Capítulo 1
Subo los escalones del enorme instituto al que voy a estudiar para poder llegar a tiempo a mi primera clase del día.
Recorro el pasillo principal hasta llegar a otras escaleras que conducen al segundo piso de este enorme establecimiento.
Mientras subo las escaleras me encuentro con muchos alumnos a mí alrededor subiendo y bajando las escaleras. Sigo mi camino hacia la clase 220, donde damos la asignatura de literatura.
Entró por la puerta y como casi todos los días no hay nadie sentado todavía excepto una compañera que siempre está aquí muy temprano, hasta parece que duerme en el instituto de lo temprano que llega.
Ella se llama Halia es la chica más inteligente de mi curso junto con su mejor amigo Rastus. Ellos se veían buenas personas y que no juzgan a nadie por ser tal cual eras.
No discriminan ni hacían bullying a nadie, si alguien nuevo venia al instituto lo intentaban integrar a su círculo de amigos para que se sientan cómodos.
Ellos más de una vez me han comentado que si me pasaba alguna cosa o necesitaba hablar con alguien que me podría acercar a ellos sin ningún problema, pero por mi timidez no me he acercado nunca, ni siquiera a decirles un hola, era demasiado tímido y vergonzoso.
Estoy sentado viendo por la ventana el mar, que se ve desde aquí.
Desearía estar en la playa, tumbado en la arena tomando el sol e ir a bañarme y a surfear.
¡Sí! Surfeaba en un club de la ciudad, también hacía competiciones.
Practico el surf desde siempre y pertenezco al club Wellington desde los 15 años, soy uno de los mejores chicos que compite del Club, junto con uno de los amigos de Halia y Rastus. El chico se llama Tadd y tiene un hermano idéntico a él, se llama Ezio. Él era uno de los mejores surfistas de la costa.
Una voz me interrumpe de lo que estoy pensando.
— ¿Pensando en el Surf Señor Areleous?—Llama mi atención el profesor Raptis.
— N-n-no-pro-profesor —Hable con nerviosismo.
— Pues atiende señor Areleous y deje de mirar por la ventana. —Agache la cabeza.
— Sí—Digo bajito, cosa que al profesor le irrita.
— ¿Qué has dicho señor Areleous? No te escuché —me dijo el profesor. Maldigo internamente, ya que si digo algo me echara de clase.
— Sí, profesor —hablo un pelín más alto, pero suficiente para que el profesor Raptis y toda la clase me escuche.
— Ya que está tan atento —dice con sarcasmo —, dime que lo que estaba explicando —dice con malicia. Ajustó bien mis gafas y me fijo en lo que has puesto en la pizarra. Para mi esos eran jeroglíficos, ya que no entiendo ni media palabra de lo que escribió.
— No lo sé, para mí esas palabras están en chino, profesor. —Digo sinceramente.
— Eso pasa cuando no prestas atención, y tú siempre estás en la inopia —me dice con maldad el profesor.
El profesor Raptis lleva años dándome clase y siempre había tenido esas contestaciones conmigo. Me hablaba con maldad para luego darles pie a mis compañeros para que se burlaran y se rieran de mí.
Yo preferiría mil veces quedarme en mi departamento leyendo o haciendo cualquier cosa menos estar metido en esas cuatro paredes con personas que no te respetan.
También desconecto en el agua, haciendo surf.
Me relaja.
Me siento cómodo en el agua.
Dentro de unas cuantas semanas llega el verano y eso solo significaba una cosa.
¡Libertad!
Necesito sentirme libre, estar con mi familia e ir de vacaciones a alguna parte.
Suena el timbre que da por terminada la clase el profesor Raptis y yo recojo todo lo que estaba en mi pupitre con lentitud, ya que nadie me espera, siempre estoy solo, no me relaciono con nadie del instituto.
Algunas veces he imaginado teniendo un grupo de amigos y no estaba solo, claro esas imaginaciones están pintadas de color rosa. Y yo ya no me fío de nadie, mejor estoy solo.
Estaba en mi taquilla guardando lo que no iba a necesitar para la próxima clase, que era en cinco minutos y llegaba ya tarde.
Anduve rápidamente por el pasillo vacío ya que la mayoría ya estaba en sus respectivas aulas, subí corriendo las escaleras hasta mi respectiva clase.
Llegue a la puerta que señalaba con un letrero "305", mi clase, entre en ella, todos los que impartían esa clase ya estaban en el aula y en sus pupitres correspondientes, todos se fijaron quien había entrado, pero al segundo después al saber que era yo, volvían a hacer lo que estaban haciendo. Paso entre las mesas hasta sentarme en mi sitio.
