Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Segunda Parte: Que lleguen los pájaros de guerra

Inti

I

No me gusta salir de la ciudad. Mi vida está en ella. Si me vendan los ojos y llevo zapatillas bajas, puedo decir dónde estoy con sólo sentir la textura de la vereda. No estoy siendo romántica: es un truco muy útil que me ha salvado un par de veces. Mi ciudad es un animal viejo, y cuando la refaccionan se ve más anciana. Fuera de ella me siento vulnerable. Me imagino que en cada esquina hay un depredador o un espía. No soy una persona de viajes, pero todo debemos hacer excepciones, incluso los duros de cabeza como yo.

Aunque tenga una aversión a los viajes, tengo cierta simpatía por los trenes. Siempre los escogeré sobre los buses. El vaivén crea una capa hipnótica sobre la cual monto mi sueño.

Uno de los contactos de mi padre ha solicitado hablar conmigo. Inti es su nombre. Lo conocí cuando era pequeña. Por entonces no valoraba ni entendía lo que contemplaba. Es el último de la casa de Viracocha. No hay más subterráneos de su especie. Inti Pájaro del Sol, el cazador de serpientes, tiene una gran responsabilidad: hablar por todos los muertos de su clan. Desde hace unos años que vive recluido, fuera del alcance del Consejo en las Sombras, la agencia y todo el ruido de los humanos. Que me haya buscado a mí es un honor.

Viajo sola. Debo asegurarme de que no me sigan. Incluso cuando duermo estoy alerta y con el bastón de mi padre bien empuñado. No muchos viajan en el tren conmigo. La mayoría se han subido en las pequeñas estaciones que componen el pequeño ramal que lleva a la costa.

Me bajo en una estación llamada Infiernillo. Espero que sea solamente por el calor que rige como un tirano. No ha llegado nadie a recibirme. El aire huele a frutas y harina tostada. A unos pocos metros de la estación, unos niños juegan a la pelota. Levantan polvo al tiempo que se gritan y se ordenan el siguiente movimiento. Hay uno realmente bueno, se los pasa a todos. Puedo ver a través de su glamur: es uno de los nuestros. No puedo identificar su clan, lo cual no es necesariamente malo. Anota, el gol es gritado, se gana abrazos y vítores. Qué ganas de que ese niño no tuviese que disfrazar su origen, que pudiera contarle a sus amigos quién y qué es.

Algún día, me digo. Para eso estoy trabajando. Recuerdo el rostro de mi sobrina, su sonrisa. Por ella estamos haciendo esto. Si es que Inti tiene algo importante que aportar en estos confusos tiempos, pues, bienvenido sea. Incluso si es que debo cruzar medio país para encontrarlo.

-Calíope -me llaman desde un Ford Taunus del sesenta estacionando al otro lado de la calle.

Me acerco. El conductor no puede tener más de veinticinco años. Es un humano.

-Soy Joaquín Antiman -dice-. Me han mandado por usted.

Me subo. No es necesario que me explique mucho. El apellido Antiman quiere decir Cóndor del Sol. Es una de las familias humanas que han tomado el cuidado del último Viracocha.

-Usted se parece a su padre -dice.

Le sonrío.

-Espero eso sea algo bueno -contesto poniendo mis ojos en el camino.

-Claro que lo es.

El auto de saltos sobre la tierra. El camino sería más amable en carreta, pero supongo que no tenemos tiempo. El paisaje cambia, dejando atrás toda huella urbana. Aunque el sol domina, la cercanía del río hace que todo se vuelva verde. Nos desviamos del camino principal que lleva a las parcelas más cercanas.

-Mis hermanos nos esperan en la orilla -dice mientras gira el volante.

Detiene el auto frente al río. Un hombre mayor se nos acerca. Tiene una escopeta en la mano. Mira en todas las direcciones.

-¿No los siguieron? -dice mirando a Joaquín.

El conductor suelta un resoplido.

-Calíope, este viejo es mi hermano Elikura. Nadie nos siguió.

El otro hermano, Rodrigo, es mucho menor. Debe tener un par de años menos que yo. Es él quien toma el control del bote, mientras el mayor se sienta adelante, vigilante. Proteger a Inti es una labor sagrada para ellos. Claramente un privilegiado que Joaquín parece no merecer, pues no lo dejan subir al bote.

Seguimos río arriba. El verde ya es nuestro rey.

-Hace dos semanas desaparecieron dos turistas -dice Elikura, apuntando la ribera opuesta del río-. Encontraron restos, pero no mucho para enterrar.

