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Capítulo cuatro.




Miro el reloj de la mesita de noche por... no lo sé, ya perdí la cuenta de cuantas veces me he fijado la hora. Ahora marcaban las 4 de la mañana. Y a pesar de que tenía una almohada (súper esponjosa para los problemas de cervical) rodeando mi cabeza, la música hacía retumbar mi departamento como si se tratara de un terremoto.

Solté un chillido y hundí mi cabeza en la cama. No soportaría esto por mucho tiempo más, en cualquier momento perdería mis tímpanos o mi cordura. O ambos.

Me levante de la cama, y por segunda vez en la noche me dirigí furiosa a la puerta de mi molesto vecino. Al abrir la puerta, una muchacha desconocida apareció frente a mi. Su mirada se encontraba perdida, y reía sin razón alguna. Borracha. El estúpido cabeza hueca había montado una jodida fiesta.

—¡CHALAMET! —Grité histérica. Corrí a la muchacha de mi camino y, aún más enfadada, entré a la jungla.

El pequeño apartamento estaba tan repleto de personas que sentí ahogarme. Varias personas me habían mirado de arriba a abajo y soltaban una risita; vale, sé que me veía ridícula. En pijama y hecha una furia. Quizás, si el enojo no estaría tomando posesión de mi cuerpo en este momento, pensaría en lo ridícula que me veía.

Oh, Timothée, ya estoy imaginando las mil y una formas de asesinarte.

—¡Pequeña Sellers! —Oí su voz, y pronto se encontró frente a mí, con una sonrisa maliciosa en el rostro y dos muchachas bajo sus brazos, riéndose de mí — Bonito atuendo, de veras, ya te dije que te veías sexy. Pero no creo que sea apropiado para la ocasión, ¿no lo crees?

—¿Apropiado para la ocasión? ¡Te voy a...

Timothée puso su mano frente a mí, interrumpiendo mi furioso parloteo y miró a una de las chicas — Cariño, ¿por qué no llevas a nuestra invitada de honor a cambiarse? —Me miró de reojo, y sonrío — Y elígele una buena minifalda que muestre sus piernas. Podrían ser esas azules que te quité el otro día.

Abrí la boca para insultarlo hasta que me quedara sin qué decir ( lo que con Timothée era casi imposible), pero la rubia se escapó de su brazo y agarró el mío, guiándome hacia una habitación escondida en un pasillo.

—¡Eres hombre muerto, Chalamet! —Fue mi último grito hacia él. A lo que Timothée respondió con una risita, para luego perderse entre las personas.

(...)

La rubia, que había descubierto que se llama Renata... o Rebecca, no recuerdo, pasaba una brocha de maquillaje sin parar por mi rostro hace como diez minutos. Me había vestido con esa jodida minifalda azul, que era lo más incómodo que alguna vez me había probado. Y no lo digo porque vivo en pantalones de chandal o pijamas, sino porque en serio era como una segunda piel.

—Renata...

—Rebecca—Viró los ojos.

—Da igual—Dije—. Creo que ya es suficiente, ni siquiera pienso quedarme. Esto es absur...

—¿Qué eres de Timothée? —Me interrumpió comenzando a guardar los maquillajes en una bolsita rosada de Hello Kitty.

Fruncí el ceño— Desearía que nada, pero soy su vecina.

Ella rió y se sentó en una butaca que había por allí, que seguramente alguien había traído del comedor. Rebecca era una chica bonita, y tenía pinta de ser buena muchacha. Lástima el hecho de que esté involucrada con el niñato... pobre de ella.

—He visto como te mira...—Admitió mientras miraba sus zapatos plateados de tacón brillar con la luz de la luna que entraba por las aberturas de las persianas— Se nota que le interesas.

Me mordí el labio para contener una carcajada— Sí, como no. —Respondí irónica— A Timothée lo único que le interesa es su cabello, su miembro y su play-station. Nada más. De verdad.

