" 34 "
"Grafito"
—
Hoy era la contienda de emociones, hoy era lunes.
Donde una pelinegra echaba a correr con los humos saliendo de su cabeza e inquietudes emanando de su semblante, conduciendo sus pasos hasta alguien a quien no encontraba rastro. Un curioso rubio con una misteriosa carta en sus manos, deseando abrirla para saciar sus dudas. Un par de amigos andando por los pasillos, sonrientes. Y un castaño muchacho.
Éste no tiene idea de qué lo conduciría a cometer este día.
Jeon Jungkook nunca tenía concedido el placer de admirar la vista desde las alturas del último piso de la facultad. No era cosa de todos los días maravillarse por el espectáculo que le regalaba la cima del edificio. Se apoyaba en los barandales y respiraba gozoso.
Lo veía todo. Desde el mayor tumulto de personas en el centro de la vereda esperando a cruzar la calle, hasta la ínfima distancia que notaba entre auto y auto, aguardando el verde del semáforo.
Se saciaba de ello y se mentalizaba para dar comienzo a su inicio de semana, y por consiguiente, sus clases universitarias de medicina.
Provechoso se dirigió al ascensor y antes de presionar botón alguno, revisó su reloj en la pantalla de su móvil y prefirió el uso de las escaleras; le sobraba tiempo para encontrarse con sus amigos en el aula.
Al llegar al piso cuerpo se topó con Kim Dahyun. Sudada, cansada y errática.
—¿Dahyun?
—Jungkook. ¡Estaba buscándote!
El castaño enarcó su entrecejo.
—¿A mi por qué?
—Es sobre Mark —se enderezó y buscó su celular para mostrar una conversación entre ella y el supuesto Mark Tuan—. Le envió una carta a Jae.
El solo nombre del chico le ponía la piel de gallina. No refiriéndose solamente al rubio chico, sino que al de Mark también.
La mezcla de esos nombres juntos no le parecía bueno.
—¿P-Por qué? No entiendo nada... ¿Es que...?
—Mark le escribió para dejarle al tanto de su ida.
El sonido un metal siendo pateado brutalmente hizo revolotear a los pájaros que acomodados en sus nidos huyeron despavoridos a causa del disturbio.
—¿Qué?
Ambos jóvenes echaron un vistazo a unos pisos más abajo desde el barandal para enterarse de la presencia iracunda de Jae, golpeando con sus lustrados botines la balaustrada dos pisos más abajo del dúo.
—¡MALDITA SEA! —rugió lanzando una bola de papel hacia el confín de su mirar.
Los estudiantes que pasaban por su lado empezaron a corretearse al darse cuenta de la actitud que demostró el desconocido rubio.
Éste se movilizó escaleras arriba, y el par se alarmó desmesuradamente; venía a buscarlos. O eso asumían.
—Jungkook, corre. Te aseguro que podré manejarlo.
—¿De qué hablas? No tienes la culpa de nada.
—Acabo de darle la carta indirectamente. Nadie más que yo podría hacer ello, es obvio notarlo.
—¿Pero es tan grave lo que diga esa carta?
Dahyun tiró del brazo de Jeon y corrieron al baño un piso más arriba, agitados. Empujó el cuerpo del chico dentro y aprovechó el vacío de el lugar para escabullir al castaño.
—No sabes cuánto.
—¡Dahyun! —intentó detenerla antes de sentir el portazo de la puerta cerrándose y las pisadas apresuradas de los zapatos de la chica extinguiéndose— ¿Qué es todo esto? ¿Es el fin...? —el gélido suelo recibió el conmocionado cuerpo de Jungkook— ¿Es todo mi culpa?
—Por la mierda —maldecía el rubio subiendo escaleras, evitando que lágrimas escurrieran—. Jungkook, Jungkook... ¡Esa lagartija! —sus piernas se movían solas y por instinto, sin percatarse de las personas con las que se topaba en el camino, empujándolas.
