba en alguna forma de ayudarle, porque al igual que ella, Magela también quería estudiar, pero hasta el momento no le había ido bien con sus intentos de entrar en la Autónoma.
Cuando volvió a salir de su habitación, ya lista para irse al trabajo, Magela estaba en la cocina, fue entonces que Samira recordó que había dejado a medio planchar el uniforme.
Chaqueó los labios en su camino hacia la zona de lavado, pero se sorprendió cuando consiguió sus camias planchadas.
—¿Lo hiciste tú? —preguntó mientras agarraba la camisa.
—Sí, pensé que algo debió pasar como para que dejarás algo a medias —hablaba mientras rebuscaba en la nevera.
—Gracias, sí... Tuve que salir de emergencia, Romina me llamó... —Se detuvo antes de soltar de más la lengua.
—¿Ella está bien?
—Sí, sí... Solo necesitaba mi ayuda en algo, ¿qué piensas hacer de cena?
—Aún no lo sé, en realidad, mi creatividad es nula...
—Si quieres puedes comerte uno de mis viandas, el que más gustes...
—Y descompletar tu estricto menú —se rio. De las tres Samira era la que al parecer sufría de algún tipo de trastorno compulsivo que la llevaba a tener todo en orden y programado. Mientras que Magela y Luisa se esforzaban solo por mantener ordenadas y limpias las zonas comunes, para que su compañera no entrara en histeria.
Magela aún podía recordar cómo se puso cuando entró a su habitación y se encontró con la cama desordenada, ropa y zapatos tirados en el suelo... fue como si algo la poseyera y empezó a recoger y organizar todo. Sin embargo, cada una respetaba sus espacios y sus cosas. Nadie tomaba nada si el permiso de a quien correspondía.
—Sí, puedes hacerlo.
—¿Estás intentando pagarme porque te planché tres camisas? —seguía con una sonrisa incrédula. No era que Samira no compartiera con ella, se trataba del significado de descompletar su menú semanal.
—No, pero si quieres verlo de esa manera, está bien, te lo mereces —dijo con ese ánimo por las nubes que la invadía desde que se enteró que su vida, por lo menos, económica estaba prácticamente resuelta—. Ahora me tengo que ir o me amonestarán por llegar tarde.
—Adiós, cariño —la despidió Magela.
—Hasta mañana, buena jornada. —Samira se despidió de Magela que llevaba su cabello negro azulado recogido en una coleta por lo que se le veía mucho más el rapado que llevaba en los costados de la cabeza.
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