" 46 "
"Rosado Lavanda"
—
—¿No te parece extraño? —preguntó Jimin antes de golpear, girando su cuerpo para ver a los demás detrás— Ya sabes... Que estemos todos invitados, sin excluir a nadie...
—Solo toca el maldito timbre —pidió Taehyung rodando los ojos—, quiero sentarme.
Al sonar el timbre, unos ebrios compañeros abrieron la puerta. Atiborrados de alcohol les sonrieron.
—¡Pasen! ¡Pasen todooos!
El grupito fuera de la casa les devolvieron la sonrisa con algo de embrollo y se dispusieron a saludar. Momo abrazo por los hombros a Dahyun y entraron juntas, tenía mala espina de esa situación. Jungkook buscó un asiento disponible para que Taehyung ocupase y al encontrarlo le llamó.
—Eres el mejor —admitió Kim, desplomándose en el pequeño sofá.
—Les traeré algunos refrescos, ¿sí? Ya vuelvo —avisó Jimin.
—Me parece bien. Te esperaremos aquí —responde el castaño, regresando a Taehyung, quien acomodaba sus muletas a un costado del sofá.
Jungkook respiró profundamente el aire que los entumecía. Licor, cigarrillos, perfumes entremezclados y sudor; un aroma nuevo y desconocido. Afinó sus oídos para escuchar la novedosa música, y percibió el boom que los parlantes provocaban en su pecho, haciéndole rebotar su corazón.
No era la primera fiesta a la que iba, pero las sensaciones parecían irreconocibles ahora...
—Hey —escuchó la voz de Kim y su mano en la suya—, ¿en qué piensas? ¿Pasa algo?
—Ah. No... —se rasca el puente de la nariz— Es solo que ha pasado mucho desde la última vez que fui a una fiesta. Es... Algo.
—¿Algo? —dudó.
Jungkook asintió.
Taehyung negó con la cabeza y lo atrajo a él para que se sentara en su regazo, sorprendiéndolo.
—Despreocúpate e intenta disfrutar. Conmigo —le aconseja hablándole al oído, haciendo que Jungkook tome una bocanada de aire al sentirle.
—Bien —musitó increíblemente incómodo por estar encima del chico.
No estaba toda la clase en la fiesta, estaban todas las facultades juntas. O así lo pensaba Jungkook. Pues el oxígeno era poco y las paredes de la casa aparentaban juntarse las unas con las otras.
Taehyung notaba como los ojos de Jungkook se distrajeron, y después de entretenerse viéndolos le giró el rostro.
—Relájate —se acercó a su rostro y rozaba su cuello con su mano.
—Que me relaje...
Sus ojos se cerraban y sus frentes se tocaban. Y en el momento cuando sus labios parecían sellarse, alguien saluda.
—¡Pero sí vinieron! ¡El camaleón y su rosa patosa!
Park Jaehyung, el dueño del imperio aquella noche. Llevaba en su mano una copa y un cigarrillo en la diestra. Echó la toxicidad por la boca y les sonrió.
Taehyung sintió unas inexplicables ganas de volver a golpearlo.
—Jae...
—Jungkookie, ¿hace cuánto que no asistes a una fiesta? Es un agrado tenerlos aquí —se tambaleó— ¿No venían con unas modelos hace poco? ¿Dónde están? ¿La rubia está soltera? Tienen que probar... el vino tinto —carraspeó.
—¿Estás bien? —intervino Jungkook dejando el regazo de Taehyung, deprimiéndolo.
—¡Que sí!
Jungkook se cruzó de brazos.
—Nuestras amigas vinieron, pero no por ti, Park —interrumpió Kim.
—¿Y dónde están? ¿Qué hay del pelinegro?
No lo sabían, pero entre la multitud se perdieron. Momo y Dahyun esperaban por Jimin, pero éste no volvió.
—Y yo que tenía sed...
La rubia escuchaba a su quejumbrosa amiga y jugaba con sus mechones de cabello.
—¿De veras querías venir? Hubiéramos ido a un lugar mejor solo las dos. Conozco de los mejores, bebé.
—Del 1 al 10, ¿cómo calificas esta fiesta?
La pregunta de Dahyun le deja mucho que pensar, por más simple que fuese.
Le hubiera encantado salir de fiesta con ella a cualquier espacio recóndito de la ciudad, escapar de las responsabilidades y la jaqueca. En vez de eso, vinieron aquí. No es que lo estuviese pasando fatal, pero no era todo estupendo para ella. Le agradaba la idea de venir con el pelirrojo y su noviecito el raro, pero no se fiaba de Jimin. Ni siquiera lo conoce del todo bien. Ha entablado conversaciones con Kim y Jeon, pero de lo poco que han cruzado miradas con Park o los vagos comentarios que intercambiaba con el pelinegro, no le saciaban.
Y ni hablar de la manera en que sus ojos se posaban en su amiga...
—Un 3.
—¿En serio...? —se asombró alzando sus cejas.
—Y medio...
—Tus opiniones son absolutas.
Momo sonrió a lo dicho y negando con la cabeza la arrastró a la apretada pista de baile, sacudiéndose juntas sutilmente.
—¿Bailas?
La pelinegra se cohíbe y responde con una risa nerviosa, asintiendo.
Momo sonríe y entre sus manos atrapa sus curvas, los brazos de Dahyun se alzan al techo y mueve las caderas controladas por la rubia. ¿Realmente estaba sobria? De todas formas, Momo se lo pasaba de maravilla. Reía por los extraños movimientos, fuera de ritmo, de su amiga. Tal como el cascanueces y su bella bailarina, danzaban ignorando las apestadas miradas acusadoras.
Las luces de colores se fundían en otras más opacas y la canción desvío la vibra anterior. Lo lento de ésta hizo que varias personas se retiraran de su centro y los brincos de las chicas se terminaron ahí. Con una simple mirada se abrazaron algo agotadas. La rubia le proporcionaba apoyo y palmaditas en su espalda.
—Sigo con sed.
La imagen de Jimin se le vino a la cabeza al recordar que prometió llegar con refrescos. No obstante continuó regalando de sus palmaditas.
Muchas presencias se desperdigaron por la casa, pero una en especial observó la escena en ese segundo; Park se congeló. Ya lo entendía todo.
Si hubiera estado en sus cinco sentidos, hubiera ignorado y disfrutado de la noche. Sin embargo, una emoción de aflicción apretó fuerte su pecho. ¿Por qué?
El peor momento para algunos, fue el momento en que las miradas de la rubia chica y la de Park Jimin se encontraron. Se podían ver las flechas flamantes que se disparaban...
Algo le dijo al oído, las dos se voltearon, lo vieron a él.
Con los vasos de refrescos en sus manos, trató de aflojar el agarre con que los traía para no desatar sus emociones en ellos. Se precipitó a las jóvenes y le tendió las bebidas.
—¿Te ha costado mucho traerlos? —pregunta Dahyun.
—Sí, la verdad la cocina estaba repleta de borrachos y parejas en sus asuntos.
—Qué... —tomó de su vaso— Lindo...
—Tu sarcasmo siempre se nota, nena —habla Momo, revolviendo sus cabellos y posando su brazo alrededor de sus hombros—. Tienes un humor muy negro para lograr entenderlo.
Uno que otro vistazo cruzaron los ojos de la rubia y el chico de nuevo. Ella pronunció el agarre.
—Puede que tengas razón —admite—. ¿Dónde están Jungkook y Taehyung a todo esto? ¿Se han ido?
—Intenté buscarlos entre esta maldita muchedumbre, pero ni rastro de ellos.
La pelinegra hace un puchero. —Pues, qué va... ¿Quieren bailar?
—¿Ah? —preguntan alarmados el par.
—¡Que bailen conmigo! ¿O tienen algo mejor que hacer? —Dahyun no notó el disgusto en la cara de ambos, pero sí que comenzó a brincar en su lugar— ¡Perderán el tiempo buscando a los demás! ¡De seguro aparecerán al rato! ¡Vamos! —tuvo que gritar lo último, ya que los parlantes subieron su potente volumen.
Dentro de lo que la incomodidad puede llamarse, Jimin y Momo se encontraban en un término más complicado que ése. Permanecían a una distancia prudente y ya no se dignaban a mirarse a los ojos.
Algo andaba mal.
—
—¿Por qué tan tenso? ¡Suelta ya!
Las palabras del rubio le guiaron sin más remedio a él, arrastrándolo a la pista de baile sin poder articular ni una palabra. Ni siquiera pudo pensar en aceptar, o en regalarle una última mirada de emergencia a Taehyung, quien ya se le había producido un nudo de líos e intentos de revolución en su cabeza.
Taehyung lo observaba todo: desde las notables miradas de repulsión y aborrecimiento de los demás ante dos hombres bailando juntos y acorralados, hasta la pura expresión de diversión nublada por toxicidades en el semblante de Jae. Sabía a toda costa que no resistiría ver todo ello por un gran lapso de tiempo; significaría tortura de sí mismo. Comprendía que era inevitable y no había más remedio que dejar a aquel borracho anfitrión satisfacer sus afanes y ganas de alentar el caos, esta vez, creado en Kim. El rubio sabía de aquella magia para sacar de casillas a una persona...
Jungkook movía su cuerpo con timidez, Jaehyung parecía hablarle por el oído y animarle a sacudirse, a dejarse llevar. Mientras Taehyung conseguía tragar un poco de vino para saciar su ansiedad repentina, meneaba la copa y observaba... No paraba de observar. Park Jaehyung tomaba de los hombros a Jungkook, éste negaba con la cabeza y descubrió las miradas de los demás. Esas miradas con las que uno desea que la tierra se tragase todo. Quiso huir, pero no podía. Lo deseaba.
Antes de que la pista comenzara a repletarse de cuerpos, Taehyung encontró los ojos de Jungkook. Éstos le gritaron más cosas que la misma boca puede expresar con lenguajes.
