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"Nunca te olvides de amar a tus padres, a tus amigos y a tí misma"

Aquella era la frase preferida de la madre de Emma que teniendo a su hija como destinataria, sería la última antes de abandonarla a ella y a su esposo Pedro.

La última antes de morir.

El matrimonio Valente, con 15 años de casados, era convencional; Perla era titulada en psicopedagogía y él, concertista de violín, complementándose a la perfección. A Perla no le gustaba cocinar por la noche; en tanto que a su papá, si. A Perla le gustaba la montaña; Pedro adoraba esquiar. La mujer cantaba alguna balada de Isabel Pantoja mientras que su esposo preparaba el concierto para violín en Re mayor de Tchaikovski.

Antes de cenar, Emma solía mirar la TV. Nada en particular, pero el solo movimiento del botón del control remoto de arriba hacia abajo, la satisfacía.

— ¡A comer! — su mamá elevaba la voz desde la cocina, donde se reunían a cenar y a conversar de las cosas del día.

Trotando, Emma llegó a la mesa; estaba decorada de un modo más lindo que otras veces. Cada uno contaba con un individual de hule bajo su plato. Su mamá había amasado ñoquis ese día 29. Era extraño, ella odiaba preparaba la cena, alegando que los olores de la comida por la noche llenaban de aroma desagradable a su pelo, a lo que el abnegado Pedro, terminaba por sucumbir a sus reclamos, cocinando.

— Mmm parece que están muy buenos — dijo la hija inspirando el aroma de la salsa bolognesa.

— Añoraba amasar. ¡Y voilá! Héte aquí mi creación — divertida, desplegaba su potencial culinario en los platos.

— ¡¡Mañana lloverá!! — replicó su papá, gracioso, en tanto que Perla respondía una mueca graciosa con su lengua.

— El pronóstico del noticiero también lo asegura — saliendo en defensa de su padre, los tres reían sin imaginar lo que vendría.

Sería, acaso, su última cena juntos; su última risa unidos.

Era viernes y hacía mucho frío. Perla pasaría por el cuarto de su única hija, cerciorándose que ella estuviese durmiendo. Pero Emma fingiría estarlo, como una gran actriz.

Posando un beso en su frente de su niña, Perla quitó unos mechones que caian sobre la cara de porcelana de su pequeña y extendió una frazada que descansaba a los pies de su cama, arropándola con ternura.

Despacio, saldría de su cuarto sin hacer ruido.

Para nunca más regresar.

Con los auriculares en sus oidos, Emma escuchaba a Bon Jovi cantar Bed of Roses.

Lamentablemente, lo que sucedería después, distaba de ser un lecho de rosas. Sumida en un sueño liviano, unos ruidos fuertes, unos gritos de su papá y otros de Perla, traspasaban el volumen de la música.

La puerta sonó fuerte al cerrarse y la lluvia, desalmada, caía incesantemente sobre los techos.

Parpadeando y algo entredormida, Emma retiró sus mantas de encima; pasando al otro lado de la cama y apostada contra la ventana, fue testigo de la traición en primera persona: Perla subía al auto de su padrino Gabriel, quien la ayudaba a ubicar una valija en el baúl de su Mercedez Benz.

Creyendo que era parte de un mal sueño, Emma regresó a la cama intentando dormir, en vano. Agitada y transpirada, el latido estrepitoso de su corazón vaticinaba la desgracia. Las sirenas de la policía, 5 horas más tarde del descubrimiento de la infidelidad y los primeros rayos solares, la arrastraron a una realidad que jamás hubiese querido descubrir.

Un patrullero se mantenía detenido en la puerta. Dos oficiales vestidos de uniforme azul, estacionados en la puerta murmuraban cosas entre sí.

Sigilosamente, Emma salió de su cuarto. Caminando sin que se notaran sus pasos en la alfombra, se apoyó en la balaustrada brillosa de madera para escuchar al dedillo todos los pormenores del terror.

Pedro lloraba desconsolado en la sala y en la garganta de Emma, se fundió el dolor.

