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Ciclo de Atrastres

(Reflexión)

En un círculo de actitudes envolvemos nuestro destino. Ruedas esparcidas al azar que giran de manera intermitente y que se detienen en los lugares remotos de nuestros corazones. Y entonces es cuando nos convertimos en otras personas adquirimos nuevas personalidades. Personalidades defensivas.
En ellas nos protegemos, defendemos los puntos débiles de la mente, para cada problema tenemos una personalidad, un ente, una postura, una actitud. Y como un pequeño velero en la tormenta, nos confundimos, vamos de aquí para allá en medio del oleaje de sufrimiento y la frustración.
¿Dónde está el ojo de la tormenta? ¿Cuándo y cómo llegará la calma a nuestro ser? Y por, sobre todo: ¿llegará a nosotros la calma algún día? Es una pregunta que quizás no tenga respuesta; quizá le tememos a esa respuesta, ya que nuestros anhelos son fuertes, definidos, pero carentes de la conciencia creadora, esa creación sobre bases concretas y de evoluciones lentas, progresivas, hasta llegar a un cierto grado de perfección relativa; ensayos aquí, fracasos allá, éxitos futuros que no vislumbramos, que ni siquiera poseemos el olfato mental para lograr captarlos.
¿Por qué debemos hacerles daño a las personas que más queremos? Quizás es por la sencilla razón que les queremos. ¡Ah! ¡Pero eso es absurdo! Y como gran absurdo es creíble ¡Pero no! No es lógico ni racional y si hay algo en este mundo que debería ser racional es el Ser humano; la especie que domina el aire, el mar y la tierra, aquellos que jugamos con fuego, pero nos quemamos con él. ¿Y entonces por qué le hacemos mal a nuestros seres queridos? ¿Será que la mejor forma de amar es herir, maltratar, vejar? ¿Sojuzgar y humillar a la persona que decimos amar? ¿Por qué?
Es un círculo vicioso: me golpeas y me hieres, yo te golpeo y te hiero, pero luego abriré los brazos para tenerte cerca lo suficiente para herirte de nuevo; y entonces me golpeas y me hieres, yo te golpeo y te hiero…etc.
¡No! Es un acto incoherente, debemos recapacitar, ver que está mal. Extirpemos ese mal de nosotros, no sigamos ese principio ilógico de “si te hago sufrir es porque te quiero”, eso es una excusa inconsciente de nuestro subconsciente para responder u ocultar nuestras debilidades, rencores, frustraciones, tristezas…
¡Fue él! ¡Él fue quien empezó! ¡Toma miserable! Allí están en mí, en ti, porque nos decepcionan y de esa forma decepcionamos a otras personas y a nosotros mismos; porque nos golpean de esa forma y de esa forma golpeamos a otras personas y a nosotros mismos; porque nos traicionan y de esa forma traicionamos a otras personas y a nosotros mismos; porque nos abandonan y de esa forma abandonamos a otras personas y a nosotros mismos…
Es un círculo vicioso muy difícil de eludir, del cual, para escapar de él, hay que hacer un esfuerzo sincero y capital. Quizás porque tenemos miedo de enfrentar otra situación a la cual no se quiere volver. Un estado que es odioso para nosotros, casi repulsivo, un pasado que deseamos olvidar pero que flota allí, como un cadáver descompuesto, impregnando sus olores malignos en nuestros sentimientos y deseos.
Deseos fantasmagóricos a los cuales no podemos retener, atrapar y así poder aferrarnos a un ideal, a un estado de paz. Algún lugar donde no tengamos noción de lo que es un nacimiento o lo que es un fallecimiento, ni mucho menos saber de ellos, esas personas que decidimos amar y así de esa forma al tenerlos lejos, no les podemos hacer daño.
Creo que esa es la zona del silencio de la que tú hablabas. En la cual flotas y flotas en una especie de líquido etéreo, frío, envolviéndote por completo, pero sin aprisionarte, en vez de eso se acopla a tu figura y de esa manera te conviertes en silencio, en nada. Allí en la nada, donde el movimiento y la forma desaparecen para dar paso a una conciencia universal que tú y yo desconocemos. Algunos le llaman Eternidad, los más utópicos le dicen Paraíso y tú le denominas como la Nada; yo le llamo Muerte. Allí nadie puede pensar, ni hacer daño. Siendo que el pensamiento es la base de toda acción. No obstante, es posible evitar todo eso aquí, en la tierra, en la vida, en la realidad, al cortar las actitudes negativas. Ese carrusel maldito que nos condena a fracasar sin haber fracasado y nos impulsa, con su fuerza centrífuga, a girar en torno a él. Separarse luego es muy difícil.
Las primeras preguntas son: ¿En realidad quiero esta vida para mí? ¿Merezco que me traten así? ¿Qué pasará más adelante cuando los poderes sobre mí o sobre él, ellos o ellas sean mayores? ¿Cómo poder evitarlo? ¿Cómo no odiar sin amar? ¿Cómo amar sin odiar? ¿Si yo soy tosco, cruel y rustico conmigo mismo, entonces yo tendré esas actitudes con él, ella o ellos? ¿Atropello o soy atropellado? ¿Las dos cosas? Sobre todo: ¿quiero vivir el resto de mi vida de esta manera o buscar nuevos horizontes?
Quizás olvidando el pasado absurdo que vivimos todos los días lo logremos. Es irónico, pero vivimos el pasado y en el pasado por el pasado y para el pasado; nuestro futuro es el pasado. Vemos como obsesivos posesos esa película vieja que es nuestro fracaso; fracaso que repetimos en una cruel y masoquista cruzada lanzada al amanecer y que al oscurecer mancha nuestros sueños.
Es una batalla contra uno mismo. La cual no ganamos porque al ser contra nosotros mismo, ese YO interior al ser atacado por el YO exterior, utiliza toda la información que posee de él mismo; conoce todos sus movimientos, estrategia, armas y trucos sucios que podrían utilizar sus oponentes. ¡Es más, él (el YO interior) se las enseñó todas!
Y así, de esta manera, tropezamos con la piedra y la tiramos a un lado para escoger otro camino adonde hemos lanzado la piedra, cambiar el sendero y tropezarnos una vez más con la roca, etc.
Carga con esa piedra o sáltala, sino deséchala de tu senda y no escojas otro camino diferente al que habías trazado. De esa manera no te encontrarás de nuevo o por lo menos no de manera inmediata, dándote tiempo para pensar, reflexionar sobre el tema, y así cuando esto suceda de nuevo poder saltar el obstáculo con libertad; sintiéndote feliz de volar hacia tu destino.
Un destino que te pertenece y que es sólo tuyo y es diferente a todos los demás paraísos, rompiendo de esa manera el ciclo vicioso en el que nos hemos envuelto. ¿Por qué personas como nosotros debemos sufrir?

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