5. Lo que oculta tras sus pétalos
❀ Cinco ❀
Con el paso de los días, Felix descubrió también en Hyunjin, con desollada fascinación, la incapacidad de sentir poco; esa que envidiaba a los verdaderos artistas. Por eso el moreno podía bailar desparpajado con todos esos músculos anhelantes frente a cualquier público; por eso su cuerpo representaba un templo del que Yongbok se negaba a salir, atado al aroma fresco de su cama. Por ello la búsqueda del dolor y del placer, que no son más que los dos rostros de la luna. Aquellas flores tatuadas a lo largo no sólo de sus brazos y su espalda, sino sobre todo el terreno de sus piernas de piel dorada, representaban un misterio para el artista. Como ornamentos sagrados. Si las miraba de cerca, descubría una fecha inscrita al lado, como en secreto. Entonces, en la contemplación tras el sexo, preguntaba:
—¿Y qué es esta? —ingenuidad de caléndula.
—Es un clavel —Hyunjin respondía desenfadado, enredando sus garras domesticadas entre la melena rubia—. Papá solía sembrarlos en casa, en nuestro jardín. Cuando él falleció, mamá dejó que se secaran.
—Vaya, parece muy triste —le dijo en un susurro—. ¿Te lo hiciste este año que escribe acá? ¿No eras entonces muy joven para tatuarte?
—No, cada flor... cada flor es una memoria. El año ahí es el del recuerdo, no de cuando lo hice.
—¿Y este? —deslizaba la boquita rosa sobre el tobillo huesudo, cubriéndolo de besos.
—Es un nardo —invitó su mano desnuda hacia arriba, entre sus piernas—. Mi mejor amigo lo usaba en su traje el último día que lo vi.
—¿Y este de acá? —ascendía, obediente, al encuentro con sus caderas.
—Es una hermosa petunia.
—¿Por qué esta es especialmente hermosa? —y volvía a inquirir la caléndula que sospecha celosa, que cesa los placeres en busca de un motivo. Su mirada fija, demandante—. ¿Qué representa?
—Era la favorita de mi primer amor —la sonrisa ladina de Hyunjin, el pulgar que limpiaba la saliva de la barbilla ajena—. Me regaló una en mi cumpleaños dieciséis.
—Y ese amor... ¿aún convives con él?
—No, está muy lejos. Me dejó y hasta se casó.
—¿Y lo extrañas?
—Yongbok, ven acá, dame un beso, boquita curiosa.
Por breves instantes, el dibujante sonreía satisfecho, pero no del todo. Sus tatuajes comenzaban a obsesionarlo casi como el peso del cuerpo tatuado sobre el suyo, como el aroma de su cabello oscuro recién asoleado, ese que se anidaba en su nuca. Anhelaba conocer los significados tras cada pétalo; cada secreto, cada sentimiento de su pecho herido. Y es que, a pesar del amor, a media noche, sentado ante el frutero de su mesa... a menudo se descubría creando escenarios en torno a aquellas flores malditas. Luz azulada. Eran espantosos. Por ejemplo, la rosa retornaba enloquecida; Hyunjin ocultaba bajo la almohada una carta dirigida a la dalia, en una noche estival de desesperación. O acaso la camelia en realidad vivía, pero su amante lo engañaba... a petición del estúpido tulipán.
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