Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

25 de febrero

En un pequeño pueblo vivía una pastelera. Ella pasaba horas cocinando y atendiendo el negocio de la familia que le había sido heredado.

Desde muy chica le habían enseñado a cocinar para sea la sucesora de las recetas que se encontraban, un cuaderno viejo que habían pasado de generación a generación y lleve el apellido en lo alto de ese rumbo.

Con el tiempo, en aquel cuaderno que le había pertenecido a su abuela fue escribiendo sus propias recetas para que quede algún legajo de ellas; aunque no tuviera a quien pasárselo.

Lo cierto es que la edad la atormentaba, estaba cerca de cumplir los treinta años y todavía no había encontrado con quien formar una familia... En realidad lo había encontrado, pero él no tenía ni el mínimo de chispa de interés.

—Hola, coronel —saludo en cuanto lo vio cerrando la puerta después de él.

—¡Mi pastelera favorita! ¿Cómo estás?

—Bien, por suerte —respondió con una enorme sonrisa.

—¡Vine por mi dosis diaria de Macarons! —exclamó entre risas el hombre.

—Como siempre te esperan recién salidos del horno —dijo girando para la puerta que llevaba a la cocina.

Cuando volvió con una canastita de mimbre llena de ese dulce y le colocó veinticuatro de en dos cajas de cartón con visor. Les pegó un sticker con el logo del local a cada una y se las entregó.

—Están ricos.

—¿Sí? Vendré a quejarme si me mentís.

Sus risas formaron una hermosa melodía por aquella broma.

—Confianza, hombre. Los preparé como te gustan.

—Soy el cliente del mes —bromeó entregándole los billetes—. Nos vemos mañana.

—¡Adiós! Nos vemos —saludó con una sonrisa angelical mientras movía una de sus manos con delicadeza—. Cliente del mes —susurró con voz apagada en cuanto la caminata de la puerta volvió a sonar cuando esta se cerró por completo.

Al día siguiente fue la misma situación.

—¿Todo bien?

—Todo bien —afirmó—. Por su rostro puedo suponer que empezó con el pie derecho el día.

—Es la misma que tengo siempre que vengo a comprar sus delicias —una sonrisa coqueta se posó en su rostro.

—El halago más lindo que me han dicho de lo que va del año —sonrió con sinceridad.

—No te creo.

—Es cierto —habló mientras llevaba la cuenta de los macarons.

—Lo dudo mucho. Hay varias características destacables de tu persona, además de la repostería.

Inmediatamente Krysten se sonrojó.

Estas secuencia también sucedió al día siguiente de ese.

Y todos los días de la semana que le siguió.

Así pasaron algunos meses hasta convertirse en medio año.

En febrero, Krysten se armó de valor. Hizo un brownie de chocolate en forma de corazón y lo decoró con crema y chocolate rayado en barra.

Los guardó en una cajita que usaba para los pedidos y debajo de ellos dejó una bolsita rectangular para congelar alimentos, dentro de ella había un sobre rosa.

Cuando Paul llegó a pedir lo mismo de siempre, Krysten se encontraban nerviosa. Disimulaba tan bien con su semblante relajado, esa sonrisa que nunca abandonaba su rostro y su postura perfectamente recta, pero los nervios no eran tan fácil de disimular, tenían que escapar del interior de ella...

¡Y habían elegido las manos!

Temblaban como un caniche asustado y sudaban, por lo que tenía que refregarlas sobre su delantal. Por suerte, para ella, Paul parecía que no había notado esa explosión de nerviosismo.

—Si viniste por los macarrons, lamento decirte que hoy no hay.

—Mi pesadilla se volvió realidad —habló, pensativo, mirando la vidriera para decidir qué comprar.

—Sabía que te costaría elegir, por lo que te prepare esto —tomó la cajita con torpeza y se la extendió—. Es un brownie —susurró.

—Oh... Con esto perderé mi forma —bromeó en el mismo tono que ella—. ¿Cuánto es? —preguntó examinando el interior de la caja por el ovalado visor.

—Cortesía de la casa —dijo con dulzura.

El teniente coronel, sin entender muy bien la situación, saludó y salió del local, después de todo no podía negarse a aquel paquete, eran productos hechos por las manos mágicas de Krysten, o eso parecía.

A la hora de cierre, a las veintiuno y punto, en el momento en el que Krysten estaba asegurando la puerta para ir a su casa luego de un día bastante largo —el cual no lo fue por la cantidad de clientes, sino que lo fue por los nervios y sus pensamientos automáticos—, apareció detrás de ella Paul.

—Hola, de nuevo. Leí la carta debajo del brownie. Si estás de acuerdo vamos por un café y hablamos de eso.

—Pa... Pau... No te preocupes, no hay nada que hablar. No te sientas en la obligación, sería un poco incómodo para los d...

—¿Y que si te digo que siento lo mismo?

—¡¿Lo mismo?! —preguntó, aturdida.

—Lo mismo —repitió con calma—. ¿Necesitas ayuda? —señaló la puerta al ver que la mujer no podía cerrarla a causa de los nervios.

—No, no. Está bien —habló mientras ejercía presión para finalmente cerrarla.

—Traje el auto. Si te parece bien podemos ir a mi casa a tomar un café y hablar sobre la carta. Después te alcanzo a la tuya.

—¿Mañana? —preguntó con intención de posponer la charla por miedo a lo que pueda surgir de ella.

—Por favor; Krys.

Y al ver su cara de súplica no se pudo contener más.

—Está bien.

Paul le señaló el camino donde había estacionado y una vez que ella comenzó a caminar, él aprovechó para hacer un movimiento que se podría considerar como un mini festejo triunfante.

Esa noche ya no quedaba café en la almacena por lo que Paul tuvo que improvisar rápido para ofrecer uno de los vinos que coleccionaba.

Ninguno supo comenzar la conversación.

Solo se dedicaron a hablar e inventar como había sido su semana. Llegó un momento en el que se quedaron sin anécdotas y fue en ese momento en el que reino el silencio. Él se quedó mirando con mucha atención a los movimientos de la chica, ella por su lado solo se dedicó a ver y a girar un dedo sobre el borde de la copa con el contenido bordo.

—Ya es un poco tarde —rompió el silencio.

—Sí... Lo mejor va a ser que me vaya —habló mientras hacía el amague de pararse.

—Cocinaré algo, me gustaría que te quedes, al menos que tengas otros planes.

—Otros planes no tengo, pero no me gustaría molestar.

—No es ninguna molestia —se paró con una sonrisa en su rostro.

En una olla vertió agua y la dejó hervir mientras abría una lata de salsa de tomate y empezó a condimentarla como generalmente lo hacía.

—Espero que te guste la pasta —habló dejando un poco de pimienta en el boul de la salsa.

—Mi comida favorita desde niña —asintió.

—En ese caso espero que a partir de hoy no se convierta en tu comida más odiosa —volteó al terminar la broma—. No soy muy bueno en la cocina. Me las rebusco, pero no soy bueno como vos.

Ella intentó esconder una risita.

Cuando el agua se encontraba en su punto máximo de ebullición, el hombre dejó la mitad de un paquete de pasta en la olla. Y cuando esta ya casi estaba en una olla más pequeña, dejó reposar el tuco para que tenga la temperatura adecuada.

Entre sorbos de vino tinto, la pasta enredada en el tenedor y las velas que tuvieron que prender por culpa de un apagón en el edificio para que alumbre el comedor se confesaron mutuamente.

A partir de esa noche de cuarto menguante, Krysten entendió que nunca era tarde para encontrar el amor. Y Paul se arrepintió de haber esperado siete años en invitarla a cenar, aunque ese no había sido el plan original.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro