15 de febrero
¿Se acuerdan de Gunther y Lauralei, los ex que preferían arrancarse el corazón con todo lo que les generaba ver al otro, antes que sentarse a tomar un café y hablar? Me alegro porque hoy les contaré como comenzó su historia de amor.
—¡Feliz cumple! —felicitó a su amiga entregándole el regalo.
—Gracias, Lei. Estamos en la sala de estar —informó señalando a su espalda mientras cerraba la puerta para luego dejar el regalo en la canastita.
Su amiga asintió y encaminó hacia la amplia sala, antes de llegar al umbral de la puerta pudo percibir las luces de colores que colgaban del techo, los gritos de los invitados queriendo entonar al menos una nota, el olor a alcohol y del desagradable cigarro de Rainer.
—Hola —saludó en general.
Gunther la miraba mientras servía una bebida en dos vasos. Se acercó a ella y le ofreció uno.
—Gracias —agradeció con una sonrisa sin mostrar los dientes.
Él hizo un movimiento vago sobre su propio hombro con intención de restarle importancia.
—¿Gusta? —preguntó sonriente mientras ella lo miraba después de beber el trago que le había preparado.
—¿Eh...? Yo... —comenzó a tartamudear hasta que vio que los ojos de él bajaron a su mano— Ah, el trago, sí. Está muy bueno —inmediatamente se obligó a darle otro sorbo.
—Bien.
Dio media vuelta y se dirigió a su amigo.
—¿De qué tanto hablaban? —le preguntó Beatrisa a Lauralei a su espalda.
—De nada —respondió ella dándose la vuelta—. Solo me ofreció un trago.
—Qué curioso... —se hizo la pensativa.
—¿Por qué? —preguntó antes de llevar el vaso a su boca.
—No por nada —sonrió—. Solo que yo le pedí uno y me ignoró completamente.
—Tal vez no te escucho.
—Yo también lo pensé, pero después se lo pregunté directamente mirándolo a los ojos y me dijo que no por ser mi cumpleaños tiene razones de ser mi esclavo.
—¿De verdad? —preguntó sin creerle.
—Lei, no te das cuenta de que está hasta las manos por ti.
—Eso es un invento tuyo porque sabes lo que siento por él —susurro en su oído.
—¡No! Se lo dijo a Rainer, y él me lo dijo a mí.
—¿Y cómo sabemos que es verdad? No voy a humillarme por su culpa.
—Dale pie para que se te declare, dentro de treinta años te vas a arrepentir.
—No, eso no va a pasar porque no siente nada por mí. ¿Viste que tan cerca está de tu prima? Es obvio que tiene sentimientos hacia ella.
—Está parado de la misma forma que lo hace conmigo.
—¿Me estás diciendo que se repela conmigo?
—¡Sí! ¡Si le gustas! Es obvio que se va a alejar con lo tímido que es.
—No es tímido.
—Lo es contigo.
—¿Chicas, vamos a bailar? —preguntó alargando las palabras. Para sostenerse apoyo ambos brazos en los hombros de las chicas.
—Rai, ¿cuánto tomaste? —rio su novia.
—Lo suficiente para caerle mal a tus padres. Permiso, Lei —la chocó un poco sin querer cuando se acercó a Beatrisa para tomarla de la cara con ambas manos y le dio un sonoro beso en los labios.
—Dijiste que no ibas a tomar tanto —fingió un reproche.
—Ahora me acompañas al patio a tomar aire y quedo como nuevo.
—¿Solo a tomar aire?
—Si se te ocurre algo mejor lo hacemos.
Ella lo empujó suave del hombro. Ambos rieron. Lauralei miraba el show negando la cabeza divertida haciendo mover en círculos el líquido dentro de su vaso de plástico.
—Lei, ¿te encargas un minuto? Noso... Nosotros vamos a tomar aire.
Su amiga asintió con una sonrisa despreocupada.
—¿Viste a los chicos? —se acercó a su lado Gunther.
—Acaban de salir al patio.
Él asintió.
—¿La estás pasando bien?
—Sí.
—¿Por qué estás acá sola?
Ella volteó a verlo desconcertada.
—¡Ven, vamos a bailar! —expresó tomando con cuidado una de sus muñecas, mientras con la otra mano le sacaba el vaso para dejarlo sobre la mesa.
—No, Gunther —pidió negando con la cabeza—. Yo no sé bailar.
