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MARIPOSA (나비)

Mi recuerdo más vivido de mi infancia fue cuando, a los cinco años, aproveché un descuido de mis padres y me escabullí en su habitación para ver televisión. Recuerdo que en ese momento estaban transmitiendo el vídeo Vogue de Madonna y, como si fuera un accidente de auto, no podía dejar de mirar.

A esa edad ya sabía que había algo mal en mí. MI padre no dejaba de recordarmelo cuando me castigaba por encontrarme jugando con las muñecas de la hija de la vecina o cuando me ponía a llorar en la tienda de ropa porque me gustaban más las faldas de tul que los conjuntos deportivos que él me obligaba a usar.

No es de extrañar que ese icónico video me hiciera comprender lo que me sucedía: a pesar de haber nacido cómo Cameron West, mi verdadera identidad era la de Camille West.

Hasta los catorce años intenté amoldarme a las exigencias y expectativas de mi estricto padre, un ex sargento del ejército Sur Coreano que se había tenido que marchar de su país como exiliado político, pero luego e irónicamente, con el apoyo de mi abuela paterna, comencé a escondidas mi tratamiento de reemplazo hormonal, Lee Minki fue la que ideó la treta de que me había llevado a un dermatólogo y me enviaron un tratamiento costoso por el cual ella pagaría.

Los primeros seis meses fueron realmente difíciles y los pasé muy mal. Mi cerebro y mi cuerpo estaban en constante lucha, aunque mentalmente ya era una chica, mi cuerpo se negaba a entender el mensaje. En ese momento entré en una gran depresión que obligó a mis padres a llevarme a un sicólogo. La doctora me analizó de forma intensiva y aunque me negaba a contarle a mis allegados la verdad, terminé por contárselo todo a ella, creyendo en su promesa de que eso me ayudaría.

Todo se hubiera resuelto de forma satisfactoria de no haber sido porque mi sicóloga insistió en hablar con mis padres.

Durante toda la conversación yo estuve mirando hacia el suelo. Las palabras "apoyo", "paciencia"y "transición" fueron las que colmaron el consultorio de mi sicóloga. Mi padre no dijo ni una sola palabra en toda la hora de consulta. Sin embargo, sus puños si que gritaron fuerte y claro una vez estuvimos dentro de las cuatro paredes de su casa.

Mi padre solo dejó de golpearme una vez quedé inconsciente y con sangre saliendo de mis oídos y nariz. Producto de esa golpiza tuve una grave conmoción cerebral, cuatro costillas fracturadas y una lesión irreversible en una de mis vértebras lumbares que me causó un defecto al caminar con el que me tocaría lidiar el resto de mi vida.

Pero, por sobre todas las cosas, producto de esa paliza obtuve la repuesta que tanto busqué: cuando me dieron el alta médica fui directo a buscar mis cosas y abandoné el hogar familiar. Y es que, por más duras que fueran las circunstancias de vida para todos aquellos que decidimos vivir en las calles, nada sería tan duro como tener que lidiar con el odio desmedido de una de las pocas personas que tienen la obligación de amarte sin ninguna condición.

Mi tiempo viviendo en las calles fue uno de los períodos más oscuros de mi vida. Para nadie es un secreto que una de las pocas formas de sobrevivir en esas circunstancias es con el uso de drogas y la única forma de obtener dichas sustancias es o robando o cayendo en la prostitución o, como en mi caso, haciendo ambas cosas.

Estuve en medio de ese laberinto por dos años y medio, y estoy segura de que aún esa sería mi vida de no haber sido arrestada tras un robo a un supermercado. Cuando me dieron la oportunidad de llamar a alguien, decidí gastarla poniéndome en contacto con mi abuela sólo porque estaba segura que la única voz que me escucharía sería la de su contestadora. Grande fue mi sorpresa cuando, apenas media hora después de mi ingreso a la celda, mi abuela se presentó en la estación policial pagando mi fianza.

—Abuela, ¿Qué... Por qué me sacaste de acá? —una vez estaba fuera de la comisaría y me reencontré con mi abuela, el temor de que ella me llevará de vuelta a la casa de mis padres invadió a mi corazón.

—Cam, te saqué de allí porque me duele ver cómo te sigues arrastrando como una oruga cuando tú destino es convertirte en la más hermosa de las mariposas.

Después de ese momento mi vida dio un giro de ciento ochenta grados. Pude terminar mis estudios de preparatoria en línea, conseguí, gracias a mi abuela, un trabajo de medio tiempo como asistente de una pediatra amiga de ella y, sobretodo, pude cambiar legalmente mi identidad.

Cuando llegó el momento de elegir la carrera universitaria que seguiría, las dudas comenzaron a asaltarme, ¿Cómo sería tratada en la universidad?, ¿Sería víctima de acoso cómo lo fuí mientras estudiaba en la preparatoria?, ¿Me discriminarían por mi condición o habría aunque sea una persona que me me tratará como su igual? Y, lo más importante, ¿Podría conseguir un empleo donde ejercer la carrera que soñaba estudiar?

