Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

" 8 "

"Plata"

—Kookie... —escuchó el susurrar en su oído, con aquel aliento que le ponía los pelos de punta y su corazón a mil por hora. Recordó su toque, su mirar tan cercano, su boca. Aquella boca con la que se encontraba en los más profundos pensamientos y ese estío lleno de devoción, ese estío eterno que duró como un parpadeo, pero para Jungkook siempre sería infinito. —Kookie —volvió a llamar aquella voz. Se estremeció ante sus anécdotas, toda imagen que se le plasmaba en su mente le era enorme. Sus rubios cabellos se acercaban hasta tocar su frente. Sus ojos hacían contraste con el radiante sol a su espalda mientras le dirigía la potente mirada, aurífera y dorada. Y sintió derretirse cuando su mano fue a su mejilla con suma delicadeza, como temiendo que con un toque todo su mundo se desplomase y quedaran solo trizas de ello. Como si todo hubiese sido efímero.

Y fue ahí, cuando sintió sus labios precipitarse, que abrió los ojos.

Con su respiración agitada y sudor recorriéndole por el cuello se incorporó en la cama. Sintió como sus ojos se abrían de golpe cada vez que parpadeaba y sus manos húmedas se aferraban a las mantas que calentaban su cuerpo con calor ajeno, y fue en ese momento, cuando se dio cuenta que no estaba solo en aquella cama. La cama no era suya, y el calor tampoco. La persona que desprendía calidez no era otra más que el amable Kim Taehyung. Y lo supo al encontrarse con su mirada, recorriéndole todo el cuerpo para luego enderezarse en la cama y quedar sentado como él, mirándole ahora con preocupación.

—¿Jungkook?

Un repentino jadeo salió de los labios de Jungkook al darse cuenta: Seguía en casa de Kim Taehyung.

—Hyung...

—¿Estás bien? —preguntó inquieto tocando su mejilla con sus largos dedos, pero el castaño los retiró de un manotazo— ¿Jungkook?

Éste, aún con los ojos abiertos como platos, los dirigió desconcertado a los contrarios, sintiendo como la piel de su rostro donde Taehyung había tocado ardía.

—Lo siento, al parecer no desperté bien —intentó bromear con una sonrisa forzada, sin embargo el mayor parecía no convencerse de su respuesta. Con el ceño enserio se separó de la poca distancia que había entre los dos y se acercó a la orilla de la cama— ¿Hyung? ¿A dónde vas? —preguntó de pronto intranquilo al verlo intentar salir de la cama— Déjame ayudarte.

—Trae la silla de ruedas —ordenó sonriéndole suave. Jungkook le miró con intriga. —Saldremos a dar un paseo.

Hacía frío, y el día a penas comenzaba en Seoul. Los rayos del sol saliente parecían querer demorar para mostrarse luminosos.

Taehyung y Jungkook se encontraban recibiendo todo el viento congelado de golpe en sus rostros, pero poco les importaba. Jungkook corría con la libertad que no siempre se le concedió y llevó a Taehyung a velocidades indeterminadas. No sabía con exactitud el destino en el que irían a parar, pero no le desasosegaba vagar con Taehyung por las inhóspitas calles de Seúl a las seis de la mañana. Las zapatillas de Jungkook y las ruedas de Taehyung sonaban estrepitosa y fuertemente contra el pavimento de las veredas, al igual que sus risas extinguiéndose en las ligeras ventiscas.

—¡Dobla, Jungkook! —acotó el mayor— ¡Dobla! ¡Dobla!

El sentido en el que iba la silla de ruedas era arriesgado, y girar tan súbitamente era un reto.

Jungkook echó a correr sin más y al girar en una esquina, la silla se reclinó y pareció desviarse de su destino, pero a los segundos de conseguir impulso solo provocó más rapidez.

Llenos de exaltación, de sus bocas se escaparon jadeos de sorpresa y risas llenas de culpabilidad. Pues, si no hubieran terminado de pie de seguro estarían en el suelo.

Taehyung estaba al mando de la travesía y ordenaba a donde ir, mientras que Jungkook no se hacía ni la menor idea de dónde acabarían y simplemente obedecía con curiosidad.

—Ve a ese árbol —indicó de pronto.

Terminaron estacionados al lado de un árbol de alguna plaza central, con sus ramas sobre sus cabezas. De éstas caían algunas hojas de un opaco verde malogrado.

—Hace frío —castañeó el menor, frotando las palmas contra la tela de su sobretodo.

—Pues solo has venido con eso encima —se quejó al verlo congelarse—. Si sabías que saldríamos a estas horas ¿por qué no te abrigaste?