—Yo tampoco. Estamos a mano.
Ella lo miraba con una sonrisa dibujada y los ojos brillantes, y no era por el reflejo que hacían las luces de colores que colgaban del techo en ellos.
—Cambiaron el ritmo... El ritmo de las canciones, ¿igual quieres bailar?
—Sí, ¿por qué no? No hace falta ser pareja para bailar un lento. ¿Tú quieres?
Ella hundió los hombros y miro a un costado en busca de la cumpleañera.
—No, no hundas los hombros, Lauralei, responde. No te puede dar lo mismo bailar o no.
—No sabemos bailar, pero lo podemos intentar juntos, ¿no?
Poco a poco una sonrisa de labios separados iba extendiéndose por la cara del chico.
—¿Puedo tomarte de la cintura? —preguntó después de tomar la misma y apartando la mano con rapidez. Ella rio y asintió reiteradas veces con la cabeza.
—Se supone que así se baila un lento —dijo Lauralei tomando la mano de Gunther con un poco de duda.
—Las tuyas van alrededor de mi cuello —dijo uniéndolas con su mano derecha y las paso por arriba de su cabeza—. Así.
Ella dejó un espacio considerado entre ella y su amigo, no quería mezclar las cosas, si bien sus sentimientos hacia él eran más que amigos, hacía todo lo posible para que no se notara, no quería que la situación entre ellos cambie por un despiste de ella.
Durante la canción Gunther la llevó más cerca de su cuerpo simulando que era un movimiento usual del baile, ella reaccionó apoyando su cabeza en el hombro de él. En ese momento, Gunther dejó de oler cualquier olor ajeno a Lauralei. El dulce y suave aroma a floral del perfume de ella había impregnado sus fosas nasales como el olor a tierra mojada en una mañana de verano.
—¡Qué rico olor! Me gusta. Me gusta mucho —sus palabras chocaron contra el cuello de Lauralei, provocando que ella se sobresalte un instante.
Ella sonrió sin esfuerzo y susurro en su oído un tímido y sincero «Gracias».
El pobre corazón de la chica empezó a bombear a toda prisa. Había comprado ese perfume hace semanas atrás y lo había usado todos los días, pero Gunther no lo había notado, por eso para llamar su atención se roció un cuarto de lo que quedaba del frasco.
Lo cierto es que él lo había notado desde el primer día, incluso comenzó a comparar el perfume anterior con el nuevo, en silencio. Llegó a la conclusión que su favorito era el segundo. Iba con su personalidad; dulce, delicado y sobresalía entre cualquier otro.
Se quedaron unos segundos más unidos después de que el tema terminara, si mal no recuerdo fue hasta el puente de la siguiente canción.
—Perdón, no me di por enterado que la canción termino.
—Yo tampoco —dijo ella buscando a su amiga con la vista, si bien quería pasar su cumpleaños con ella, ese gesto era para no verlo a la cara y morir de vergüenza.
—Estoy un poco mareado por el alcohol, voy a estar en el patio —ella asintió apresurada.
—Los vimos bailar, eh —se acercó su amiga de una esquina—, nada mal.
—¿Dónde estabas? Te estaba buscando.
—¡No me cambies de tema! Lo último que podías llegar a pensar mientras bailabas con Gunther era en mí. Además, te avisé que iba al patio —comentó—. ¿Y bien? Cuéntame, ¿te sacó a bailar él?
—Sí.
—¿Y le dijiste «Sí» a la primera?
—No.
—¿Te dijo algo mientras bailaban?
—No, bueno... En realidad dijo que le gusta mi perfume.
—¿Nada más?
Su amiga negó una, dos, tres, cuatro veces.
—¡Lauralei! Necesito detalles. Yo siempre te cuento todo.
—Créeme que no hay nada para contar.
—Termina la fiesta y quiero lo que pasó con lujos de detalles.
—Termina y te cuento. Igual te vas a aburrir porque no hay nada interesante.
—Nena, ya te conecté los micrófonos, vinculé la tele con la computadora y el CD lo guardé en la compactera.
—Gracias, siempre confié en que podías —le dio un piquito en los labios y giró a ver a su amiga— mentira, nunca imaginé que podía hacerlo —fingió susurrar únicamente para molestar a su novio.
Su novio se hizo el ofendido y hasta que no le diera un beso no le volvió a dirigir la palabra, acto que pasó segundos después de que se cruzara de brazos.
Se tomaron de las manos.
—Lei, vamos —extendió su mano libre—. No te vas a querer perder el karaoke.
Su amiga asintió y comenzó a moverse a su lado, le parecía mucho tomarle de la mano porque al otro lado de Beatrisa estaba Rainer sosteniendo la otra. No quería ser el mal tercio de sus amigos.
Beatrisa pudo percibir la razón por la que su amiga no entrelazó su mano con la suya, entonces lo hizo ella.
Nunca le agradó la idea que Lauralei se sienta fuera de lugar por la presencia de Rainer después de que ellos comenzaron a salir, por eso siempre que podía la incluían en sus planes. Con Gunther también lo hacían, pero este muy pocas veces podía o aceptaba la invitación.
—Es mi cumpleaños y aunque todos me vieron cuando llegaron necesito hacer mi entrada triunfal a la sala con dos personas que quiero mucho —Bea habló bajo solo para la que escuche Lauralei. Ambas sonrieron separando los labios. Beatrisa quería descontracturar la absurda idea de Lauralei sin nombrarla.
Llegaron a la sala de estar y comenzó el karaoke.
De a poco los amigos más lejanos o los compañeros de facultad de Beatrisa se iban yendo, hasta que solamente quedó el cuarteto de amigos; Lauralei, Gunther, Rainer y por supuesto la cumpleañera.
—¿Quieren quedarse? Podemos cantar un poco más, porfis —pidió con suplicio.
—No te emociones, solo me quedo por la pizza —dijo abriendo una caja para sacar una porción.
—Gracias, Gunther, siempre tan tierno. ¿Ustedes? ¿Se quedan?
—Si me voy me dejas, ¿o me equivoco? —bromeó Rainer.
—¡Exacto! —le siguió la corriente ella.
—Me quedo.
—Muy buena elección —rio—. ¿Lei?
—Sí, obvio. Voy al patio a llamar a mis papás para no preocuparlos.
En cuanto Lei cruzó el umbral de la puerta que conectaba la cocina con el patio, la parejita comenzó a atosigar al pobre chico.
—Meyer, ¿qué te pasa con ella? —la rubia se había puesto delante de él y señaló la puerta por donde había salido segundos antes.
—Nada, es mi amiga... como tú —explico nervioso.
—Como yo —repitió—. No te morís por besarme.
—¿Qué? Beat... ¿De dónde sacas esas cosas? Amigo, tu chica tomó de más.
—Me lo dijo Rainer —si las miradas pudieran matar en ese instante Rai hubiera quedado bajo tierra—. ¡No lo mires así! Yo me había dado cuenta desde mucho antes.
—Sí, me gusta —admitió—. ¿Y con eso qué?
—Van a cantar.
—Yo no canto.
—Tú no cantabas. Ahora sí.
—Bea... —habló con suma delicadeza su novio— No lo presiones.
—¿Cómo crees? —le preguntó incrédula— Ya tengo todo preparado —sonrió con malicia—. Vamos a hacer un sorteo, van a salir sus nombres ¡y cantarán la canción diecisiete! Confía en mí, Gunther —palmeó el frente de un hombro.
Al instante que Lauralei volvió, Beatrisa estaba escribiendo en cuatro papelitos los nombres de sus amigos.
—Acá tengo los nombres de todos —le guiñó un ojo a Gunther—. Los nombres que salgan van a cantar la... —miró la lista de canciones en la hoja impresa simulando que decidía un número al azar—. La diecisiete. El otro grupo cantará la trece, ¿les parece? —preguntó sonriente.
Los otros tres estuvieron de acuerdo.
—Rai, te doy los honores —comentó dejando las cuatro bolitas de papel en la gorra de su novio.
—Soy el favorito de la cumpleañera.
—Siempre —le siguió la corriente. Le tomó la cara y lo beso, luego comenzó a dejarle besitos en el cuello para que Lei no sospechara y le susurró en el oído—. Los que tienen una punta separada son los que dicen «Lauralei», los otros dos dicen «Gunther», tienes que sacar uno de cada uno para que todo salga bien.
Ella se separó del cuello de Rainer y le sonrió.
Él la tomó de la cintura y volvió a dejar un beso sobre sus labios.
