VI: Sadie
—¡SADIE!
Grite mientras corría detrás de ella. Mis pulmones estaban agotados, el alcohol que tenía en el organismo me hacía tambalear y la miopía junto a la lluvia, me causaba una imagen borrosa de la rubia. Mis pies tocaban con fuerza el césped del patio de Paula y estaba seguro de que iba a quedar destruido después de la fiesta.
—¡SADIE, DEVUÉLVEME LA MOCHILA!
Sadie ignoraba mis gritos, siguió corriendo y se dirigio adentro de casa de Paula. No entendía como podía correr con tacones.
—¡SADIE! —Volví a gritar, compitiendo con el sonido de la música. El suelo de madera de Paula iba a terminar lleno de lodo, pero en la mochila que me había robado Sadie, tenía invertidos al menos 2,000 pesos. No podía darme el lujo de perderlos.
Pocas personas me volteraron a ver. Casi todos estaban ebrios y poco les importaba lo que pasará a su alrededor. Esquivé a toda la gente que se cruzaba por mi camino y seguí a Sadie.
Sonaba una canción en inglés. Cada vez que resonaba la batería, la casa temblaba y temí que eso me hiciera perder el equilibrio y me cayera.
—¡SADIE!
Corrió a las escaleras de cristal y las subió con rapidez. Seguía sin entender como no se resbalaba con esos tacones.
La seguí, sin importarme que Paula me había prohibido subir a la planta superior. Era muy amplio el pasillo que dividía las habitaciones y se podía ver desde ahí toda la planta baja. No me detuve en mi persecución, realmente tenía que recuperar mi mochila.
—¡SADIE, MI MOCHILA! ¡REALMENTE LA NECESITO!
Finalmente, Sadie resbaló frente a una puerta. Intento abrirla desde el suelo, pero parecía que estaba muy ebria y no lograba alcanzar la manija.
Sonreí y aproveché la ventaja que me había dado Dios. Corrí con más velocidad y antes de que Sadie me cerrará la puerta, puse mi pie. Empujé la puerta mientras sonreía, sintiéndome un campeón.
Dentro del baño, la chica se reía a carcajadas. Cerré la puerta y me recargue en ella, para después dejarme caer en el suelo y tomar unas bocanadas de aire. La persecución me había dejado exhausto.
Si no hubiera sido por su risa escandalosa, no habría podido creer que la chica que tenía en frente era Sadie, pues iba vestida de una forma... ¿Extravagante?
Tenía puesto un cubrebocas negro, una mochila negra, el cabello recogido en una coleta alta, un vestido negro con botones y olanes, zapatos blancos con tacón y medias con rayas negras y blancas.
Sadie se quitó los tacones y se metió en la tina del baño, aún sin dejar de reírse. Se quitó el cubrebocas, saco de su mochila una botella de vidrio verde y le dió un trago. Después, extendió su mano con la botella en mi dirección
Aún con la respiración agitada, acepte en darle un trago a su botella. Me levanté, tambaleandome y le arrebate la botella. Saboreé el amargo líquido y tragué.
Le regrese la botella a Sadie. Ella estaba demasiado ebria, pero aún así, le dio otro trago a la botella.
Sadie murmuró algo que no logré entender, en un idioma que me pareció que era alemán mezclado con ingles. No entendí nada.
Me deje caer al lado de la tina, recargando mi cabeza en el azulejo del baño.
—Sadie, no sé cómo decir esto, pero no hablo Alemán... Solo español, y casi nada de inglés y tailandés...
—Ah, vale, perdón... Cuando estoy... You know... Sorry... Borracha —Sadie pensaba mucho sus palabras. Hablaba lento pero no parecía triste ni nada asi, solo desorientada—. Se me cruzan las palabras... Como hablo 4 idiomas se me dificulta... You know... Hablar uno solo.
Me levanté, camine al lavabo y me tire agua a la cara. Aquello me ayudó a despertar y decidí que Sadie había tomado demasiado por esa noche, así que camine a dónde estaba y le quite la botella.
—¡OYE!
Sadie se levantó de la bañera, tambaleándose y tratando de quitarme el recipiente. Me aleje de ella y trague todo el alcohol que quedaba. Esperaba que eso hiciera que no recordara nada de lo que había visto en el patio.
—Lo siento, creo que estás demasiado peda y no puedo dejar que andes así.
El efecto de todo el alcohol que había tomado en ese pequeño lapso de tiempo me causo un mareo que casi me provoco una caída pero me sostuve con el lavamanos.
—Tu tampoco debiste de haber tomado más, estás más pedo que yo
—Tal vez, pero yo soy vato y tú eres mujer... ¿Me devuelves mi mochila de dulces? —Pedi. Sadie puso los ojos en blanco y me aventó la mochila—. Deberíamos de bajar, Paula se puede enojar.
Sadie se rió y pude ver su rostro rojo, por el alcohol. La luz amarilla del baño le daba un tono rojizo a su cabello rubio.
La música ya no resonaba con fuerza contra las paredes, como si estuviesemos lejos de la peda. Como si solo fuéramos ella y yo.
—No te veías muy feliz allá abajo cuando te encontré —Expreso Sadie—. Ahora te ves más... ¿Calmado?
Recargue mis codos contra el lavabo, mirando a Sadie, que estaba recargada contra la pared, frente a mi. El baño era muy pequeño, comparado con toda la casa.
—Queria irme —Comente, mirando al suelo. El alcohol me había quitado los filtros que normalmente me ponía al hablar—. Necesito estudiar y estudiar, no puedo solo estar aquí perdiendo el tiempo, necesito conseguir un trabajo chingon. Por esta estúpida posada, mi jefa tuvieron que cerrar la tienda temprano y vamos a perder dinero. Además, me caga la forma en que todos me ven aquí.
Los ojos de Sadie se veían preocupados, su boca estaba abierta en forma de "o". Después, se rió, tomo impulso y avanzo hacia mi.
Camino a mi dirección, tambaleándose y sin hacer ruido porque ya no tenía los tacones. Quedo a 5 centímetros de mi y el olor a alcohol se hizo presente.
Sadie era extremadamente bonita, pero como cualquier persona, tenía sus defectos. Al tenerla tan cerca, note que sus cejas eran delgadas y escasas (tal vez por eso le habían llamado la atención las mías), sus labios eran muy delgados y tenía su nariz aguileña. Estaba llena de pecas y de manchas rojas, tenía ligero vello en la nariz.
Al verla tan cerca que sus ojos no eran azules como creía, eran de un color gris oscuro y parecían opacos de cerca.
—Pero todos tus problemas se solucionaron desde que apareci, ¿Verdad?
Puso una de sus manos en mi hombro y empezó a quitarme pelusas, mientras me miraba de una forma que no podía interpretar. Odie su actitud egocéntrica.
—No, sigo sin estar estudiando en casa, me caga todo el ruido que hay aquí y mañana voy a terminar todo pegajoso y con resaca. Es tu culpa, no estaba tan pedo hasta que llegaste tú y tuve que terminarme tu puta botella.
La chico rio y nego con la cabeza, sin dejar de acariciarme. Su otra mano se dirigió a mi cuello, acerco sus labios a mi oreja y susurró:
—Yo no te obligue a venir ni a tomar. Tu ya sabes cómo son las pedas y aún así, estás aquí, entonces, ¿por qué veniste, si tanto odias esto?
Había subestimado la inteligencia de la chica desde que la conocí. Yo siempre era el más inteligente en mi grupo de amigos y normalmente podía manipularlos sin dificultad, pero ella realmente se daba cuenta de los errores en mis palabras. No sabía si eso me gustaba o lo odiaba.
Mirando al techo, con las voz firme y los ojos en blanco le dije:
—¿No es obvio? Lo hice por ti. Si eres tan inteligente como me haces ver, ya deberías saberlo, ¿No? Me está estresando la música.
La verdad es que la música se oía bastante bajo en el baño, pero yo era quejumbroso. Sadie acaricio mi cabello con la mano que, momentos antes, tenía en mi cuello.
—Solo quería oírlo de tu propia boca.
Sadie sonrió y después mordió el lóbulo de mi oído, causando que yo apretara los dientes. Era extraña.
Tome su mano que estaba en mi hombro y la empecé a acariciar con mi pulgar. Me acerque a su cuello y deje caer mi cabeza en su hombro. El olor a canela dulce mezclado con el alcohol inundó mis fosas nasales y coloque mi otra mano en su mejilla, suave y tibia. Recé para no vomitarme en su espalda, porque me empezaba a sentir mareado.
—Eres bastante terco —Rio Sadie, mientras me abrazaba. Sentí sus pequeños senos contra mi pecho. Ya no tenía ganas de discutir, así que solo puse los ojos en blanco y le mordí la mejilla. Ella se rió y me apretó fuertemente el hombro.
Nuestros ojos se encontraron. Nos sonreímos y finalmente, acortamos la distancia que separaba a nuestros labios.
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—Nadie va a saber que fuimos nosotros. No te preocupes —Me dijo Sadie, mientras íbamos en caminando por una calle gigante a las 3 AM. Nos dirigiamos a su casa.
Habíamos roto el lavabo de Paula, el espejo del baño y un jarrón de porcelana. Ambos decidimos escapar de la fiesta para evitar las represalias.
Busque a Caleb para avisarle, pero el ya estaba dormido en un sofá. Prefería no molestarlo.
Aunque insistí en que nos arreglaramos antes de salir del baño, Sadie me apresuro a saltar por la ventana y no pudimos acomodarnos la ropa.
Por eso, ella iba caminando con las medias abajo, el cabello suelto, despeinado y sin forma, su vestido más arriba de lo normal, su brasier en la mano y sus labios llenos de labial rojo corrido.
Yo no me había podido abrochar el cinturón ni colocarme la sudadera de Caleb y mi oscuro cabello apuntaba a todas las direcciones. Tenía la cara y el cuello rojos, por el labial de Sadie.
—¡YA DEJA DE REIRTE! —Le grite a Sadie—. Todos nos van a escuchar.
—Ya casi llegamos a mi casa, relájate baboso —Contesto la rubia, sin dejar de sonreir. Me pellizco el cachete—. ¿Al final valió la pena venir a la fiesta, no?
Le quite la mano de mi cachete y me adelante. Me dieron ganas de gritar.
—No, realmente esperaba cantar canciones de posada, romper una piñata y tener un aguinaldo. ¿Adivina qué? Nada de eso paso y aún sigo sin entender derecho—Conteste, de mala gana. Ya no estaba tan pedo como hacía 2 horas y mi orgullo me hacía actuar así.
Sadie me aventó una de sus medias, que me dió en la nuca.
—Ay por favor, si ese es tu puto problema ahorita te explico lo que sea en lo que tengas dudas, pero ya deja de estar con tu jetota —Dijo Sadie, ya molesta. Paro de reír y camino con más velocidad, adelantándose.
No hice el intento de alcanzarla, solo trate de no perderla de vista, por si acaso alguien se le acercaba. Sadie se detuvo en una esquina, cuando empezó a chillar y a patear los arboles, ahí fue cuando corrí para alcanzarla
En cuanto la alcancé, me volteo a ver, llena de enojo, estaba muy roja y sus piernas temblaban.
—No te voy a dejar que entres a mi casa si no me pides perdón por tratarme asi —Expreso, con la voz medio cortada. Me pareció que estaba llorando.
Suspiré y le puse una mano en su hombro, para tranquilizarla.
—No tengo por qué pedirte perdon, solo te he dicho la verdad toda la noche. Me cagan las fiestas y el alcohol, estoy hasta la madre del ruido y eso fue lo que te dije, nada más.
Sadie no dijo nada, solo camino a la puerta, saco unas llaves y abrió. La seguí, pero ella me cerró la puerta en la cara.
La zona no era peligrosa, pero me daba miedo que algún guardia de seguridad me viera y pensara que estaba intentando robar, así que llame a Sadie.
—Lo siento.
—No te oí —Contesto, detrás de la puerta—. Además, ¿A quien le hablas?
Le di una patada a la puerta. Estaba enojandome.
—Perdoname Sadie, no debí tratarte así.
Ya no oí su risa escandalosa detrás de la puerta. No tenía forma de irme a casa y volver a casa de Paula era suicidio.
—¡PERDÓNAME SADIE, TE PIDO PERDÓN POR COMO TE HE TRATADO TODO EL DIA DE HOY!
La puerta se abrió. Sadie se reía y me jalo del brazo, llevándome dentro de su casa. Me sentía humillado, pero al menos estaba seguro de que ese día no terminaría en una celda de la carcel.
Aunque estaba oscuro, era obvio que su casa era más grande que la de Paula. Diría que unas 5 veces más. Era una construcción antigua, pintada de color amarillo opaco y con una fuente al centro del patio.
—Si no es indiscreción, ¿Puedo saber cómo conseguiste está casa? —Pregunte a Sadie, aún mirando todo el patio delantero, que incluso tenía una fuente. Tenía la mente nublada, pero me pasó por la cabeza que tal vez no era buena idea meterme ahí sin saber quién era su familia, ¿Narcos?, ¿Personajes políticos de dudosa moralidad?. Trate de ignorar esos pensamientos mientras ella me arrastraba hacia la puerta principal.
—Mi abuelo comerciaba platos, vasos y cubiertos desechables cuando era joven en Alemania, después tuvo una empresa nacional que después se volvió internacional y bueno, después se la heredó a mi papá. Hacen envíos a México también, por si quieres comprar alguna vez —Explico Sadie, mientras me sonreía y guiñaba el ojo. Al parecer, todo el show que había hecho para permitirme entrar a su casa, era falso, porque ya no veia rastros de las lágrimas en su cara—. Se podría decir que somos una familia rica relativamente nueva, porque la mayoría de la gente que conozco tienen empresas de hace siglos o tienen que ver con alguna monarquía. Como Paula, su familia tiene una empresa de café desde hace añoooooos, pero no le digas que yo te conté.
Sadie abrió la puerta de su casa. Era muy amplia, el piso era de mármol y en el techo había un vidrio decorado, como en las iglesias. En el centro, rodeado de pilares, estaba un comedor pequeño.
—Quitate los tenis. Es la regla de Mari.
Me apresure, y en cuanto termine, la chica me llevo de la mano a la segunda planta. Yo seguía mirando la casa, pues era gigante y me sentía asombrado.
—¿No hay problema con tus papás? —Pregunté.
—Para nada. Tampoco creo que les importe mucho, la verdad.
Sadie me guío al cuarto más alejado de todos. Saco unas llaves de su mochila y trato de adivinar cuál era la que abría la puerta.
Mientras, decidí preguntarle más cosas.
—Entonces, ¿Eres de Alemania?
Sadie nego con la cabeza, concentrada en abrir la puerta.
—No, tengo la nacionalidad y todo eso pero yo nací aquí... Bueno, no en esta casa... A lo que me refiero es que si soy mexicana, es más divertido México que Alemania entonces normalmente mi familia vive aquí. Solo vamos a Alemania cuando son vacaciones —Explico. Al terminar de hablar, la puerta se abrió.
Entramos juntos, ella cerró la puerta con seguro y yo solo mire el cuarto. Estaba pintado de azul, con varios pósters de One Direction y otras bandas del estilo, se veía como un cuarto infantil pero aún así, seguía siendo más grande que toda mi casa, hasta tenía su propio baño.
—No juzgues, hace apenas 1 semana que llegue y no he tenido tiempo de arreglarlo —Se justificó Sadie. Negué con la cabeza y me fui directamente a la cama king size. Me recosté, sentí el colchón y desee algún día tener una cama así de comoda. Me percate de que Sadie rebuscaba cosas en una maleta.
—Me gusta tu camisa, tenía una justo igual en Japón —Dijo Sadie. Rei, pensando en que la camisa era prestada.
—Gracias... Oye... Mira, lo que pasó hace un rato, ya sabes, lo del baño de Pau.
—Aja
Centre todas mis neuronas en formular lo que iba a decir. La cabeza me empezaba a doler por todo lo que había tomado, pero creí que era necesario aclarar las cosas con ella lo más pronto posible.
—Eres muy guapa, pero justo en este momento no quiero una relación formal en estos momentos, ¿Podemos seguir así como estamos, conociéndonos y fluir?—Explique, con un tono tranquilo y neutro.
No podía ver la expresión de Sadie desde donde estaba, pero note que aún seguía buscando algo en una maleta, como si mis palabras nunca hubieran sido escuchadas.
—Vale.
Sonreí y me sentí aliviado, con un peso menos en la espalda. El esfuerzo de mis neuronas no había sido en vano.
—Sadie, cambiando de tema, ¿En serio a tus jefes no les importa que esté aquí o no se enteran de nada por lo grande de tu casa?
Sadie se rió, se acercó a la cama y salto encima mío. Su olor a canela dulce me impregnó.
—Realmente no les importa, sospecho que es porque soy joven y mi abuela no está por aquí. En fin, no pueden hacer mucho, desde que aceptaron dejarme ir a Japón debieron de imaginar que no voy a seguir sus reglas —Explico Sadie, observando el techo color crema. Las pecas que tenía en su cara parecían manchas de pintura café.
Las luces de los rayos entraban en la habitación por un ventanal y el ruido de los relámpagos era un sonido lejano. Era extraño que lloviera así por Diciembre.
Sadie se acercó a mi, giro su cabeza y acerco su rostro hacia el mio. Pensé que iba a besarme, pero solo junto su nariz con la mia. Sus ojos grises brillaban con cada relámpago que caía y parecía como si la tempestad viniera de sus iris.
Sentí que pasaron horas en las que nos quedamos así, solo viéndonos mutuamente y sintiendo la respiración el uno del otro. Hasta que Sadie se sentó y dijo:
—Ya que estuviste de quejumbroso con tu examen de derecho, ¿Quieres que te explique antes de que vuelvas a gritarme?
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