Capítulo 2
— Veo que esta casa es más espaciosa que la anterior —mi madre mira todo a su alrededor para luego posar sus ojos en mí.
— Sí, es mucho más grande y luminosa, la otra tenía menos luz.
— La verdad que sí, parecía más una cueva que una casa —me rio por el comentario de mi madre —. Bueno hijo, ¿Qué tal en el instituto? —Me pongo tenso y miró hacia la pared —. ¿Qué pasa hijo? —inmediatamente se pone alerta.
— Nada, no pasa nada —sigo mirando para la pared.
— Calix, te conozco muy bien, soy tu madre. ¿Qué pasa?
— Pues que en el instituto... —mi madre me interrumpe.
— ¿Qué pasa en el instituto?
— Narella, deja a tu hijo hablar —le agradezco a mi padre que acaba de llegar a la cocina donde estábamos mi madre y yo —, si lo interrumpes cada vez que empieza hablar, no terminará de contarte nada.
— Bueno perdón, solo quería saber —suspira. —, sigue contando.
— Nada, no pasa nada en el instituto ni en clases —no quería que se enterasen que me pasaba en clases o como me trataban los profesores. Una cosa es que sea algo despistado o que me distraiga fácilmente y otra cosa es hablarle mal a un alumno.
— Calix, se nota que te pasa algo, sueles sonreír más y ahora no tienes esa cara de alegría que tenías antes. ¿Qué te pasa? — pregunta de nuevo —. Si no me cuentas soy capaz de ir al instituto a informarme —me pongo rígido y nervioso.
— ¡No! —exclamo —. No vayas por favor.
— ¿A quién temes tanto? —me muevo incómodo.
— A nadie mamá.
— A alguien debes de tenerle miedo para no querer que vaya a informarme el lunes.
— Los profesores —hablo en un susurro.
— ¿Que? —preguntan mis padres a la vez.
— Qué son los profesores los que me molestan —les informe.
— ¿Los profesores te hacen algo? — pregunta mi padre.
— Ya me conocéis como soy yo de distraído —asienten en afirmación —pues parece ser que les molesta mucho que mire por la ventana cuando están dando su clase y me hablan con muy poco respeto por ser como soy yo, callado y tímido.
— ¡Esto no puede ser! —habla mi madre indignada.
— Tranquilízate Narella —habla mi padre.
— Pero es que esto no es normal —dice —, el lunes hablaré con el director. Esto no se va a quedar así.
— ¡No! —Grito. Los miro a los dos y sigo hablando —. No quiero que vayas a ninguna parte mamá, dentro de dos semanas termino el curso y no volveré nunca más a esa institución.
— Pero hijo...—le interrumpo.
— Nada, es mi decisión mamá, no vas a conseguir absolutamente nada yendo.
— Bueno hijo —dice, mira por todos los lados a ver si veía algo —. ¿Dónde está Eryx? —miró a mi padre.
— Está en el salón viendo dibujos en la televisión.
Salgo de la cocina que es donde nos encontrábamos y voy directamente al salón, donde está mi hermano pequeño ocupando todo el sillón viendo la televisión.
— A gusto ¿no? —le pregunto cuando estoy frente a él.
— ¡Sí! —afirma con una sonrisa.
— Haz un hueco a tu hermano para que se siente junto a ti —le muevo las piernas y me siento en el sofá y luego le pongo sus piernas encima de las mías —. ¿Qué estás viendo?
— Tom & Jerry —miro hacia delante y efectivamente están echando Tom & Jerry.
— Siempre que os voy a visitar o venís aquí, estás viendo esos dibujos Eryx.
— Es que es genial y me encanta —me rio de cómo lo dice.
— No es gracioso Calix.
— Lo es —me vuelvo a reír.
— ¡No! —hace un puchero.
— ¿Te enfadaste? —lo miro.
— ¡Si! —habla alto. Le hago cosquillas y carcajea.
— ¿Ya no estás contento? —niega con la cabeza —le hago más cosquillas —. ¿Ahora? —niega de nuevo, vuelvo hacerle cosquillas —. ¿Y ahora?
— No —mira hacia el televisor.
— Perdóname Eryx —habló dramáticamente —te compraré palomitas que sé que te encantan.
— Y me llevas al cine —que chantajista es este hermano.
— Si te portas bien —sonríe abiertamente en mi dirección.
— Chicos —se asoma por la puerta de la sala —, a cenar. Pon la mesa —me señala. Quito los pies de Eryx para poder levantarme.
Voy directo a la cocina a coger los cubiertos, vasos y servilletas, vuelvo de nuevo al salón donde estaba mi hermano.
— ¿Me ayudas? —le pregunto mientras dejo las cosas en la mesa. Se levanta y viene corriendo hacia mí.
Le doy cuatro servilletas y él la pone, pero como no llega muy bien a la mesa se pone de puntillas, y ni con esas alcanza a ponerlas. Lo cojo aúpas para que las ponga, él me sonríe y me da un beso en la mejilla. Lo dejo en el suelo y voy poniendo los platos y los vasos en sus respectivos sitios.
— ¿Dónde te quieres sentar?
— Al lado tuyo —se sienta en una de las sillas que se puede ver perfectamente la televisión y yo me coloque al lado de él.
— Chicos a sentar... —se calló cuando nos vio sentados.
— A cenar entonces —sentenció.
El fin de semana pasó rápidamente que sin darme cuenta ya estábamos a lunes y eso quería decir que debía volver a clases.
Cojo mis cosas en mi casillero y voy directo a mi clase de inglés.
Odio ingles con todo mi ser.
Apruebo con buena nota la asignatura, pero no sé, no me llega a gustar el idioma. Que lo tenga que hablar ya que es mi idioma natal.
Aparte de mi idioma natal, sabía hablar, italiano, español, griego y alemán.
Cuando llego a mi clase, entro y lo primero que veo es a mi profesor sentado mirando algo en el ordenador.
Me siento en mi sitio de siempre y espero hasta que todos mis compañeros entren y el profesor cierre la puerta para dar comienzo la clase.
Miro hacia el profesor Metaxas y lo veo ojear el reloj, se levanta de su silla giratoria y va hacia la puerta, pero antes de poder cerrarla empiezan a entrar los compañeros que faltaban por aparecer, el profesor Metaxas se sienta de nuevo y se dirige a los que acaban de llegar ya que estaban charlando y la clase estaba por comenzar.
— ¿Llegáis tarde y os ponéis hablar? —pregunta el profesor mirándolos. Me giro para ver que hacen mis compañeros y sonríen —. No sonrían señores y señoritas ya que si no dejan de hablar serán castigados.
— Perdone profesor Metaxas, pero yo tengo boca para hablar no para quedarme callado como el mudito Calix — lo miro mal, pero de mi boca no sale ningún sonido —. ¿Ves profesor? —pregunta Basil señalándome, que es un chico presumido que se piensa que es el Rey del mundo, a parte que se piensa que todo gira alrededor suyo —. No sabe hablar, solo sabe mirar.
— ¿Y qué pasa que no puede mirar? —pregunta Halia cabreada —. Creo que todavía no prohibieron mirar a la gente. —lo mira desafiante.
— Salió la defensora del instituto —el grupo de Basil se rieron de lo que dijo él.
— Por lo menos yo defiendo a la gente, de personas inútiles que solo saben meterse con la gente que es más indefensa que ella misma —Halia da en el clavo ya que veo a Basil tensarse —. Veo que acerté —sonrió —. Deberías vaciar tu cerebro lleno de serrín y dejar que el cerebro piense un poco.
— Pero... ¿quién te piensas que eres para hablarme así? —habla con superioridad Basil.
— No eres más que nadie, te lo recuerdo, no eres el rey, cariño, bájate de esa nube en la que estas.
— Profesor —le llama el susodicho a Metaxas.
— Dime, señor Zabat —le contesta el profesor.
— ¿No escuchó cómo me habló Halia? —este chico tiene una cara de aquí a china.
— Si la escuche —le informó —, y le debería pedir perdón y también al señor Areleous.
— A ese mudito no le voy a pedir perdón —me señala. Ya había aguantado demasiados abusos de profesores y alumnos, no iba a soportar ni una más.
— Zabat —lo llamo. Me mira y se sorprende para luego cambiar su cara a burla, ya va a soltar una de las suyas.
— Anda mirad, el mudito habló —se burló.
— ¿Te piensas que hablando así vas a conseguir antes? —pregunto.
— Sí.
— ¿Que? —pregunto, pero no lo dejo hablar ya que sigo hablando —tú eres el que hace el ridículo, no yo. ¿Minimizar a la gente te hace ser mejor? —le pregunto, de nuevo iba a responder, pero le hago una señal para que no lo haga —. Ya te respondo yo, no, no te hace mejor. ¿Te gusta dañar a la gente, y que se sientan inferiores? —me callo para que responda. Veo en su rostro que se le ha cambiado su semblante.
— Pero yo no lo hacía a malas —dice mirándome —. No era para molestarte, los profesores te llaman así —mira para abajo.
— ¿Y porque lo digan los profesores me lo tienes que decir tú? Ya te respondo yo. No —lo miro y todavía sigue con la cabeza gacha —. Respóndeme a algo... ¿Si los profesores te dicen que te tires de un puente lo harías? —Basil levanta la cabeza y niega.
— Ahí tienes la respuesta —hablo —profesor, ya puede seguir con la clase, lo siento por la interrupción.
Llego a casa saturado del instituto, camino arrastrando los pies hacia la cocina, cuando entro encuentro a toda mi familia.
— Hola.
— Hola hijo, ¿Qué tal el instituto? —me pregunta mi madre mientras cocina lo que comeremos.
— No muy bien, sin embargo, eso ya lo debes des suponer.
— Evander— chilla mi madre.
— Mujer que estoy al lado, no hace falta que chilles, no estoy sordo.
— Compra los billetes —le pide a mi padre —, mañana viajaremos a Alemania.
— ¿Por qué mamá? —me sorprendo —. No acabo las clases hasta la semana que viene.
— No irás, encima has aprobado todo y no tienes exámenes.
— Vale mamá, lo que tú digas.
— Ve hacer la maleta Calix, mañana viajamos temprano.
Subí a mi habitación, fui directamente a mi armario y saque una maleta y la baje, la puse en mi cama y comencé a colocar ropa en ella, como nunca se que tiempo va a hacer allí, me llevó casi toda mi ropa de verano. Al terminar de hacerla, fui a comer al salón ya que mi madre me había llamado.
En la tarde no hice mucha cosa, solo estar tumbado en mi cama con mi ordenador encima de mis piernas viendo de surf.
— Calix —Oigo una voz que me llama en la lejanía. Me remuevo, aunque no me despierto completamente. —, cariño, que nos tenemos que ir, despierta. Me removí en mi cama, me estiré en ella y poco a poco fui abriendo los ojos.
— ¿Mamá?
— ¡Sí! —me mira —. Levántate y vístete, en dos horas debemos estar en el aeropuerto —sale de mi cuarto y yo salgo de mi cama perezosamente hasta mi baño personal para lavarme la cara y despejarme, voy a mi armario y cojo la ropa que escogí ayer para ponerme en el viaje.
Bajo las escaleras y voy directo a la cocina, voy bostezando ya que son las cuatro de la madrugada,
¿A quién se le habrá ocurrido coger un avión a las seis de la mañana?
A mis padres, aunque la verdad que ellos no deciden los horarios de los aviones.
Cuando entro a la cocina, mi hermano pequeño está terminando su desayuno.
— Hijo ¿quieres desayunar? —Sonrió medio dormido.
— ¡Sí! —Me siento al lado de mi Eryx a esperar mi desayuno.
— ¿A qué esperas? —me pregunta.
— A que me lo prepares —digo angelicalmente.
— A tu hermano si se lo preparo ya que él tiene once años. —señala a mi hermano. —Pero a ti, no —me mira —. Tienes veinte, eres mayorcito para hacértelo tú solo —me levanto derrotado y me preparo mi delicioso desayuno, chocolate con gofres, me siento de nuevo y me como por fin mi desayuno.
— Chicos hay que irnos ya, si no perderemos el vuelo —nos comunica mi padre entrando por la puerta de la cocina. Friego todo rápidamente y dejo las cosas que he utilizado bastante ordenado para cuando venga dentro de unos meses —. He bajado ya todas las maletas, están todas en el recibidor, así no perdemos más tiempo.
— Vale, de acuerdo —camino hacia la puerta principal, cojo mi maleta y la de Eryx y salgo a la calle —. ¿Iremos en un solo coche?
— Iremos en taxi —me comenta mi madre —. Mira ya ha llegado —miro hacia la carretera y en efecto ahí se encontraba el taxi esperándonos. Metemos todo en el maletero y nos subimos a este y pone rumbo al aeropuerto.
Tardamos más o menos quince minutos en llegar en cuanto entramos por las puertas, mis padres se fueron a facturar las maletas apresuradamente.
Una vez en el avión, me acomodo en el asiento me pongo los cascos y me relajo ya que el viaje duraría casi un día entero. Mi hermano que iba al lado mío sentado veía una película de sus dibujos favoritos "Tom y Jerry".
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