Rodrigo mueve el bote y nos acerca al centro del río.

-Dicen que fue un animal -continúa el viejo-, pero es mentira. Tenemos que tener cuidado con lo que no vemos.

-Un gualicho anda cerca -interrumpe Rodrigo.

-¡Cállate, enano!

No me gustó cómo sonó eso. Recuerdo al niño en el partido de fútbol. Claramente hay subterráneos en el lugar. La diferencia entre amigos y enemigos es tenue estos días, más con Oberón acechando.

-Vamos llegando -dice el viejo.

El bote llega a una pequeña playa de piedras. Un delgado sendero entre las zarzamoras es el único camino que aparece frente a mis ojos.

-Nosotros solamente podemos llegar hasta aquí -dice Elikura-. Debes seguir derecho. Está prohibido desviarse. Si escuchas algo, te haces la tonta, ¿estamos?

Sonrío.

-Nunca cambies -le digo.

Estoy segura de que no entendió mi chiste. Muchos son inmunes a mi genial sentido del humor.

Debo mantenerme en el centro del camino. Si me voy a la derecha o a la izquierda termino enganchada en un mar de espinas.

Nunca le he encontrado sentido al reloj, al menos no para contar minutos. Me interesan los días y las semanas, pero no los tiempos breves. Nada que dure menos de una hora vale la pena ser nombrado o recordado. Y llevo más de una hora caminando. A medida que avanzo aumenta el calor. Eso no es raro: voy a una reunión con un rayo de sol que habla, siente y piensa con humano.

Estoy llena de polvo y sudada. Nada glamorosa. Me detengo un momento a tomar agua. Escucho voces a mi alrededor. Suenan algo más reales que el viento. Tomo el bastón de mi padre. Escucho llamados.

-Sólo diez rescatados -dice la voz de un niño-. A todos los demás nos transformaron en seres de otoño. ¿Te parece justo?

Son los niños humanos, los que Mariana Vela de Invierno secuestró para hacer vino de lagrimas. Me reclama mi torpeza, mi lentitud. Unos quieren ir a casa, otros quieren que vaya por ellos. Todos están asustados. Me contengo.

-Tía Cali -dice uno de ellos.

Es mi sobrina. Sé que es imposible que sea ella. Es porque me detuve. Lo entiendo. Me cubro en mi glamur para no escuchar. Eso hace que mi viaje sea más lento, más pesado. Casi siento las cadenas agitarse dentro mío.

-Si le quieren reclamar a alguien, llamen a la agencia.

Dicho esto, acelero el paso. No estoy convencida de estar libre de culpa, pero no puedo quedarme atrapada en la telaraña del remordimiento.

Cuando llego al fin de mi camino, me recibe un portal pintado de rojo y una reja blanca. Yo había estado aquí una vez. No recordaba el camino, pero papá nos trajo a Urania y a mí justo después de la muerte de mi madre.

La puerta se abre. El hombre que surge no parece tener más de cincuenta años. Es alto y aún tiene un buen estado físico. Sé que es una ilusión. Es un Inti, el último de ellos, y no puede tener menos de cien años. Quizás muchos más.

-¡Cali!

Al tiempo que me nombra, me abraza. Siento su calor. Es tibio como el sol del crepúsculo. Huele a cerezas, a duraznos y hogar. Huele a sueños e historia. Es Inti, Pájaro del Sol. El hombre que escapó a su destino.

-Sabía que ibas a estar cambiada -dice-, pero nunca tanto...

Lo miro. Sus ojos tienen el color del bronce dorado. El resto de su cuerpo sigue las mismas tonalidades.

-Es que soy el Señor...

-Ni lo digas. No eres ni el señor, ni la señora de nada. Puedo escuchar las cadenas, pero aún no saben qué hacer. Estabas muerta de miedo en mi túnel y te demoraste el doble que los demás.

Cuando me doy vuelta me doy cuenta de que Rodrigo y su hermano gruñón han llegado a mi encuentro. Me miran como se mira un chico que acaba de dar su primer paseo sin la ruedas pequeñas de la bicicleta.

-Muchas gracias, chicos -dice Inti mirándolos-. Será mejor que pasemos todos. Hace mucho calor, incluso para mí. ¿Alguien quiere helado de pistacho?

Es extraño: dejé el hogar tan sólo para empezar a sentirme en casa. Es una verdad que voy a guardar en mi pecho, al menos por un minuto.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro