III
Otro dicho de mi padre era: dentro de cada niña gorda, hay una niña delgada y mucho chocolate. En el caso de Onyeka esto es un extremo cierto. Ella es la guardiana de la fortuna del djinn, ama de llaves y entrenadora de guardaespaldas. Según mis cálculos, tiene unas diez niñas delgadas dentro. Es una uki-malande, un subterráneo hambriento, insaciable. Pero su apariencia y sus doscientos kilos no deben engañar: los hombres hiena la consideran una depredadora aun más terrible que sus manadas nocturnas. Udo la trajo de Senegal con el único propósito de mantener alejado a sus enemigos.
-Yo puedo con ella -dice Peter preparando su arma.
No quiero herirla y sé bien de lo que mi compañero es capaz.
-Mira -le digo con paciencia-, estamos jugando a los ladrones, no a los asesinos.
Él no escucha. Sé que aunque ella es terrible, no ha cometido ningún delito. Pero me preocupa mucho más lo que no sé. El traficante juraba haber encontrado a los seres más extraños del mundo. Seguro que también son los más peligrosos.
Ambos vestimos de negro. Mi pierna molesta, aunque no digo nada. Esto para cuando se acerca el frío, pero estamos en pleno verano. Decido no escuchar al cuerpo. Entraremos por el techo. La casa tiene tres pisos. Mi padre dejó un mapa de la vieja casa, pero eso fue hace tiempo. Era en caso de que el viejo se descarrilara. Si lo hizo, yo claramente no me di cuenta.
Saltamos hasta el tejado. Peter es más eficiente que yo a la hora de guardar silencio. Imagino que es su entrenamiento. No hay señales de la guardiana.
Peter me hace señas. Hay un tragaluz abierto. Demasiado fácil, pienso y lo detengo. Extiendo un poco de mi glamur, un truquito de detective. Simulo crear un poco de masa, como cuando cubro mis cuernos o mi pierna mala. Escuchamos un mecanismo y luego vemos un dardo volando.
-El gordo tenía muchos enemigos -digo haciéndome la lista.
Peter alza una ceja.
-¿Cuántos crees que estamos haciendo nosotros? -contesta.
Tiene razón, pero no quiero pensar en eso. Busco una ventana, una normal, la de una pieza. Repito mi truco y no tengo respuesta.
-¿Por qué no hay un mecanismo cuidando esa ventana? -pregunta Peter.
Concentro mi poder en hacerme un plano del lugar. Siento perturbaciones, pero no las que provoca un subterráneo.
-Porque lo que duerme ahí es más peligroso que cualquier trampa. No siento que sea Onyeka. De hecho, no creo que sea ninguna clase de glamur.
Peter me hace una señal de que entiende. Saca su arma. La de verdad. Mi noticia lo desilusiona un poco. Creo que está listo para destruir cualquier concepto que atente contra la rígida realidad.
Rompe la ventana con su mano cubierta. No se corta, no hace ruido. La habitación está iluminada con una luz violeta. Su ocupante parece estar en el baño, pues escuchamos la ducha.
-Tenemos suerte -le digo.
Él no me escucha. Sé que en su cabeza piensa, él tiene suerte. Escucho una música suave salir del baño. Es While My Guitar Gently Weeps de los Beatles. Está bien: George era mi favorito. Quizás por el echo de que era un subterráneo, o porque cada una de sus canciones estaba conectada con los viejos reinos.
Al llegar a la puerta de la pieza escuchamos un arma cargarse. Era una trampa. El custodio de esta sección nos sintió entrar.
Es un hombre de unos treinta y ocho años. Tiene el cabello blanquecino. Está desnudo, cubierto por una toalla. Está mojado. El revólver en su mano nos apunta.
-Parece que sí nos escucharon -digo levantando las manos.
-¿Qué te hace pensar eso? -contesta Peter.
Es un humano. En sus ojos veo que ha destruido más de una vida. No hago estupideces, sólo quiero ganar tiempo. Su torso es fuerte, pero está lleno de cicatrices. También veo un tatuaje con forma de ciempiés en su pecho.
-Estamos con Nunca Jamás -dice Peter mostrando su placa-. Es un asunto oficial.
El hombre dibuja una sonrisa.
-No -dice con tranquilidad-, ellos jamás te hubiesen autorizado a invadir una propiedad sin seguir los conductos regulares.
Escucho pasos afuera. Nuestro captor lleva su mano a la boca y hace un gesto para que hablemos más bajo, pero mi compañero no está listo para callar.