—Acabas de sonar como Sooyoung —se burló susurrando para él mismo, sin embargo no lo suficientemente bajo para su propia discreción.

—Si que eres duro de mollera, eh.

Su entrecejo se frunció ante el comentario. —¡Tu eres el cabezota aquí! —reclamó deteniendo sus acciones de auto-calentamiento.

—Claro que no —rió divertido ante sus reacciones.

—Te recuerdo que fue tu idea el pasear en pleno frío de primavera.

Taehyung negó con la cabeza entretenido y dio un suspiro.

Jungkook era único entre muchos. Taehyung pensó que de una multitud, Jungkook sería aquel que más deslumbra entre todos. Nunca había conocido a alguien como él, y eso solo hacía apreciarle más, y es que con los dos meses que habían vivido juntos todo en Taehyung pareció diversificar para bien. Ahora cumplía con deberes, dejó el café apartado, dormía las horas necesitadas, aprendía a quererse a él mismo y no faltaba a clases, y para Taehyung todo esto era inmenso.

Se sintió conmovido ante los recuerdos al verle junto a él, sonrió ladeado y palmeó sus muslos en señal de acercamiento. Jungkook miró con inseguridad.

—Te digo que te sientes —carcajeó atrapando su palma y parte de su brazo con su mano sobrante, tirando de éste para que se arrimara a él—, te estás congelando —reprochó preocupado. Jungkook terminó sobre sus muslos, sentado con algo de incomodidad pero no se quejó. Sintió suaves palmaditas en su espalda. Se giró a su mayor y lo encontró sonriendo. —Estás pesado —comentó.

—No soy una pluma, hyung.

La curva en sus labios no desapareció en Taehyung y proporcionó algunas caricias a los cabellos castaños frente a él. Intentó acercarle a su pecho con su brazo, y éste solo se dejó abrazar rodeado por sus brazos mientras continuaba frotando sus manos contra sus extremidades, viendo como sus vahos salían de sus bocas y se esfumaban en el aire. Frente a ellos, una fuente se hacía ver azul y reflejaba algo de brillo causado por las monedas que dentro de ella habían, y más allá de aquella fuente, el sol se escondía aún del ocaso.

Jungkook sentía como la mirada de Taehyung estaba incrustada en él, le ponía algo nervioso además el no saber el verdadero propósito de su "paseo".
Hasta que le escuchó hablar.

—¿Quién es ese chico? —soltó. Ah, así que de esto se trataba. Jungkook quedó en blanco por unos segundos; sabía a quién se refería. Mordió su labio ansioso y miró a sus propios dedos entrelazados, jugando con sus pulgares para al instante detenerse. —Hey —llamó—, mírame —dijo llevando sus dedos al mentón de Jungkook para que éste girase a verle. Al recibir su mirada continuó severo —Cómo se llama.

—¿Eh? —musitó incrédulo.

—Dime su nombre —su voz grave solo le ponía la garganta más sofocada y un nudo quería hacerse presente. Le miró pidiendo empatía—. ¿Es alguien importante para ti?

—Lo fue —respondió seco. La mirada de Taehyung seguía siendo intacta en Jungkook, y éste apartó la suya para reprimir las ganas de llorar al recordar. Porque recordar le hacía mal.

—¿Fue así de especial para ti? —escuchó cerca de su oído, haciéndole temblar un poco ante la cercanía, y se agradeció a él mismo de haber apartado sus ojos de los de Taehyung. —¿Jungkook?

Suspiró y miró al cielo derretirse en un anaranjado crepúsculo.

—Fue mi mejor amigo —soltó finalmente.

Taehyung quedó inmutado por unos minutos, sin saber exactamente qué decir. Fue su mejor amigo. Tuvo a alguien más antes de mí, y éste ha herido su corazón. Sabía que a Jungkook le dolía evocar su pasado con el chico. Pero, ¿por qué todo tenía que ser tan lastimoso para ambos?

Taehyung tragó duro y ansioso empezó a dar forma a las ondas del cabello de Jungkook.

—Tú sabes... —comenzó a hablar— Jimin y yo nos conocimos de una manera muy inoportuna —suspiró—. Demasiado, diría yo —agregó con una risa falsa en todos los sentidos de la palabra, y forzada—. Pero si te fijas en nosotros, no nos hemos separado desde entonces. Es más, nuestros lazos se volvieron más fuertes ante todo, como si fueran inquebrantables. Y... puede que algunas veces se nos presenten discordias, pero no duran para siempre. Porque... sabes, las cosas malas no duran por siempre —continuó al conseguir los ojos de Jungkook en los suyos—. Lo dañino no es eterno —le sonrió suave. Jungkook le miraba sin perturbación y eso solo hacía que Taehyung quisiera darle el mundo entero. —Entonces —prosiguió lamiéndose los labios—, creo que deberías intentarlo. Dar tu mejor esfuerzo para conseguir lo que quieras —Jungkook no comprendió a qué se refería, y su mente se nubló—. Si... Si te afecta la falta de su presencia a tu lado... —tomó nervioso las manos del castaño por lo que diría y respiró—Encuéntrale. Búscale y encuéntrale —sus miradas hicieron una profunda conexión; la de Taehyung llena de afán, y la de Jungkook perdida en algún lugar del espacio. ¿Buscarle? ¿En qué lugar del planeta podía encontrarse? ¿Encontrarle? ¿Era eso realmente posible de acontecer? ¿Era él lo que de verdad quería conseguir? ¿Haría él su felicidad? ¿Su contento? El sol de la aurora saludó al mundo con sus cálidos rayos, y los pares de ojos que se conectaban antes, ahora se encontraban embelesados en la vista frente a ellos. —Te apoyaré en lo que sea que decidas —afirmó apretando el asir en las manos de Jungkook—. Estaré ahí siempre que quieras o en cualquier momento que sientas caer. No lo olvides.

Jungkook giró de nuevo buscando el observar de Taehyung, encontrándolo ensimismado en él, cariñoso.

—Gracias por todo, hyung —sonrió apenado agachando la mirada—. Hablo en serio.

—Solo abrázame, tonto —quejó tirando de Jungkook para apretujarlo entre sus brazos, ampliando la sonrisa llena de preciosas perlas del castaño. —Volvamos a casa —Jungkook asintió.

Se retiró del regazo de Taehyung y se posicionó detrás de la silla de ruedas, tomando entre sus manos los mangos de empuje y retrocedió, comenzando un nuevo rumbo vuelta a casa.

Jungkook no había esperado tantas palabras de Taehyung, tanto apoyo y consuelo. Él ni siquiera tenía una idea concreta de cómo era Yoongi, así que le sorprendía de alguna manera su preocupación, lo suave que podía llegar a ser ante él. Sentía la comisura de sus labios curvarse al pensar en ello.

De pronto sentía como una parte de su vida dependía de sus recuerdos y otra se aferraba inexplicablemente a Taehyung. No podía creer el corto lapso de tiempo que compartió con Taehyung, como si hubiera sido uno interminable. Todo este tiempo sintió como prolongadas exaltaciones hacían todo su ser conmocionar, y todo causado por él.
Sin él, no hubiera sentido emoción en su monótona vida.

Sí... Taehyung era una de las mejores cosas que pudo haberle pasado.

—¿Sabes? Creo que ya te habías dado cuenta, pero llegué dos años más tarde a la universidad —rompió el silencio entre los dos y las calles vacías, escuchándose solo el cantar de los pájaros reproducirse.

—Sí lo noté —admitió el castaño. —Yo también atrasé mis estudios; un año, a decir verdad.

—¿Por qué...? —preguntó con un embrollo constante en su cabeza, mirando las ruedas pasar por el pavimento que cruzaban. Jungkook detuvo su caminar, provocando que la silla de ruedas se parase igual. Miró a las nubes disiparse para ilustrar al sol que deseaba mostrarse potente. Miró al cielo pidiendo ayuda, como si éste fuera a darle una mano con sus inquietudes y que nunca llegaría. Taehyung giró su cabeza y ojeó su mirada. —¿Jungkook?

—Maldición —se quejó de pronto al fijar su mirar en un punto y tomó el control de la silla nuevamente.

El pánico se apoderó de pronto en Jungkook al ver a dos figuras a poca distancia de ellos, dos figuras con las cuales no le gustaría acercarse.

Retrocedió y dando pasos firmes se escabulló tras un árbol no muy lejos de ellos, solo lo suficiente para no tenerlos a sus narices.

—Hey. ¿Qué ocurre? —oyó. Jungkook apuntó ligeramente con su índice al par de chicos al frente. Taehyung comprendió asintiendo con su cabeza. —Guardemos silencio —le dijo—, puede que consigamos escucharles.

Eso era peligroso, eso era lo que Jungkook había planeado.

—Conseguí esa entrada al cine solo por tí; acepta —insistió el pelinegro—. No quiero ir solo. Además, ¡la película está muy buena, hombre!

—Bam... —intentó apaciguarse.

—¡Prometo no defraudarte, hermano!

El ahora castaño soltó un suspiró y envolvió sus manos en sus bolsillos. —Vale, vale. Iré.

—Estupendo, espléndido —exclamó con victoria, sacándole una pequeña risa al castaño. —Tu pelo ya no es rubio.

—Soy muy holgazán como para mantenerlo de ese color —el pelinegro rió más fuerte. —De todos modos, ¿tu hermano no se ha estado ausentado mucho a clases? Está malgastando su tiempo si piensa seguir así...

—Mark dejará de venir a la universidad —contestó consternado, con los ojos como platos mirándole—, ¿no te enteraste? —el castaño negó enérgico, completamente abrumado ante aquella noticia— Al menos, a esta universidad.

—¿Hará un traslado?

—No tengo idea. Él vive solo en un departamento y no es como si yo lo fuera a visitar todos los días, porque siendo así sabría cada cosa que tuviera planeada. ¡Pero te juro que nunca pensé que llegaría al punto de dejar la universidad! ¿Seré tan mal hermano que decidió alejarse de mi? ¿Es eso? —cuestionó. Con algo de ansiedad por el tema abarcado, de la bolsa de papel que llevaba con él adentró su mano para sacar un pedazo de dulce de repostería para luego devorárselo ansioso. —Debe detestar algo para irse así como así.

—Él no detesta nada de aquí. Él es otro tipo de persona. —analizó.

—Tienes razón —concordó devorando otro trozo de dulce. —Quién sabe el porqué de su ida... Bueno. Cambiando de tema, ¿no tenías algo de qué hablarme? —dio un giro a la conversación— Ese era el tema principal por el que había venido aquí a esta hora, y acabó de alejarlo de objetivo —rió a carcajadas con los mofletes llenos del dulce.

—Iré directo al grano, Bam —habló más decidido el castaño chico, acercándose al pelinegro. Éste dejó de comer y puso toda su atención en el chico—. Quiero acabar con todo esto. No estoy feliz conmigo mismo haciendo este tipo de cosas... —BamBam lo miró con duda— Quiero dejar de ser parte de la manada de Jae —el pelinegro chico que le miraba dubitativo ahora se encontraba incrédulo. Juntó todas sus fuerzas para que su barbilla no tocara el suelo—, y... hablo en serio...

—Wow... Eso es... —rascó su cabello con su mano sobrante. —Y... ¿qué te hizo pensar de esa manera? ¿Hubo algo de lo que arrepientas?

—¡Sí, sí, sí! Maldición. ¡Ha pasado de todo! ¡Me arrepiento de todo! ¡Y no quiero seguir siendo parte de los  estúpidos matones, porque en realidad ¡no lo soy! —exclamó exasperado con sus dedos masajeando sus sienes. —Bam, ¡nunca lo fui! —se apuntó a él mismo con lo último y su cara se deformó en tristeza y decepción.

—Vernon...

—¿Es que acaso no piensas igual? —le preguntó al pelinegro, tomándolo por sorpresa— ¿No sientes lástima por todo lo que haces?

BamBam quedó cabizbajo mirando sus gastadas zapatillas, sin querer alzar su mirada. Se encontraba en un trance, recordando hechos pasados con los que había compartido con Jae y los demás —incluyendo a Vernon, pero éste muchas veces se esfumaba—. Estaba mal, y lo sabía. Nada de lo que provocaron fue justo para las víctimas a las que abusaron física como psicológicamente. Con golpes, con golpes, con irracionalidad.

—Sí —admitió finalmente—, y mucha, Vernon. Pero créeme que me sentí mal al hacer esas cosas.

—Somos unos malditos cobardes —maldijo. Introdujo sus manos en sus bolsillos al sentir aire frío en su espalda debido a los vehículos que comenzaban a transitar y fulminó al chico—. Ya que hemos soltado esto, supongo que mantendremos esta conversación en secreto —Bam asintió mordiéndose el labio—. Pediré disculpas a las personas que ataqué en cuanto hable con Jae.

—Te acompañaré —Vernon lo miró absorto—. Es lo menos que puedo hacer; me siento terrible —y el castaño asintió incesante con la cabeza.

—Ya viene siendo hora de irnos.

—¿Qué hora es? —preguntó observando el reloj en la muñeca del otro.

Vernon miró fijo su reloj y anunció la hora. —Van a ser las siete. Aún tenemos tiempo suficiente para encontrarnos con Jae.

—¿Te apetece salir un rato? —sugirió dándole los dulces restantes de su bolsa, los cuales empezaron a desaparecer por la boca de Vernon— Vamos por unos cafés o una pizza...

—Me parece bien —sonrió más pacífico, su amigo palmeó suave su espalda y pasó su brazo por su cuello, rodeándolo y comenzando a caminar a ninguna parte en especial.