Justo cuando estoy sacando el material para esta clase, que era mi ordenador, entraba la profesora Melagos o como yo le decía mentalmente "me alago". Ella impartía la asignatura de historia, un aburrimiento total con su voz tan monótona, en algún momento te duermes en su clase.
Abro mi cuaderno y con el bolígrafo que tenía en mi mano izquierda empiezo a dibujar lo primero que se me viene a la mente.
— ¡Que esto Señor Areleous! —Me asuste cuando la profesora me cogió el cuaderno. — ¿Esto es lo que hace en mis clases? —La miró sin emitir ninguna palabra —hable Areleous, sabemos que no eres mudo —odio como me tratan en este instituto, pero debía aguantar estas pocas semanas que quedaban.
Respiro hondo para no soltar cualquier grosería, porque se perfectamente que es lo que querían que hiciera y para no darles el gusto, les ignoraba, pero mi paciencia ya se estaba llegando al límite.
— ¡Calix! —Pronunció mi nombre con rabia —. Mírame y dime que hacías dibujando si estábamos en clase de historia —gritó enfadada. Yo seguía en mi línea de no mirarla y tampoco contestarle — ¡Fuera de mi clase ahora mismo! —Exclamó —. ¿Qué falta de respeto es esta? —dijo en alto —. Hasta que termine el curso no entraras a mi clase —comentó —. ¡Fuera de mi clase!
— Perdón profesora Melagos, pero Calix no te faltó al respeto, en teoría has sido tú la que le faltaste al respeto a él. —Deo, un compañero me defendió.
— Señor Floros, si no quiere que le suspenda... —le hablaba desafiante a Deo — ¡Callase! Calix, fuera de mi clase —pronunció —. ¡Ahora mismo! —gritó a todo pulmón. Su cara estaba roja de la furia.
¡Cómo le encanta gritar a esta profesora por dios!
No la soporto.
Me levanto de mi asiento, recojo todo rápidamente y salgo casi corriendo de clase sin mirar a nadie.
Bajo todas las escaleras hasta llegar al patio trasero donde había un árbol grande. Siempre me venía aquí a sentaba en este precioso lugar.
Saque de mi mochila mi móvil y mis auriculares, me puse música e intente desconectar por un momento de todo lo que había pasado en solo unas horas que llevaba en esta institución.
Cerré los ojos para así concentrarme en lo que escuchaba y al final me dormí.
— ¡Eh tú! —habló alguien. —Calix despierta —Debía ser alguien que conozco porque si no, ¿Cómo sabía mi nombre?
— ¿Calix? —habló otra persona —. Chico, las clases han acabado, si no despiertas te quedarás aquí hasta mañana —habló la misma persona, creo. Las voces se escuchaban similares.
Escuché unas voces llamarme, un poco lejanas, hasta que empecé abrir los ojos.
Me quedé sin hacer ni decir nada al principio, hasta que me incorporé y empecé andar.
— Ni las gracias da —habló una de las personas que intentaba despertarme.
— Gracias — exprese con sinceridad mirando para atrás un momento.
Corrí hasta los aparcamientos que estaban al otro lado de donde yo me encontraba. En cuanto llegué a mi coche, suspiré, me metí en él y emprendí mi camino a mi amado apartamento.
Entro en mi espacio personal, camino hasta mi sala de estar y dejo mi mochila encima de la mesa para luego ir a sentarme al sofá, cojo el mando y enciendo la televisión, en la cadena que estaba puesta estaban echando "Outlander", una serie basada en los libros de una escritora llamada Diana Gabaldon. Deje la serie ya que era una de mis favoritas.
En el intermedio me levanto del sofá y voy a la cocina a coger algo para beber y algo para comer, que estoy hambriento y sediento.
Otra vez de vuelta al salón con todo ya en mis manos, me dispongo a comer, me tumbo en el sofá mientras como patatas fritas. En eso suena mi móvil, miro por todo el salón donde puede estar, me levanto y voy hacia mi mochila que se está donde la deje hace un rato y abro un bolsillo y ahí encuentro mi móvil. Antes de que corten la llamada la cojo y hablo.
— ¿Hola?
— Hola Calix, ¿Por qué tardaste tanto en coger la llamada?
— Estaba en tumbado y no sabía dónde había dejado el móvil.
— Bueno hijo, solo te llamaba para decirte que mañana vamos para Wellington.
— Pero Eryx todavía no ha terminado el colegio ¿o sí?
— Terminó ayer y por eso hemos decidido ir antes de tiempo y así luego nos vamos directamente a Alemania todos juntos.
— Me parece bien, mamá, ¿sobre qué hora llegarás?