Ya no soportaba ni las manecillas del reloj. El pelirrojo abandonó su copa y aturdido fue con sus propias piernas, erguido y con la cabeza en alto, a reclamar lo que era incorrecto. Para Kim Taehyung, ese dúo era erróneo.
—Ya. Es suficiente.
Tomó de la muñeca a Jungkook pero el rubio impidió su escape.
—Eh, ¿por qué te lo llevas? Debe aprender a disfrutar de algo por sí mismo alguna vez en su vida.
—Su cara dice algo completamente distinto. Deja las contradicciones —le rodó los ojos e inició a alejarse con el castaño—. Borracho.
No bastó ni el contar dedos con tus manos para que el efecto del alcohol alterara las acciones del rubio, y ante la multitud gritó sin meditar: —¡GAY!
Todo se congeló, y ellos también...
Voltearon y fulminaron con su pasmada mirada al rubio, en el centro de esa habitación.
—¡Gay! —reiteró— ¡Kim Taehyung es gaaay! ¡Y el camaleón por igual! ¿No les parece fabuloso? —rió para terminar tosiendo— ¡Gaayy...!
Allí se desplomó no solo su cigarrillo a media colilla, sino también su peso al suelo. Había un cuerpo casi inerte en la pista.
Los alumnos alarmados intentaron levantarle del suelo, y así Jungkook también, pero una mano le paró.
—Dios... —soltó con desinterés— Déjalo.
Se zambulló en alcohol, Jungkook... No vale la pena.
Taehyung no conocía con certeza cada rincón de la casa, pero todos sus sentidos le pedían escapar de allí cuanto antes. Y es así como terminaron en un balcón.
Cerraron las puertas y se miraron.
Ya sé lo que pensarán de nosotros ahora... Le hablaron los ojos tristes del castaño.
—Conmigo a tu lado, no volverás a ser mirado como antes. Conmigo quiero que descubras tu antes y después, Jungkook.
Y ello era todo lo que Jeon necesitaba escuchar.
—Espero que así sea...
El silencio los llenó, pero los impulsos de Taehyung brotaron. No se resistió ante los ojos del castaño y su fulgor ante la luz de la luna, era memorable. Deseó plasmar ese brillo en un arco iris de plenos colores. Se apegó al cuerpo del otro y le atrapó apasionado los labios. Sin previo aviso, los dedos con travesura y diablura recorrieron la cintura del castaño hasta ascender por su pecho, sintiendo el subir y bajar del chico, para llegar a su cuello. Acarició sus orejas cual flor de piel y sintió como el calor se apoderaba de ellas. A Jungkook se le había subido el color al rostro, se separó de Kim para poder buscar algo sin respuesta lógica más que deseo en él.
—Tú. Jungkook... —acercó otra vez sus rostros, percibiendo las manos de Jungkook en sus rojas hebras— Sé mío.
Sus ventanas de la vida se encontraron y el castaño dudó.
—¿Es que no soy lo suficientemente tuyo ya?
Taehyung no pudo esconder su sonrisa.
—Sé mi novio.
—Es que ya lo soy —aclaró con diversión—. El vino parece haber estado en su punto —comentó—. ¿Qué más podría ser?
Embobado, Taehyung respondió: —Mi todo. Mi vivir. Mi enfoque y mi arco iris... —susurró en sus labios y cerró sus pesados párpados—. Mío...
Jungkook, enternecido, le acarició la cabeza tal pequeño niño en una noche de ensueño. Mandó sus manos a las caderas de Taehyung y empezó a moverse al paso de vals. Pudo escuchar la pequeña risa que emitió el chico, y sus manos calientes en sus bolsillos traseros.
Ah...
Entre el bullicio de la noche y True de Spandau Ballet, bailaron bajo la luna. Manos perdidas en el cobijo del otro, el calor de sus cuerpos en esa emocionante noche y hálitos mezclados en el aire fresco en ese balcón. La calidez de un beso y un vistazo el uno al otro dieron por realizado ese anochecer...
—
—Ya debemos irnos todos, se ha hecho tarde.
Todos estaban de acuerdo con el pelinegro.
—Nos vemos mañana, chicos. Cuidado con la vuelta a casa —mencionó el pelirrojo.
Con la despedida de todos, sus direcciones tomaron distintos rumbos. Sin embargo, el del muchacho en muletas y su chico tenían el mismo. De las manos iban y el corazón palpitante en gozo. La noche había sido finalmente agradable para ellos.
—Estoy cansadísimo —se quejaba Taehyung, quien tenía el brazo de Jungkook rodeado a él—. Siento mis piernas más pesadas que todos los días —rió sacudiendo su cabeza.
—¿Sí...?
La noche estaba de buenas aparentemente, y el humor del castaño también. Pero, la verdad, es que no quería dejar ir a Taehyung tan temprano. Sentía que la noche era más larga de lo normal, y al llegar a casa daría por hecho que estaría solitario con la compañía de su peludo gato.
—Sabes... —pronunció deteniéndose en una esquina antípoda, la cual los separaba la mayoría de las veces para dirigirse a sus casas. Taehyung le miró de soslayo e interesado, casi regalándole carantoñas— Puedes quedar conmigo hoy... Si quieres.
—¿Esta noche?
—Sí.
Le regaló un dibujo de una curva perfecta en su boca, a gusto y provocadora. De aquellas que Jungkook tanto deleitaba.
—Me parece perfecto —comentó satisfecho.
Al llegar, la casa estaba tan muda que se percibía el conticinio del lugar. Al prender las luces del lugar, se miraron y sonrieron. Los hombros de Jungkook se encogieron y tuvo unas grandes ganas de bostezar.
—Dejaré mis muletas aquí —escuchó.
Asintió para sacarse su chaqueta, darse por vencido y bostezar. Deseaba introducirse y perderse en la calidez de su cama; era tarde y siempre que trasnochaba terminaba aterido. No negaba el hecho de que luego de esa salida terminó exhausto. Taehyung observaba gracioso la situación y le abrazó por detrás.
—¿Por qué no me avisaste que estabas cansado? Pudimos haber vuelto antes... —se lamentó el pelirrojo— ¿Quieres ir a tu habitación? —Jungkook asintió frotando sus ojos caídos.
Ambos subieron juntos las escalas a la habitación de Jungkook. Taehyung no podía evitar el mirar con tanta minuciosidad el lugar e intentar grabarlo en su mente, y es cuando allí se da cuenta del minino tendido en la cama esperando por su amo.
—Dorian, sal de aquí por favor... —quejó alargando sus palabras con letargo— Quiero dormir...
—¿Por qué tan dormilón? —preguntó juguetón, haciendo cosquillas en la barbilla del castaño.
—Ay, basta ya —ordenó risueño.
—¡Vamos! ¡Que la noche es larga, Kook! —animó tomando una almohada para estrellarla en la cara de Jungkook, sorprendiéndolo.
Jeon estaba indignado. Sabía lo derrotado que lo tenía la noche. ¿Tanto costaba pedir una noche plácida?
Kim inició una batalla de almohadas. Las risas creaban una mezcolanza de acordes entre esas cuatro paredes, la cama rechinaba al recibir a los dos muchachos para continuar con el juego. Los golpes aterrizaban por todas partes: cabeza, torso, espalda. Dorian tuvo que abandonar desganado la cama para admirar el desorden generado. Al fin y al cabo, iba a acabar en algún momento para volver a apoderarse del colchón. Y así pasó. Los dos terminaron extenuados pero sonrientes, llenos de carcajadas.
Inmediatamente, la conexión habitual y mágica entre sus ojos, hizo derramar brillos y desencadenar hados. Mas la pasión que se diseminó allí, recorrió también por sus venas hasta llegar a sus rostros, coloreando de carmín sus mejillas. Y el primero en caer en la tentación del ardor como de la somnolencia fue Taehyung, culminando la vivaz noche de plenilunio regalando un beso. Entre sus manos arrolló el rostro caliente de Jungkook y éste gustoso le acompañó. Los suspiros se estrellaban entre sí y encandilaban sus instintos, así como sus lenguas. Y es ahí cuando el mayor estudiaba la escena y ansió demasiado en una sola noche de un millón. ¿Pero qué más podía hacer al respecto? Si no era el momento adecuado, ¿cuándo entonces?
—Jungkook... —susurró su nombre como solución a todo. Adoraba ese nombre— Me encantas...
Al nombrado le surcó una sonrisa gustosa de sus labios mojados, y el par de locos enamorados cerró los párpados, esperando al siguiente alba de su historia de amor en tenaces anhelos.
Es allí, cuando en la abismo de la siesta profunda, el pelirrojo siente un rosado lavanda en su pecho. O quizá en el calor de sus manos puestas en el chico, o en el tacto entre ellos, como puede ser en las marcas de besos esparcidos por el alma. Quien sabe...
De todos modos, el chico estaba perdidamente enamorado de su mejor amigo.
—
Hubo un golpe en la casa. Como un ruido sordo, o algo irrumpiendo en la paz de la mañana. O así lo imaginaron los muchachos quienes acababan de despertar sin sus cinco sentidos al habla. Jungkook fue el primero en espabilar. Apreció unos momentos ineludibles para adorar al hombre con sopor: traía sus mejillas sonrosadas, el pecho algo descubierto y mostrando su bronceado aurífero a la vista, como un deleite, y sus ojos con un aspecto arrebatador.
—Ah —soltó sin querer, tapando su boca con sus manos. Luego se refregó la cara para amanecer mejor y bostezó.
—Eh —escuchó llamar—. Buenos días.
Miró al muchacho con el salvaje cabello y mordió su labio.
—Hola...
—¿"Hola" es lo único que dices por la mañana? —bromea rascando su nuca.
Sin previo aviso, el castaño de greñas revoltosas le regala un beso dulzón, apretando de la arrugada camisa, rozando provechosamente las clavículas. Al bajar los dedos sintió el palpitar de su corazón y sonrió a mitad de beso.
—Ahora me quedo conforme —le escuchó decir.
Recibió un sutil coscorrón seguido de una risa de esas que te animan a seguir con la mañana.
Y allí, otra vez: ese ruido.
Ambos se miran con duda y uno pregunta: ¿Hay alguien en casa?
Jungkook fue el primero en salir de la cama para luego bajar por la escalera, seguido por el pelirrojo en búsqueda de respuestas. Se topó con su gato a mitad de pasillo, pero al llegar a la cocina de la casa se esfumaron sus dudas.
—Sooyoung...
La chica se giró con su sartén a fuego medio y enarcó sus cejas.
—Qué inusual... —comentó agregando una sonrisa desorientada— Buenos días, chicos...
Se fijó en los chicos y los estudió de pies a cabeza: recién despiertos, ropas desarregladas, cabellos rebeldes, ambos despiertos y juntos...
—B-Buenos días, Sooyoung...
—¡Buenos días! —las energías de Kim Taehyung se repusieron de inmediato y dio su mejor sonrisa— Soy Kim Taehyung, un gusto. Perdón por presentarme... así —cayó en cuenta de sus pintas y se rascó la nuca cabizbajo, dando luego una sonrisa algo penosa.
—Kim... ¿Taehyung? ¿Eres tú? —se asombró dejando de cocinar para cruzar sus brazos y otorgar interés al caso— ¡Por fin he dado contigo! Jungkook me ha hablado de ti.
—¿¡En serio!? —inquiere con entusiasmo.
—¡Ah! ¡Noona! ¿Por qué has vuelto antes de tiempo del trabajo? —inquirió alterado notablemente.
—¿Es que acaso no puedo hacerlo? —rodó los ojos— Hubo una fuga de gas cerca de la oficina, no debíamos exponernos a los deberes con ello así que regresamos antes. De todos modos, ¡iba a regresar mañana! ¿Qué te sorprende tanto? —se acercó dominante a su hermano— Ahora que estoy aquí, tengo muchas cosas que preguntarles. Bueno, ¿quién quiere desayuno? —ambos jóvenes se miraron paralizados sin tener nada que poder mencionar, como si el gato les hubiera comido la lengua.
Mencionando al gato; estaba en casa. Sooyoung se enteraría en cualquier instante.
La incomodidad de estar en una casa ajena invadía la cabeza de Taehyung, quien se sentó al lado de su castaño en aquella mesa en la que se compartiría el desayuno. Encima había una variedad de alimentos para terminar henchidos y felices, como también la mirada indagadora de la chica.
—Vale, los he encontrado muy fatigados y con una fachada muy espantosa. ¿Han visto las ojeras que traen en sus ojos? —fue lo primero que comentó con una taza de té en sus manos.
—Salimos ayer por la noche, noona. Jae nos invitó...
—¿Park Jaehyung? Hace mucho que no he oído a alguien mencionar ese nombre... —musitó acercando sus labios a la taza— ¿Todo... en orden? —se preocupó por su hermano, el cual solo se limitó por asentir y sentir la mirada estudiosa de Taehyung sobre todo— Bien. Ahora respondan mis preguntas. Primero: ¿por qué rayos hay un gato en la casa? —los dos muchachos boquiabiertos se quedaron, y Sooyoung sonrió al verles— No creían que me enteraría.
—Noona, estaba en las calles. No quise dejarlo allí.
—Jungkook ha sido muy bueno con él desde ese entonces —le defendió explicando con gestos de sus manos—, se ha preocupado y lo quiere mucho. Yo mismo he visto cuanto se esmera en cuidarlo como se debe y... como sabemos de su alergia a los gatos, procura siempre mantenerlo alejado de usted cuando llega del trabajo y ahí es cuando yo me encargo de él. Sabíamos que uno de estos días lo descubriría, y lamentamos no haberle dicho nosotros mismos antes...
—Ah... Chicos. Dulces y bobos chicos —expresó negando con la cabeza, dando un sorbo a su humeante té—. Comprendo lo que han hecho, y me parece fantástico que sean así de considerados. No solo con ese animalito malditamente peludo, sino que conmigo por igual. Gracias.
—¿No estás enfadada...?
—Lo estaré cuando me afecten sus pelos y me haga faltar al trabajo. Pero, por el momento, no —Jungkook exhaló liberando todas sus angustias y sintiendo las palmaditas del pelirrojo en su espalda—. Segundo: ¿por qué esas pintas? Dense un baño. Dios...
—Ah... No puede ser. Perdón por no estar lo suficientemente impecable, normalmente me veo mejor —alegró Taehyung a la castaña, quien soltó una gran carcajada, asombrando a su hermano.
—¡Qué buen humor tiene este niño, Jungkook! —¿lo era así? Un desahogo se derritió en Taehyung, y en Jungkook de alguna manera igual. Se miraron y se les dibujó una sonrisa en sus belfos, Kim haciendo relucir su precioso juego de perlas aquella mañana peculiar. Le gustó el hecho de que el pelirrojo sacará lo mejor de sí ese día, como si intentará sin descanso el obtener una aprobación. Pero... ¿aprobación de qué? ¿Qué es lo que verdaderamente ansiaba Jungkook?— ¿Sabes? Me parece más simpático que ese chiquillo rubio de años atrás. Yoongi —sorbió de su té, dejando un regusto amargo en la mesa.
Jungkook no articuló oración alguna, tampoco lo hizo Taehyung. No obstante, vaya que le afectó de alguna manera; de pronto recordó todo lo que ese chico rubio desató en Jungkook. Pesadillas a lo largo de las noches que le conoció. Yoongi atacaba en la mente de Jungkook sin ni siquiera estar presente, y ello era lo que más le enfurecía a Taehyung. ¿Con qué derecho pudo lastimar a Jungkook? Tanto así para terminar lamentándose en los recuerdos y memorias plasmadas en lágrimas por las noches, cuando nadie se percataba del duelo en la cabeza tan ambigua del castaño.
Lo odiaba, todo de él.
El desayuno fue tomando otros caminos transcurriendo el tiempo y moldeando una amistad entre los tres. Constantemente reían o echaban chistes al azar, mencionaban los resultados que les traían consigo la semana o de sus mismos logros. Entre la hermana mayor y el pelirrojo hubo la "chispa de la sangre de los Jeon" (como quiso denotarla Taehyung); una conexión invaluable que se creaba en segundos pero se conservaba en el corazón. Y en resumidas cuentas, no tomó demasiado esfuerzo el forjar lazos de amistad entre los tres en aquella alborada.
—Ya va siendo hora de irme... —anuncia de pronto el hermano— Tengo que dar unas clases a un amigo. Los veré al rato.
—Suerte, hermanito.
Cuando Jungkook desaparece de la cocina, Sooyoung se levanta de su asiento para dirigirse a la nevera y Taehyung aprovecha para ir detrás del chico y tomarle por el brazo.
—¿Ya te vas?
—Ya va siendo hora de las clases con Jae...
Taehyung le mira con pesadumbre y Jungkook comienza a apiadarse de él. Le mira con ternura y se inclina a su rostro.
—Chicos, ¿ya se van? —interrumpió la muchacha y el acercamiento entre ambos termina allí.
—¡Sí, sí! Estaremos arriba, noona.
—¡Entendido! —se escucha replicar.
Jungkook sonríe y lleva de la mano a Taehyung hacia su habitación, cierran la puerta y se observan.
—¿De veras tienes que irte ahora?
Jeon calló sus quejas con un dulce beso, tomando su cara y recargando sus cuerpos sobre la cama; el pelirrojo encima del chiquillo risueño. Taehyung empezó a reír y a mirarle con picardía, escabullando sus palmas dentro de la arrugada playera del otro.
—¿Necesitas ayuda para vestirte? —mordió atrevido la parte inferior de la prenda.
Su cabeza fue alzada para enviar flamantes hojeadas a las expresiones únicas de Jungkook, quien solo gozaba de la situación. Arrimó sus piernas a los costados de Taehyung, sonriendo con malicia y mofa. Así volteó posiciones y terminó encima triunfante, aproximando el roce de sus narices.
—Al parecer, necesitaré una buena mano para elegir qué ponerme.
—
—Veinte minutos retrasado. ¿Qué te sucede, lagartija?
Jungkook aceptó la entrada a la casa y rodó los ojos.
—Al parecer alguien no amaneció de buenas para la biología celular... —se encargó de dejar su mochila con libretas a un costado de la silla que normalmente se apropiaba cuando tenía sus lecciones con el rubio— ¿Qué tal si empezamos las clases ahora mismo?
—¿Qué? ¿Tienes prisa?
—¿La tienes tú?
Ahora fue el turno del otro para rodar los ojos, acompañándolo en la mesa abriendo su libro.
—¿Qué tal la fiesta? ¿Cómo la calificas? —pidió de pronto.
Jungkook enarcó sus cejas y detuvo lo que estaba haciendo para preparar las lecciones.
—Estamos a punto de estudiar por tu bien y me preguntas qué me pareció tu fiesta anoche... ¿Sabes siquiera lo que hiciste?
—No es como si quisiera saberlo en realidad, pero me han dicho que estaba borracho —escuchó el suspiro de Jungkook y rascó nervioso su cabellera—. Tampoco tengo ganas de estudiar con esta jaqueca que traigo, ¿sí? Tomemos un descanso hoy.
—Si así lo dices, será mejor avanzar con algo más difícil. Biología es fácil de entender de todos modos.
—Ah, Jeon. Estoy tratando de hacer las pases contigo. Siento que metí la pata ayer contigo, pero como no recuerdo con claridad lo que ocurrió, esta es mi manera de buscar disculpas —Jaehyung siempre pensó en cómo los ojos de Jungkook podían transmitir impresiones y expresarse por sí solos, mejor que el propio dueño. Desde que lo conoció, la mayoría de veces encontraba algo que destacar en el muchacho en su cabeza. Ahora mismo, la mirada de Jungkook no entendía nada—. Y... disculpas en general...
