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V

Los preparativos estaban listos, faltaba tan solo horas para que celebraran su fiesta de compromiso, Jimin era indiferente ante todo, simplemente ignoraba que el castillo se esté llenando de rosas y se haya adornado cada silla con finas sedas. Pero la triste realidad era que, por más que ignorase los preparativos de su futuro no podría escapar de ello, el maniquí frente a él con sus prendas para la gran noche se lo recordaba.

No podría escapar del capricho del príncipe y tampoco podría escapar de la decisión de sus padres.

Todos se veían tan felices por la pronta unión, ignorando la cara triste y los ojos sin brillo del omega. No importaba, después de todo, el anhelo de los omegas siempre era menos importante que la decisión de un alfa sobre ellos.

Suspiro cansado y se levantó de su cama, se paró frente al maniquí y pasó sus dedos sobre la tela, era suave al tacto, la tela era brillante de cierta forma, el corsé combinaba muy bien con los pliegues de las mangas, si no fuera porque estaba obligado a ponerse aquella ropa, él estaría muy halagado que aquella prenda se haya hecho exclusivamente para él.

La puerta de su habitación fue tocada, concedió el permiso para que pudieran entrar y se fue a sentar a su cama.

—Minnie, mira quien ha llegado.—Sonrió su madre mientras entraba tomada de la mano con su padre.

—Hijo, es bueno volver a verte.

—Lo mismo pienso, padre.—Jimin sonrió mientras se levantaba de su cama para saludar correctamente. Se paró de puntitas y le dio un beso en la mejilla e hizo una ligera reverencia.—¿Cómo te ha ido en Berlín?

—Muy bien, pudimos cerrar muchos contratos y hacer nuevos socios.—Sonrió de lado.—Veo que por aquí todo está listo.

—¡Lo está!—Su madre aplaudió dando pequeños saltos.

Los únicos contentos por su próximo matrimonio eran ellos.

Él también debería de estar contento, es decir, no todos los días un príncipe se encaprichaba contigo, debería ser halagador, un sueño. Pero no lo era, no para Jimin, él quería enamorarse antes de unir su vida a la de alguien más, quería experimentar las mejillas sonrojadas, los nervios, las mariposas en el estómago, quería tanto enamorarse. Ahora solamente sería uno más de sus anhelos guardados en una caja y arrojado al abismo.

De cualquier forma, su destino no cambiaría, si no era Namjoon sería alguien más, alguien "digno", con mucho dinero y poder, conservando de buena forma el apellido.

No podría enamorarse de nadie.

—Espero que por la noche podamos cenar con Namjoon, quiero conocerlo un poco más, después de todo será nuestro yerno.—Rió.—Ay, Minnie, no podías ser más afortunado. Estas en la fila para que tú y tu prometido puedan gobernar toda Inglaterra. Que orgulloso estoy.

—Gracias, padre.

—Estás orgulloso porque no has pasado todos estos días a su lado.—Su madre se quejó.—Jimin no ha hecho más que quejarse.

—¿Quejarse? ¿De qué?

—Ya sabes, aquella idea de no querer casarse. Me ha sacado canas blancas de la rabia.

—Pero Minnie, eres un omega afortunado, serás emparejado con el futuro rey ¿Qué más podrías pedir?

Otra vez, personas que no eran él, hablaban de lo que quería y de lo que debería anhelar. Solo porque era un omega no significaba que su mayor anhelo fuese casarse con un hombre rico y poderoso. Claro, uno de sus anhelos era el típico cliché de querer enamorarse, pero tenía más, muchos más. Quería conocer de cerca el mar, quería aprender más del mundo, quería saber cómo se manejan las finanzas, quería aprender un nuevo idioma.

Pero nada importaría.

Solo sería el omega trofeo de alguien más.

,,

El salón solo estaba iluminado por las velas esparcidas por el lugar, comía en silencio mientras su padre y su prometido hablaban, Jimin y su madre permanecían en silencio, solamente podían decir alguna palabra cuando alguno de los alfa se los pidiese.

Jimin estaba bien con permanecer en silencio, así podría acabar rápido con su comida y podría irse a su habitación.

O.

—Jimin.—Llamó su padre.—Namjoon te ha preguntado algo.

—Oh, lo siento mucho.—Se disculpo limpiando la comisura de sus labios con la servilleta.—¿Qué fue lo que me dijo...me dijiste?

—¿Qué si te ha gustado las prendas que te han confeccionado?—Sonrió de medio lado, bebiendo del vino frente a él.

—Sí, me han gustado mucho, muchas gracias.—Volvió a su plato. Su atención ya no era requerida.

Los alfas habían vuelto a hablar entre ellos, los omegas debían mantener la cabeza baja.

—Se que es demasiado pronto para preguntar esto.—Su padre soltó una pequeña risilla.—Pero me causa curiosidad. Después de la luna de miel, mi dulce Minnie ¿Volverá en cinta?

—Oh.—Namjoon soltó otra risilla.—Si así lo quiere la luna, esperemos que sea así. Sin embargo, estaría muy encantado de que aquello suceda. Yo creo que nuestros cachorros serán tan lindos como Jimin.

—Esperemos que alguno sea un alfa.

—Claro, esperemos que tengamos un fuerte alfa.

Jimin se congeló en su lugar, mirando la ensalada en su tenedor, procesando cada palabra y sintiendo asco. Frunció el ceño y levantó la mirada, posándola en su padre y prometido, que hablaban plenamente de la vida planeada que ya tenían sin siquiera tener una unión.

Quería irse.

Quería correr y no volver.

Pero no podía, las cadenas en sus tobillos eran más pesadas.

La cena finalizó cuando los dos alfas terminaron, todos se dirigieron a sus habitaciones, Namjoon quería pasar tiempo con Jimin pero el omega fingió que el estómago le dolía.

Claro que era mentira.

A media noche se escabulló hacia la cocina y tomó un plato llenándolo de carne y arroz. Con una lámpara en su mano bajo por el pasadizo que había hallado hace semanas atrás. Ya era costumbre escurrirse entre aquellas paredes para hablar por unos cuantos minutos con Jungkook, era la única distracción que tenía en aquel enorme palacio. Jungkook era interesante, soltaba cosas que aumentaban su sed de conocimiento, había estado en muchos puertos, había conocido a muchas personas y la historia de estas. Jimin siempre terminaba asombrado por las cortas historias que Jungkook le contaba.

Le asombraba como aquellos redondos ojos parecían dejar de ser vacíos al hablar de la aventura que había conseguido gracias al mar. Pero aún así, el reflejo era vacío.

Entre sus pupilas podía ver rajaduras en estos, el peso de la amargura.

Pero ¿Por qué?

—Creí que no vendrías hoy.—Susurró Jungkook.

—¿Por qué?

—Porque mañana es tu fiesta de compromiso, deberías de estar teniendo el más reparador de los sueños.

—¿Quien te lo dijo?—Frunció el ceño. Arrastrando una piedra para sentarse frente a la celda.

—Los guardias hablaron de eso. Me recordaron que dos días después de tu fiesta seré ejecutado.—Sonrió. Importándole muy poco que sus horas ya estén contadas.—¿Qué traes contigo?

—Te traje de comer. Esta vez un plato completo.

—Gracias, dulzura. Siempre actuando como un ángel.—Sonrió. Luego hizo una mueca percatándose que el plato no pasaría entre las vallas.—Pero no podré tener el plato, gracias, de todas formas.

—¡Oh! No había previsto eso.—Hizo un puchero.—Pero...puedo darte de comer.

Jungkook soltó una risilla entre dientes.—¿Cómo a un bebé?

—Sip.—Jimin sonrió.

Tomó los cubiertos de plata entre sus manos y empezó a cortar la carne, cuando hizo trozos de rosa la carne tomó la cuchara y puso un poco de arroz y carne. Tuvo mucho cuidado en no derramar nada. Tenía puesta su atención en la comida que dirigía a la boca de Jungkook, tan concentrado en su tarea que no se dio cuenta de los ojos marrones que lo veían con atentamente.

Jimin prefería mirar la cuchara y los bocados que le daba a Jungkook, cuidaba el no tambalearse, pero no podía estar todo el tiempo con la vista agachada. Levantó la mirada.

Topándose con esos ojos marrones. Tan lindos a la vista, tana grandes, tan hermosos. Se congeló en su lugar por un minuto, hipnotizado en Jungkook, sintiendo como sus mejillas se sonrojaban por el constante choque de miradas. Ambos se observaban en silencio. Jungkook sonrió suavemente al notar las mejillas rojas de Jimin.

Avergonzado, bajo la mirada y se dedicó a darle de comer a Jungkook, cuando terminó se alejó de la celda y volvió a su lugar en la piedra. Aún sentía como sus mejillas ardían. Quería ignorarlas.

—¿Por qué haces esto?

—¿El que?

—Venir hasta acá, todas las noches. Allá arriba debe de haber muchas cosas interesantes, mejor que estar en el calabozo con un pirata.

—Aunque no me creas...no hay nada más interesante que estar acá. Solo son cosas de oro o plata, arriba yo siempre estoy solo...por eso vengo aquí. Me gustan las historias que me cuentas y me gusta la pequeña aventura que emprendo entre estos rincones.—Sonrió.

Jungkook asintió, desviando su mirada hacia la puerta, viendo el reflejo de los guardias, sonrió de lado ante lo estupidos que eran.

—¿Puedo preguntar algo?—Volvió su vista hacia Jimin.

—Claro.

—¿Quieres casarte?

Nadie le había preguntado aquello. Nadie le había consultado antes de escribir su destino. Sintió como su corazón se sacudió en su pecho y como sus mejillas volvían a colorearse. Había alguien que le interesaba sus anhelos. Estaba frente a él.

—No.—Confesó en un susurró.

—¿Entonces, por qué te comprometiste?

—No tengo opciones.

—Todos las tenemos.

—No todos.

—Si. Las tenemos. Solo tienes que mirar más atentamente y las verás. Están ahí.

Jimin lo miró por unos segundos. Dejando que sus palabras tomen lugar en su cabeza, hallando las mil posibilidades.

Solo había una opción.

Y esa era huir muy lejos.

Pero ¿Cómo?

Se levantó de su lugar y tomó las cosas que trajo consigo entre sus manos. Era hora de irse a dormir.

—Buenas noches, Jungkook.

—Buenas noches.

—Espero...verte mañana.—Susurró con una sonrisa.

Jungkook no respondió.

El omega salió del lugar, cerrando la puerta a su detrás. Siendo indiferente a las últimas palabras del alfa.

—Ya no nos volveremos a ver.—Murmuró.—Fue agradable conocerte, hasta nunca, dulzura.

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