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02. La bondad es un arma de doble filo.

Noches cortas, días eternos. Un joven corazón cálido no podría soportar un alma más sufriendo en el silencio de la ruina.

Cuando era pequeño, su madre solía decirle de todas las formas posibles que debía mantenerse al margen, ser un alma pura y honrar los valores que sembraron en él desde que crecía en el vientre de la misma mujer que le enseñó todas esas lecciones.

Su madre era la mujer más inteligente del mundo ante sus ojos desde que era un infante, su madre nunca se equivocaba y aquellos lindos consejos que lo fortalecían a lo largo del camino siempre lograban darle luz en la oscuridad.

Pero, ¿por qué ese día dudaba tanto?

Tomando con fuerza el volante, con el corazón latiendo tanto que él podía sentirlo, y tomando avenidas por las que nunca había conducido antes, sentía que estaba caminando sobre agujas delgadas que hacían desangrar sus pies.

¿Lo suyo era bondad o demasiada confianza?

No podía responderlo en ese momento. Jamás pensó encontrarse conduciendo a uno de los barrios más exclusivos del país a dejar un chico ebrio que estaba dormido soñando con una linda actriz o montando una cría de unicornio en su lujosa mansión. No sabía su nombre, no sabía su edad, nunca lo vio antes y no tenía idea de sus intenciones, podría haber estado conduciendo hacia un trágico destino, pero no se detuvo, su noble corazón le decía que quizás no todo terminaría de forma negativa, al menos sería un héroe en las noticias locales si es que salía con vida de aquel "intento de secuestro" y lograba declarar todo ante la corte.

¿Le podrían atención a un extranjero?

La justicia no siempre iba estar de su lado. ¡Vaya día! Debería ir en camino a casa de su novio que seguro lo esperaría con ansías, pero prefirió seguir el ejemplo de su madre que lo llevaría al reino de Dios, aquel que le prometían todos los domingos en la iglesia.

El verdadero martirio de su vida fue entrar hacia aquel residencial con las justas. Encendió el GPS de su teléfono en cuanto se perdió en medio de tantas calles. ¿Qué lugar había dicho ese sujeto?

En 100 metros, gire a la izquierda.

Se dirigió hacia la avenida de la izquierda, tal como la voz del aparato ordenó. Abandonó el Sunset boulevard y las calles se sintieron menos transitadas, las casas que veía a sus alrededores eran lo que imaginó desde el primer momento: atractivas. No pudo evitar sentirse inferior, él vivía en un pequeño departamento de dos habitaciones en un edificio antiguo.

Se preguntaba en qué clase de vivienda habitaría el hombre dormido a su costado derecho, una enorme mansión que era siete veces más grande que su vecindario, una casa minimalistas de dos pisos o una fortaleza gigante del estilo renacentista, pero de nuevo ingresó aquella duda taladrando sus sentidos diciéndole que en realidad él no estaba llevando al tipo ebrio a casa,  el tipo ebrio lo estaba llevando a su fatal final.

Manténgase en línea recta sobre Stone Canyon road.

Eso hizo. Solo eso hizo, sus sentidos ya ni siquiera querían responder de forma correcta.

El sonido de su móvil indicando la entrada de un mensaje lo hizo despertar del estado de shock en el que conducía. Incluso el mayor en el auto despertó de su sueño.

—¿Llegamos?

El dueño del auto viró los ojos. Era un completo descarado. Un descarado al que le tenía miedo, por supuesto.

Revisó con precaución que decía el mensaje que acababa de recibir desde el remitente que había registrado como: My prince. Soltó una sonrisa inocente con tan solo leerlo que se desvaneció al abrir aún más el mensaje.

"¿Dónde estás, Jake? Se supone que habrías llegado hace 20 minutos."

¿Qué excusa debería decirle? Era su primer fin semana juntos luego de una corta separación por asuntos familiares de su pareja. Llevaría sus cosas hacia allá, desayunarían juntos y saldrían a un parque temático lleno de montañas rusas. Aunque la última parte del plan le desagradaba, no quería decepcionar a su lindo novio que se veía emocionado pese al pánico que le causaba.

—¿Quién te habla? —preguntó el chico pelinegro acercándose sin mesura al soporte del móvil donde la pantalla del mismo iluminaba toda una conversación—. Uh, tienes novio.

—¡Deja de mirar!

—Alguien dormirá con el perro —mofó a media voz.

Jake suspiró pesado.

—En lugar de meter tu nariz donde no te llaman, ¿por qué no me dices el camino hacia tu casa? Hace más de cuarenta minutos estoy intentando llegar a Tanner Bridge —exigió dándole un golpe a su volante. Él solía ser tan paciente como un orangután, a excepción de situaciones de presión como esa que vivía al borde de la locura, perdido y ansioso por no saber que decirle a su novio—. ¿Puedes decirle a dónde estoy yendo?

—Vas bien.

Jake rechistó.

—Estamos cerca. Menos de diez minutos, tal vez quince, quizás menos —indicó sonriendo. Con solo cinco minutos despierto, había logrado desquiciar a un desconocido, era un nuevo récord—. Pero si tu novio te regaña, déjame en la esquina.

—¿Qué estás diciendo? Esto no tiene nada que ver con él —objetó. Jay rio con sigilo, en serio disfrutaba el mal humor del desconocido—. No seas tan mal agradecido, te estoy ayudando.

—Puede que tengas razón.

El caminó volvió a ser silencioso. De vez en cuando, Jake miraba a su costado derecho para comprobar que el extraño sujeto de piel fría seguía vivo y sin intenciones de dañarlo. Jugaba con su camisa e incluso miraba por las ventanas. El rubio se preguntaba en qué pensaba, su semblante era difícil de interpretar.

—Da vuelta a la izquierda —dijo JongSeong al mismo tiempo en que la voz del GPS lo hizo.

Jake asintió, al parecer habían llegado luego de largos minutos de camino.

—Detente.

Y así lo hizo. Aparcó su auto a las afueras de una enorme residencia protegida por un portón de barrotes negros y árboles que impedían la vista completa hacia el interior. Vaya, que no parecía ser una vivienda barata.

—Gracias por traerme, extraño —Agradeció mientras abría la puerta. Antes de abandonar el auto por completo, se detuvo a mirar al dueño de aquel vehículo—. ¿Cuál es tu nombre?

—Shim Jake.

—Genial, gracias.

En pocos segundos JongSeong estaba frente a la portón de metal. Antes de que Jake pudiera salir de aquel lugar sintiendo el alivio de no haber sido asaltado o secuestrado como sus pensamiento más vagos decían, el pelinegro llamó su nombre acercándose corriendo hacia la ventanilla izquierda.

—¿Podrías prestarme tu teléfono? Robaron el mío junto mi dinero y mi saco con las llaves dentro.

—¿Por qué? —inquirió tomando el celular. Ni siquiera quería entregarlo al chico que recién miraba con atención, era más atractivo de lo que pensó una hora antes, solo hacía falta un poco de descanso para él para que su rostro cambiara por completo.

—Estaba borracho —contestó remarcando la obviedad de sus palabras y recargado sobre el cristal a tres cuartos de estar completamente abierto.

Jake entregó su aparato desbloqueado con desconfianza. ¿Cómo podía estar tan tranquilo después de haber pasado toda una noche en la calle e incluso ser robado? Supuso que estaba acostumbrado a recuperarlo todo en un instante con todo el dinero que poseía o estaba mintiendo.

Jay llamó a la asistente de su padre y en menos de dos minutos había regresado el celular que utilizó y en dos minutos más, ya estaba una mujer de mediana edad negando con la cabeza junto un sirviente que abrió las puertas para JongSeong, él se despidió moviendo la palma de su mano de un lado al otro.

Jake sonrió, pero no sabía la razón. Aunque su extraña tranquilidad demoró solo unos segundos antes de volver a revisar sus mensajes y encontrar dos más de su novio.

"¿Estás bien?"

"Si no quieres ir, dímelo. Sé que te provocan miedo los parques de atracciones, pero no por eso debes ignorarme."

un episodio más, así es.
pensé que se me iría la inspiración de un momento a otro, por suerte aquí estoy.

¡muchas gracias por leer! ♡

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