Rebecca se encogió de hombros, y por un momento sentí que ella sabía algo que yo no—Como digas, cariño.—Ella se levanto y me extendió su mano— Vamos, que van a comenzar con el beer-pong.

Qué emocionante.

Al salir, los alaridos y la música fuerte casi que me tumba, pero conseguí mantenerme en pie. Vale, tomaría un trago y me iría. Rebecca no parecía tener intenciones de dejarme sola, y tampoco me dejaría irme. Fingiría una borrachera y me iría a mi casa. Un plan práctico y sin complicaciones.

—Vaya.— Y el ser del mal ha vuelto. Y lo peor... borracho hasta la médula— Definitivamente esa minifalda te queda para morirse.

—Timothée, si no quieres que te hunda la nariz de una golpiza, déjame en paz.

Me dirigí hacia la barra improvisada y me senté en una butaca. El engendro parecía no rendirse y se sentó a mi lado. Pedí un mojito y mientras lo esperaba intentaba mirar a todos lados menos a su rostro.

—Eres jodidamente bella, Sellers.—Sonrió. Oh, pobrecito, que ebrio estaba. Cuando comencé a sorprenderme por su cumplido, volvió el Timothée que conozco — Lástima que seas tan gruñona e insoportable.

El mojito llegó y mientras lo ingería, miré a Timothée a los ojos—Te cortaré el pen...

—Amo esta canción. Ven, Sellers, muéstrame que sabes hacer otra cosa además de tejer para tus nietos.— Se rió. Apreté los dientes y antes de que pudiera responder, Timothée me agarró del brazo y me dirigió a donde todos bailaban.

Una canción de Taio Cruz, creo que era She's Like a Star, había comenzado a sonar. Y ya varias personas estaban bailando muy apretadas.

Timothée me tomó de la cintura y me acercó a su cuerpo. Lo miré mal y el sonrío, disfrutando mi molestia. Que borracho estaba, por el amor de Dios.

Sentía su respiración en mi oreja, bajando por mi cuello hacia mi hombro. Esto sí que era incómodo. Y cuando pensé que ya esto no era para nada cómodo, comenzó a cantar en mi oreja el estribillo de la canción. Vaya, que cliché.

—Estás gritando como una hiena en mi oído, Chalamet. No estamos en el zoológico, supéralo.

Él rió— Sé que te pone cachonda escucharme cantar, gatita.

—Nada que tenga que ver contigo me pone "cachonda", Chalamet. —Repliqué.

Él volvió a soltar una carcajada. Y cuando terminó la canción y yo agradecí al cielo por ello, volvió a hablar:— Jura por tu colección de vinilos que no me cortarás el pene por hacer esto.

—¿Hacer qu...

Y me besó. El niñato me estaba besando.  ¡Con lengua! ¡Esto no puede ser verdad!

Cuando salí del trance lo empujé, sorprendida y molesta por su acción. Supe que no lo había hecho conscientemente cuando se rió. Otra vez.

— Eres un niñato.

—Y tú una abuela.

—¡Vete a la mierda! —Sentía mi rostro rojo de la furia, y él parecía divertirse.

—Vete a mi cama—Guiñó un ojo.

Solté un chillido y di por finalizada mi obra de caridad. Tomé mis llaves y caminé hacia la puerta deseando poder dormir por lo menos media hora. Maldita sea la hora en la que me quedé en esta fiesta. Maldita seas Renata por obligarme a quedarme. Y maldito seas Timothée, sobre todo tú, simplemente por ser tú.

Entré a mi casa y justo antes de cerrar la puerta, vi su rostro asomarse por el umbral de su puerta.

—¡Fue bonito verte, pequeña Sellers! —Me dijo y me mandó un beso, riéndose de mí en mi cara.

Y sin esperar más, cerré la puerta en su cara.

N/a: volviiiiii ahre. Espero q les haya gustado el capítulo! Espero seguir escribiendo esta novela y actualizar más seguido.

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Un beso

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