Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

22 de febrero

La relación del señor y la señora Dubois nunca llegó a la cima de la perfección, a veces, discutían, pero sí tenían una relación muy sana, cuando surgían las peleas, hablaban, se reconciliaban, cedían perdiendo todo el orgullo que les quedaba cuando el otro no lo hacía, y lo más importante se seguían amando y eligiendo mañana a mañana.

El hombre solía olvidarse de un par de fechas relevantes en la relación, y ella, a diferencia de él, como cualquier enamorada del amor, contaba los días para que ese día especial llegara.

A pesar de la mala memoria para recordar el aniversario de bodas, la fecha en la que le pidió casamiento, el aniversario de novios, el primer beso o cualquier otra conmemoración, era muy detallista con su mujer.

—Iré a dar un paseo a la plaza.

—¡Abrígate que está fresco! —gritó ella desde la cocina— Hoy es el cumple de Dominique, hay que llamarlo.

—Debe estar desayunando. Esperemos hasta la tarde.

—¿Te parece? Ya casi es el mediodía —dijo con un tono de duda mirando el reloj, sin dejar de revolver la olla.

—Seguro —dijo a su espalda—. Voy a la placita —comentó, otra vez, con la diferencia que dejó un tierno y sonoro beso en la mejilla de ella.

—No tardes, a esto no le falta mucho —señaló la olla.

El señor Dubois había salido, caminó hasta la entrada y antes de abrir la puerta tomó el saco que colgaba del perchero.

Ella había pensado que quería tomar distancia por la discusión que habían tenido esa misma mañana. Tal vez si no hubiera sido tan demandante al pedirle que podara el césped que había postergado hacía casi dos semanas, ahora estaría tarareando una canción que estaba de moda en la radio en el año que se habían conocido mientras se ofrecía a ayudarla con lo restante.

Si bien habían hablado sobre el tema y ya estaban reconciliados, se sentía culpable y muy poco comprensiva.

Lo cierto era que había salido hasta el almacén que le quedaba a varias cuadras de su vivienda con tal de hacerla feliz.

Saludó al hijo del dueño que había quedado a cargo del local.

—¿Lo mismo de siempre? —preguntó el joven detrás del mostrador.

Él asintió con una sonrisa de boca cerrada.

—¿Dos? —preguntó yendo hacia la heladera.

—Sí. Dos packs de cuatro.

El joven sonrió tomando los dos packs de yogur, los favoritos de la señora Dubois, los guardó en una bolsa y le cobró.

Satisfecho con su compra, el señor Dubois salió del almacén y decidió tomar el recorrido del jardín de infantes —el cual siempre tomaba cuando hacía las compras con su esposa— para ir a la casa donde lo esperaba su señora con la comida a medio hacer.

En el camino se encontró a un niño de unos trece años vendiendo flores, le compró una Margarita, la flor favorita de su esposa.

Desde la puerta de rejas se apreciaba el cálido olor a comida recién servida.

Cerró la reja haciendo un poco de malabares para que no se le caiga la flor, los yogures ni el saco que se había sacado durante el camino porque los rayos de sol comenzaban a darle calor en la espalda.

—Entra rápido que se enfría la comida, acabo de servirla —dijo abriendo la puerta de madera en el momento en el que su marido ponía la llave en la cerradura.

Se acercó a ella y le dio un beso corto en los labios.

—Te traje los yogures que tanto te gustan —comentó sacando ambos packs de la bolsa de plástico.

—¡Gracias! ¿Ya sabias que no quedaban más en la heladera?

El señor Dubois soltó una risita. Ella tiró de él con cuidado hasta que sus labios rozaron los de él. Rodeó por primera vez el cuello de su esposo con los brazos.

Mientras se miraban mutuamente, el brillo de sus ojos comenzaba a despertarse hasta volverse intenso, tan intenso que por un momento parecía que eran estrellas titilando una noche de verano en algún pueblo alejado de la civilización. Cada vez que se miraban de cerca solo podían pensar en lo guapo era el otro. «Nuestros cuerpos están tallados a medida para el otro», reflexionaban una y otra vez.

—Nunca se te escapan los detalles —susurró mostrando una leve sonrisita deslizando sus largas y pequeñas manos por la camisa de él.

—Nunca cuando se trate de ti.

La sonrisa de ella creció tanto que no le cabía en la cara. Él no resistió más y acortó la distancia entre ellos. La besó una, dos, tres, cuatro veces. Ella comenzaba a reírse mientras subía los brazos por su cuello, nuevamente.

—Esta también es para vos —habló mostrándole la Margarita.

—¡Mi flor favorita! —exclamó sin creer el detalle—. La pondré en un florero y lo llevaré a la mesa. ¡Vamos, que se enfría el almuerzo! Preparé tu comida favorita Uja, sopa de pescado y para acompañar Pelmeni —todos sus sentidos volvieron a estar en la comida que se encontraba en la mesa.

Ella pasó una mano por la nuca de él y posó un beso cálido en su frente.

—Nunca me voy a acostumbrar a tus detalles. Gracias.

—Y yo los seguiré haciendo hasta que te acostumbres.

Ella negó sonriente.

—Iré a guardar tus postrecitos para que no pierdan frío —habló entre risitas, entre cortadas.

Ella caminaba hacia la cocina oliendo y tocando con delicadeza los pétalos de aquella flor, él iba detrás de ella, en una mano llevaba los yogures y con la mano libre acariciaba la espalda de la señora Dubois.

Luego de guardar los postres en la heladera y de buscar, lavar y ponerle agua a un florero, fueron tomados de las manos hasta el comedor para comer finalmente lo que había preparado la señora.

Querido lector, este par es el claro ejemplo de que no son perfectos, como cualquier matrimonio de años pelean, incluso por las cosas más ínfimas, pero saben superar cualquier adversidad juntos, como el equipo que decidieron ser. Como pudieron leer los detalles en la relación nunca faltaron, y eso fue una de las razones por la cual funcionaron tan bien.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro