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" 38 "

"Kim Taehyung"

-—¿Cómo terminaste en silla de ruedas?

Taehyung suspiró. Bajó su mirada a sus manos entrelazadas y repitió más caricias por el dorso de la suave mano de Jungkook. Tersa como porcelana.

—Si no quieres decirme yo comprenderé, solo...

—No, no —interrumpió su habla otra vez, tomando con ambas manos la tersa piel que acariciaba—. Está bien —sonrió suavemente para Jungkook.

El castaño suspiró despacio por su boca y dirigió su mirada a sus manos inevitablemente. No hasta que se percató de la mirada de Taehyung, y volvió a alzar su rostro.

—Te contaré.

Estaban dos hermanos viendo la televisión, fascinados de lo que en ella se mostraba; una meticulosa y analítica operación médica. En ese documental que se plasmaba frente a sus jóvenes ojos interesados explicaban detalladamente cada paso y su causa.

Era una rutina nocturna de ocio entre los dos.

Su hermana mayor le declaraba el anhelo que le tenía al crecer para hacer lo mismo que en la pantalla se visualizaba. Y Taehyung expresaba lo mismo con idéntica emoción y brillo en sus oscuros orbes.

Ambos eran tal para cual.

—¡Yoona! ¡Taehyung! ¡Es hora de apagar esa televisión! —reclamaba la señora Kim siempre— ¡Ya es hora de irse a la cama!

Cuando los años fueron transcurriendo, Taehyung tenía dieciséis y Yoona había cumplido los dieciocho, se había graduado con honores y fue la más joven entre alumnos de su generación. La llamada a la universidad llegó tan pronto para ella que no le tomó ni un día para decidirse íntegramente a asistir, pues toda su vida había soñado con alcanzar ese logro, por lo que aceptó sin dudar. El esfuerzo para llevar a cabo una ensoñación dio sus frutos, y sus padres se conmovieron orgullosos de su primera descendiente. Por otro lado, Taehyung la admiró infinitamente y su imagen le fue de inspiración para su día a día.

—Taehyungie —recordó las palabras que le dedicó para él y solo él antes de ausentarse de casa—, ¿recuerdas los buenos tiempos que pasábamos cuándo jugábamos animadamente a ser cirujanos? ¿Las veces que imaginábamos lo mejor? ¿Y lo que prometimos en ese entonces? —el chico asentía sin parar, maravillado— Llegó la hora de cumplirlas, ¿no crees? —boquiabierto, el chico aceptó sin ninguna vacilación, pues era parte de sus futuros logros también— Bien. Pues deberás cumplir con tu parte, como yo hago con la mía —le sonrió suavemente—. Serás alguien grande en este mundo. Ya verás que lo bueno vendrá a ti y vivirás lleno de contento. Experimentarás demasiadas cosas en tu futuro, pero quiero que sepas que todo esto te enseñará las miles de millones de caras que el mundo que descubras te puede ilustrar, y te demostrará lo vivo que estás —le acarició las mejillas—. Espero verte pronto, hermanito —le deseó éxito, besando su frente antes de irse.

La dulce e inteligente Yoona se abriría paso a Nueva York. Taehyung estaba asombrado de qué tan lejos fue a llegar, y luego de su ida solía frecuentar su habitación. Le gustaba leer los libros que no pudo llevarse consigo, sus informes hechos a mano y terminar siempre apreciando el mural en la pared, repleto de fotografías. Su imagen favorita era y eternamente sería la que había en el centro; Yoona y él en el parque de diversiones, una noche de sábado.

—¿No querías ser un gran cirujano también, hijo? —preguntó con curiosidad un día la madre.

—Claro que sí, ma. Pensé que ya lo sabías —respondía Taehyung con pequeñas carcajadas.

Taehyung era un chico disciplinado y responsable cuando de estudios se trataba, nunca olvidaba alguna tarea o proyecto que la escuela ordenara a hacer. Se llevaba bien con sus compañeros de clases y estaba rodeado de amigos de diferentes salones. Sin embargo, no era clasificado como un "popular", o un presumido. En otras palabras, se podría decir que Taehyung tenía una agradable adolescencia.

Acerca de su vida amorosa, surgió novicia cuando en una chica posó su mirada. No era de su misma clase, ni de su mismo grado. En efecto, era un curso mayor que él, pero la sencillez y castidad que transmitía por sus ojos lo recompensaba.

Recordó caer patas arriba por ella, como un primer amor verdadero. Por las tardes después del término de clases se reunían en un parque a disfrutar de los juegos y las cerezas que tanto le gustaban a ella, que con gula se extinguían en sus bocas. El entretenido camino de vuelta a casa y la noche de películas, las citas extrovertidas y sus manos entrelazadas solo lo hacían mejor.

Todo aquello era tan inolvidable para Kim...

Lástima dio el día en el que todo su mundo se quebrantó, haciendo trizas toda su visión con rudas lágrimas escapando de sus ojos. La evocación de ella con sus piernas abrazando a otro chico, besándose con ímpetu y lascivia, apoyados en una pared cerca del parque causó que la bolsa de cerezas y el corazón de Taehyung cayera funesto al frío suelo. Que sus piernas echaran a correr. Que su alma perdiese interés alguna en el amor.

Los días pasaron, y la declaración de la muchacha llegó a sus oídos. Sus labios decían una cosa, pero Taehyung sabía que sus palabras eran equívocas, y se sintió meramente ofendido. Todo definitivamente acabó ese día.

Luego de ese triste lapsus, no se dio cuenta cuando sus notas comenzaron a decaer, sus responsabilidades se quedaban en el olvido inevitablemente y su afán a la medicina se extravió por un segundo.

Pronto recompuso sus energías y a toda máquina se dispuso a volver a la normalidad con la que se sintió mil veces más cómodo y a gusto.

A los dieciocho frecuentaba el pasearse por las calles de su ciudad natal, simplemente en busca de aire fresco. Al acabar con su vida escolar se preparaba para dar lo mejor de sí para presentarse a la universidad de Seúl, lejos de su hogar. Por lo que una caminata antes de irse a dormir, de alguna extraña manera, le ayudaba a alejar el estrés.

Unas horas antes de anunciarse la medianoche, mientras caminaba pacífico por las calles se escuchó un alboroto cerca. Y con preocupación y escalofríos recorriendo su espina dorsal, se adentró a una calle la cual ni idea tenía, para así encontrarse con un pelinegro siendo apuntado con un revólver.

—¡No tengo nada he dicho! —le temblaba la voz— ¡P-Por favor, déjeme ir...!

—¡Por favor nada! ¡Sé exactamente cuánto traes en esa billetera tuya! ¡¡Entrégala!! —reclamaba el asaltante, empujando el hombro del chico con el arma, originando más pánico en el pobre muchacho— ¡¡Será por las buenas o por las malas...!!

La situación empeoró cuando el malhechor descubrió la presencia de Taehyung en el crimen.

Sin medir sus acciones antes que su pensamiento, sus puños fueron lanzados al delincuente y el arma voló hasta chocar con el piso. Uno que otro golpe fueron compartidos, y el victorioso y último lo recibió el asaltante.

—¡Déjalo ya! —gritó raudo antes de alcanzar la mano del chico y escapar con él lejos del mal.

—¡¡Por las malas será entonces...!! —escucharon a la lejanía, sin entender las reales intenciones tras esa amenaza.

Al doblar en una esquina, descubrieron la situación; la pandilla del ladrón al que dejaron atrás se encargaría de ellos.

—¡Qué se han creído...! —se escuchó una risotada entre ellos, y en un abrir y cerrar de ojos Taehyung y el chico fueron trágicamente atacados.

Sin escapatoria, desgraciadamente fueron maltratados a puño de hierro y armas blancas, sintiendo la sublevación en toda su gloria. El dolor en sus cuerpos y su desesperación fueron desmesuradas, y la sangre desparramada por los suelos fue el resultado de su calamidad de la cual les costó recobrarse. Los delincuentes terminaron huyendo de sus hechos, y los fúnebres cuerpos fueron olvidados en aquel lugar. Huesos rotos e inconsciencia era lo único que había en ellos.

En medio de la nada, un chico de oscuros cabellos abrió sus ojos. Su ser dolía como el mismísimo infierno, pero al enderezarse y encontrar a la persona que lo salvó hecho pedazos, supo que nada se sentiría peor al infierno que observar el cuerpo derrotado de Kim Taehyung.

Sin responder a la reanimación que le daba el chico, éste se decidió en buscar su celular entre sus bolsillos. Al no encontrarlo e imaginarse el robo, visualizó el teléfono del otro a unos metros más allá de donde estaban. Con él marcó afligido a la ambulancia y cuando ésta arribó finalmente, la calma se expandió por un segundo en el pecho del muchacho.

Unos días de hospitalización sirvieron para que el doctor le diagnosticara paraplejia en vértebras dorsales y extremidades inferiores debido a lesiones traumáticas en la médula espinal a Taehyung.

No volvería a estar de pie.

La noche luego de que la noticia se le fuera dada, las lágrimas se hicieron presentes y se derramaron por su dañada cara. El ardor de su cuerpo y de su ser le apretujaba el corazón de una forma nunca antes percibida, y solo pensaba en la perdición, sus sueños frustrados y su vida. Lo mucho que le dificultaría el no volver a dar un simple paso o correr libre por ahí.

Fue ahí cuando alguien entró a su habitación esa noche.

—Kim Taehyung —pronunció su nombre acercándose a la orilla de su camilla clínica—, me salvaste la vida. No sabes... cuánto te lo agradezco...

—No hay de qué —respondió—. Lo bueno es que los dos seguimos con vida —sonrió con pocas ganas—. Ojalá salgamos pronto de aquí... Eh...

El pelinegro formó una sincera curva en sus labios.

—Jimin. Park Jimin.

—Ojalá salgamos pronto de aquí, Jimin —repitió su frase, completa esta vez.

Cuando sus miradas chocaron, supieron que iba a ser una noche larga. Se llenarían de historias y anécdotas, de risas y tristezas, pero por sobre todo, una emergente nueva amistad.

Jimin comenzó a visitar a Taehyung a la misma hora todas las noches para poder compartir charlas, sin que la venda de yeso en todo su brazo izquierdo y su cojera fuera un impedimento. En una de esas noches, Kim se enteró de lo que ocurrió aquella noche al borde de la muerte por parte de Jimin.
El pelinegro acababa de retirar dinero del banco que le ayudaría a cuidar de la casa junto a sus hermanos mientras sus padres no se encontraban por motivos de trabajo. Sin ese dinero no sobrevivirían, pues era algo imprescindible en esa casa. Y fue una fatalidad perder, además de su dinero, su teléfono celular y una fracción de su salud.

Los padres de Taehyung llegaron al hospital sin importar el incumplimiento de tareas en sus apretadas agendas laborales, y deprimidos observaron la imagen frente a sus ojos; su chico en una silla de ruedas, con su apariencia hecha un caos.

Dos años más tarde, las cosas habían cambiado notablemente. La salud de los dos amigos se mejoraba al igual que su amistad, fortaleciéndose para bien. Varias experiencias habían compartido, y sus compañías se volvieron necesarias para ver sonreír al otro en un nublado día.

—Hey —llamó Jimin. Él y Kim se encontraban en su habitación, descansando en la cama luego de una maratón de películas que decidieron realizar de vez en cuando—, quédate aquí y cierra los ojos. No me tardo.

—¿Qué? —el otro balbuceó. Sin embargo, al ver al pelinegro salir de su cuarto apresurado se vio rendido a hacerle caso y cubrir sus párpados con sus manos para esperar por su llegada.

—Ábrelos —ordenó provocando un escalofrío del susto a Taehyung.

—Ni siquiera escuché tus pisadas venir —se quejó descubriendo sus ojos—, ¿a dónde...? —las palabras simplemente quedaron en el mismo aire al entender.

El pelinegro trajo consigo –inexplicablemente para Taehyung– unas muletas.