—Tranquilo. Verás que todo saldrá bien —le animó con una sonrisa, plasmando una también en Vernon.

Al ver que se alejaban y no llegaban a divisarse entre la gente que empezaba a circular por las calles, Jungkook tomó las riendas de Taehyung para iniciar camino a casa otra vez.

—¿Qué fue todo esto? Jungkook... —éste titubeó al escucharle. Taehyung frunció el ceño, tratando de mirar hacia atrás, siéndole imposible pero intentando de igual modo— ¿Ellos abusaron de ti también?

—¿Ah? ¿Abusar?

—No me creas idiota, Jungkook. Se nota a leguas que los conoces, y por lo que pude escuchar, estando tú aquí también, son amigos de Jae. Ellos abusaron personas. Tú fuiste parte de esas personas —enfatizó, haciendo que el castaño se detuviera y lanzara una mirada tristona al suelo bajo sus suelas—. Jungkook, estoy junto a ti ahora. Soy tu mejor amigo, y mientras esté a tu lado me gustaría que me contaras todo de ahora en adelante. Yo en serio me preocupo mucho por ti.

—Hyung.

—Jungkook, acércate —el nombrado se aproximó y en cuclillas quedó en frente al de cabellos acaramelados. Lo encontró con una mirada tan profunda que sintió una parte de su alma alarmarse, y respiró—. De verdad lo estoy intentando. Muy duro —tomó las manos del castaño con algo de fuerza—. Pero... Si no me dices qué es o qué fue lo que te ocurrió, muy difícilmente podré ayudarte en algo... Y eso me inquieta cada vez que lo pienso, y eso es desgraciadamente la mayoría de las veces.

—¿Piensas en mí? —se inquietó mordiendo su labio insaciablemente.

—Claro que lo hago, Jungkookie—ese apodo pensó Jungkook, sintiendo algo dentro de él palpitar, siendo esto su corazón. Tenía ganas de llorar. Él podría contarle todo a Taehyung. Pero ¿por qué no lo hace? ¿Tiene tanto miedo? ¿A qué?— Yo quiero ser parte de tu dolor. Sin importar qué. Y ante esto, debes prometerme una cosa —Jungkook le miró consternado, sintiendo como sus párpados no se perturbaban con nada y se mantenían atentos en el chico de enfrente—. Dime todo. No te quedes lo malo contigo. Lo bueno también, me refiero a todo cuando digo que hables. Comparte conmigo. Ríe, llora conmigo. Solo... Dime todo, Jungkook. Yo siempre estaré dispuesto a escucharte.

Los ojos de Taehyung derrochaban dulzura, algo que hacían delirar a Jungkook. Kim Taehyung era una persona demasiado buena para todos, para Jungkook. Éste pensó, todo a su tiempo. Quiso pensar que llegaría el día en que le contaría todo a Taehyung. Sus penas, inquietudes y delirios, pero ese día no sería hoy.

Jungkook vio venir aquellas palabras de Taehyung, pero aún así, nunca estuvo lo suficientemente preparado para afrontarlas con tranquilidad en su pecho y mente.

—Gracias —fue todo lo que dijo, mordiendo su labio otra vez, sintiendo cómo ardía ligeramente por su sangre queriendo salir—. Muchas gracias, hyung —sollozó intentando que Taehyung no lo escuchara de esa manera, mas el mayor lo atrajo a él bruscamente, abrazándole de igual forma. Fuerte, duro.

Taehyung pensó en lo valiente que fue Jungkook todo ese tiempo. La manera en la que enfrentaba las cosas malas y las esquivaba como dardos, imaginando un color que definiera al castaño como un intrépido. Plata pensó. Jungkook es Plata.

El castaño aguantó sus lágrimas y dejó la sangre brotar de su labio inferior. Hundió la cabeza en el hueco entre el cuello y el hombro de Taehyung, respirando dificultoso. —Volvamos a casa. Volvamos a casa, Tae.

Tae... Tae... Tae...

Taehyung volvería con ajetreo en su mente y un nudo en la garganta a su hogar, eso era seguro.

Los dedos se enredaban entre las hebras negras, mientras escuchaba desde su estéreo el rasgueo de las guitarras eléctricas y la persecución de fondo acompañadas con bajos, tarareando en su cabeza las pegajosas letras de las canciones. Dahyun se encontraba en su propio mundo viendo por la ventana, por una parte distraída y por la otra furiosa.

Había encontrado la habitación de su hermano mayor vacía.

Se enderezó en su cama y tomó con enojo el cepillo para cabello, comenzando a peinar con fuerza su pelo, importándole poco que le tirara o doliera la cabeza. Con un puchero continuó. Vio la hora en su reloj de pared y éste apuntó a las doce en punto.