—¡Oye, ten más cuidado! ¿¡Qué demonios tienes en la cabeza!? —un toque en el hombro le devolvió le puso los pies en la tierra y la voz del chico a su lado lo hizo notar.
—Está bien, Jimin. No se dio cuenta por donde pasaba.
—Taehyung.
El rubio lleno de ira paró en seco al escuchar el nombre desde labios ajenos. Retrocedió hasta la dupla de amigos y los escrutó con la mirada penetrante que poseía.
—Kim Taehyung.
El nombrado giró su cabeza para ver de quién se trataba y su cuerpo congeló. Park dudó de la escena.
—Tú...
—Vaya, ahora tienes tus piernas de vuelta —observó las muletas, omitió la risa sarcástica y fue al grano—. Dime. Tu novio ¿dónde se encuentra ahora?
—¿Te refieres a Jungkook? ¿Crees que te lo diría sin saber tus intenciones?
El pelinegro aguantó su sorpresa para no dejar caer su quijada. ¿Qué estaba aconteciendo?
—Te lo pondré de otra manera; hay algo de lo que necesito discutir con tu noviecito y necesita atención urgente. No puede esperar. Así que me dices tú, o continuaré buscándole sin parar —manifestó su palabra sin mayor paciencia.
—¿Qué es esto? ¿Una amenaza?
—¿No me vas a decir?
La guerra entre las miradas que compartían Taehyung y Jae parecía lanzar fuego y misiles mortales.
Jimin empezó a empequeñecer al medio de los dos.
A la lejanía, Dahyun se presentó. Jae notó a la chica y su cordura marchitó, dándose por vencido en continuar increpando, dejando el lugar.
Necesitaba tiempo a solas.
—Hey —la fémina llamó—. Está en el baño, Taehyung.
Las cejas de Jimin mostraron perplejidad. Taehyung reaccionó y sus músculos actuaron por cuenta propia, guiándolo al ascensor. Al piso de arriba, mano izquierda.
Si equivocado no estaba, Jungkook adentro estaría. Sin embargo, ¿qué estaba sucediendo?
¿Por qué Jae busca a Jungkook para discutir? ¿Por qué está Jungkook encerrado en el baño? ¿Se escabulle? ¿Evita a Jae?
El timbre de una voz silencia las preguntas de su mente y lo ponen alerta.
Sigiloso pone su oído contra la puerta.
—¿Hola? —no hubo réplica inmediata como la que había dado una vez respondió a la llamada, pero el castaño se sobrecogía con el simple hecho de recibirla— ¿Quién está ahí? —farfulló abrazando sus piernas.
—Hola —se escuchó una voz masculina a través de la línea telefónica, poniendo los nervios de punta al castaño, quien se encontraba incrédulo ante lo que ocurría esa mañana de día lunes—, soy yo. El chico mariposa creando huracanes en medio del desastre.
Jungkook se levantó perturbado y con turbación.
Era él.
—¿Mark Tuan...?
Grafito pintó los cielos, el ambiente e incluyendo el aire, pareciendo intoxicar todo, y de paso a los dos hombres, separados por una puerta.
El color grafito le susurró al mayor, que algo iba a ocurrir. Y no era bueno.
La contienda de emociones estaba apenas originándose.
—
La noche se presumía frente a los hinchados ojos de un rubio, que de tantas lágrimas derramadas se rindió ante el deseo de un cigarrillo.
Se apoyó al borde de un barandal de madera, admirando el lago bajo el puente en el que se hallaba. Palpó sus bolsillos y los encontró vacíos, sin rastros de alguna cajetilla hasta que recordó a Bogum.
Ese idiota se los había guardado, pensó.
Miró hacía arriba contemplando extasiado las estrellas majestuosas en el negro manto arriba de su cabeza. Sacó del bolsillo de su parca un papel evidentemente arrugado y lo desdobló, repitiendo una y otra vez lo que ésta decía.
Y no quería creerlo ni de broma.
—Mark...
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