—Antes de que me grites —tomó la palabra—, estas muletas me las dieron en el hospital cuando apenas podía dirigirme al baño —comenzó a explicar—. Estas son... muy importantes para mí. Sin ellas, no hubiera progresado y ante las circunstancias en las que nos encontrábamos atrapados, estas muletas fueron como un empuje para mí. Para seguir adelante a pesar de las dificultades, para volver a creer... —sonrió complacido de cómo sus palabras salían de su boca de la manera en la que las esperaba— Con ellas, si me permites, me encantaría que pudieras creer que todo tiene solución. Que por sobre todo, puedes salir adelante... —su mirada decayó al sentir su propio corazón conmoverse y la levantó nuevamente para observar el destello en los ojos del chico frente a él— Es por ello que te las estoy dando.

—Dios... —enmudeció momentáneamente escrutando la escena, sonriendo embobado— Jimin.

—El día en el que te vea con ellas, te felicitaré. Ya verás.

—Ya cállate y ven acá —le atrajo a él tirando de su manga para unirse en un vigoroso abrazo—. Gracias, Jimin... Muchas gracias.

Un sábado de invierno la familia Kim y el amigo Park Jimin se reunieron en una cena para atar cabos. Estuvo fielmente agradable y corriente como usualmente la preparaban, hasta que en la mesa se conversó acerca de un tema nunca antes tocado.

—¿Y bien? —pronunció la señora Kim— La vida no termina aquí. ¿Qué planean hacer ahora? —los dos muchachos se miraron perplejos, sin saber cómo responder— Taehyung, tú querías ser un gran cirujano. Y tú, Jimin. ¿Qué me dices?

—Ah... —empezó a tartamudear con su cerebro apenas funcionando— N-No lo tengo claro aún...

El señor Kim suspiró y tragó un poco de su vino tinto. —¿Qué me dices de medicina? ¿No te interesa ser cirujano como Taehyung?

—Jimin —interrumpió el hijo—. Es tu decisión, puedes tomarte tu tiempo y afirmarlo. Pero no te sientas presionado a escoger algo en lo que no te agradaría proyectarte.

No había nada más que pensar; Jimin sólo quería vivir de algo que lo sustentara en diversos aspectos, algo de lo que pudiera descubrir pasión y dedicación. Y si, asimismo, ese algo le aporta el permanecer junto a su mejor aliado, no había que seguir buscando intranquilo por una respuesta.

El lunes en el que cruzaron la entrada de la universidad de medicina de Seúl, sintieron las punzadas de entusiasmo y buenas vibras recorrer sus venas. El presente en el que vivían expandía sus horizontes llenos de esperanzas, y hasta el mismísimo sol aparentaba irradiar un fulgor indescriptible.

Ya lo logramos pensaban al observar sus alrededores. ¡De verdad lo logramos!

Las familias Kim y Park terminaron originando una amistad estable, y juntas decidieron seguir la dirección de sus hijos sin rechistar, terminando por vivir en la magnífica capital.

Todo parecía ir fascinante.

—¡Hey! Mira esto —se escuchó una ajena voz decir por alguna parte—. Hay un maniático en esta universidad.

—¡No inventes! ¿A qué te refieres? —se oyó la réplica— Quién es. Quién es~

—Ni puta idea. A él le llamaban "camaleón" —Kim y Park giraron sus cabezas para localizar al emisor de ese prototipo de testimonio, descubriendo a éste con sus ojos fijos en la pantalla de su celular junto a una chica—. Se dice que es un matón. Además de eso es un maricón —rió al leer lo último en su celular—. Abusó de un chico, consume drogas... ¡No me jodas!

—Sí que está demente. No puedo creerlo... —comentó la chica con desasosiego y congoja a lo escuchado— ¿Quién querría estudiar medicina luego de hacer todo eso? ¿Quién querría siquiera... acercarse a él?

—¿Acaso lo harías tú?

—¡Estás enfermo! —empezaron a reír con fuerza.

Los ojos disgustados del par estudió el entorno en el que se encontraban, repletos de murmullos y malas lenguas, y optaron por ignorar el desorden provocado por chismes desdeñables.

La silla de ruedas controlada por el mayor de los dos aumentó de velocidad y a continuación se aproximaron a las esperadas puertas de la universidad, apreciando los pasillos de ésta algo inhabitados.

Taehyung hizo remembranza de lo antes acontecido con un semblante de desagrado y duda en su rostro.

El comienzo de mi vida adulta será interesante... pensó Taehyung.

Y vaya que no se equivocaba.

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