—Te va a salir humo de la cabeza. —Mi abuela entró a mi habitación sin que yo me diera cuenta y me miró de forma burlona al ver mi rostro preocupado.

—Abuela, ¿Crees que, si estudio enfermería y me especializo en el área neonatal, podré conseguir empleo?

—No veo porque no pudieras hacer eso, Cam. Ahora mi pregunta es, ¿Por qué algo tan específico?

Sentí que mis mejillas se sonrojaron, era algo que siempre había mantenido en mi cabeza, principalmente porque me daba vergüenza admitirlo en voz alta.

—Siempre he deseado tener hijos, abuela y sé que eso es totalmente imposible pues... Por lo que soy —dije bajando la mirada—, por eso quiero estudiar enfermería y especializarme en el área de neonatología, porque sé que eso es lo más cercano a los bebés que alguna vez estaré.

No pude evitar que una traicionera lágrima se me escapara. Mucha gente trata a la comunidad trans cómo unos "bichos raros" y que sólo iniciamos la transición porque"queremos llamar la atención y ser famosos" pero, por experiencia propia sé que la mayoría que tomamos está decisión es solo porque sentimos que estamos corrigiendo algo que el destino hizo mal en nosotros y nuestro único objetivo es ser feliz, tan simple como eso.

—Cam, cielo —mi abuela me enfundó en un fuerte abrazo—. No te preocupes por nada, no veo porque te preocupas por eso, ¿Qué problemas hay para que consigas empleo? Eres una mujer hermosa y sobretodo muy inteligente, ¿Por qué no podrías conseguir el empleo que quieras?

Al escuchar esa declaración, sentí que mi corazón se saltó dos latidos. Si bien mi abuela fue mi único apoyo durante mi proceso se transición, nunca se había referido hacía mi como mujer.

—¿De... De verdad crees eso de mí?, ¿De verdad me ves como a una mujer?

Pude darme cuenta que ni ella misma se había detenido a pensar en sus palabras, lo supe por la expresión de sorpresa con la que me miró, expresión que se convirtió en una de absoluta convicción cuando pronunció —¿De qué otra forma te vería, Camille? Eres mi nieta, ¿No?

Saber que contaba con la aceptación de mi abuela era todo lo que necesitaba. Tener aunque sea el apoyo de una sola persona era lo único que quería para tener la certeza de que no era un ser desviado cómo mi padre siempre me hizo creer.

Lastimosamente, la felicidad solo es un instante, y, más fácil de lo que la obtienes, se diluye de tu vida como agua entre los dedos. Mi abuela comenzó a enfermarse cuando yo estaba por graduarme de mi carrera universitaria, razón por la cual ella decidió dejarme al cuido de la casa que compartíamos en Londres para marcharse a su Seúl natal, convencida de que allí obtendría la respuesta para su enfermedad.

Pocos meses después y cuando ya estaban ejerciendo mi profesión, mi madre comenzó a tratar de ubicarme. Si bien ella no me había maltratado y hasta cierto punto comprendía las razones por las que yo había decidido iniciar todo mi proceso de cambio, le guardaba más rencor inclusive del que le tenía a mí padre por la simple y sencilla razón de que ella no pudo defenderme, al contrario, me dejó abandonada.

—¿Qué quieres, Sophia? —Había aceptado reunirme con ella y la hice venir a la cafetería del hospital donde trabajaba, para poder detener la conversación con la excusa de que estaba en mi horario de trabajo-. No tengo mucho tiempo, ya está a punto de culminar mi receso.

—Te... Te ves tan diferente, Cameron —pronunció ella—. De hecho, te ves exactamente como yo me veía a tu edad.

Puse los ojos en blanco. Solo ella sería capaz de hacer un comentario tan insulso y superficial.

—En primer lugar, mi nombre es Camille y por eso te pido que no me vuelvas a llamar de ese modo, y por otro lado, era obvio que me pareciera a ti, ¿No crees? Siempre ha sido así, aún recuerdo que siempre me decían que lo único que yo tenía de Coreana era a mi padre y a mi abuela, pero eso ya es algo del pasado, ahora bien, ¿Solo quisiste venir a verme para decirme eso?

—Estás siendo muy duro conmigo, Cameron, ¿No te das cuenta que esto es muy díficil para mí? Aún recuerdo que cuando estuviste en el hospital tú corazón se detuvo en varias ocasiones, sentí que te perdía y no podía hacer nada para evitarlo y, para complicar las cosas, te fuiste de casa en cuanto te dieron el alta, ¿Te has puesto a pensar la cantidad de veces que tú padre me culpó por tus decisiones?

No podía creerlo. Mi madre había pedido reunirse conmigo solo para hacerme sentir culpable por haber buscado mi camino hacia la felicidad.