—El show debe seguir —dijo tomando un bollito de papel de la gorra—. Gunther, salió tu nombre —mostró el papel arrugado—, y va a tener el honor de cantar con él... Ojalá ser yo...
Sacó el segundo papel, lo desdobló y cuando leyó el nombre que había escrito en él, quiso desaparecer de la Tierra.
Había sacado otro papel con el nombre de su amigo.
Lo arrugó rápido y lo tiró a la gorra.
—¡Eso es trampa! —exaltó Lauralei— ¿Qué nombre decía?
Por suerte su cerebro actuó rápido ante los ojos clavados de su novia.
—El tuyo.
—No te creo.
—Es verdad. Yo quería cantar con Gunther nuestra canción de amor, y no iba a dejar que tú lo arruines —bromeó serio para que se fiara—. Si no confías en mí, ¡mira!, este es el papel —dijo tirándole una bolita con la punta separada.
—Sí, es verdad. Está escrito mi nombre. Si ustedes quieren cantar juntos podemos...
—No —la frenó Beatrisa—. La idea del sorteo era justamente para no elegir a tu pareja. Ustedes cantarán la diecisiete y nosotros la trece. ¿No cierto, cariño?
—Sí. Es lo más justo —afirmó.
Cada uno se puso delante de un micrófono y esperaron a que Beatrisa le dio PLAY a la canción.
Con solo una mirada acordaron que Lauralei iba a cantar la parte de la chica y Gunther la del chico, y ambos el pre-coro y estribillo, sin importar quién la cantaba en la canción original.
En el televisor aparecieron las letras blancas y se iban pintando de rojo a medida que la canción avanzaba.
En una de las estrofas de Lauralei ella la cantó mirándolo a Gunther de reojo, él no se dio cuenta, pero para la pareja que los miraba sentados en una silla no pasó desapercibido.
En cambio, Gunther solo miraba el televisor al cantar porque no se sabía la canción.
En el estribillo cruzaron miradas.
Y al llegar al final, Gunther cantó la última línea de Lauralei mirándola.
—Ese era mi final, te confundiste.
—No me confundí nada, solo quería cantarlo.
—¿Por qué? —preguntó yendo por una porción de pizza.
—Porque es lo que siento y es la única forma que encontré de decirlo —explicó siguiéndola por detrás.
—¿Sí?
—Sí.
—Has más formas —abrió la caja del delivery.
—¿Por ejemplo?
—No sé —giró a verlo—. Pero hay otras, así la chica que te gusta no lo va a saber.
—Creo que se me ocurrió una muy buena.
—¿Cuál? —preguntó más interesada en la porción que acababa de agarrar que en la respuesta.
—Esta.
Dio dos pasos hacia ella y apoyo sus manos en cada lado de su cuello. Ambos miraron profundamente los ojos del otro, se quedaron por varios segundos de esa forma hasta que él se armó de valor y cortó la poca distancia que había entre ellos.
Por suerte para Lauralei lo que faltaba era luz, porque en el instante que los labios se unieron sus mejillas se tornaron de un color rojizo.
Gunther se dejó llevar por las ganas que ocultó desde hace tiempo a pesar de que los nervios lo comían poco a poco, siempre le habían dicho que las conexiones fuertes que se siente por alguien lo sienten ambos, pero en ese momento ningún pensamiento lo ayudó a tranquilizarse, ¿Lauralei estaría sintiendo lo mismo que él? ¿Sentiría la misma sensación de agrado? ¿Le estaría gustando?
La pobre pizza que no había tenido ni un mordisco se deslizó de la mano de Lauralei hasta caer al suelo. Su final la estaba esperando en el tacho de basura.
A medida que las preguntas surgían en él, ella no podía creer que se estuvieran besando, si esto era un sueño no quería despertar nunca. Su corazón palpitaba tan rápido que por un momento pensó que tendría un ataque cardíaco en cualquier segundo. También podía sentir el corazón de Gunther cuando intentaba acercarlo más a ella, tirando con suavidad sus brazos rodeados en su cuello.
Se separaron, uno más tímido que el otro, ella evitó mirarlo a los ojos, él por su parte no podía dejar de verla, quería ver sus ojos. Tomó su cara con la misma delicadeza que hubiera tenido al querer tocar el pétalo de una flor; Lauralei finalmente se armó de valor para verlo, decidió concentrarse en los ojos de su amigo.
Él hizo lo mismo y notó como sus orbes azules brillaban como el reflejo de la Luna en agua cristalina en su fase de Luna llena.
—Me gustan como brillan tus ojos —se animó a matar al silencio.
—¿Sí? —preguntó todavía nerviosa. Él sonrió.
—Siempre están brillando.
—Supongo que pasa cuando te veo.
La sonrisa de él creció.
—La pizza —señaló—. Creo que quedan más porciones —buscó un tema de conversación que no se tratara sobre lo que acababan de hacer.
—No tengo hambre, gracias. ¿Quieres una? —preguntó amagando abrir la caja. Gunther negó.
El silencio se hizo presente entre ellos, y no porque se estuvieran besando por segunda vez, más bien era porque ninguno de los dos sabía muy bien que decir.
—¿Te vienen a buscar o necesitas que con Rai te acompañemos?
—Viene papá... A las seis.
—Falta todavía, no son ni las tres.
—Sí... Lo sé —fortaleció las palabras de él, desanimada.
—Lau... El b... Lo de recién... —buscó las palabras que mejor le parecían en el momento— emmm... Yo te quería...
—Está bien. Tranquilo, no pasa nada, antes tomaste un poco de más, creo que es normal... Emmm... La canción que cantamos te la podrías aprender para así cantársela a la prima de Bea, estoy segura de que le gustará.
—¿Qué?
—Que la canción que cant...
—Te escuché, lo que te estoy preguntando es que tiene que ver en todo esto la prima de Beatrisa.
—Ah, eso. Ya me di cuenta de que te gusta, hacen una linda pareja.
—No me gusta ella.
—¿Cómo que no? ¡No me digas que te gusta Beatrisa! —susurró sorpresiva—. Es la novia de Rainer, tu mejor amigo.
—¡Lei! ¡Lei!
—Sí, ya sé. No voy a decir nada, despreocúpate.
—No, no, al contrario.
—¿Estás loco? —lo cortó más sorprendida que antes— ¿Cómo vas a querer que les diga?
—¡Lauralei! —ella lo miró perpleja. No entendía si quería que Rainer lo matara o no, y menos que menos porque gritaba, se suponía que era un secreto—. No me gusta ni Beatrisa ni la prima, no sé de donde sacaste esas absurdas locuras.
—Pero... Dijiste que la canción... Que el be... el beso... No entiendo.
—Dije que la canción era lo que sentía, y que la idea que se me había ocurrido fue el beso... y te besé a ti.
—Lo sé, pero acabas de decir que no querías besarme.
—Nunca dije eso. Estaba buscando las palabras para pedirte ser novios.
—¿Qu...? ¿Qué? ¿Nosotros ser novios? —preguntó, señalándose mutuamente, como pudo mientras su cerebro intentaba unir todo lo que había pasado de lo que iba de la noche.
—Sí... Bueno... —rascó su nuca, nervioso— Me gustas desde hace tiempo, pero no por eso estás obligada a decir «Sí». Me gustaría mucho, pero podríamos seguir siendo amigos, si así lo quieres.
Se quedó callado analizando la expresión de la chica y esperando una respuesta.
—Entiendo —volvió a hablar, triste—. ¿Al menos podemos seguir siendo amigos? —hizo un intento de sonreír.
—¿Amigos?
—Sí, como hasta ahora. Yo puedo ocultar mis sentimientos. Olvídate de todo lo que te dije hasta ahora, ¿sí?
—Pero te gusto.
—Sí, pero con tu silencio respondiste.
—Nunca preguntaste.
—¿Cómo?
—Eso. Nunca me hiciste la pregunta, solo lo comentaste.
El chico comenzó a reír por varias razones: en primer lugar porque la propuesta estaba siendo un completo mamarracho, después porque Lauralei al principio no entendía nada, y ahora porque ella estaba esperando que le haga la pregunta oficial. Reírse fue la única forma que encontró para liberar nervios.
—Lau, ¿quieres que seamos novios?
—¡Sí! —chilló alegre.
Rainer y Beatrisa que los observaban de la misma silla en el que se habían sentado a escucharlos cantar, se acercaron a felicitarlos a los gritos por la pareja que se había formado ante sus presencias, aunque nuestros protagonistas ni se habían detenido a verlos.
Y es así, lector, como comenzó la relación de amorosa de dos amigos que escondían sus sentimientos por miedo de ser rechazado por el otro.
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