" 23 "
"Beis"
—
Hoy Jungkook despertó asustado, pues había olvidado por completo la alergia de su hermana por los gatos.
Afortunadamente, el gato no había salido de su habitación, así que existía la mínima posibilidad de que no se supiera la existencia del felino en la casa.
Se levantó cautelosamente de su cama y marcó el único número telefónico al que podía confiar en ese momento.
De la misma manera en que la llamada fue respondida, Jimin acudió a su casa.
—¿Cuál es el problema?
Eran eso de las siete de la mañana cuando Jungkook le abrió la puerta de su casa al pelinegro. Sooyoung había llegado agotada desde el trabajo, y en esos momentos dormía como bella durmiente en su cama. De esa manera no tendría en cuenta la visita imprevista de aquella mañana. Se encararon discretos y silenciosos en la entrada al cerrar la puerta y empezaron los susurros para no causar mayor sonido en la casa.
—Es Sooyoung; su alergia a los gatos es algo serio —Jimin dejó caer su mandíbula al comprender—. ¿Podrías llevar el gato a la casa de Taehyung?
—¿A su casa?
—Normalmente dejaba al gato allí cuando mi hermana llegaba a casa, pero nunca pensé que arrasaría con anticipación...
El pelinegro le miró compasivo y con su mano en la barbilla asintió.
—¿Y dónde está el gato?
—¡Oh, sí! —mantuvo su susurro— Espera aquí...
Jungkook trotó de puntillas hasta llegar a las escaleras. Una por una se aseguraba de que la madera no crujiera bajo sus pisadas.
Park acomodó su parca en el perchero y sacudió sus extremidades para tratar de deshacerse del calor que le invadió al correr hacia la casa del castaño con prisa. Nunca se imaginó a él mismo yendo a una casa con apuro, por lo que le pareció irónico y muy entretenido. Y es que no se podía negar al chico. Había algo en él que simplemente bloqueaba su pensar y no podía denegar a nada.
Y en eso, recordó a Taehyung.
Taehyung pasaba la mayoría de tiempo con Jungkook, y se cuestionaba cómo sería el alrededor entre ellos dos. ¿Sería que Taehyung estaría sintiéndose bien de esa manera? Por lo que entendía, se encontraba dudoso respecto al menor. Algo raro ocurría con esos dos, lo supo al disponerse a pensar profundamente luego de ese día en el que habló con Kim. Sus ojos reflejaban claramente una angustia, y le hubiera gustado ayudarle emocionalmente aquella vez, mas no había mucho que decir por su boca y se frustró.
El gato, mientras tanto, se rehusaba a entrar a la mochila de Jungkook. Era pequeño, por lo que debía caber dentro.
Jungkook se llevó la mochila abierta y bajó la escalera con fingida parsimonia. El felino se removía un poco pero esa la única forma de sacarlo de su casa. Al llegar a Jimin le tendió la mochila y un ovillo de lana, sintiéndose aliviado.
—¿Para qué el ovillo? —le preguntó examinando el interior de la mochila abierta.
—Le gusta jugar con eso muy a menudo.
—Bien —se colocó la mochila por al frente, en su pecho y sostenida por sus hombros. Echó el ovillo dentro y acarició el pelaje del animal con cariño. Jungkook le miraba de brazos cruzados, mordiendo su labio inferior—. ¿Qué pasa?
—Nada. Gracias por ayudarme, ya puedes irte —habló al sentir sus sentidos recapacitar.
—¿También quieres que te acaricie el pelo?
—¿Ah? —Jimin rió— Solo vete ya.
Se dio media vuelta y no bastó más de un paso para ser detenido por el otro, sosteniéndolo de los hombros. Se devolvió a su posición original, obteniendo la mirada de Jimin a cambio, y a éste mismo revolviendo sus castaños cabellos enrulados con ternura y sutileza, como si no quisiera romperle. Como si fuera frágil como cristal, sin saber que en un momento de la vida, Jungkook fue más que quebradizo.