Corriendo por las escaleras, deseando que todo fuese un error, ella se entregó al llanto desmedido. Sin brindar respuestas, Pedro Valente sólo la envolvería entre sus brazos, empapándola de angustia y resignación.

"Mamá ya no está...mamá nos dejó..."

———

Las 3:03 de la madrugada.

El mismo sueño.

La misma lluvia.

La misma taquicardia.

El mismo retroceso.

Y su madre continuaba sin regresar.

Sin saborear nuevamente sus ñoquis el 29; las canciones de Isabel Pantoja tampoco se escucharían más en el viejo tocadiscos de su abuela Gilda.

Emma llenó la bañera hasta el tope, sin importar que desbordase un poco, mojándolo todo a su paso. Con la necesidad de creer en los imposibles y en que cada uno es artífice de su propio destino, se sumergió.

Como su madre, que inconscientemente tejió su infortunio hacia el camino de la muerte.

Como Rodrigo, que asesinaba a su esposa y luego, al hombre con el que presuntamente la engañaba.

Distintas versiones de la infidelidad se plantaban con 15 años de diferencia frente a ella y ambos, con un mismo protagonista: la muerte.

Inevitablemente, Emma no dejaría de pensar ni un instante en esa criatura que ahora rondaba los 11 años, casi la misma edad en que ella perdió a su madre ni que en sus manos tenía el poder de acercar a Valentina a su padre, y viceversa.

En pocas horas más debería ir al juzgado en el cual estaba radicada la privación de la patria potestad de Rodrigo, dando inicio a una nueva historia.

Una historia que rogaba, esta vez, tuviese final feliz.

— —

En el juzgado de menores sito en la calle Lavalle, Emma se reuniría con Lila Beltrán, socia de Diego Bellenger, especialista en Minoridad y Familia. Aquella mujer distaba mucho de ser como su compañero; sumamente correcta, de pocas palabras, muy arreglada en su aspecto, no contaba chistes y se mostraba reticente a aceptarlos.

— Tenemos un arduo trabajo por delante — cauta, aguardaban por la atención dentro del juzgado. — además de cultivar mucha paciencia, claro está. — levantó una ceja impaciente.

Ambas hicieron silencio cuando una empleada que rondaba los 60 y con más ansias por jubilarse que seguir allí dentro arrojaba, de mala gana, una carpeta con tapas de cartón y muchas planillas.

— La chica fue trasladada al domicilio de los abuelos inmediatamente después de la sentencia — dijo mascando chicle, pasando las hojas con sus larguísimas y puntiagudas uñas color carmín una a una.

— Ya estamos al tanto de eso — Lila hizo una mueca irónica con su boca de lado pintada de rojo furioso — Lo que necesitamos saber, es la dirección actual con mayor precisión — repiqueteando la lapicera en la tarima, imponía respeto y seriedad.

— No hay otros registros que acrediten cambio de domicilio. Solo de esta dirección — señalaba — Aquí consta que se presentó un pedido de adopción por parte del matrimonio Krauss. — subsanando la poca información con respecto al paradero de la niña agregó, tal vez algo amedrentada por el carácter y la postura poco amigable de la abogada.

Lila, sin embargo retrocedió incómoda; la desaparición del matrimonio y un pedido de adopción formal, era lo último que necesitaban. La cosa podría complicarse. Pero ella siempre contaba con un plan B.

— El pedido de adopción tiene fecha de hace 3 años y no hubo movimiento al respecto. Quizás quedó en la nada. — la empleada, más afable para entonces, leyó.

— ¡Ojalá! — refunfuñó Lila, hojeando los papeles con insistencia y malestar — Necesito una copia de todo esto...¡y también de esto! — levantando una ceja, remarcó, ante la empleada que de muy malos modos se alejaría del mostrador.

"Esto recién empieza Emma..."

___

— El matrimonio Krauss estaba forrado en plata — comenzó a decir Lila tomando su café con crema en "Plaza Tribunales" — Cuando enjuiciaron a Rodrigo, se la llevaron a Entre Ríos, donde ellos tenían su casa y unos terrenos con sembrados.

— Al leer la causa me anoticié con que ellos insisten que el móvil de Rodrigo para asesinar a Ornella no sería sólo por celos, sino para cobrar un seguro de vida — Emma resaltó, girando la cuchara dentro de su té.

— ¡Un completo absurdo! Jamás he conocido a alguien tan poco interesado por el dinero como lo es Rodrigo. Estoy segura que él desconocía la existencia de ese papel siquiera.

— ¿Y qué conseguían con acusarlo de eso? —inocente, la trabajadora social susurraba.

— ¡La cosa es más que clara, Emma! — brindándole un segundo más para pensarlo Lila la impactaría por su personalidad arrolladora e inteligencia, sacándola de su mar de conjeturas —Ellos querían a su nieta a como diese lugar, a modo de trofeo. Valentina era lo único que les quedaba de su hija y asegurarse que Rodrigo se pudriese en la cárcel, era más que necesario. Sumarle causas, era indispensable para ello.

— ¡Eso es francamente aterrador!

— La justicia les dio la tutela. No pudimos hacer nada para entonces; con Rodrigo preso, los padres de Ornella eran los más apropiados para cuidarla.

— ¿Y por qué los padres de Rodrigo no podían obtener la custodia compartida? ¡Ellos eran tan abuelos como los Krauss! — con los nervios crispados ante la injusticia que escuchaba, Emma lanzaba llamas por la boca.

Lila meneó la cabeza aunque de su melena cobriza no se dispersaba ni un cabello; condescendiente, se asombraba por su ingenuidad.

— Comencé diciéndote que los Krauss tienen mucha plata ¿cierto?

— Sí... ¿y?

— Los padres de Rodrigo son dueños de una panadería en Floresta, cerca de la casa de su hijo. No tienen hectáreas, ni un apellido importante ni abogados que tengan toda clase de recursos para enfrentar a la justicia. Diego fue designado como abogado de pobres y ausentes, como seguramente te habrá contado apenas te conoció — sonrió Lila recordando la primera vez que lo había visto: era casi un niño, con ánimos de superhéroe y emprendedor. Para entonces, la abogada ya estaba consolidada con un pequeño estudio en Microcentro y necesitaba de un socio que la ayudase y que no tuviese ánimos de voraz competencia, como estaba acostumbrada.

Emma digirió las palabras de Lila; dolorida, entendió que el mundo se regía por el dinero. Por el vil metal.

— ¿Y por qué no la hermana de Rodrigo? — insistió, sin poder convencerse del todo.

— Porque Clara era menor en ese entonces. Tenía 17 años.

A cada pregunta, Lila parecía tener una respuesta cargada de lógica y simplicidad; a su lado, Emma se sentía pequeña e inoperante.

— Será difícil que los padres de Ornella cedan aunque sea mísero un centímetro. No podremos convencerlos de aplicar un regimen de visitas que beneficie a Rodrigo. Aunque el hecho que no hayan declarado su domicilio, es una pequeña mancha en su conducta. No notificar a la justicia, es un acto de...desacato — masticó un trocito de victoria.

— Nos queda convencer al tribunal de que Rodrigo es lo suficientemente idóneo y responsable para cuidar a su hija.

— Exacto. Y en ese momento es en el cual tendrás que hacer tu magia.

A juzgar por los intereses que había en juego, nada beneficiaría a Montero...tan sólo la magia de Emma Valente. Y eso presuponía una gran jugada.

— ¿Este es tu primer caso con minoridad de por medio? — limpiando cautelosamente la comisura de los labios, Lila preguntaba a su compañera de café.

— Sí... ¿tanto se nota?— sonrió la joven bordeando con el dedo la cima de la taza ya vacía.

— Un poco. Pero lo que es más evidente, es la necesidad de ayudar que tenés.

— Fue mi motivación real para estudiar— admitió sonrojada.

— ¡Lo festejo! —tomándola de la mano, en un gesto que a Emma la tomaría por sorpresa, dijo la experta — A menudo, cuando ves que el tiempo pasa y la burocracia te asfixia, el tezón y la fortaleza mental se disuelve. Perdés las esperanzas, las ganas de seguir luchando. — suspiró agobiada con solo detallarlo — Agradezco sinceramente que estés con este caso, es necesario alguien con tus agallas y tu voluntad — guiñándole el ojo, exhaló con una sonrisa tibia — Nunca pierdas tus ideales, los que te trajeron hasta acá. Vas a luchar contra muchas tempestades, pero recordá que siempre sale el sol. — sus palabras, hábiles, le brindarían tranquilidad a Emma, entregándola a la reflexión.

— Gracias — reconoció con orgullo medido — es difícil mantener la fe cuando todo me dice que mis esfuerzos serán en vano.

— Los esfuerzos nunca serán en vano, niña; quizás no logres el efecto que deseás pero tu conciencia estará tranquila y podrás dormir en paz.

"Dormir...cuánto lo necesitaría" arrulló Emma a su mente.

— Ayer hablé con una amiga que tiene un restaurante — comenzó a decir la muchacha ante la experimentada abogada — precisamente, la persona de confianza en su cocina se fracturó y no tiene a quien recurrir. — Lila escuchaba atenta, entrecerrando los ojos — Inmediatamente, pensé en Rodrigo. Él se maneja bastante bien con la gastronomía — timorata, encogía su cuerpo sin saber si hacía o no lo correcto.

— Me parece... ¡extraordinario! — con sus ojos celestes bien grandes, Lila demostraba emoción.

— Camila aun no me respondió, está de socia con su hermano y lógicamente, la situación de Rodrigo no es de lo más común. Es una gran movida de piezas la que estoy haciendo.

— Dejame decirte que Rodrigo siempre estará agradecido de que se la hayas dado. Aun sin que tu amiga lo acepte en su negocio, es importante que sienta que la gente confia en él.

— Lo sé, Lila. La prisión te suprime las convicciones, las esperanzas y perdés la confianza en vos mismo. Te somete a su propio sistema de premios y castigos, sin evaluar tu esfuerzo.

Lila no parpadeaba.

— ¿Qué pasa? — dijo Emma, algo nerviosa por sentirse analizada.

— Me agrada como hablás. Lo segura que sos.

— Quizás es porque soy muy optimista...— deslizó, retrayéndose.

— ¡Y eso está muy bien!

— De momento, estoy esperando que Camila me llame. Más allá de Rodrigo, ella tiene que solucionar este problema lo antes posible. Quizás su desesperación nos salve.

— Crucemos los dedos... ¡la suerte tiene que estar de nuestro lado!

___

— ¡Hola Cami! Estaba ansiosa por hablar con vos — cortando unas verduras, Emma sostenía el celular en el hueco entre su oreja y cuello.

— Sí, me imagino. Pero estuve un poco complicada durante el día como para llamarte antes.

— ¿Sí?

— ¡Ni que lo digas! Mi hermano trajo a dos chicas para probar qué onda en la cocina. — del otro lado de la línea, Camila suspiraba con enfado — Una era extremadamente lenta; la otra, no tenía idea de cómo poner a hervir una olla con agua.

— ¡Veo que tenes un gran nivel de postulantes! — bromeando, Emma hacía un lugar para la esperanza.

— Pusimos el anuncio ayer en los clasificados y fueron pocas las personas que se presentaron con reales aptitudes. Fue un día decepcionante y otro más de tener la persiana baja.

— ¿Pensaste en mi candidato?

— Sí. Bautista y yo queremos verlo mañana al mediodía.

— ¿En serio? — desbordante de alegría, Emma arrojó el cuchillo en la mesada de granito, para salticar como en el comercial de "Dánica Dorada".

— Pará...pará — interrumpiendo su festejo, Camila frenaba su ímpetu — Si queda, estará a prueba hasta que Julio se componga de su fractura.

— Bueno, sí... ¿por qué no? – siendo más cauta, su amiga retomaría las tareas culinarias. Tenía sentido lo que su amiga le decía. Por lo pronto, aprovechar esta oportunidad era indispensable.

— Perfecto. Entendido esto, lo esperamos a las 11:30 del mediodía en el restaurante. Si nos complace su modo de trabajar, mañana mismo comenzaría. No podemos perder más tiempo. De la parte legal se encargará la contadora de Bauti.

— ¿Aldana? — parpadeó Emma, deteniendo el corte de verduras.

— Sí, ella... ¿por qué?

Aldana Massi era una gran amiga de Bautista...tan amiga, que al término del viaje por Barcelona, le abriría sus brazos afectuosamente para consolarlo al momento de la ruptura de Emma.

— Simplemente pregunto. — tragó no por celos, sino porque Aldana no era una muchacha que le cayera del todo bien.

— No están juntos, si es lo que te importa realmente — diría con cierta ilusión su ex cuñada.

— No, no me importa. Pero gracias por el dato. Claramente te hace feliz que lo sepa.

— Más feliz me haría que vuelvan a estar juntos. A todos nos gustaba su pareja.

— Gracias por el voto de confianza, Cami, pero las cosas quedaron claras entre Bautista y yo hace años. Seguiremos siendo muy buenos conocidos y fin del asunto. Siempre le tendré un gran afecto y ya.

— No creo que él te estime como una buena conocida.

— Camila... ¡basta! — a veces, resultaba muy irritante.

— Bueno, está bien...no insisto más — Emma podía jurar que su amiga revoleaba los ojos por tener que claudicar en sus intentos por liarla con su hermano.

— Te lo agradecería.

— Entonces, ¿vos te conectás con tu amigo el presito? — cambiando de tema, Camila abordaba nuevamente la situación de "Hunton House".

— No le digas así, ¡suena horrible!— Emma sintió un cosquilleo desagradable en su estómago.

— Fue chistoso...

— No, no lo fue. Tiene nombre y se llama Rodrigo. No "presito".

— ...no pensé que te afectaría tanto — Camila parpadeó asombrada de la reacción un tanto exagerada de Emma.

— No es que me afecte tanto o poco, es horrible que la sociedad siga señalándolo como el "preso".

— Ok...¡entendí el concepto! No seas pesada y dejá de sermonearme...— bufando, admitió que era momento de finalizar esa parte de la conversación — ¿Mañana venís con él?

— Supongo que sí. Tal vez nos encontremos directamente allá...no se cómo viene mi día en la oficina.

— Perfecto, pero en todo caso si viene solo ¿cómo es él?

Emma se detuvo por un instante. Tomándose un segundo para suspirar, pretendía hacer una descripción juiciosa de Rodrigo.

— Es alto, metro ochenta y tanto. De cabello castaño claro y corto. Físico atrayente y ojos color verde.

— Mmm ¿es modelo? — farfulló ocurrente Camila.

— Bien podría — reconoció la trabajadora social, avergonzándose. De seguro sus mejillas estaban bordó para esa altura.

— Entonces le tendré especial consideración — Emma meneó la cabeza imaginando a su amiga deshacerse en babas.

— ¿Vos nunca dejás títere con cabeza?

Tras un dúo de carcajadas, Camila se despidió liberándola para que llamase a Rodrigo. Sus manos estaban un tanto inquietas, la emoción se ceñía a su cuerpo y su voz arriesgándola al quiebre.

— ¿Sí? — algo reticente, él respondía. El reloj marcaba las 22:30hs y Rodrigo desconocía el motivo de la llamada.

— ¿Rodrigo? Soy Emma. Valente. ¿Me recordás?— dio más datos inecesariamente.

Dejando la botella de cerveza de lado, el joven bajó el volumen de la TV y deslizó sus pies de la mesa ratona hacia el piso. Una mueca extraña y risueña curvó sus labios. Ese llamado era agradable e intrigante en partes iguales.

— Sí, Emma, sé quien sos. Gracias por la descripción pero tu nombre ya está agendado — su voz arrullada era grave e intensa, desarmando la fortaleza con la que la muchacha se envolvería. Justificándose, él obtendría una risa divertida del otro lado de la linea. Rodrigo suspiró para su interior. Emma era dulce y vergonzosa. — Para que te des una idea, estuve toda la tarde para ganar vidas en un jueguito; ¡ni te imaginás lo mucho que me costaría añadir contactos! — ella no podría evitar emitir una sonrisa burlona ante las palabras de Montero. — Pude añadir a Diego, a Lila, a mi mamá y a mi hermana. Y lógicamente, a vos también.

— Bueno, quizás tenías otras Emmas en tu repertorio de contactos — deslizó ella. ¿Acaso era una pizca de celos de su parte? Pensar en esa posibilidad, perturbó a Rodrigo, viéndose alegre por esa sensación.

— No. Por ahora sólo vos — Emma se relamió los labios. No faltaría mucho tiempo más hasta que consiga "otras"...y no sólo chicas con su mismo nombre.

— ¿Viste a tu hermana?¿A tus papás? — cambió de tema ante su incipiente cuestionamiento mental.

— Si y fue... ¡grandioso! — su voz quebradiza, zigzagueaba en torno a la emoción del recuerdo — Una hora más tarde de lo que se fueron ustedes, Clara apareció con ellos dos. Habían pasado tres años desde que no veía a mi hermana. — Rodrigo se fundió en la nostalgia, rascándose su nuca.

— ¡Eso es mucho tiempo!

— No iba a Ezeiza porque la última vez que lo hizo, se descompuso al verme allí dentro. Así que ambos convinimos en que hablar por teléfono, era lo mejor. — y no menos doloroso, por cierto.

Recordar aquella tarde de abril, en la cual Clara vomitaría, tendría escalofríos y un llanto sostenido, era desesperante. Rodrigo no soportaría verla tan mal, acordando verse una vez fuera.

— Ese lugar causa impacto, y no del bueno precisamente — replicó Emma, en un susurro quejumbroso.

— Y más aun, si tenés a alguien que querés allí metido.

— ¿Cómo se sintieron? — inspirando una gran bocanada de aire, miró hacia el techo, evadiendo un llanto de tan sólo figurarse lo ocurrido.

— Hablamos mucho, tal vez demasiado. ¡Tengo un dolor de cabeza impresionante!— confesó dejando el sentimentalismo de lado por un instante. Por años soñé con una conversación tan extensa y sin que nadie que nos observase ni nos merodeara. Reír a carcajadas y hablar de cualquier tema; servirles algo de tomar de mis propios vasos...

— Ellos te extrañaban mucho.

— Y yo a ellos...pero Clara...ufff...esa chica si que habla y demasiado — sonriendo, notar el crecimiento de Clara en esos años, lo dejaría pasmado.

De novia y con planes de casamiento, el tiempo volaría para Rodrigo inexplicablemente.

— ¿Y cómo estaban tus padres?

— Como siempre...discutiendo por boludeces...

Emma daría una carcajada estruendosa que seduciría ocasionalmente el corazón impenetrable de Rodrigo con las ansias de escuchar esa sonrisa en persona, de saber cómo estaba vestida y cenar con ella.

— Supongo que no me llamaste para que te de un manifiesto de visitas — dijo poniendo la voz llena, tosiendo para no aceptar ante sí mismo que las cosas que le sucedían con esa muchacha de piel de alabastro y largas piernas, eran para considerar.

— Por un lado me importa saber qué es de tu vida. — sostuvo profesionalmente con un tono imparcial — Debo estar al tanto de quiénes te visitan, tus actividades y tus manejos dentro de la sociedad.

— Había olvidado que en lugar de grillete electrónico, me pusieron una asistente social — bromeó causando una risa automática de Emma.

"Emma era bella, por dentro y por fuera. De seguro su nariz se habría fruncido, sus ojos oscurecido y su sonrisa, bailado al compás de mis palabras", sintiéndose orgulloso, Rodrigo se entregaba a sus debates mentales oponiendo algo de resistencia.

— ¡Muy chistoso, Montero Viedma!

— No me llamaban por el apellido desde la secundaria — reconoció frunciendo su ceño.

— Acostumbráte, entonces. Cuando te mandés alguna, te perseguiré con tu doble apellido.

Tranquilos, sumidos en una conversación amena, transcurrirían más de 15 minutos hasta abordar el verdadero motivo del llamado.

— Te llamé porque quería darte una buena noticia. — aniñada, Emma enredaba un mechón de pelo con su dedo juguetonamente. Se sentía una adolescente sin saber el por qué.

— ¿Otra más? Me voy a mal acostumbrar. — sentado en el sofá plácidamente, estaba distendido y animado por la aparente cotidianeidad de esa conversación.

— Te conseguí una entrevista de trabajo para mañana a las 11:30 del mediodía.

— ¿Qué? — su voz de asombro era elocuente. Estupefacto, las luces del tubo de la TV lo enceguecían. Ni así, bajaría sus párpados de la sorpresa.

— Sí. En un restaurante. Necesitan un empleado para la cocina con urgencia y vos sos el candidato número uno.

— Pero...no sé si pueda...— dudoso, Rodrigo no imaginaba que semejante oportunidad vendría a tan pocas horas de su liberación.

Notando aquella duda inicial, Emma reprimiría las vacilaciones del ex convicto, intentando ayudar a su autoestima degradada.

— ¡Obvio que vos podés! Estuviste a cargo de una cocina que alimentaba mucha gente ¿Cómo te puede amedrentar hacer lo mismo para un grupo de comensales un tanto más...afables?

— Sí...tenés razón...— Emma podía imaginarlo rascándose la cabeza del otro lado de la línea. Era recurrente en algunos gestos; lo haría en el auto, en el restaurante y en su casa...

— Mis amigos necesitan de alguien responsable, rápido y con capacidad de resolución. Además de conocer técnicas de preparación de comidas, por supuesto — describió — Mañana te harán una prueba. Si les gustás, a la noche podés comenzar.

— ¿Ya? Tan rápido. — sumando asombro, Rodrigo no terminaba de asimilar las cosas.

— En efecto, les urge conseguir a alguien para abrir el local. Están a pura pérdida.

— Pero...— otra vez la duda en su voz que disgustaba a Emma.

— Pero ¿qué? — preguntó ácida, no dispuesta a una negativa.

— Bueno...por ahí te parezca tonto... —sus manos transpiraban levemente; de pie rumbo a su cuarto, abrió la puerta de su armario.

— ¡Y dale con los peros! ¿Qué te pasa Rodrigo?

— ...No tengo ropa decente para ponerme — recorriendo visualmente su placard, unas pocas camisas informales y unos joggings de su época de secundario, parecían flotar por los estantes.

Emma selló la boca de golpe porque él quería estar presentable para su entrevista. Una lágrima conforme escapó de sus ojos castaños, emocionada por la sensibilidad y sinceridad de su tutelado.

— Mi vieja me tiró mucha ropa a la mierda, evidentemente — quitando el dramatismo impuesto al hecho de no tener algo apropiado para usar, Rodrigo provocó un cambio de actitud en su estado de ánimo.

— Hagamos una cosa — imperativa, comenzó a decir, organizando su agenda mentalmente — mañana tenemos que estar en San Telmo antes de mediodía — repasó en voz alta — podemos encontrarnos a las 10 en Microcentro; en esa zona existen tiendas de ropa masculina en las cuales podremos comprarte algo.

— Sí...puede ser...— aceptó aturdido por la convicción y la predisposición de su nueva mecenas.

— ¡Entonces no hay nada más que hablar! ¡Mañana vamos de shopping! — emocionada, le entusiasmaba esta nueva etapa en la vida de Rodrigo.

— Supongo que no tengo alternativa...— levantando sus hombros, Rodrigo sonreía solo, con el sonido de la TV de fondo y la energía de Emma, instalándose en su pecho.


*Forrado en plata: que posee mucho dinero.


*Qué onda: expresión que equivalente al ¿qué pasa?


*Mesada: encimera.


*Dánica Dorada: marca de mantequilla, cuya anuncio publicitario mostraba a una niña saltando la soga.


*Boludeces: cosas sin importancia.


*Placard: armario

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