—Listo, me voy —dije levantándome de la silla—. No vuelvas a buscarme, Sophia, por favor.

—¡Mink está muriendo, Cameron! —expresó ella de repente.

—¿Quieres que crea eso, Sophia?, ¿Acaso crees que, si eso fuera cierto, yo no lo sabría?, ¡Por Dios!, ¡Si yo hablo con ella todos los días!

—Pues te ha estado engañando todo este tiempo, hijo. Tu padre me lo contó y sabía que ella no iba a dejar que te enteres, por eso quise contártelo. Tú padre ya está allá en Seúl cuidando de ella y me dice que cada vez la ve peor, que a lo máximo vivirá un mes o dos.

La noticia me cayó como un baño de agua helada. Mi Mink no, ella no, ella no podía dejarme sola. Aún no había podido celebrar mi graduación porque quería hacerlo cuando ella estuviera de vuelta en su casa.

Me senté de nuevo en la silla y escondí mi rostro entre mis manos. Si ya no tenía a mi abuela, me quedaría absoluta y definitivamente sola.

—Cam... Camille —pronunció mi madre con dificultad—. Tu padre no quería que te cuente nada pero sé que tú más que nadie tienes derecho a estar con ella y acompañarla en sus últimos momentos. Mi vuelo hacia Corea sale dentro de tres días, si quieres ir conmigo, yo tengo el dinero para comprar tu boleto de avión.

—Yo puedo pagar mi propio boleto, Sophia, no te preocupes por ello —le dije—. Gracias por avisarme, lo voy a tener en cuenta.

Salí de la cafetería y me encaminé a paso veloz hacia la capilla del hospital. No soy una persona religiosa pero sabía que ese lugar era un lugar tranquilo donde podría desahogarme.

Saqué mi teléfono celular y sin pensarlo dos veces, marqué su número y la llamé, quería que ella me confirme o me desmienta lo que me dijo Sophia recién.

—Mariposa, hija, ¿Saliste temprano del trabajo? Pensé que me habías dicho que hoy estabas de guardia.

—¿Es verdad, Minki? —dije a través del llanto—, ¿Es verdad que te estás muriendo?

—Sabía que tu madre no iba a poder mantener la boca cerrada —susurró ella, podía imaginarla apretando los dientes y negando con la cabeza.

—¿Por... Por qué no me lo dijiste, abuela? Yo hubiera dejado todo atrás y me hubiera ido a cuidarte.

—Y por eso no te lo dije, Mariposa... Tú padre está aquí y estoy segura que, si vienes para acá, va a querer encerrarte de nuevo en una crisálida, va a querer que te conviertas de nuevo en oruga.

—No me importa, abuela, no me importa lo que mi padre quiera, importa lo que tu quieras, por eso dime, ¿Quieres que esté a tu lado en este momento?

—Es lo que más quiero en esta vida, Camille —dijo ella con la voz rota.

—Pues ahí estaré, mamá Minki, ahí estaré.

No lo dudé ni un instante, renuncié a mi trabajo en el hospital, me fuí a mi casa, reservé el boleto de avión más cercano rumbo a Seúl, metí unas cuantas prendas de ropa al azar en mi equipaje, tomé el dinero de sus ahorros y los míos, todas nuestras tarjetas de crédito, las llaves de la casa, mi pasaporte y salí rumbo al aeropuerto. Mi vuelo saldría en unas cuantas horas y sabía que no tenía más tiempo que perder.

Sabía qué, antes de llegar a casa de mi abuela tendría que usar el disfraz de Cameron West solo para evitar una discusión con mi padre que no haría más que perjudicar la salud de mi Mink. Si tenía que volver a convertirme en una oruga, lo haría sin dudar, después de todo, lo hacía para poder estar al lado de la única persona que me ayudó a convertirme en una mariposa, la única persona que me enseñó a amarme y perdonarme a mí misma.

Nuevo capítulo publicado ;)

Hola, Honey Bees, ¿Cómo están? Este es sin duda uno de los capítulos más importantes de mi intento de carrera como escritora pues es la primera vez que tengo a una protagonista perteneciente a la comunidad LBGTIQ+ y tuve que sacar todo el background de información que la cultura popular me ha dejado a lo largo de la vida para desarrollar al personaje (para quién no lo sabe, soy una fiel fanática de la serie Glee y en esa serie en particular hay un fuerte mensaje de apoyo hacía esa comunidad).

También he estado investigando como es ser parte de ese colectivo en Corea del Sur y esa es una información que la estaré desarrollando a lo largo de la historia, por lo que intentaré de tocar esa temática con el mayor respeto y apego a la realidad posible.

Espero que me den su opinión sincera y de nuevo pongo en manifiesto toda la ilusión que me hace la escritura de esta obra, por lo que me gustaría recibir todo su apoyo.

Nos leemos pronto, les quiere,
제시가 요

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