-Fuiste un Peter, ¿no?
-Hace tiempo -contesta el hombre, moviendo la cabeza y sin perder la sonrisa-. Soy Dante. Seguro escuchaste de mí.
Peter entiende al escuchar el nombre.
-Eres el Cazador.
-Así es -hace una reverencia-. Antes era como tú, pero ahora soy un freelance. He hecho algunos trabajos con Udo. Juntos hemos cazado subterráneos, humanos y cosas que ni siquiera tienen nombres aún.
-Qué lindo -digo yo-, pero te quedaste sin cliente. El djinn está muerto.
Dante se encoge de hombros y baja su arma.
-Es una lástima -dice-. Era una buena paga. Pero estas cosas pasan. De todas formas cumpliré con mi contrato. Ya me pagaron y no quiero que se diga por ahí que soy un estafador.
Nos da la espalda y se acerca al closet. Saca una camisa negra y unos pantalones del mismo color. Se los coloca. Peter lo apunta con su arma, pero yo le hago bajarla.
-No había escuchado sobre ti -reconozco-, y eso que estamos en un negocio parecido.
Le menciono a mi padre. Le entrenan para no mostrar sentimientos, pero soy irresistible. Le explico que tomé el negocio y le cuento lo que buscamos acá. Pero para entonces ya perdí su atención.
-Conocí a tu viejo-dice esquivando mi mirada-, incluso lo quise. Lo único malo que te puedo decir de él, es que era un duro. Era imposible razonar con él. Me da la impresión de que te le pareces en eso.
No escucho eso último, ya pasamos ese momento.
-¿Qué es lo que vas a cazar? -interrumpe Peter.
-¿A quién voy a capturar? -Dante pone los ojos en blanco y los reemplaza con un par de ojos felinos-. Al Señor de las Cadenas, por supuesto.
Ahora soy yo la que se muere de la risa.
-Claro -le digo-, suena muy fácil.
-Con la carnada precisa -dice muy seguro-, podrías capturar al mismo Oberón. Miren, yo no entiendo mucho de esas historias de hadas que ustedes se cuentan, sólo sé que tengo en la bodega algo que él quiere. Muchos de estos y todos juntos.
Nos arroja un eslabón de cadena, como los que vimos en el mercado. Este parece más vivo. Salta en mi manos y está frío.
-Es parte de algo más grande -dice Dante-. Encontré varios de estos trozos en el valle de Göreme, en las ciudades tumulares. La gran mayoría había sido saqueada por ladrones humanos y pu'ka, pero yo encontré un gran cuerpo de cadenas. Costó encontrar un comprador, pero a Udo le gustaban estas cosas.
-Era cosa de tiempo antes de que el Señor de las Cadenas reclamas los eslabones que faltan -dice Peter-. Udo se puso a sí mismo en la línea de fuego.
De pronto todo está claro en mi cabeza. Doy un golpe en la muralla. Mi frustración deja marca.
-No -los interrumpo-, somos unos idiotas. Udo no se puso en la línea de fuego: él quería ser el nuevo Señor de las Cadenas, pero alguien le ganó. Por eso lo eliminaron. Alguien con más recursos se designó a sí mismo como el heraldo de Oberón.
Puedo ver el terror, incluso en Dante. A mí misma me da miedo la conclusión: hay muy pocos que pueden declarar tener más recursos que el difunto djinn. Y los conozco a todos.
La puerta que separa la habitación del resto de la casa decide dejar de existir. De un microsegundo a otro estalla en miles de pequeñas astillas que vuelan por los aires. Mis compañeros se protegen la cara, pero yo debo ver que sucede.
Es la guardiana de la casa. Ha destruido el portal. Su glamur arde. Sus ojos brillan amarillos y feroces.
-¡Invasores y traidores!
Su grito mueve mi carne como una onda símica. Nos arroja al piso y aún ni siquiera ha comenzado su ataque.
-Te ves bien, Onyeka -dice Dante desenfundado-. ¿Has perdido peso?
Cuando termina su frese de película, dispara. La bala se pierde en el abultado estómago de la bestia, pero logro rasgar su ropa, revelando una enorme boca, dientes y una lengua: el verdadero monstruo.
-Está bajo la influencia de la ambrosía -grita Dante-, yo la manejo. Ustedes vayan por la cadena.
No tengo tiempo de racionalizar eso último. La bestia salta sobre el cazador. Peter ya ha dejado la habitación. La casa ha sido invadida completamente por el otro postulante a ser el Señor de las Cadenas. Debo moverme rápido.
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