— Tarde noche, hijo.
— Vale mamá, aquí os esperaré.
— Adiós hijo, cuídate, hasta mañana.
— Hasta mañana, dale besos a Eryx y a papá.
— Se los daré, hasta mañana.
Corté la llamada y me tumbé de nuevo en el sofá, el episodio que echaban se estaba terminando, pero seguido había otro episodio.
Después de recoger todo lo que había utilizado para hacerme la cena, me dirigí hacia las escaleras para llegar a mi habitación.
Subí las escaleras con cansancio y anduve por el pasillo con pereza hasta que llegué a mi habitación. Me deshice de mi ropa y me metí en mi cama con intenciones de dormir, pero parece ser que esta noche no iba a dormir mucho.
Hoy me levanté contento por una parte venía mi familia a quedarse ya que mi hermano había terminado el colegio y, por otra parte, hoy no tenía clases ya que hoy era sábado.
Me cocine unas tortitas y me prepare un chocolate, mientras desayunaba tranquilamente, miraba la televisión, que siendo fin de semana no echaban mucha cosa.
Mientras friego pienso que tengo que ir de compras ya que la despensa está casi vacía y la tarde noche llegan mis padres y mi hermano.
Subo rápidamente a mi habitación a ponerme una camiseta porque no iba a salir solo en un chándal y sin nada de arriba. Cuando ya estaba vestido, agarré mi móvil, las llaves de casa y las del auto y me dispuse a salir de mi casa, caminé hacia mi coche que se encontraba en mi cochera. Desde mi apartamento no podía acceder a ella así que tenía que salir a la calle.
Salgo de la cochera y conduje por las calles de Wellington hasta llegar al supermercado que iba siempre a comprar, en el viene casi todos los habitantes de la ciudad a comprar, ya que tiene bastante fama.
Entre en el supermercado, anduve por todos los pasillos y al final no compré muchas cosas porque se podía ir a comprar el lunes, elegí cosas que nos gustaban.
Una vez fuera guardé todas las compras en el maletero del coche, como no me apetecía ir a comer en casa, conduje hasta un restaurante llamado "Monsoon Poon", es un restaurante tailandés donde iba frecuentemente, los camareros ya me conocían debido a que iba mucho a este restaurante a comer, con ellos eran con casi los únicos con los que hablaba aparte de mi familia.
— ¡Hola Calix! —me saludó Xanthus.
— Hola —hable.
— ¿Lo de siempre? —preguntó.
— ¡Sí! Gracias Xanthus.
— Nada Calix —me sonrió y se fue directo a la cocina. Unos minutos después sale con mi plato recién hecho, a mí se me hace la boca agua. —, aquí está tu pedido —dejó el plato delante de mí.
— Muchas gracias.
— Que aproveche, y ya sabes, si necesitas algo solo dímelo.
— Ya lo sé Xanthus.
— No te digo de la comida Calix, te conozco de años, se cuándo estas contento y cuando triste, no te tienes por qué guardar las cosas, tienes gente que te va a escuchar y apoyar, no estás solo, entiéndelo de una vez —miró hacia otro lado sin querer mirarlo a la cara ya que sabía que tenía mucha razón —. Te dejo para que comas, pero me tendrás que contar, si no es este fin de es el que viene.
— Vienen hoy mis padres y mi hermano pequeño.
— ¿Así?
— ¡Sí!
— Genial entonces, así tendrás compañía en casa —Xanthus se dio la vuelta y yo comencé a comer.
Cuando terminé de comer me marché del restorán, sin antes despedirme de mi único amigo.
Llevaba un par de horas tumbado en mi cama sin hacer nada, estaba muy perezoso para moverme a alguna parte, aunque estuviera cerca.
Estaba pensando en lo que me dijo Xanthus, las cosas hay que contarlas porque si no les das mil vueltas y te comes el coco, como hago yo todos los santos días, pero como soy un cabezota y no hago caso a nadie, me las guardo para mí para que luego venga las consecuencias que son estar mal.
Suena el timbre de mi casa y miró la hora de mi móvil, son las siete de la tarde y no me había dado cuenta.
¡Mis padres y Eryx!
Bajo corriendo las escaleras y abro la puerta para ver a mi familia enfrente mía.
— Hola Calix —saludó mi hermano pequeño.
— Hola hermanito —le saludé revolviéndole el pelo y dándole un abrazo.
— Hola papá, mamá —les di dos besos a cada uno.
— Hola hijo —me habla mi padre sonriente.
— Pasar —me apartó de la puerta para que puedan entrar en mi casa —, bienvenidos a mi humilde hogar y mi espacio personal.
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