Jungkook fue cristalino.
—Lo prometo —Jungkook le miró confuso, hasta que llegó a recordar.
"Prométeme que me visitarás mañana."
Aludido le observó y no se resistió a sonreír.
—Vendré todas las veces que pueda.
—Gracias —bajó la mirada embobado al rascarse la nuca—. Gracias... —repitió.
—¿Por qué?
—Por quedarte conmigo a pesar de querer estar solo. Por soportarme y ayudarme en lo que necesitaba realmente. Por preocuparte —le miró alegre—. Por ser un buen amigo.
Jimin apartó cuidadoso la mochila que sostenía, dejándola en el suelo y aproximándose ansioso al castaño, estrechándolo entre sus brazos.
Se quedaron así por una rato. No porque se sintiera la calidez entre los brazos del otro, sino porque sabían que luego de ese día las cosas cambiarían comparado con los que fueron como aquella enfermiza semana para Jungkook.
—
Séptimo día sin Jungkook. Una semana.
No se sentía como los anteriores. Hoy Taehyung comenzó a tener corazonadas e imaginaba impaciente el día en el que Jungkook se recuperara de su gripe. Siendo Jungkook tan inteligente, creyó que tenía todo bajo control. Que él mismo podía tomar sus propias precauciones.
En realidad, Taehyung no tenía idea.
Ni pesquisas del castaño y su estado le aterrizaban a la cabeza, estaba algo intranquilo. Debía de admitirse. No era de publicar cosas innecesarias en los foros de la página de la universidad, y tampoco era del tipo que estuviera gran parte del día alimentando su ocio en internet y diversos chats con personas, así que Taehyung se sentía incomunicado y, de alguna forma, aislado con Jungkook. Y le parecía algo inquietante el estar apartado por no saber lo suficiente sobre el castaño en unos días —una semana, para ser exactos—.
Taehyung de verdad tenía grandes intenciones en ayudarle toda aquella pasada semana, pero nada valdría la pena sin sus piernas. Sus malditas piernas, pensó.
La realidad es que, a lo largo de sus dos inestables años de rehabilitación después de la tragedia acaecida, nunca se sintió tan presto a acabar con sus impedimentos superando cualquier soporte a sus piernas. La causa de su disposición era otra. Era Jungkook. Lo sabía, y era por su mera presencia, pero no quería admitirlo en voz alta. Sin embargo, su soporte ahora era otro. No estaba a su lado, y se sentía palpable el abandono.
Quizás no se sentía aislado, tal vez se sentía acongojado.
Intentó deshacerse finalmente de sus regustos y alarmes y se tomó un café para continuar con una de las tantas partes de su tesis. Se preguntaba cómo iría el progreso de todos; el de Jimin, Dahyun, Jungkook...
En ese instante se quedó mirando, escrutando la taza en la que mantenía caliente el café, hasta que recordó el porqué. El porqué lo apartó de su paladar; la razón.
Volvió el tiempo atrás y le fue inevitable el recapitular.
—No... No te gusta el café, ¿cierto?
Aún recuerda el semblante incierto del chico, revolcándose en sus memorias e impasible.
—Me trae recuerdos.
Evocó al gris Jungkook de sus inicios. Cerrado como candado oxidado. Gris como el segador misterio.
—¿Entonces?
Rememoró la continuación de aquella conversación.
—Mi hermano era un adicto al café. Antes de dejarlo todo asegurado en manos del futuro e irse a América, su esencia a café sigue rondando por los pasillos de la casa en la que solíamos vivir y que ahora no es más que un monumento olvidado de nuestra infancia. Es triste. Nunca nadie logró entenderle y llegué a pensar que fue esa la razón por la que se fue, y quizá estaba en lo correcto. Mas sigo recordando la vez que entré a su habitación en una búsqueda inútil por él, la cual solo conseguí traumarme y rendirme al pasado, y conmemorar su cama sin hacer por semanas repleta de sobres y restos de café. Espolvoreados por toda su cama, en todo su esplendor. Su olor es simplemente chocante. Me impacta cada vez que la fragancia llega a mi nariz. Lo siento.
Lo siento. En esa ocasión no era necesario lamentarse de nada. Él no tenía culpa de nada. Simplemente...
Jungkook recordaba a su hermano con el café.
Dejó olvidada la taza con cafeína inconscientemente y siguió con su objetivo, conservando el pudor de no hacerse cargo de sus ojeras ni su alimentación. Lo que le llevaba directamente a Park Jimin. Su estómago pedía a gemidos delirantes desayuno. La cuestión está en que Taehyung era hábil de poder hacerse su propio desayuno, pero no tan competente ante su amigo.
Estaba a punto de llamarle cuando la puerta resonó.
Se aproximó como pudo a la entrada de su casa para recibir expectante a su pelinegro amigo.
—¿Por qué demorabas tanto?
—He estado muy bien, por si te lo preguntabas. Gracias —bromeó cerrando la puerta tras de sí y llevó el mando de la silla de su amigo hacia la sala de estar—. Lamento la tardanza.
—¿Hacía falta la mochila? ¿Es que acaso quieres que te ayude con alguna investigación? Vamos, tienes a Jung para eso.
—Sí que estás de humor, eh —intentó mofarse del menor, resultando fatal ante la mirada asesina y muerta de su amigo. Quedó sin palabras—. Bueno, bueno. Te traigo algo que te pertenece, por lo que entendí...
El pelinegro colocó la mochila que cargaba su espalda en el regazo de su amigo y éste le miró confuso. No hasta que sintió algo removerse.
Al abrirla el simpático color carmín de sus mejillas se mostró finalmente y alzó al felino, mirándolo con admiración y ternura. Rozó narices con el animal y le acarició el pelaje al devolverlo a sus piernas.
Por otro lado, entretenido ante esa escena, Jimin le miró con aprecio y suspiró, cruzándose de brazos.
—Jungkook me pidió con urgencia que te lo entregara. No fue tarea fácil.
—¿Sooyoung ya regresó del trabajo?
—Así parecía.
Taehyung le hubiera gustado ir a buscar al gatito, pero en solo pensar en ir le frustraba.
Se abstuvo de pensar siempre en lo mismo y dejó los lamentos a un lado.
—Pónte cómodo que prepararé algo. No me tardo.
Siguió las instrucciones del pelinegro y esperó, divirtiéndose con el felino mientras se imaginaba el rostro de desesperación del castaño al entregar el gato a Jimin. Le pareció gracioso el hecho de que dejará al gato dentro de una mochila, y soltó una sonora carcajada por lo tonto que debió ser.
Jimin, que escuchó claro el reír, rodó los ojos por lo que sea que a su amigo le hubiera causado gracia y al poco tiempo los té y las tostadas estaban listas para servir. Llevó todo a la mesa y vio como su amigo se relamía impaciente los labios.
—Espera. Jungkook te envió algo más.
La mañana de Taehyung aparentó estar más lúcida que él mismo.
Luego de que Jimin fuera en busca de lo-que-sea en la mochila, plantó una cajita color crema en la mesa, abriéndola para el placer de Taehyung al ver las galletas dentro.
—Increíble —suspiró de felicidad mientras se echaba unas cuantas a la boca y Jimin volvía a tomar asiento a su lado, tragó algo de su té y le proporcionó una mordida a su tostada con mantequilla. Sin embargo, sus ojos seguían cada movimiento de la boca de su amigo, como también las mejillas abultadas de comida. ¿Estaba restregando la comida frente a él? ¿Presumía sus galletas? Se encogió de hombros y se tragó en dos mordidas su incomparable tostada. Taehyung le echó un ojo a su amigo y decidió compadecerse con una socarrona sonrisa—. Hey —el otro le permitió la mirada—. Come algunas también.
Los ojos de Jimin se iluminaron.
Las mejillas de los dos amigos se llenaron de felicidad y masticaban con gula, sin arrepentirse de nada.
Fue en ese instante que Taehyung fue cegado por un aterciopelado color beis. Por todos los agradables y exquisitos momentos que disfrutó con el castaño comiendo galletas.
Su día de verdad pareció animarse.
—¿Y cómo está tu hermano?
Jimin dejó de comer.
—¿Hm?
—Tu hermano —insistió—. Me dijiste que tu hermano estaba enfermo y que por eso me dejaste algo de lado esta semana. Desapareciste luego de la maratón de películas.
Jimin se atragantó con las galletas y resistió.
Más bien, a hermano se refería disimuladamente a otra persona. Pero la idea se enfocaba en no hacerle saber de ello a Taehyung.
—Ya está mejor. Es notable, así que no creo que deba seguir cuidando de él. Sé que puede hacerse cargo de él mismo si se lo propone —respondió con una sonrisa, llena de prestigio.
—Eso es excelente —siguió tragándose las últimas galletas de la caja—. Entonces podrás venir a cocinar más seguido —habló con la boca llena.
—Así parece —se rió el mayor.
—
Era de noche. Kim se encontraba plácidamente conforme en su cama cuando decidió llamar al castaño. Esperaba con altas esperanzas a que estuviera mejor y despierto.
Posicionó la cámara frontal en su mejor ángulo y esperó a la contestación del chico. La cual, extrañamente, demoró.
Luego de unos segundos, el rostro no fue lo único que mostró la pantalla de Taehyung. ¿Qué es lo que exactamente se exhibía sin pudor y vergüenza ante sus ojos?
—H-Hyung. Por favor, ¿podrías llamar más temprano? Estoy ocupado...
Taehyung quedó boquiabierto, pero supo disfrazar su sorpresa.
Jungkook estaba en la bañera, mostrando parte de sus hombros y demás.
—¿Por qué? —preguntó descarado y divertido.
A Jungkook le explotaron las mejillas en un escandaloso color rojo.
Él definitivamente no estaba tranquilo con la poca reservación del momento. En su vida escolar nunca se tomó la oportunidad de compartir la vista de su cuerpo a otros chicos cuando se debían bañar luego de la educación física. Jungkook era tímido con ese sensible tema.
Las únicas personas que lo vieron desnudo ya no están. Algunas siguen vivas y otras no, pero ya se les va olvidando de a poco. Madre, padre, y...
—Siento molestar, solo quería saber cómo estabas. Ya sabes... —le regaló una sonrisa acomplejada y torcida, admirando como las burbujas se acoplaban a su tersa y fúlgida piel. Gloriosa— ¿Te sientes bien?
—Sí. Te lo puedo asegurar. Ahora debo bañarme, por favor háblame en otro momento. Este no es el mejor —insistió.
—No.
—¡Oh! ¡Vamos! —se quejó, removiendo las aguas provocando un sonido de chapoteo.
—Ya, ya —se rió fuerte ante la pequeña rabieta que le regalaba el castaño. Estaba siendo un estorbo y lo tenía claro—. Perdón, de verdad. Te llamaré mañana.
—Bueno.
—Hey. Cuídate.
—Lo haré. Cuídate tú igualmente.
—Lo haré —le confirmó y tragó duro—. Te quiero.
Y cortó antes de que el mundo se descontrolara.
¿Qué había sido eso?
Se rió idiotizado por lo que acababa de acontecer y rodó por la cama, sin importarle en lo más mínimo que su celular cayera al suelo. Maravillado al recordar la cara de Jungkook y las súbitas burbujas.
Burbujas.
Taehyung era un descarado.
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