Allí Jungkook logró comprenderle un poco, y le compadeció.
—Pensé que ya habíamos pasado de esto.
—Lo sé. Solo quería que todo estuviera en orden...
Jungkook le palmeó la espalda y le entregó un lápiz. —Pues, para mí lo está —le obsequió una sonrisa comprensiva—. Ahora pongamos en marcha nuestra promesa, ¿sí? Agarra ese lápiz y trabajemos. Quiero llegar temprano a casa.
Park sacudió la cabeza y aceptó la propuesta, aunque con algo de pereza. Se sentía aliviado.
—
Ha pasado una semana. Conforme ha pasado el tiempo, las piernas de Taehyung han respondido muy bien a los estímulos. Kim Taehyung ha superado varias etapas para poder recuperarse y llegar hasta donde ha logrado encontrarse hoy mismo. Desde silla de ruedas, a las típicas muletas. ¿Y ahora? Nadie podría creerle, pero muy a menudo ejercitaba todo lo que su cuerpo le permitía. El pelirrojo se animaba a seguir adelante sea como fuese, como si de un vídeo juego se tratase. Esperaba con demasiada paciencia y esmero a subir de nivel, y que su cuerpo y alma confiasen en el destino. Hasta anhelaba el poder aprender a correr, tan libre como lo fue antes. Si hubiera sabido de antemano que una tragedia se le aparecería, ¡cómo no hubiera aprovechado sus piernas! Aquellas que le ayudaban a levantarse de la cama para luego preparase para un nuevo día, aquellas con las que descubría nuevos lugares y lo guiaban de vuelta a casa sano y salvo. Si Kim Taehyung hubiera sabido antes que un tragedia de tal grado se le presentaría, hubiera agradecido por haberlas tenido fuertes y sanas. Hubiera agradecido por sus indestructibles huesos, y por la inmaculada piel que los abrazaba y protegía...
Ojeó sus pies descalzos en el suelo, otra vez. Sin embargo, hoy fue diferente; hoy llamó a Jimin.
—Taehyung, ¿qué tal?
—¿Qué piensas si te prepongo ir a trotar?
Hubo un silencio obvio. El pelinegro no quería que volviera a repetir la petición, pero creyó haber captado mal el mensaje. Intentó buscarle razón o sentido a lo que pedía, pero logró que su empatía actuara como debía sobre él. Fue comprensivo.
—Dime cuándo e iré por ti.
Taehyung se emocionó, y hubiera brincado de alegría si tan solo pudiese hacerlo.
Después de charlar con su amigo, éste acabó con la amena conversación. Decía tener algo que hacer y no quería llegar tarde. El pelirrojo empezó a curiosear entre sus imaginaciones, pero no alcanzaba a adivinar con qué persona se encontraría Jimin. Le parecía algo poco común, pues Jimin era un muchacho con un círculo de amistades muy pequeño pero estimable, y es por ello que no capturaba la identidad de quien estaría con Jimin ese día.
Sus inquisiciones fueron interrumpidas cuando su celular comenzó a vibrar. Alguien le llamaba, y le sorprendió de quien se trataba.
Con entusiasmo y arrebato, respondió lo más veloz posible.
—¿¡Yoona!?
—¡Saludos a mi estimado hermano desde los Estados Unidos...! —contestó su hermana a través de la línea telefónica.
—Hace mucho que no llamas... ¿Estás muy ocupada?
—No podrías ni imaginarlo, hermanito. Dime, ¿cómo es eso de que estás pelirrojo? ¿O es una broma?
Kim se sobresaltó. —¿Cómo... te enteraste?
—Tu amigo ese... Jimin. Me lo ha contado en línea para molestarte, qué idiota. De todas maneras, ¿es cierto lo que dice?
—¿Le dirás a mamá?
—¿Por qué lo haría? Torpe, no me gustaría meterte en problemas o en una riña fea. ¡No soy tan mala! —Taehyung rió— ¡Hablo en serio! Dios... Y dime, ¿por qué te has hecho tal barbaridad en el pelo? ¿Estás demente?
Quizá. Ni siquiera estaba del todo claro. Solo sabía que estaba enamorado, pero ¿cómo decirle ello a su hermana? Más al hueso, ¿cuándo confesaría y cómo se lo tomaría?
—
Ya habían adelantado los contenidos próximos que se le avecinaban a Jaehyung, también han ejercitado algo de física matemática y recurrido a reportajes en internet, para una mejor experiencia. Entonces ¿qué más necesitaba?
No era suficiente, para Jeon Jungkook eso no era totalmente suficiente.
Recordó el trato: ayudarle en los estudios para poder llegar a California, por Mark. A cambio, se ganaría la paz mental que tanto andaba buscando. Sonaba algo fácil, pero llevarlo a cabo resultaba ser agotador.
En estos instantes, Jungkook estaba organizando sus clases con Jaehyung en un horario específico, acomodando fechas y horas de estudio en la universidad, sin mencionar sus ratos libres de estrés. ¿No se sentía tenso al tener la vida regida por un itinerario sin final? Se estaba torturando por sí solo, pero no le encontraba otras soluciones y daba vueltas perdiéndose en un mismo sitio.
Miró la hora, siguió las manecillas y el 'tic tac' del reloj de pared. Se levantaba de su asiento, se volvía a sentar. Garabateaba en distintas hojas y repetía el proceso. Estaba extorsionado.
Divisó entre el desorden de su habitación su cuadernillo de la universidad y recordó la tarea que tenía pendiente. Y la siguiente, la próxima... Y la otra.
Se extravió en su propio laberinto.
Con un dolor en la cabeza, marcó un número en su celular. Sin embargo, nadie contestó y fue dirigido al buzón de mensajes.
—Hey, Taehyung. Escucha. Puede que estés ocupado ahora mismo pero... necesito de tu ayuda. Te necesito en serio —refregó sus manos por la cara y agarró de su armario un suéter—. Estaré allá a las 7, ¿sí? —y colgó.
Tuvo que darse prisa, faltaban unos veinte minutos para que el reloj marcará las siete y la caminata le tomaría su tiempo. Se despidió de Sooyoung y se llevó consigo a Dorian en una jaula que lo mantenía a salvo. Agradeció que el animal no pesará demasiado, ya que llevaba libros en su espalda. A pesar de que la noche ya estaba por llegar, hacía calor y Jungkook solo quería que el pelirrojo le abriera las puertas de su hogar en cuanto llamara por él.
Ya adentro del edificio fue directo a los ascensores que, para su mala suerte, estaban fuera de servicio.
—Tiene que ser una broma.
Escuchó al gato maullar y no le quedó otra alternativa que subir por las escaleras al piso de Taehyung. No sabía si se sentía mareado por las escaleras de caracol o confundido por no reconocer cada escalón al pisar, pero ya estaba perdiendo la paciencia.
Cuando por fin se topó con la puerta de entrada, tocó y exhaló con pesadez.
—¿Jungkook? ¿Qué...? —el mayor se encontraba desconcertado mientras se quitaba de unos guantes de cocina que traía en sus manos.
—¿No escuchaste mi mensaje?
—Ah, no... Estaba algo ocupado, perdóname —pidió deshaciéndose de los guantes y despejando la entrada—. Déjame ayudarte. Pasa.
Le entregó la jaula y abrió la rendija para liberar al gato, quien comenzó a maullar otra vez. Jungkook entró y se plantó hecho un desastre en el sofá, abandonando su insoportable mochila a un costado del mueble. Oyó la puerta cerrarse y sintió como Taehyung le acompañaba a su lado.
—¿Estás bien? Pareces muerto.
—Puede que lo esté si no llego a estar a la altura de nuestra clase.
—¿A qué te refieres? —preguntó interesado.
—Tú estás al tanto de la universidad, ¿no? Pues tengo un lío en mi cabeza y siento que necesito de tu ayuda... —le miró cabizbajo, casi somnoliento— Quiero estar al corriente de todo y además ayudar a Jae con sus estudios, pero mis energías no son las necesarias. Es como si me estuviera... marchitando. O lo que sea —dejó caer su cabeza hacia atrás y respiró profundamente.
—Cielos, Jungkook... —le acarició el muslo— Lo que en realidad necesitas es un descanso, no instrucciones.
—Lo entiendo. Ahora lo entiendo... —cerró sus párpados sin poder evitarlo y acabó rendido ante el inmenso agotamiento. Como si el reloj de arena que almacenaba sus energías y fuerzas se hubiera acabado finalmente.
—Ya sé lo que necesitas en este momento. Mira, quédate aquí —le regaló una cálida sonrisa reconfortante y saltó fuera del sillón.
Jungkook no volvió a abrir sus ojos hasta que el sentido de su olfato le espabiló. Dirigió la vista a su izquierda y descubrió a un esplendoroso Kim Taehyung con dos grandes platillos, repletos de panqueques con rebosante miel. Su cuerpo reaccionó y su cara mostró notoria sorpresa.
—Tae...
—Es la receta mágica de mi hermana. La probé hoy y, te aseguro, que te puede curar hasta la vida —había dejado al pobre castaño sin palabras, completamente mudo y con una boba sonrisa en el rostro—. Coge un plato y acompáñame a cenar. Has llegado en un muy buen momento.
Oh, claro que sí.
Se apoderaron de la mesa y el primero en hincar diente en uno de los dulces panqueques fue Jungkook. Taehyung solo se encantaba con cada movimiento de él, sintiéndose satisfecho de haberle subido el ánimo a su novio.
Novio. Aquella palabra realmente pintaba muy bien para él.
—¡Caracoles! —exclamó— Taehyung, creo que amo a tu hermana.
—No tanto como me amas a mí, ¿verdad?
Jungkook detuvo su banquete para relamerse los labios y dibujar su mejor sonrisa para él.
—Dalo por hecho.
Bendita sea la azúcar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro