Capítulo 15
Cuando llegó a casa no tuvo tiempo ni de quitarse la ropa, simplemente se dejó caer en la cama y le permitió al sueño ganarle la batalla. Estaba agotada, por mucho que intentara disimularlo. Su cuerpo no aguantaría otra noche más sin pegar ojo, eso la llevaría a la completa locura. Christopher, quien no se había despegado de ella, la miró con ternura al verla estirada en el colchón de mala manera, no lo dudó y se acercó para acomodarle la cabeza en la almohada, acto seguido tomó las sábanas para cubrir su cuerpo y que así descansara mejor. Él sabía muy bien lo que era perder a un ser querido y sentir la culpabilidad de una forma tan profunda como la estaba sintiendo ella.
—Descansa, reina —susurró, llevando una de sus manos a su rubio cabello para acariciarlo. Mimi intentaba hacerse la fuerte, pero toda esa resistencia no era más que pura fachada, quien la conocía sabía que terminaría rompiéndose.
Primero lo de Roi.
Después lo de Exon.
Mimi no soportaría más.
Un vidrio podría soportar un primer golpe, al segundo comenzaría a quebrarse, al tercero se despedazaría y no quedaría rastro de lo que antes era.
Vivió una situación similar hace años, cuando creyó que Roi había muerto en aquel accidente por su culpa. Claro que una vez superado, fue peor el reencuentro que la propia despedida. Una cosa marca y la otra horroriza.
En algún punto, Christopher también se quedó dormido, pero para su suerte fue el primero en despertar horas más tarde. Intentó ser cuidadoso y no hacer ruido para que Mimi descansase durante más tiempo, el entierro de Exon iba a ser duro y necesitaba recargar fuerzas para darle un último adiós a su amigo.
Tenía razón, cuando la rubia abrió los ojos se lamentó de haberlo hecho, la habitación todavía estaba oscura porque nadie había abierto las persianas, a pesar de eso sabía que si bajaba los párpados no serviría de nada porque no le apetecía seguir durmiendo. Se levantó de la cama y caminó con pasos torpes hasta el baño, se demoró en sacarse la ropa y entrar en la ducha, tenía las ganas por los suelos y no iba a disimular lo contrario. Quince minutos después ya estaba de vuelta en la habitación, poniéndose la ropa mientras que del cabello mojado caían gotas y escurrían por sus hombros.
—Buenos días —la voz del hombre que se había quedado a dormir con ella la sobresaltó un poco, lo que menos se esperaba era encontrárselo allí—. El desayuno está preparado, no me pongas la excusa de que no tienes hambre porque me he esforzado mirando por un tutorial de YouTube.
Con eso último le fue inevitable reír, él lo estaba intentando de verdad y ella no estaba de ánimos para nada que no fuera ponerse en estado deprimente. Por eso no le gustaba encariñarse con las personas, ni que estas se encariñasen con ella. No quería caerse y que se cayeran con ella.
—No tenías que hacerlo —habló mientras se ponía los zapatos—, pero gracias, la verdad es que no tenía pensado desayunar ni nada por el estilo...
—Lo sé —admitió, chasqueando su lengua contra su paladar—. Tienes suerte de que esté aquí, Mimi.
Asintió, dándole la razón. No lo estaba apreciando lo suficiente pero se sentía más afortunada de lo que mostraba. Él no tenía razones para estar allí, no conocía a Exon de nada, y sin embargo, se había quedado anoche con ella y todavía seguía ahí, dándole ese apoyo que no sabía que necesitaba.
—Ojalá hubieras aparecido antes en mi vida —tragó saliva mientras se acercaba a él—, pero claro... Cuando yo tenía tu edad, tú aún no te sacabas el carnet de conducir.
—Lo dices como si me llevaras veinte años, exagerada —bufó, llevando sus manos a su cintura para pegarla a su cuerpo—. Eres solo unos años mayor que yo, ¿y qué?
—Que a mi no me gustaban los niñitos —admitió—, supongo que tú eres la excepción.
Fue su momento de sonreír embobado, la Mimi de la intimidad no era la misma Mimi de la calle, ¿cual de las dos le gustaba más?
Acercó su rostro y dejó un beso en la punta de su nariz antes de frotarla con el suyo. La rubia también sonrió antes de descansar su cabeza en su cuello e inspirar profundamente, todo el mundo tenía su lugar seguro, el suyo no era encima de una moto recorriendo la calle, el suyo era en los brazos de ese hombre.
El desayuno estaba bien para ser Christopher el cocinero, Mimi no pudo quejarse de nada. Decían que después de la tormenta venía la calma... ¿Pero por cuanto tiempo duraría la calma? ¿Cuando volvería a llover? ¿Cuando se volvería todo oscuridad una vez más?
Muy pronto.
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