Sus padres habían salido a cenar como normalmente hacen en su aniversario, nada fuera de lo usual. Sin embargo, Dahyun quedó a cargo de todo. TODO, eso incluía gran parte de la casa y a su inquieto hermano mayor.
Por muy 'mayor' que fuera, seguía siendo insoportable para Dahyun.

Se notaba que este iba a hacer una travesura al mirarla con mofas en la última cena que tuvieron en casa antes de que sus padres se fueran. Ese día, la mesa estaba muy ruidosa.

Dahyun pensaba que por ser personas universitarias y mayores, ya no tendrían que pasar por aquellas cuestiones tales como "quedarse a cargo". Eran grandes en todos los sentidos; ya no necesitaban cuidar de algo, porque se supone que todo debería estar bajo control.

Pero Dahyun pensó mal.

La última vez que recordó su casa siendo invadida de rostros desconocidos, supo que se trataba de una fiesta. Chicos de último año reunidos para celebrar su retiro de la escuela para pasar a la nueva etapa de sus vidas.

Estúpidos. ¿No pueden hacerlo en otra parte?

Cuando sus padres llegaron a casa alrededor de las diez de la mañana, tuvo que inventarse una excusa para responder a la ausencia de su hermano. Y, oh... esta vez se las iba a pagar.

Oyó la ventana de la sala de estar y su sexto sentido se activó. Salió corriendo como tigre a atrapar a su presa. Y tal como lo pensó al llegar, se trataba de su hermano.

—¿En dónde rayos te habías metido, eh?

—Por ahí... —canturreó el chico.

—BamBam, idiota. Le diré a papá igualmente —sentenció dándole la espalda para dirigirse al patio trasero, en donde se suponía estar su padre.

—¡Ay! No, no, no, no, no.  ¡Yo te quiero mucho! —intentó seguirle el paso para detenerla, sin lograrlo— ¡Haré lo que quieras! ¡Te lo pido! —suplicó, haciendo parar su hermana.

—Si lo pones así... —se giró con una sonrisa malévola en su rostro, acercándole la palma de su mano esperando a que el mayor captara su referencia. Al verle fruncir las cejas y buscar lo que deseaba por sus bolsillos, sonrió— Así me gusta.

—Esto es sabotaje, que quede claro.

—Sí, sí. Claro. Cambiando de tema, ¿dónde estabas? —intentó responder a sus dudas anteriores aprovechando su presencia.

—Fui a reunirme con Vernon. Siento no avisarte con anticipación... —se lamentó rascándose la nuca. Ella sólo asintió con la cabeza, alejándose y guardando los billetes en su bolsillo trasero— Y... Mamá y papá ¿ya llegaron?

—Mamá fue a trabajar a la repostería temprano por la mañana y papá se encuentra en el jardín ahora; los yerbajos están horribles. Luego de terminar con ellos acompañará a mamá —avisó. El pelinegro le quedó observando y simplemente asintió con la cabeza, dirigiéndose sin más al patio trasero. Dahyun lo fulminó aunque solo pudiera ver su espalda—. BamBam —le llamó haciendo que éste se volteara fugaz, levantando una ceja—. ¿Todo bien?

Su cara se volvió confusa y demoró unos segundos en responder por la extrañeza de la pregunta, pero en cuánto la entendió se abstuvo de comentar mucho de su día. Dahyun era tan astuta que parecía leerlo de pies a cabeza.

Sí —respondió procurando sonar convincente y rotundo. Al ver la expresión de sospecha en la cara de su hermana, escapó presuroso de la sala para encontrarse con su padre y entablar una ordinaria y nada fuera de lo común conversación. Dahyun sólo negaba con su cabeza y subía las escaleras para dar con la puerta de su cuarto. Entró en éste y se lanzó a la cama, con brazos y piernas abiertas.

Se quejó con repentina somnolencia al sentir su celular vibrar en la cama. ¿Quién era?

Al contestar se dio cuenta de quién se trataba.

—¿Momo...?

¿No quieres almorzar conmigo alguna comida chatarra o algo? Quiero hablar contigo —dijo lo último como una imploración, alargando la última vocal.

—Pues...

No lo pienses mucho, sólo ven —habló a través del celular—. Estarás mejor a mi lado, bebé.

—Como digas —rió tomando su bolso para luego bajar por la escalera— ¿En dónde estás ahora?

En un café...

—¿Y el nombre es...? —preguntó esperando su pronta respuesta, la cual pareció demorar.

Mejor te envío la ubicación por internet —carcajeó avergonzada—. Te quiero aquí en cinco.

—Bien —y cortó para a los pocos segundos recibir la ubicación del café en el que momo se encontraba.

Sus pies se acercaron al patio trasero donde se encontraba su padre regando y su hermano encargándose de los yerbajos restantes.

—Dahyun, bebé. ¿Te vas? —preguntó su padre, parando sus acciones para revolver el cabello de su hija.

—Sí, papá. Prometo llegar temprano para la cena —sonrió inocente, acomodando su bolso en su hombro.

—Claro, mi niña. Sólo procura decirle a mamá que llegaré a la tienda en unos minutos —le dijo, siendo interrumpido por su hijo mayor.

—Deja de tratarla como una niña, ya es una mujer. Ella sabrá a qué hora llegar a casa —ante tal comentario recibió los pares de ojos lanzarle cuchillas y navajas, por lo que siguió ocupándose de los enfermizos yerbajos suspirando exhausto.

—Cuídate —volvió su mirada a Dahyun, cambiando su estado a uno alegre.

—Claro. Nos vemos —se despidió sonriente, mandándole un mensaje a su madre para avisarle sobre su padre y salió por la puerta de su casa para emprender camino al café.

No quedaba tan lejos como pensaba, pero las diversas calles le habían confundido más de una vez. Pero al ver a lo lejos el café en dónde se suponía estar Momo, fue directo.

Al abrir la puerta la vio sentada en una mesa, haciendo ademán de saludo desde la distancia.

—Demoraste mucho —se quejó la rubia haciendo un puchero aburrida.

—Fueron diez minutos —se rió tomando asiento frente a ella.

—Los sentí como diez horas —ambas rieron.

—¿Y la comida chatarra?

—¿Qué te parece una tarta de manzana?

La pelinegra rodó los ojos y con un gesto llamó a la mesera, quien se acercó al instante tomando su lápiz entre sus dedos lista para escribir las órdenes.

—Bienvenidas, ¿qué se les ofrece? ¿Quieren darle un vistazo a la carta?

—No, no —rechazó la rubia, sintiendo los ojos de la pelinegra posándose en ella con duda—. Solo queremos una tarta de manzana —sonrió.

—Ya no hay tarta de manzana, mademoiselle...

La cara de Momo sólo mostró perplejidad, provocando un risa en Dahyun.

—¿Qué otro tipo de tartas tiene? —se animó a preguntar la pelinegra.

—Durazno, fresa, piña, chocolate y café —nombró la camarera.

—De fresa entonces —ordenó triunfante, consiguiendo la mirada de desaprobación de su rubia amiga—. ¡Y...! Dos té, por favor.

La camarera anotó todo en la libreta y asintió con la cabeza. —Su orden estará lista pronto.

—Bien —dijeron al unísono al verla alejarse de su mesa.

—Hubieras pedido de chocolate. Lo hiciste a propósito —se quejó la rubia, largando un suspiro.

—Pues, sí —rió malévola la pelinegra. Esta vez fue su amiga quien rodó los ojos. Cruzó sus brazos y miró atenta a la chica—. ¡Oh! ¿Supiste lo de Mark?

—¿Tu hermanastro?

—Sí, va a trasladarse.

—Estás bromeando —la chica le negó con la cabeza repetidas veces— Y... ¿Por qué?

—Siendo sincera, no tengo idea. Me preocupa.

—Él no era como los otros chicos, algo debe de haberle sucedido para hacerle tomar esa decisión.

La pelinegra le observó impasible y asintió con la cabeza. —Puede que tengas razón —opinó en controversia. Escapando de su aura pensante y reflexiva, conectó miradas con la rubia y le regaló una sonrisa suave— A todo esto... ¿De qué querías hablarme?

—Oh... No es muy fácil de entablar... —tragó duro y rascó su mejilla, aclarando su garganta— Dahyunie, te conozco desde que eramos unas tontas mocosas de primaria que solo se dedicaban a matar hormigas con la suela de sus zapatos de charol —trajo el recuerdo a la memoria de las dos, provocando una sonrisa en la pelinegra y clavó su mirar en ella. Intentó no distraerse con los ruidos de la ciudad fuera de las paredes y se enfocó en la chica solamente—. Tienes entre tus manos toda mi confianza. Bueno... En realidad, siempre la tuviste —rió nerviosa. Dahyun la miró con confusión. Algo no andaba bien—. Hay algo de lo que siempre me puso en duda, pero con el paso de los días desde ese entonces, creo que... ya tengo clara mi mente. Y simplemente quería que fueras la primera y última persona en enterarte de esto.

—¿Primera y última? —inquirió reflejando incertidumbre en sus ojos, observando atenta a la rubia— ¿No piensas contarle a nadie mas que a mí? —Momo asintió cabizbaja con los dedos entrelazados sobre la mesa— Y... ¿De qué se trata todo esto, Momo? Me estás asustando... —rió intranquila en su asiento.

—Dahyun...

—Aquí está su orden, señoritas —interrumpió la camarera dejando las órdenes y servicios encima de la mesa, distrayendo a las dos amigas y extinguiendo el ambiente tenso que se había creado entre ellas. Llenó las tazas con el té suficiente y acomodó las cosas en la mesa por última vez.

—Gracias —dijeron mientras la veían alejarse otra vez.

—No te despistes, continúa —pidió la pelinegra, repentinamente ansiosa.

La chica enfrente se mordió el labio inferior y jugó con su cuchara, girándola una y otra vez. Se encontraba en una corazonada, y estaba terriblemente asustada de lo que pasaría si le revelaba lo que quería contar. ¿Cambiaría en algo? ¿Seguiríamos siendo igual de amigas?

Inhaló y apartó su mirada de la ventana en busca de ayuda y la puso en su amiga. Volvió a inspirar.

—¿Sabes...? —articuló insegura. Hasta que sintió todo derrumbarse al escuchar su propia voz— ¿Sabes cómo quitar una mancha de café en una camisa blanca?

Dahyun la miró hecha un ovillo de preguntas. ¿Sacar una mancha de café en una tela? Algo no andaba bien, y ese hecho era innegable.

—Suéltalo, Momo —la nombrada abrió grande sus ojos—. Te conozco lo suficiente como para saber que estás mintiendo —la rubia sintió sonrojarse ligeramente al oírle. La conocía tan bien... Por esa y mil razones más no podía quitarse de la cabeza a aquella chica, astuta.

Una lágrima amenazó con salir de los ojos de la chica.

—¿M-Momo? Dios... ¿Estás bien? —titubeó impidiendo ocultar las ganas de pararse de su asiento y acercársele. Y así lo hizo, abrazándola mirando sus cristalizados ojos castaños— ¿Qué ocurre? ¿Qué...?

—Soy lesbiana —lloró.

Los labios de Dahyun se separaron en sorpresa. Nunca había imaginado tal declaración, y ser "la primera y última" en saberlo hizo que el tiempo se detuviera por un segundo.

Momo sólo había salido con un chico en su vida. Sin embargo, aquella relación no fue duradera cuando la misma Momo fue quien cortó cualquier lazo con el chico. Ahora empezaba a encontrarle más sentido a las cosas.

—Momo...

—Déjalo. Creo que no fue un buen momento para aclararlo —rió con pena apartando la peligrosa lágrima de su mejilla.

—¡No! ¡Está bien! —admitió abrazándola con fuerza, sobresaltándola— En serio... —sintió el cálido hálito de la pelinegra cercano a su oído y sintió desfallecer, apretujándola con más firmeza— Tú sabes que puedes contar conmigo en lo que sea, Momo. Soy tu mejor amiga... —sollozó a escondidas y la rubia la alejó un poco para ver su expresión. Las dos rieron— Por siempre.

—Por siempre —repitió con dolor en su garganta. Sonrió resplandeciente— No te preocupes por mí. Me has dado las palabras de apoyo que necesitaba, Dahyunie.

Las sonrisas y los abrazos se intensificaron cada que vez que sus ojos se encontraban, y surgieron más de una promesa entre ellas.

Y al llegar las tranquilas palpitaciones, cada una de las amigas se fue con el estómago contento y un caminar parsimonioso directo a sus hogares.

La pelinegra retrocedía sin parar sus memorias, encontrando a la rubia en cada una de ellas y uniendo cabos. Sin darse cuenta, se hallaba sonriendo abrasadoramente y se prometió por décima vez no contarle a nadie. Mantener el secreto de su amiga. Ésta se veía milagrosamente tranquila y cautivada en su propia fascinación de su mundo. Y eso le hacía muy feliz.

Mientras continuaba con su camino, trastabilló al toparse con una cabellera castaña dirigiéndose a la casa de enfrente, y luego de unos segundos tragó duro al comprender.

Solo tuvo una oportunidad para intentar "conocerle", sí, pero muy dentro de ella, sabía que el chico del que todos murmuraban no aparentaba ser lo que hablaban las malas lenguas. Era común y corriente, por así decirlo.

Siendo así, ¿por qué tanto rencor al camaleón?

Volvió su orbes a la puerta de enfrente, observando como la cabellera desaparecía en el interior de la cercana casa.

Ah... Jeon Jungkook era su vecino.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro